jueves, agosto 31, 2006

CoMEsA 2006 I - Curso de Pottedrez

El primer candidato al premio a la Colección Más Estúpida del Año 2006 (CoMEsA 2006) es un curso de ajedrez. Pero no un curso de ajedrez cualquiera. Bajo el apasionante título de "Descubre la magia del ajedrez de Harry Potter" (no me digáis que no está bien pensado el titulillo con eso de la magia.., sí, sí, magia... ¿lo pillas?), nos presentan un maravilloso curso para convertirse en un mago (la genialidad es contagiosa) de este fantástico juego. 47 entregas semanales que te permitirán poner en jaque (hoy lo estoy bordando) a todos tus amiguitos hacia finales de julio del año próximo. De hecho, el juego incluye unas maravillosas piezas que te permitirán empezar a jugar alrededor del mes de mayo (siempre y cuando todas las piezas salgan al principio de la colección).

Alguno pensará que está feo incluir en este listado un curso de ajedrez. De hecho se trata de un juego que sin duda elevará el ingenio de los muchachos y si para ello es necesario tirar de los poderes (hoy me salgo) marketinianos del joven aprendiz de mago, pues se hace.

No tengo nada contra Harry Potter, ni contra el merchandising. Ni siquiera en contra de esta colección que me parece de lo más divertido que nos ha llegado últimamente. Y por eso está aquí.

Vodkadrez rusoHarry Potter juega al ajedrez en su primera novela. Y lo hace bastante mal, por cierto. En realidad quien juega bien es su patoso amigo Ron. Es éste un aspecto que los fanáticos de la serie se han apresurado a reivindicar sin pensar en lo difícil que sería vender una colección para niños titulada "Descubre la magia del ajedrez de Ron". Ya me estoy imaginando a más de un padre mosqueado al descubrir que bajo la cabeza del rey no se esconde el tapón de una botella o que en ningún lugar te cuentan cuántos chupitos hay que cascarse al hacer jaque (será mi mente maliciosa pero estoy recordando un fantástico ajedrez que vi este verano en un museo del vodka en Rusia en el que te daban unas ganitas de ponerte hasta las trancas.., de jugar...)

El hecho de que el juego se base en la primera novela es que todas las imágenes las han obtenido de la primera película. Así, mientras medio mundo se chotea de lo creciditos que están los protas de la peli para andar vestiditos de uniforme, meneando un palito y poniéndose colorados cada vez que se cruzan con una bruja (cuando crecen vienen al quiosco a comprar el Lecturas, fijo).., el Harry de nuestra colección es un criajo regordete que esconde la fría mirada de ajedrecista (tiembla Kasparov) tras unas gafotas cuatro tallas más grandes de lo debido.

Pero ahí no acaba el asunto. Dado que el juego debe tener magia, no basta con poner fotos de Harry a diestro y siniestro. No basta con explicar que, debido a la magia, los peones caminan hacia alante pero comen de lado, los caballos no galopan sino saltan y las reinas campan a sus anchas mientras los reyes se esconden acojonados tras las torres (abstenerse de hacer lecturas políticas del comentario que no cuela). La magia, magia está en que las piezas se autodesmontan cuando las matas, emiten sonido y lucecitas de colores y, sobre todo, se desplazan mágicamente al ritmo que les marcamos con una varita mágica, mágica. El juego se complementa con un espectacular giratiempo (supongo que llegará con el capítulo "Cómo rebobinar partidas cuando todo está perdido") y un boli que se sostiene solito en el aire mientras juegas.

De momento el número uno de la colección, del que nos han traído una barbaridad de ejemplares, se está vendiendo a buen ritmo. Yo estoy por comprármela enterita a ver si la magia obra el milagro de que algún día pueda ganar una puñetera partida.


Harry Potter Curso de Ajedrez

Blog day


Parece que se está intentando convertir el 31 de agosto en el día mundial de los blogs. Aunque el orígen del asunto es algo peregrino (por más que miro la palabra Blog me cuesta ver el 3108... ¿por qué no 13/09?). Pero bueno. La cuestión es que, si se trata de promocionar el intercambio de lectores entre blogs, me parece estupendo. Hasta he participado en MEMEs...

Como ando un pelín justo de tiempo (esto de la cartoná me tiene liadísimo) y estos días no navego demasiado, he aprovechado la ocasión para retomar una antigua idea: recopilar los enlaces de todos aquellos lectores que a lo largo de este año y medio nos han honrado con sus comentarios. Para cumplir las normas he seleccionado sólo cinco y no os podéis imaginar lo que me ha costado decidirme. Para empezar he descartado a aquellos cuyos enlaces ya aparecen entre mis favoritos. Ni que decir tiene que debéis visitarlos. Mis disculpas y mi cariño al resto. Sabed que os leo (irregularmente, pero os leo) y me siento orgulloso de que en alguna ocasión los vericuetos de la red nos pusieran en contacto (algún día explicaré alguna anecdotilla de cómo la casualidad y la fría lógica de los buscadores puede lograr que alguien llegue a este blog tecleando en google, por ejemplo, "Newton hijodeputa").

Ahí va:

  • trapo
  • che caribe
  • con Ka de culo
  • balazos
  • kerlames



    Para más información: blogday.org

  • miércoles, agosto 30, 2006

    La colección más estúpida

    Con la llegada de la cartoná el quiosco se inunda de los más variopintos coleccionables. No hay en este espacio lugar (ni ganas) para un análisis detallado de todo lo que puede llegar a ofrecerse por estas fechas, así que este año nos centraremos en destacar lo más espectacular, agrupándolo en varias categorías. Habrá tiempo para escoger la colección más interesante o el embalaje más desproporcionado, pero no puedo resistirme a empezar por la colección más estúpida.

    Soy consciente de que el apelativo en cuestión podría resultar ofensivo para alguien que, por ejemplo, haya iniciado alguna de estas colecciones. Líbreme Dios de considerar estúpido a quien compra colecciones estúpidas. Los quiosqueros podemos considerar nauseabundo parte del género que vendemos pero sentimos gran respeto y estima por quien nos libra de él y jamás juzgamos a alguien por sus gustos. Con el tiempo he aprendido que, cuando hablamos de productos culturales, ninguno es una mierda. Si te lo parece, simplemente no eres público objetivo. (A modo de ejemplo: Bustamante no es una mierda de cantante. Si sus canciones me producen náuseas se debe simplemente a que, infeliz de mi, no soy su público objetivo).

    Los quiosqueros, en definitiva, somos conscientes de la infinidad de motivos por los cuales alguien puede verse arrastrado a comprar un producto. Es mucho más estúpido el que, por ejemplo, se disculpa avergonzado por comprar un diario deportivo que el que arramba con todos y los disfruta sin importarle qué pensaremos de él. Mucho más el que esconde el Hola y el Interviu entre El País y Expansión que el que comenta las portadas con los parroquianos partido de risa.

    De hecho, la cartoná es la consecuencia de un sinfín de motivaciones psicoeconómicas que se confabulan precisamente para impulsarnos a comprar cosas que no necesitamos. A modo de resumen diré que los cartonistas diseñan sus colecciones para lanzarlas a la yugular de un ciudadanito de a pie que vuelve de sus vacaciones con los bolsillos vacíos y una depresión de caballo. Cuando llega al quiosco a buscar el periódico o un paquete de tabaco es inmediatamente asaltado por la visión de un sinfín de productos baratísimos (esos números uno...) que, pese a resultarle inútiles, le ofrecen una nueva ilusión que podrá satisfacer en cómodos plazos, cada semanita, durante un tiempo indefinido.

    La colección más estúpida del año puede ser, en definitiva, una pasajera fuente de alegrías para un cliente desesperado al tiempo que un ínfimo porcentaje del sustento de su quiosquero.

    En los últimos años hemos recibido por estas fechas desde completísimos kits para montarse pedrusco a pedrusco el escenario de la batalla de Waterloo hasta miniteteras de porcelana de dudosa procedencia, pasando por miniaturas de latón de cualquier marca de coche, muñecas diabólicas con mil disfraces o chapas de cava de diseño que jamás han estado en contacto con el corcho de una botella. Incluso un ilustre cliente llegó a completar las cincuenta y tantas miniaturas de plástico que conformaban una colección sobre setas. Colecciones estúpidas para un quiosquero que no es público objetivo, pero sin duda de vital importancia para aquellos que se acercaron semanalmente al quiosco a interesarse por el fasciculito de marras que se retrasaba dos días en salir.

    En los próximos días presentaré algunas de las colecciones que más me han llamado la atención este año. Algunas me parecen estúpidas porque no sirven para nada. Otras porque condenan al comprador a un interminable trabajo de chinos cuyo resultado no podrá disfrutar hasta dentro de un par de años. La mayoría porque no puedo imaginar dónde leches encontrarán sitio para colocarlas.

    A la espera de vuestras propuestas y comentarios os adelanto algunas pistas. Un curso de ajedrez para aprendices de mago, un sinfín de botes vacíos o, novedad de próxima aparición, una colección de bichos. Sí, sí. De bichos. Cómo mola ser público subjetivo.

    ¿Casualidad o mal fario?

    De siempre me ha gustado ver mundo y, como ni el tiempo ni la economía me han permitido hacerlo a mi manera, he aprovechado la menor circunstancia para darme un garbeo por España y parte del extranjero. Así podía ir de Barcelona a Alicante, por poner un ejemplo, pasando por Salamanca. Cuando la economía empezó a permitirlo comencé a asomar las narices por el extranjero, la mayoría de las veces, en viajes organizados.
    Un buen día, echamos cuentas y observamos que, no siempre, pero sí a menudo, en el país que visitábamos sucedían hechos importantes durante, un poco antes o un poco después de nuestro viaje. Eso sí, habíamos de viajar los tres juntos y fuera de las fronteras porque dentro de España nunca sucedió nada que no fuera habitual.


    Este verano hemos participado en un pequeño crucero por el Volga, desde Moscú hasta San Petersburgo. El día 1 de agosto, el telediario de la noche informaba de un robo de 221 obras de arte en el Museo del Hermitage, amén del fallecimiento repentino de alguno de los vigilantes. El 31 de julio, por la mañana, habíamos pasado dos horas y media dentro del recinto contemplando sus maravillas.
    El sábado, 26 de agosto, los diarios informaban del incendio que ha destruido la catedral de la Santísima Trinidad dentro del complejo del monasterio Alexander Nevsky, también en San Petersburgo. Conservamos la foto de Dalr y Quiosquera, tomada el 30 de julio, con la citada catedral a sus espaldas.


    El año pasado, a primeros de marzo, empecé el máster de quiosquero. Uno de los primeros periódicos que vendí anunciaba la enfermedad el Papa. Cuando vi a Dalr le comenté
    - Se nos muere Papá.
    - No, le queda un mes más o menos.
    No entendí por qué me decía aquello con tanta seguridad hasta que caí en la cuenta que teníamos reserva para pasar un fin de semana en Venecia. En efecto, el día anterior a nuestro regreso, a eso de las 9 de la noche, las campanas de toda Italia doblaban a muerto: el Papa acababa de emprender su último viaje. Y como a la vuelta sobrevolamos Mónaco, a la semana siguiente también nos llevamos por delante a Rainiero.

    No han sido las únicas veces.

    En 1993, una semana después de que visitásemos Estambul y la Capadocia, cascaba Turgut Ózal, presidente de Turquía, y un mes más tarde varios artefactos explosionaron en el Gran Bazar.

    En 1999 visitamos Marruecos. Diez días antes de emprender el viaje, con los billetes ya en el bolsillo, la diñaba Hassan II.

    No fue suficiente. Estábamos en Marrakech esperando la llegada del guía que debía hacernos la panorámica de la ciudad y el buen hombre no llegaba. Pasadas las 10 de la mañana, apareció Mohamed vestido de bereber (durante todo el viaje lo vimos con ropas a la europea) pilotando una Vespino. La panorámica se había suspendido porque iba a producirse un eclipse de sol y eso traía malos presagios. El gobierno había prohibido toda actividad y los musulmanes estaban obligados a acudir a las mezquitas a rezar. Al menos pudimos hacer lo que pocos turistas han conseguido: fotografiar la plaza de Djemáa El Fna completamente vacía.

    En Portugal hemos estado dos veces. La primera nos limitamos a recorrer al Algarve (no sucedió nada raro).

    En la segunda repetimos el Algarve añadiendo Lisboa y sus alrededores. Pateamos el Chiado y por la Torre de Santa Justa accedimos al Bairro Alto. Creo que fue en la Igreja do Carmo, no estoy seguro, donde había una pintada que nos hizo gracia: As putas ao poder (más o menos). Tres meses después de nuestra visita ardió el Chiado y el fuego subió por Santa Justa hasta el Bairro Alto.

    Egipto era el sueño de mi vida pero el viaje resulta excesivamente caro para mi poder adquisitivo. 

    Cuando los islamistas empezaron a atentar contra los turistas extranjeros, los precios cayeron pero la valentía no ha sido nunca una de mis cualidades, así que me abstuve hasta que, durante un par de años, dejaron de producirse atentados. Fue el momento elegido para viajar. Semanas más tarde de nuestro retorno, fue ametrallado un grupo de alemanes junto al templo de Hatchepsut.

    Otro de mis viajes soñados eran Israel y Jordania (Petra) pero estábamos en las mismas: los judíos y los palestinos andaban a la greña y no era cosa de meterse en la boca del lobo. Después de la autonomía de Gaza y Jericó se sucedió un periodo sin intifadas ni bombas en Jerusalén. Aprovechando, que es gerundio. Aterrizamos en Ammán. En el hotel, Dalr puso la tele y localizó TVE Internacional. Atentado en Gaza.
    - Niño, apaga la tele que Quiosquera nos hace regresar aunque sea andando.
    No pasó nada más.

    Jerusalén es increíble. Los musulmanes parecen como mas unificados en su religión. Los israelitas son una mezcla rara de ortodoxos, ultaortodoxos, judíos a secas… Y los cristianos, el no va más: Ortodoxos griegos, ortodoxos rusos, católicos, protestantes, coptos, etíopes… En la calle comercial del Rey David, las tiendas de judíos y árabes se sucedían y unos y otros parecía que se llevaban estupendamente. Sólo se diferenciaban porque los comercios árabes exhibían un retrato de Arafat.
    Al mes y medio Isaac Rabín era asesinado.

    U.S.A. (efecto retardado. 

    Tuvieron que pasar 5 meses desde que contemplamos Nueva York tomando el fresco en la terraza de World Trade Center (Huerta de Vicente para los sevillanos), para que un ataque terrorista diera en tierra con las Torres Gemelas.

    Relativamente divertida fue nuestra estancia en Buenos Aires. 

    Llegamos en pleno corralito y eso fue meterse en la boca del lobo, pero nos había costado mucho conseguir los billetes y no era cosa de renunciar. En los días que estuvimos allí, Argentina tuvo tres presidentes y medio. Los días eran tranquilos pero en cuanto caía la noche se iniciaba la cacerolada y la gente acudía a la Plaza de Mayo en manifestación pacífica. Una noche, llegábamos de cenar, Dalr puso la televisión. Se veía jaleo por las calles, la policía daba leña y pensamos que eran imágenes retrospectivas. 

    Dalr buscó otro canal y daban lo mismo; era en directo. Cada 10 ó 12 minutos sonaba una musiquilla similar a cuando empieza una sesión de circo, Chan chachán chachán chachán chachán (después de aquello esperabas oír: Había una vez, un cir-co), y en un tono que parecía la presentación de los trapecistas, una voz en off anunciaba: “¡Intentan linchar a un polisía! ¡Vean las duras imágenes del suseso!”. Y, en efecto, un grupo de manifestantes cortaba una carga policial y la emprendía a golpes con el agente que había quedado aislado. Al final, otro grupo, ayudado por algunos policías, consiguieron sacar al infeliz. Aquella noche asaltaron el Congreso, arrancaron los asientos, los incendiaron y los lanzaron a la calle.
    A la mañana siguiente, una pintada en un callejón adyacente a la Plaza de Mayo una pintada rezaba: “Se nos mean y dicen que llueve”.
    Pese al lío y a que íbamos mal de dinero porque era “feriado bancario” y no había posibilidad de conseguir pesos, guardamos un buen recuerdo de Buenos Aires.

    El broche de oro en esto de las casualidades se lo lleva U.K. 

    Con la llegada del euro, el primer trimestre de 2002 fue un infierno para los informáticos que trabajábamos en empresas donde no existía la previsión y encima no hacían puñetero caso a los que sabían. Fueron 3 meses de jornadas de 12 ó 14 horas ajustando programas y, cuando llegó Semana Santa, estaba fundido. Entré en una agencia y me apunté al primer viaje que me pareció potable: Londres y ruta por Escocia. Quiosquera me preguntó:
    - ¿A quién le toca esta vez? ¿La reina, el orejas…?
    - La reina madre –dijimos al unísono.

    Y emprendimos el camino de Gran Bretaña. En el aeropuerto nos esperaba un sudamericano. Camino del hotel nos fue hablando de las costumbres inglesas y de lo mucho que querían a la reina madre. La señora se mantenía en plena forma gracias a los lingotazos que le pegaba a la botella de Beefeater. “Empezamos bien” –pensé.
    Fueron 3 días en Londres y la ruta turística: Oxford, Startford, Liverpool, Glasgow, Edimburgo, Newcastle, York, Cambridge. Cuando subimos al autocar en Cambridge con destino final a Londres, pensé: “Regresamos mañana y la vieja aguanta”. Luego Quiosquera me dijo que había tenido el mismo pensamiento.
    Sonó el móvil del conductor y, casi al instante, llamó al guía que andaba por los asientos de atrás. Hablaron entre ellos en protestante. El guía tomó el micro.
    - Señores, tengo que comunicarles una mala noticia….
    Quiosquera y yo nos miramos. Luego miramos a Dalr que iba sentado un poco más atrás.
    - … la reina madre ha muerto.

    Sonaron tres carcajadas. La gente nos miraba extrañada y tuvimos que explicar por qué nos reíamos pero que sentíamos mucho la defunción de la buena señora. Supongo que se lo creyeron porque dejaron de mirarnos del través. De los asientos de atrás se adelantó una señora venezolana.
    - ¿Tienen ustedes la intensión de ir a Venesuela? Es por si nos pueden quitar de en medio a Chaves.

    Aquella noche, desde la puerta del Palacio De Buckingham, Dalr mando un SMS a una amiga.
    - Misión cumplida. Volvemos a casa.
    La respuesta no tardó en llegar.
    - Sois la leche.

    Última hora: Juro por mis muertos que no he tenido nada que ver con el traslado de Joan Clos a Madrid.

    martes, agosto 29, 2006

    Cartoná 2006. El inicio.

    Aterrizamos el lunes 21. El quiosco estaba completamente vacío ya que, cada verano, aprovechamos las vacaciones para hacer limpieza a fondo y, de paso, asegurarnos que no se nos ha quedado género despistado por devolver. Salva parecía descorazonado viendo peladas las estanterías. Ha pasado una semana y ya empezamos a tener problemas de espacio: ¡La cartoná ha iniciado su andadura!

    Colecciones nuevas (al menos para mí): Verano azul, Construye tu robot, El origen del hombre, Ajedrez Harry Potter, Abanicos, Damas de época. Citröen 2CV, Narnia, Campeones hacia el mundial, Talgo…. Y la repetición de otras: Casa de muñecas, Palacio de muñecas, Scalextric de Carlos Sainz, San Felipe, Heidi y Marco….
    Tengo entendido que Dalr quiere montar un referéndum sobre la colección tonta de la temporada. Pero eso ya lo contará él. También hará un breve estudio de cada una de las colecciones más llamativas. Tiempo al tiempo.

    El tema de hoy no es la cartoná en sí sino el cartón como individuo.
    Hay colecciones montadas sobre un cartoncito delgado, como dice el Sevilla de los Mojinos Escocíos, más grande que el techo del quiosco que cuando se pone en exposición se dobla sobre sí mismo e interrumpe el paso de los peatones. Otras van montadas sobre un cartonazo de 2 mm de grosor para sostener un artefacto de no más de 15 x15.
    Lo que el cliente compra realmente puede venir sujeto al cartón de dos formas:
    a) Autoadherido. Por lo general, en estos casos, la pieza suele ser grande y pesada. O bien, a la primera que mueves el cartón, se despega sola, o bien el primer niño que pasa le larga un puntapié y lo manda a Can Superwaiter.
    b) Pegado a mala leche. Instrumento completo y frágil. Cuando te piden si te puedes quedar con el cartón se te ponen los pelos de punta porque es fácil que, al intentar despegarlo, el contenido se rompa y, entonces ya se sabe, “devolución rehusada por desperfectos en el género”.

    No soy precisamente un ecologista pero, si puedo, colaboro. No lejos de este quiosco hay un contenedor para reciclaje de cartones y, cada día, Salva se encarga de llevarlos al contenedor correcto. Estoy cansado, sin embargo, de ver como los cartones se amontonan en las papeleras y contenedores de basura cercanos a los quioscos. ¿Despilfarro? Los clientes así lo entienden y, de vez en cuando, me sueltan una filípica sobre la tala de bosques, la capa de ozono o la carencia de recursos en general. Como si los cartones los fabricase yo.
    Pero tienen razón. Se ha pedido a las editoras que envíen una unidad encartonada para exposición y el resto en tamaño normal. Me consta que en algunas comunidades funciona así. De hecho hay veces que se pide la reposición de un primer número y llega en un tamaño adecuado. Es decir que hacerlo, lo hacen. Que poder, pueden.. Que saber, saben. Pero la tentación de joder es más fuerte. Y joden al quiosquero, al cliente y a los recursos naturales.

    No acabo de entender que estos gobernantes o los otros, empeñados en prohibir y sancionar, no tomen cartas en el asunto y normalicen los tamaños. Sí sospecho que, cualquiera de estos días, empiecen a aplicar la normativa vigente y nos multen a los quiosqueros por tener inundada la pared de enfrente con los cartones que recibimos y entonces nos los colgaremos de allí.
    Tampoco entiendo que las asociaciones que nos representan no exijan y logren una distribución racional y se limiten a decir año tras año que el tema está sobre la mesa.

    Con todo, Salva está acojonado.
    - Señor Quiosquero, usted me hablaba de los cartones pero yo no imaginé que sería tanto.
    - Tranquilo que esto acaba de empezar. Espera a que pasen 15 días y verás.
    - Pues yo dimito.
    - ¡Y una leche! Tú aguantas aquí hasta mediados de octubre por lo menos o te atizo un garrotazo que te dan la invalidez permanente.

    Se ríe y sigue poniendo cartones.

    Quioscos Locos

    Después de mirarnos un poco el ombligo (imprescindible para comprobar si hay roña), me parece un momento genial para compartir con vosotros mi último descubrimiento en blogs quiosqueriles. Se trata de Quioscos Locos. Un blog que desde marzo publica información sobre prácticamente TODO lo que llega a los quioscos. A través de sus diferentes categorías podemos descubrir las últimas colecciones que nos trae la cartoná o los inverosímiles regalitos y promociones que acompañan a las revistas y periódicos.

    Como dicen sus autores en la presentación de este blog, "en Quioscos Locos puedes estar al tanto de todas las novedades: las colecciones (música, libros, DVD, objetos), las cartillas de puntos de los periódicos, los regalos que vienen con las revistas y los primeros fascículos, los calendarios de apariciones, etc. ... y los trucos para encontrar los quioscos que tienen todo".

    Una herramienta genial para los quiosqueros y muy útil para los clientes. Por mi parte, me pienso ahorrar el curro del verano pasado de nombrar una a una las colecciones que nos iban llegando, y me centraré tan solo en las más espectaculares.

    Y es que, como dicen nuestros amigos, los quioscos (y especialmente los quiosqueros) nos volvemos locos en estas fechas de cartonà.

    En los próximos días iniciaremos el concurso "la colección más estúpida del año" para el que ya tenemos algún que otro candidato (se aceptan propuestas). También habrá menciones especiales para los cartonistas más insistentes, o el premio cartonator al número uno más grande e impresentable del año. También ampliaremos nuestra lista de enlaces para dar cabida a alguno de los protagonistas de la cartoná.

    Para los no familiarizados con la nomenclatura quiosqueril, os paso enlace a los artículos sobre la cartoná que publicamos el año pasado. Y no os olvidéis de visitar Quioscos Locos...

    · La cartoná 1 2 y 3

    · El ojo de lince de las distribuidoras

    · Cartoning in the rain


    Quioscos Locos

    jueves, agosto 24, 2006

    El blog del quiosquero

    Este quiosquero gusta de pasar modestamente por la vida pero, todo hay que decirlo, también tiene su punto de vanidad y se congratula cuando alguien lo felicita por un encargo bien resuelto, le transmite algún elogio o, simplemente, le deja un comentario en su blog.

    Las vacaciones de este verano han sido atípicas: 2 actos y un interludio; 10 días recorriendo mundo, 4 días en Barcelona intentando mejorar la “comodidad” del quiosco y otros 15 días visitando a la familia más allegada pero lejana en la distancia. Fue en el interludio, los días en Barcelona, cuando Dalr me llamó por teléfono: “Tienes un comentario en el blog”. Y no dio más explicaciones.
    Me conecté y encontré un mensaje de un usuario anónimo: “Lástima que estés de vacaciones. Mañana sales en la página 11 del Tendències, suplemento cultural de 'El Mundo'!!!!!!!!!”.
    El mensaje era del 27 de julio y estábamos a 2 de agosto. Agradecí a mi comunicante el chivatazo y al día siguiente llamé a las oficinas de El Mundo en Barcelona a ver si aquí tenían tienda y podía conseguir el ejemplar.
    - No tenemos tienda -me dijo la señorita que me atendió-. Pídalo a su quiosquero.
    - Es que mi quiosquero soy yo y estoy de vacaciones.
    Se rió y me aconsejó la vía habitual: pedido a la distribuidora.
    Ipso facto envié la petición a Marina Press: “Para entregar a partir del día 21”.

    El lunes 21 recibí la prensa habitual. El martes y el miércoles tampoco había nada especial pero, poco antes de las 10, Marina trajo las promociones de los días siguientes y empecé a revisarlas. En el momento en que Dalr hacía su aparición, lo vi: El Mundo de Catalunya, 28 de julio de 2006.
    Dejamos a Salva al frente del cortijo y nos fuimos a tomar un café a Can Superwaiter. Tendències, página 11. ¡Allí estaba! Lo leí de un tirón y no me enteré de nada. Sólo se me quedó lo de “…ese quiosquero con bigote…”.
    - Joder, tío –dijo Dalr, que leía por encima de mi hombro-. Nos ponen a la altura de Larra.
    Volví a leerlo. Esta vez con más calma. “¡Coño!-me dije-, a lo mejor no tengo un punto de vanidad sino una línea entera”. Porque me subió el orgullo y me sentí feliz. Era un pequeño artículo pero más que suficiente para nuestros escasos méritos.
    (Lo reproduzco por si no se lee bien la copia).

    www.quiosquero.blogspot.com. Entre promociones de los diarios y revistas que se reproducen como ratas para inundar su cubículo de cinco metros cuadrados, ese quiosquero con bigote de la esquina de tu calle toma la palabra. Lo lleva haciendo desde mayo de 2005, cuando inició simultáneamente su andadura como blogger y como intermediario de la información en plena city. Pies para quiosquero es un hito del costumbrismo barcelonés que recuerda que “la vida no se agolpa sólo en los nutridos estantes del quiosco, impreso en papel satinado. Pasa por delante y está a la vista de todo el que quiera verla”. / E.B.


    Llegué a casa contento pero fui pasando de la euforia a la melancolía y, de ahí, a la tristeza. No había pasado casi 20 años de mi vida estudiando para ser quiosquero. Ni 32 años de trabajo a otro nivel. No siempre querer es poder. A veces no queda más remedio que hacer lo que nunca se hubiera pensado para poder continuar nuestra andadura. Pero no fue ese pensamiento el que causó mi tristeza. Antes que nosotros habían vivido los que quisieron pero no pudieron ni supieron porque nadie los había enseñado.

    Los antepasados de estos quiosqueros fueron agricultores en pueblos perdidos de la geografía nacional, mezclados algunos con pescadores del Delta del Ebro. El único antepasado “ilustre” fue Manuel, bisabuelo de Quiosquera, pionero del cultivo en enarenado que tan buenos resultados ha dado en la producción de hortalizas en el litoral mediterráneo. El padre de Quiosquera llegó a Barcelona con diez u once años y, desde entonces, tuvo que ganarse la vida como pudo. Acabó de aprender a leer en el frente del Ebro aprovechando los pocos respiros que daba el “ejército nacional”. Mis abuelos emigraron temporalmente a Argentina. Mi padre me contaba que mi abuelo Antonio tenía justo el dinero para pagarse el pasaje. Llegó a América con dinero y negro como el tizón. Se había empleado de fogonero en el barco. ¡Y qué decir de mi madre o de la madre de Quiosquera! A la mía, con cinco años ya la hacían levantar de madrugada para matar las orugas que infestaban las plantas. La madre de Quiosquera, huérfana de padre desde muy niña, tuvo que arrimar el hombro desde el sindicato de la aguja. Mi padre tuvo más suerte: pudo ir a la escuela hasta los 12 años.
    Hoy, esta familia de quiosqueros, es una familia media gracias a su propio esfuerzo y al camino que le allanaron los que los precedieron.

    Dalr es licenciado en Ciencias de la Comunicación –creo que se nota cuando escribe- y postgrado en periodismo digital. Suya fue la idea del blog y suyo es el título. Y, por supuesto, es a quien recurrimos cuando tenemos problemas “digitales”.

    Quiosquera es ama de casa, ama de oficina, ama, en fin, de cualquier circunstancia donde sea necesaria su colaboración. Hasta estamos seguros que nos ama a pesar de las carencias de Dalr y mías.

    Quiosquero es informático chusquero. Podría presumir de algún otro título pero no ha ejercido. Incluso la informática lo ha desbordado y no se lleva bien con el mundo del Personal Computer. Lo suyo eran los ordenadores medios.

    Bien, me fui del tema. Agradezco a E.B. que haya tenido la paciencia de leer lo que aquí se escribe y haber creído que merecíamos que emplease su columna para referirse a nosotros. Gracias al ¿usuario anónimo? que nos avisó ya que de otro modo, con vacaciones o sin ellas, no hubiéramos sabido de la existencia del artículo porque nunca leí tan poca prensa como desde que vivo rodeado de periódicos.

    Como me ha quedado un artículo tristón y no es ese el tono global de este blog contaré una anecdotilla que tiene algo que ver con el tema.

    Que yo sepa, hasta la fecha, sólo había aparecido en los periódicos 4 veces. En mi época de universitario residía en un Colegio Mayor y formé parte del grupo de teatro. Al menos en 3 ocasiones aparecí en la prensa local cuando representamos Farsa y licencia de la reina castiza, El Tragaluz y En alta mar. La otra vez no apareció mi nombre pero sí mi foto en portada.

    En los primeros meses de 1970, el Régimen invitó a venir a España a 40 jubilados, residentes en Argentina, que no habían podido volver desde que emigraron. Cosas del Ministerio de Propaganda. A los agraciados, oriundos de todas las regiones, los pasearon por todas las capitales de provincia.
    Una mañana nos enteramos que, a eso de las 6 de la tarde, llegaban en tren a la ciudad donde residíamos y que uno de los componentes de la expedición era del mismo pueblo que mi madre. Sin pensarlo dos veces hicimos una pancarta, “MI PUEBLO OS SALUDA. BIENVENIDOS A ESPAÑA”, y a las 5 y media ya estábamos en la estación. Encontramos el andén abarrotado. Casualidad, porque a los emigrantes no los esperaba ni Dios. A la 6 menos cuarto llegaron los periodistas. Panorámica del andén y, como no había otra cosa, se dedicaron a filmarnos y hacernos fotos. Supongo que apareceríamos en el telediario de la noche, no lo sé. Sí fuimos portada de un diario que ya ha tiempo que feneció.

    Cuando el tren llegó a la estación nos acercamos todo lo que pudimos al vagón que ocupaban los viajeros, con la intención de que nuestro paisano pudiera leer el nombre de un pueblo que conocía y se identificara. Empezaron a salir. Todos echaban un vistazo a la pancarta y continuaban. Así hasta que el vagón quedó vacío. O el periódico que dio la noticia no estaba bien informado o el buen hombre no había venido.
    Enrollamos el cartel y, lamentando la tarde perdida, tomamos las de Villadiego. En la puerta de la estación tropezamos con Manolillo Rivas.
    - ¿Qué leche hacéis por aquí?
    - Es que nos habían dicho que venía uno de por allí abajo. Pero no ha llegado.
    - ¡Joer, mi tío Frasco Jierro!. Ya ha subido al autocar camino del ayuntamiento.
    - Pues nosotros teníamos desplegada una pancarta y han pasado todos de largo. Mira, mira…
    - ¡Coño, estáis acapullaos! Mi tío Frasco no sabe leer.

    miércoles, agosto 23, 2006

    Señor Clos, ¡esto es un quiosco!

    Hoy escribo desde la tristeza que supone haber finalizado las vacaciones pero, al mismo tiempo, desde la alegría de haberlas gastado bien. Para la mayoría de los que trabajamos, el único defecto que tienen las vacaciones es que se acaban. Para un gran empresario como yo, las vacaciones suponen además que no se ingresa un euro, mientras que los gastos son casi los mismos. Para un quiosquero el fin de las vacaciones indica el inicio de la cartoná. Pero eso ya es otra historia.

    Es conocida mi poca simpatía por nuestra clase política. Me lo han explicado muchas veces pero sigo sin entender que el Ministro de Sanidad sea, por ejemplo, arquitecto, el de Fomento abogado, el de Justicia economista, el de Defensa antimilitarista o que la Ministra de Medio Ambiente se vista con pieles de foca. Por eso cuando veo que un alcalde, al margen del partido al que pertenezca, conoce el tema por el que le pagan e impulsa cambios importantes en la estructura de su municipio, me reafirmo en la idea de que lo que vale son las personas y no los partidos, aunque entienda que estas personas necesitan de la cobertura de un partido.

    La primera reivindicación política que vi en mi vida estaba escrita en las paredes recortadas del Cañarete, carretera de acceso a Almería por el oeste. ¡FRANCO, FRANCO, FRANCO, MÁS AGUA! Y en la siguiente curva ¡FRANCO, FRANCO, FRANCO, MÁS ÁRBOLES!
    Por supuesto, Franco no trajo más árboles ni más agua. Digo mal. Hubo un intento de repoblación forestal a base de pino mediterráneo que feneció a la primera sequía. Por entonces Almería se disputaba las tres últimas plazas del ranking nacional de “renta per capita” con Jaén y Badajoz, creo.
    Algún palurdo lugareño debió despertarse un día y encendérsele la bombilla: Si en invierno las montañas de enfrente estaban cubiertas de nieve, en verano estaban peladas y la nieve cuando se derrite se transforma en agua… ¡Verde y con asas, cubo! No hacía falta que Franco trajera agua. El agua ya estaba allí.
    Desde Adra hasta Almería se extendían unos 40 km. de desierto. A los lados de la carretera que, más derecha que una estaca, se perdía en la distancia, sólo crecían bolinas y pendejos. Se encontró el agua, se metió la tierra en labor, vinieron los invernaderos, los abejorros que sólo pican una vez cada flor y no hay ninguna que se escape de ser polinizada, los cultivos controlados por ordenador…
    El desierto de tierra se transformó en desierto de plástico, más feo si cabe que el natural pero productivo, muy productivo. Hoy, Almería ha subido mucho en el ranking y continúa. Además de su horticultura floreciente (nunca mejor dicho) tiene un turismo no excesivamente masificado pero de calidad, mantiene la producción de uva de mesa, elabora unos vinos que, encima de que están buenos, empiezan a ser competitivos, está sacando aceite del Desierto de Tabernas, tiene una industria incipiente… Y todo ello gracias a la iniciativa privada. Es de justicia dar su parte de mérito a los alcaldes y políticos de la zona que, cuanto menos, no han estorbado estas iniciativas y eso ya es importante.

    Algún día hablaremos de El Ejido, Roquetas de Mar, Aguadulce, Carboneras… incluso de la propia ciudad de Almería. Hoy sólo quiero referirme a lo que me duele: los quioscos almerienses.

    Al final de las vacaciones de 2005, Dalr hizo referencia a Kioskator, un quiosco del Paseo de Almería que nos hizo sentir una envidia insanísima pero que entendíamos que, por sus dimensiones, no era factible ubicarlo en el chaflán que nosotros ocupamos. El propietario disponía, hasta entonces, de un quiosco de los años de María Castaña y, con motivo de los Juegos del Mediterráneo de 2005, el Ayuntamiento lo obligó a cambiarlo.
    Al buen hombre se le ocurrió diseñar el quiosco de sus sueños y, convencido de que no colaría, lo presento al Ayuntamiento para su homologación. Tuvo suerte. El concejal responsable o había sido quiosquero, o tenía conocimiento del tema o simplemente pensó que el quiosquero sabía lo que quería. Sea como fuere, el proyecto se aprobó y ha servido de base para futuros quioscos. Este verano hemos podido ver varios con el mismo formato. No son Kioskator. Son hermanos menores pero ¡qué hermanos!

    La planta mide, aproximadamente, 5 metros de anchura por 3 de profundidad. Mi quiosquito, donde apenas puedo moverme, mide 4,80 X 2,85 (con las puertas laterales abiertas), con dos mordiscos de 1 metro cuadrado cada uno a ambos lados de la parte posterior y que sólo sirven para que los trasnochadores se meen a gusto aprovechando el rincón. El modelo del que hablo tiene un despachito lateral acristalado, aire acondicionado incluido, y espacio para ubicar golosinas, chicles, cromos y gilipolleces varias. Mostrador para teclado de ordenador, máquina de loto, recarga de móviles y todos esos aparatitos que nos van colocando a los quiosqueros para rellenar espacio. Sin olvidar el buzón donde los repartidores dejan la prensa a primera hora sin miedo a que cuando uno llegue a la empresa se encuentre con que algún alma caritativa se haya llevado prensa para él y sus amigos por aquello de aliviar el peso de los paquetes. Y en medio del mostrador, una ventanita comunica al quiosquero, cómodamente sentado, con el público y el supermercado. Porque eso es la sala donde se exponen prensa y revistas: un supermercado totalmente abierto a la calle. El posible cliente dispone de un espacio diáfano con los únicos obstáculos que suponen la máquina de tabaco, los expositores de chicles y el congelador (en los quioscos de Almería ustedes pueden degustar un mágnum, un apolo o cualquier cosa fresca-helada que les ayude a combatir el calor). Las dos paredes libres disponen de hasta 7 pestaches donde exponer revistas y un amplio cajón para “cartones”, prensa y sobrantes. Algún quiosco ha montado una mesa para la prensa pero no es necesario. Todavía queda lugar para marcarse un tango, un pasodoble o unas sevillanas. Incluso se podría intentar bailar una sardana con una colla de 4 o 5 parejas.


    Y eso no es todo. El quiosco queda rematado por una cúpula típica a la que se accede mediante una escalerilla extensible. Queda así una buhardilla, 1,5 metros por el sitio más alto, donde se pueden almacenar los paquetes listos para devolver y otros productos de reposición.

    Me imagino al sufrido quiosquero almeriense llegando a su lugar de trabajo. Abre la puerta de entrada a la oficinilla, pulsa el botón que hace que se alce la puerta metálica, coloca la prensa y a vender. Lo propio cuando llegan las revistas. Los clientes se sirven y se acercan a pagar a la ventanilla guardando cola rigurosa. Nadie deja el euro encima de las revistas ni se alzan varias manos a la vez. ¡Jo!
    Y a mediodía la operación contraria pero más fácil: bajada de la puerta metálica, cierre de la oficina y a casa a comer y pegarse una siestecilla. Otro ratito más por la tarde y, cuando se harta, cerrojazo y a preparar tranquilamente las devoluciones sin nadie que te pida el fascículo que acabas de empaquetar.

    Señor Clos, me gustaría tener un quiosco así. Mis callos, mi espalda y yo se lo agradeceríamos.