martes, octubre 31, 2006

Marina y la madre que la parió

Ayer anunciábamos que nos íbamos de maniobras para preparar el Capítulo I de una serie reivindicativa. Donde dije digo, digo Diego. Empezamos por el Capítulo... (¡coño, no sé cómo se escribe cero en romano!).

Mis padres me educaron como buenamente pudieron y, en la distancia, creo que acertaron en la mayoría de sus enseñanzas, siempre teniendo en cuenta la época y el lugar. Pero mi padre me engañó cuando me decía que “el único lujo que se podían permitir los pobres (léase pobre como el que ha de ganarse la manduca con el sudor de su frente) era el orgullo”. Mi padre confundía orgullo con dignidad. Las distribuidoras confunden, tanto el orgullo como la dignidad, con chulería.

En “Un hurra por los programadores de distribución” relataba el desmadre que se suele montar después de vacaciones y cómo, en un arranque de ¿dignidad?, llamaba INÚTILES a los programadores de una determinada distribuidora. Hubo reacción casi inmediata y ajustaron bastante bien los niveles de distribución con los de venta. Duró poco. Un par de semanas después volvieron a las andadas. Esta distribuidora solía servir los viernes las promociones de fin de semana y lunes. Con la excusa de no sé que huelga, estas promociones las empezaron a entregar los jueves. Le tomaron el gusto. Ahora los jueves entregan todo lo que acompaña a los periódicos del fin de semana, lunes, martes y miércoles. En uno de los albaranes les adjunté una notita: ¡GILIPOLLAS, UN QUIOSCO NO ES UN ALMACÉN! Esta vez di en el clavo; desde entonces me envían un 50% más de género. Por chulo.

Hoy han batido todos los registros. Por la mañana recibí una notita informándome de que, como mañana es fiesta y pasado se publican los resultados electorales de Cataluña, no recogerán devoluciones hasta el viernes. A mediodía me han traído las promociones de toda la semana, las que “tocaban” el jueves. Me pregunto si a este paso no llegará el día en que los lunes me traigan los diarios de lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.

Dado que los quioscos no dan para más, a mitad de año me compré un almacén móvil por el módico precio de 22.500 €. Es un todo camino monoplaza. Podría haber optado por una Cangú pero necesito que el vehículo sea automático y, como eso es un lujo, los automáticos salen con todas las chorradas posibles con el subsiguiente aumento de precio: asientos de cuero acostables, techo solar practicable, cambio automático y secuencial… y leche mosca. Al final, todo queda en una furgonetilla llena hasta los topes, incluido el asiento del copiloto. Si en alguna ocasión se cruzan con una Santa Fe y, a través del parabrisas, sólo vislumbran un bigote por encima del volante y paquetes, paquetes, paquetes, sepan que se cruzaron con Quiosquero.
Estoy pensando en comprar también un remolque.

Resumiendo:
• Las distribuidoras cobran portes (Servicios de reparto y embalaje). Si facturan 7 por semana ¿por qué no entregan y recogen cada día?• En caso de que algunos días no recojan ¿por qué no facturan medios portes?
• Si las distribuidoras nos usan como almacén externo ¿por qué no se les cobra alquiler?
Las respuesta es clara: ¡Quiosqueros, maricones!

Y, a todo esto, ¿qué coño hacen las asociaciones? ¿Por y para qué las mantenemos?

Volveremos con el tema.

lunes, octubre 30, 2006

Nos vamos de maniobras

Bien, oficialmente acabó la cartoná y seguimos vivos. Un hálito de vida apenas, pero estamos en la brecha con dos meses por delante para reponer fuerzas y prepararnos para la cartonaílla del próximo mes de enero.

Aprovechando que tenía unos asuntillos familiares pendientes, me he tomado una semana domingática. Quiero decir que, durante siete días, no he asomado el bigote por el quiosco. Creo que Salva jamás me lo perdonará. A Dalr ni lo miento porque el jodío seguro que se ha acordado de su abuela (la madre que me parió) pero, como me tiene mimado, no me echa en cara las putadas que le gasto.

En este tiempo de relax he dormido mucho, he leído bastante, he trabajado algo, no he escrito nada y he pensado un poco. Pensar me jode. Se me cansa la neurona y acabo con dolor de cabeza. Serán agujetas, digo yo. Tras las jaquecas he llegado a la misma conclusión que ya sabía sin razonamiento previo: el negocio (hay que tener güevos para llamar negocio a un quiosco) se va a pique y yo no quiero quedarme en Pique. Si fuese cuestión de sapiencia, intentaríamos aprender pero, hablando con otros quiosqueros, parece que la crisis es general. Los quioscos están de capa caída. Quiosquera me insta a que averigüe por dónde se van los cuartos. Es lo mismo que si quisiéramos saber por dónde se escapa el agua en un colador. Obviamente, por todos los agujeros. Y no hay tiempo ni dedos suficientes para taparlos todos.

Hasta ahora, Quiosquero nunca entregó la cuchara sin antes oponer resistencia. Aclaro que, ya sea por lo civil, ya sea por lo criminal, Quiosquero perdió casi todas las batallas emprendidas. Es difícil ganar cuando tu única arma de defensa es la razón que crees tener mientras el enemigo utiliza armas de destrucción masiva. Pero ¿y lo que puede uno llegar a divertirse preparando estrategias de defensa y ataque? No tiene precio.

En su último post, Dalr adelantaba algo. Nos putean por los cuatro costados y, en el mejor de los casos, emprendemos guerras individuales que acaban en inexorables derrotas. Sólo hay una posibilidad de ofrecer resistencia: pelear juntos. Eso requiere que las asociaciones (gremios las llamamos aquí), marquen unos objetivos realistas y trabajemos para conseguirlos. Es difícil con un ejército como éste (Ver: Quiosqueros, maricones). La huelga por la venta de tabaco sólo la seguimos en Barcelona un 10% de los quiosqueros pero, dos meses después, ya vendíamos tabaco. Lo que quiero transmitir es que para conseguir peces hay que mojarse el culo y, en este blog, vamos a empezar a mojarnos. Con calma y sin estridencias. Queremos desgranar los problemas con que nos encontramos, las agresiones que soportamos y la inutilidad de las asociaciones a las que pertenecemos y pagamos. Esperamos que los quiosqueros que nos leen nos expongan sus propias experiencias y las soluciones que se les ocurran. Todo tiene cabida en este blog.

Como he repetido muchas veces, mi profesión, antes de meterme en este berenjenal, era la de informático. Después de 32 años comiendo de esto y comiendo bien, por cierto, algo he de saber del asunto. Por lo menos de manejar datos, estrujarlos y sacar directrices. Me va a llevar un tiempo del que no dispongo pero me lo voy a pasar bien. De momento tomo “Tranquilium” para dormir bien y deprisa. Ahora tomaré Centramina para no dormir y estar concentrado.

Mientras tanto, nos vamos de maniobras para preparar material de guerra.

PRIMER CAPÍTULO: Informática y Quioscos.

viernes, octubre 20, 2006

Dies abominabilis

El de ayer fue lo que en términos amables y en buenas palabras podríamos llamar un día de mierda. No porque no los haya habido peores, que probablemente los ha habido, ni porque pasara nada excepcional, que no pasó. Quizás el problema esté precisamente ahí. Que no pasó nada excepcional. Que empieza a parecer normal lo que está ocurriendo.

Desde el regreso de las vacaciones estivales venimos viviendo una escalada de barbaridades en forma de entregas de género cada vez más atroces. Al principio lo atribuimos a los estragos de la cartoná y nos culpamos de no haber sido capaces de asimilar lo aprendido el pasado septiembre y haber repetido los mismos errores. El hecho es que en cuantito empezó septiembre estábamos desbordados: las estanterías del quiosco, que habíamos vaciado y limpiado durante agosto, volvían a estar repletas de género mal colocado; las cajas en las que desde hace meses separábamos el material a devolver por distribuidoras habían rebosado y las revistas de uno y otro repartidor se amontonaban por el suelo del quiosco; los espacios que habíamos acondicionado para colocar las revistas mensuales (esas que traen regalos cada vez más grandes e inútiles únicamente protegidos por un papel de celofán de una micra de grosor) estaban llenas de cartones que ya no cabían en los altillos que les teníamos reservados...

El problema es que la peor fase de la cartoná se ha acabado y no sólo no hemos recuperado el buen ritmo sino que estamos peor que en septiembre. Para colmo de males las ventas no acaban de arrancar y las cuentas no salen. ¿Por qué? Pues porque continúan trayendo una cantidad de género absurda que no nos da tiempo a gestionar.

Si devolvemos material por valor de 1.000 euros nos sirven 2.000. Si de un producto vendemos 1 ejemplar y devolvemos 5, la siguiente vez traen 10. Si de algo nos traen 2 y nos piden 4, en la siguiente entrega con suerte recibimos un ejemplar y nos vemos obligados a hacer un pedido. Los clientes preguntan cada día por sus reservas hasta tres veces. En la distribuidora no cogen el teléfono y nos pasamos mañanas enteras llamando. Enviamos diez o doce faxes al día solicitando género que no han servido. Para colmo de males, el software que utilizamos para gestionar el quiosco falla más que una escopeta de ferias y da más trabajo del que quita...

Las consecuencias de tanto desbarajuste son fáciles de prever:

- El cúmulo de género inútil hace que irremediablemente se pierdan revistas, ya sea por desaparición espontánea (?) o porque acaban en el rincón o paquete equivocado y no pueden devolverse a tiempo.
- Por la misma regla de tres se pierden ventas al no poder encontrar un ejemplar que sin duda tenemos, con el consiguiente cabreo del cliente y el quiosquero.
- La cuenta del quiosco recibe unos sablazos brutales debido al coste de la cantidad de material que sirven, mientras que los ingresos son bajos dado que casi todo el género sigue en stock y no hay manera de devolver al ritmo que nos sirven.

Así las cosas, ha pasado lo que tenía que pasar. El Quiosquero está de los nervios y se ha buscado la excusa de no sé qué gestiones en su pueblo para desaparecer una semanita, y Salva ha pagado el esfuerzo físico de cargar muchos paquetes y descansar poco con una lumbalgia de agárrate y, sobre todo, no te menees.

Conocido el contexto, paso a relatar la anécdota de ayer por la mañana.

Salva había llamado desde el hospital para decirnos que, lógicamente, no podría ir al quiosco. El quiosquero y yo iniciamos la rutina diaria de abrir y colocar los periódicos que habían llegado a primera hora. Junto a ellos ya nos esperaba un primer montón de revistas de una de las distribuidoras (SGEL). Mientras colocábamos los periódicos un repartidor de Logística nos dejó un ataud (no me atrevo a llamar simplemente caja a un mamotreto de un metro de largo por ochenta centímetros de ancho y sesenta de alto) en mitad de la calle. Al ver nuestra cara nos dio una explicación.

- Ésta -empezó avergonzad)-, es la primera entrega que os hacemos del especial 30 aniversario que se regala el lunes con El Periódico. Son los ejemplares en castellano. Los de catalán os los traeremos mañana.

El quiosquero y yo nos mirábamos atónitos. Nos traían un montón de libros para repartir gratis el lunes.., ¡un jueves! ¡Y aquello era sólo la mitad del envío!

Antes de poder acordarnos de su madre vi que a mi lado, de nuevo en mitad de la calle, había una columna de un metro de revistas. El repartidor de SADE que acababa de dejarlas me preguntó si habíamos visto el primer envío que había dejado en un portal cercano. Mientras se largaba volando añadió que en un par de horas nos traería una tercera entrega de revistas.

Mientras me veía rodeado de aquellos montones de cajas y revistas que impedían totalmente la circulación de peatones y el acceso al quiosco, veo que un repartidor de Marina Press está recogiendo los periódicos devueltos del día anterior pero no las cajas con las promociones (enciclopedias, deuvedés y demás chorradas que se reparten con los periódicos el fin de semana). Con toda la pachorra del mundo me dice:

- Esto ya lo recogeré mañana que no me cabe en la furgoneta.

Y se va.





(me he tomado un tiempo para morderme la lengua)

¡Cómo se puede ser tan hijodeputa! ¿Que no le cabe en la furgoneta? ¿Y dónde se supone que me tiene que caber a mi? Debo interpretar que si no paran de jodernos es precisamente para ayudarnos a hacer un hueco donde meter las devoluciones que no les caben en la furgoneta, probablemente porque todo el espacio lo ocupan esos huevos que hay que tener para tomarnos el pelo de esta manera.

Un quiosco es un punto de venta, no un almacén. Si pagamos portes todos los días no es sólo para que nos traigan material sino para que se lleven lo que sobra. Y si además dieran un servicio decente sería la leche. Estoy cabreado. Muy cabreado. Pero no con las distribuidoras ni los repartidores. Ellos hacen las cosas así porque los quiosqueros les dejamos. Ha llegado el momento de que hagamos algo y si no mueven ficha en alguno de los gremios y demuestran que sirven para algo, la moveré yo.

lunes, octubre 16, 2006

¡Abran los confesionarios!

La última vez que me acerqué a un confesionario fue el día de mi boda. Por entonces yo estaba ducho en liturgia y me sabía los pasos del sacramento aunque andaba un poco ennortado con las modificaciones establecidas por el Concilio Vaticano II.

Repasé los Mandamientos de la Ley de Dios.
• El primero, amar a Dios sobre todas las cosas. A mí no me habían enseñado a amar a Dios. Me habían enseñado a temerlo y, por tanto, no lo amaba mucho. Pecado.
• El segundo, no blasfemar. Blasfemaba poco pero blasfemaba. Pecado.
• El tercero, santificar las fiestas. Yo he santificado los días de trabajo. Puesto que soy intrínsicamente vago/candongo, el trabajo para mí es un martirio. Y del martirio a la santidad hay un solo paso. Los días de fiesta, en el mejor de los casos, iba a misa. Pero el resto del día lo dedicaba a tomarte unos chatillos, ver una película 3R y, a última hora de la tarde, vano intento, ligar. Pecado.
• El cuarto, honrar padre y madre. Quizás sea este el mandamiento que me causa más respeto. Pero no siempre los honré como merecían. Pecado.
• El quinto, no matar. No puedo decir que nunca he matado una mosca pero seres “racionales” no. Y por entonces, ni siquiera había tenido tentaciones. Negativo.
• El sexto, no fornicar. La verdad es que ni antes ni ahora he sido un fornicador pero las modificaciones del Vaticano II hablaba de actos impuros. Pecado.
• El séptimo, no robar. Este mandamiento es el más jodido porque además de arrepentirte, para que te perdone Dios, se ha de devolver lo robado. Y si se ha de devolver ¿para qué robar? Negativo.
• El octavo, no dar falso testimonio ni mentir. En mi pueblo dicen que quien tiene los incisivos (paletas) separados es un embustero y yo tenía una paleta en el Cabo de Gata y la otra en el de Creus. Pecado.
• El noveno, no desear la mujer de tu prójimo. Jamás deseé a la mujer de mi prójimo pero a sus hijas sí. Pecado.
• El décimo, no codiciar bienes ajenos. Bien está no robar pero, hombre, me hubiera gustado tener la pasta de Rokefeller, por ejemplo. Pecado.

Recé el Señor mío, Jesucristo… y el Yo pecador… y enfilé la rejilla del confesionario.
- Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida. De que te acusas, hijo.
- Padre, para no andar con rodeos, menos matar y robar he transgredido todos los mandamientos.
- ¿Tienes alguna duda teológica?
- No. Cuando pienso siempre voy a parar a un misterio y, como los misterios no los entiendo, no pienso.
- Reza un Padrenuestro y tres Avemarías.

Recé la penitencia y salí a la calle en Gracia de Dios y más contento que unas pascuas.

Pues bien, durante siglos esta era la terapia habitual de la mente. Cuando una persona andaba fastidiada, iba al confesionario, le soltaba sus miserias al cura y, si tenía la suerte de que estuviese sonando el órgano, con la musiquilla relajante, el eco de la iglesia y el alma inmaculada se sentía feliz y sin problemas. Claro que había locos pero la gente no tenía complejos. A lo sumo había humanos más cortos que las mangas de un chaleco, imbéciles que se preocupaban por cualquier tontería e histéricos.

Hasta que llegaron Freud y sus seguidores. Los problemas eran enfermedades de la mente y no del alma. Los confesionarios cayeron en desuso y se puso de moda el diván del psicoanalista. En definitiva, era lo mismo: lo que antes se le contaba al cura ahora se le contaba al médico pero pagando. Y esto se lo podían permitir en Hollywood y unos cuantos sitios más. Para los desgraciadillos normales visitar al psicólogo era un lujo, sobre todo si no era de la Seguridad Social, que no se podían permitir. Pero los confesionarios ya no estaban de moda. De hecho, hace mucho tiempo que no he visto ninguno en funcionamiento.

La gente necesitamos contar nuestros problemas a alguien que no los utilice para chafardeo, alguien que los entienda o que, simplemente, los escuche. Los médicos cuestan caros y los curas no están de moda. Recurrimos entonces al taxista, al camarero, al peluquero… al quiosquero.
Y no es que a mí me moleste, que de eso vive este blog. Pero, coño, que me cuenten cosas con gracia. ¿Qué leche le importa a mis lectores si a meganito de han dado tres infartos en un mes o si fulanita está haciendo la dieta de la alcachofa o si la madre de zutanita se ha chalado y no la deja vivir?

El viernes le tocó a Salva. Un chico musculoso le pidió Muscle Fitness para echarle un vistazo. Se lo estudió y, cuando ya se lo había aprendido de memoria, cogió a Salva por banda y le dio una clase magistral de cómo mantener el tono muscular y los aparatos adecuados para ello. Acabó:
- Porque hay mucho imbécil que se pasa el verano sin hacer nada y luego quiere recuperar en 15 días. Eso es malísimo porque los músculos han de conseguir el tono poco a poco.
Compró la revista. Pero si cada venta que hago me cuesta 5 minutos de cháchara el negocio se va a pique.

El sábado nos tocó a dalr y a mí. Un tío que conozco de verlo pasar, aquí no ha comprado jamás un periódico, se nos enrolló con el video que regalarían al día siguiente los diarios. El citado video forma parte de la campaña electoral de CiU y es una crítica al tripartito.
- Yo no soy socialista, que conste, pero Montilla fue un estupendo alcalde en Cornellá. Ahora que, todo fue darle un cargo más importante, se le subió a la cabeza y ya no lo trago. Lo que ha hecho CiU, y que conste que no soy convergente, está muy bien.
Hace intención de irse pero se vuelve.
- Yo vivía en San Andrés pero tengo amigos en Cornellá y me decían que ra un alcalde como la copa de un pino. Pero ahora lo único que hace es lamerle los zapatos a Zapatero. ¿Y el video sale en todos los periódicos?
- En casi todos. No lo reparten ABC, La Razón y El Mundo.
- Claro, los de derechas.
- Hombre, La Vanguardia no es muy de izquierdas.
- Pero están vendidos.

Tres cuartos de hora. Lo malo del caso es que con tanto rollo nos fastidió el desayuno. Superwaiter abre un rato los sábados para prepararnos a darl y a mí unas papas fritas con huevos y bacon y luego se va, pero con el rollo se nos había pasado la hora sin banquete. Y en este quiosco, un sábado sin papas fritas es como un jardín sin flores.

¡Por favor, abran los confesionarios!

Aventuras y desventuras... San Petersburgo I. Ver.

domingo, octubre 15, 2006

¿Qué regala hoy el periódico?

El pasado sábado, me pasé unas 3 horitas en el quiosco como “refuerzo” en mis quehaceres de reponedora de chicles y caramelos. Mientras estaba allí, quiosquero y dalr se fueron a tomar un café (portátil en mano) para repasar no sé qué desaguisado que nos tenía hecho alguna de las distribuidoras.
Pues bien. Acababan de dejarme sola cuando vino un “alud” de los acostumbrados; es decir, 5 personas a la vez con la mano alzada (cada cual con su monedita o billetito) y con un periódico en la mano solicitando que les cobrara. Cuando despaché a los cinco de golpe, se me acercó una señora de unos cuarenta y tantos años, con un aspecto de lo más normal y, sin dar ni siquiera los buenos días, inició su peporata. La cosa fue más o menos así:

Señora : Hoy vengo cargada con todos los CD’s y me dicen que hoy no cambian. Ya hace tiempo que llamé para decírselo y, hoy que los traigo, no me los quieren coger.

Quiosquera : verá, señora, yo no suelo estar aquí nunca y no sé de qué CD’s me habla pero si espera un poquito, llamo a mi marido porque si él le dijo que los trajera...

S : No, si no los compré aquí. Es que he ido a que me los cambien ¿sabe? Porque digo yo que si no funcionan bien, no los tendrían que vender porque yo no los había abierto hasta hoy y, fíjese, todos están igual.

- Miro hacia donde me señala y veo dos bolsas grandes a rebosar de cartones con DVD. (No he podido ver de qué colección eran). Mientras tanto, la gente iba viniendo a comprar el periódico y ella iba diciendo:

S : No, no, despache Vd. que yo no voy con prisa. Oiga, esta película que tiene aquí ¿con qué la dan?

Q. : No la damos, se vende .

S : Bueno, pues ¿con qué periódico?

Lo miro y respondo : con ABC

S. : ¡Ah! Con ABC... y ¿cuántas han salido?

Q. : Pues no sé; son de una colección que está ahora en marcha sobre Audrey Hepburn.

S. : Ah, ¿de la Jadry Hepu? Y si se las encargo ¿me traerá Vd. todas que han salido? Porque, esto lo darán con algo ¿no? ¿Sale con algún periódico o revista?

Q. : Con ABC, señora

Yo que empiezo a ver que la buena mujer no marcha muy bien de memoria, le respondo a lo anterior con un “los números atrasados de colecciones, cuando ya hace días que han empezado, suelen tardar mucho en llegar y nunca tenemos la garantía de que los envíen ¿sabe? Por lo tanto es mejor que esté Vd. alerta y, si empieza una colección que le gusta, cómprela en el momento que van saliendo, así le garantizo que la podrá tener al completo”. Mientras transcurre el tiempo, yo voy atendiendo como puedo (o mejor dicho, como ella me deja) a los parroquianos hasta que llega una señora mayor, clienta habitual, que viene todos los sábados a por 2 Vanguardias. Cuando voy a dárselas, me dice: no, hoy no las quiero. Me voy a llevar sólo el periódico en catalán. Por cierto ¿es hoy cuando sale el CD ese de los políticos que lleva al Mas y al Maragall haciendo tonterías”? - Pongo la frase tal y como la viejecita la ha soltado – y cuando le estoy respondiendo que es mañana cuando sale con el dominical, la señora de la “Jadry Hepu” le espeta : “oiga, si aquí no lo tienen, se va usted y lo pregunta en otro quiosco”.

Llegado ese momento, entro en acción y le digo que soy yo quien tiene que dar las respuestas a mis clientes y que, además, ya le he dicho cuándo lo tiene que pedir. Se marcha la viejecita y la dichosa señora, que ya me ha llevado al límte de mi paciencia, sigue con el cuento.

S. : y ¿cuántas películas más faltan para acabar la colección?

Q. : No lo sé, señora. Le he dicho que ni siquiera sé, en estos momentos, cuántas han salido con anterioridad.

S. : Y ¿sabe los títulos que van a salir?

Q. : ¿Señora! Tengo mucho trabajo ¿desea comprar alguna cosa?

S. : ...........................................

SE HA IDO SIN CONTESTAR

viernes, octubre 13, 2006

Día de la raza

Ayer, 12 de octubre, celebramos la Gran Fiesta Patria.
Bien, no exactamente. En este quiosco trabajamos la Gran Fiesta Patria. Salva y yo nos turnamos las fiestas. Es un decir, porque casi siempre abre él. Ayer estaba pactado que era su día pero, a eso de las 9, vine a dar una vueltecilla: echar un vistazo, ver si habían traído todos los diarios, que el chico echara una meada a gusto… Y de paso hacer unos cuantos paquetes para devolución. Total que, entre un poco de aquí, un poco de allá, salimos a las 14,30. Pero dejamos el quiosco como un quiosco: ya nos podemos mover un poco en el interior.

La cartoná está aflojando y empaquetamos los cartones de números atrasados que estorban más que una mota en un ojo. Como la mayoría de vecinos andaba de puente, no sacamos para pipas pero el día fue productivo en cuanto a limpieza. Y, hasta un poco, en cultura.

A eso de las 11,30, Salva fue a echar su correspondiente meadita. Los festivos por aquí cierran hasta los bares. Sólo abre uno. Justo el que menos frecuentamos. Salva es educado y, antes de visitar a Wenceslao C., pide su correspondiente café o cortado. Vino ligeramente cabreado.
- Todos los días me cobran 1,25 y hoy me cobraron 0,95.
- Como es fiesta te habrán hecho una rebaja.
- ¡Y una mieeerda! Hoy había otro tío. Le he dicho: “Parece que me devuelve de más”. Y me dice: “No, está bien. Son 0,95”. “Pues todos los días me cobran 1,25”. “Será porque viene usted después de las 12. Hasta las 12 vale más barato”.

A las 12,30 fui yo. Cortado y meada: 0,95.
Se lo comenté a Salva.
- ¡Hijoputa!
- Debe ser que te ven morenito y te cobran la tasa de color.
- Claro. Y encima el otro tío… Llego apurado, pido un café y sigo hasta el lavabo. Y lo oigo que dice: “Estos sólo vienen al bar a mear”. Y yo ya le había pedido el café.

Hablamos un poco de racismo y del trato que reciben los emigrantes. Le pregunté:
- ¿Allá se celebra también esta fiesta?
- Claro.
- ¿Y cómo la llamáis?
- El Día de la Raza.

Lógico. Colón llevó blancos a América, buscaba indios y chinos, encontró amerindios, abrió el camino a los esclavos negros y, desde allí, otros exploradores tropezaron con los malayos. De un solo viaje juntó las cinco razas.

Recordé que, siendo yo pequeño, aquí también celebrábamos el Día de la Raza antes de que se denominase Día de la Hispanidad. Como no me fío demasiado de mis recuerdos, por la tarde recurrí al amigo Google y me enteré de un montón de cosas que no sabía. Resumo.

Parece ser que, durante el siglo XIX y principios del XX, el 12 de octubre era conocido como Fiesta de la Hispanidad aunque iba cayendo en desuso. Fue en 1913 cuando el ex alcalde de Madrid, Faustino Rodríguez San Pedro, propuso celebrar la Fiesta de la Raza partiendo de una idea que José María González “Columbia” había publicado unos meses antes. Pero no fue hasta el 12 de octubre de 1915 cuando se celebró por primera vez. Incluso en Argentina se institucionalizó como fiesta nacional.

En 1931, Ramiro de Maeztu , recogiendo la idea del sacerdote español Zacarías de Vizcarra, propuso que se cambiase la denominación “Raza” por “Hispanidad”. No fue, sin embargo, hasta 1958 que la nueva denominación de “Fiesta de la Hispanidad” se considerase oficia según decreto de Presidencia del Gobierno de 9 de enero.
Por último, en 1987 se establece el 12 de octubre como “Día de la Fiesta Nacional de España”.

En América sigue siendo el “Día de la Raza” por más que uno de mis amigos peruanos asegurara que, soto voce, los hispanoamericanos la definan como “El día de la visita de los españoles” ya que América la descubrieron antes los americanos.

Por cierto, esta mañana he oído que Doña Leonor ya sabe decir “agua”.

jueves, octubre 12, 2006

¡Traiga, ya lo pongo yo!

Cuando alguien derrocha energía allí por donde pasa, no es tarea fácil medirse las fuerzas con los demás, aunque sea sin habérselo propuesto.

Ayer, sin ir más lejos, me acerqué un momento al quiosco y, al ver que había varias cajitas de chicles y caramelos que necesitaban ser rellenadas, aproveché para echar una mano a quiosquero e ir reponiendo de todo aquello que faltaba.
Estaba inmersa en semejante tarea cuando se acercó un caballero y, después de saludar afablemente a quiosquero y compañía, empezó a manipular alegremente los chicles del otro lado del quiosco a los que, todavía, no había metido mano yo. Lógicamente, era un vendedor de una conocida marca comercial de dulces que venía a vendernos alguna que otra cosa. Al ver que empezaba a cambiar cajas semivacías por otras nuevas que él traía, le dije:

Qa.. - Un momento, por favor. Aquí aún tenemos algunas cajas enteras que, justamente, pensaba yo cambiar por las que Vd. tiene en la mano.
V. - Ah, no se preocupe. Siga con lo que está haciendo que éstas ya se las repongo yo
Qa. - Gracias, muy amable; pero... es que tengo algunos sobrantes de la vez anterior y habrá que colocarlos también
V. - Yo los pongo, no hay problema ¿Tiene algo más?
Qa. - Pues sí. Mire, estos chicles son sin azúcar, éstos otros de fresa, éstos de hierbabuena, ¡ah! y éstos de frutas también ¿Cómo está la cosa en cuanto a los “Tornados” si, sí, esos de la cajita azul, pues tenga... y de los caramelos de mentol ¿cómo andamos? Creo que tampoco quedaban muchos
V. – Traiga
Qa. – Tenga
V. – Oiga, caballero -dijo dirigiéndose a quiosquerro-, ¿la señora siempre es así?
Qo. ¿Cómo? No entiendo
V. – Sí, que si su señora siempre derrocha tanta energía, o es que hoy tiene un mal día?
Qo. – No, ella es así. Siempre es así
V. – Caramba, señor, tiene Vd. cara de cansado y no me extraña. Yo, en tanto que me vaya de aquí, necesito sentarme un ratito en la furgoneta y tomarme un respiro. Tiene usted un buen problema si realmente SIEMPRE es así ¡no debe dejar parar a nadie en su casa!
Qo. – Más o menos...
Qa. – Disculpe pero ha sido Vd. quien me ha dicho que siguiera con lo que estaba haciendo mientras se ofrecía, de forma generosa, a prestarme ayuda. Yo jamás me hubiera atrevido, pero, en tal caso...
V. – Si, si, bien, ya, bueno, está bien. Pues nada, aquí tiene la nota. Si me paga, me voy antes de que me hagan trabajar más. ¡Adiós!
Qo. Adiós
Qa. Adiós. Y que tenga usted un buen día.
Qa. - (por lo bajini) Hombresss. A cualquier cosa les da por llamar “el sexo fuerte”!!!

Pasado este momento, seguí cargando la torre de los “Chupa-chups” en la que caben 200 caramelos (y que prácticamente estaba vacía). Terminé mi faena y me marché. En casa había cosas que hacer.

miércoles, octubre 11, 2006

¡Adeu, Sor Paciencia, adiós!

Sor Paciencia nos ha dejado. No se rasguen aún las vestiduras. La han trasladado a su Pamplona natal. Para que pase sus últimos años (25 o 30 a tenor de su energía) cerca de la familia.

El viernes vino a despedirse y a presentarme no sólo a la monja que en adelante vendrá a buscar Quiz, sino a la impedida hermana destinataria y que, aparte de su bastoncillo, no parece que esté demasiado impedida.

La nueva mensajera no se ha enterado que Quiz sale los viernes y pasa casi todos los días a preguntar. Démosle tiempo para que aprenda. Tampoco sabría cómo calificarla ni cómo la llamaré. Está a medio camino de la Sor Paciencia de la primera visita a este quiosco y la Sor Paciencia amable, habladora y simpática del final. El tiempo dirá.

Con Sor Paciencia nos hemos llevado bien. Después del primer patinazo todo fue sobre ruedas y, al final, hasta entraba dentro del quiosco y me daba golpecitos en el brazo dibujando una sonrisa que necesitaba de ejercicio. Incluso entrábamos en “temas teológicos”.

Quiz es una revista de pasatiempos que, últimamente, tiene un precio de 1,70 € pero la empresa editora, cada 3 o 4 semanas, la distribuye en un formato algo mayor. En papel, porque el contenido es el mismo. Entonces vale 1,9 o 2 €. Sor Paciencia venía preparada por si se producía el cambio. Un día se hizo con la lía un picho y me dio dinero de más. No quiso que le diese cambio sino que me pidió todo el dinero y contó de nuevo. Ahora me dio 5 cts de menos.
- ¡Ay, hermana! ¡Que me quiere usted estafar!
- Dios no lo permita.
- No se preocupe que no lo va a permitir. Me utiliza a mí como instrumento para que usted no peque.
- ¡Este hombre que cosas tiene!

Me dio un manotazo en el brazo y se alejó riendo.

¡Suerte en su nuevo destino, hermana!

martes, octubre 10, 2006

Despedida y ....

Pintan bastos.

El Administrador General del blog, muy amablemente, me pegó un ligero chorreo hace unos días.
Argumetación:
· Estoy desvirtuando la finalidad de este blog que debe referirse únicamente a temas relacionados con el quiosco.
· Las neuras del quiosquero son sólo responsabilidad suya.
· A nadie, relacionado con los quioscos, le importan un bledo las aventuras de Quiosquero.

O sea, que sutilmente me invitó a ceñirme a los temas quiosqueriles y, si quería, abrirme un nuevo blog para las chorradas.

En breve podréis encontrarme en decubitosupino.blogspot.com.

Incluyo resultamos de ESPAM (Encuesta sobre prueba del anillo mágico).

Datos de campo
· Población encuestada: 1 pareja.
· Margen de error: +/- 99%.

Contestaciones a destacar
· El anillo mágico es como si a un lisiado se le presta una muleta: andará un poco mejor pero no llegará muy lejos.
· La mejor alimentación para una salud sana se basa en productos naturales sin condimentos, conservantes ni colorantes.
· Ojo con el interruptor.

Conclusiones
· Dejémonos de hostias.Mientras el cuerpo aguante... ¡a pelo!

PD. Si en las próximas semanas no aparezco en el ciberespacio, ruego una oración por mi alma.

viernes, octubre 06, 2006

Sex Barcelona

A lo largo de la vida uno se va doctorando en muchas cosas pero siempre quedan más por aprender. Una de mis asignaturas pendientes, ni siquiera llegué a matricularme, es el trato con mujeres, digamos, públicas.

Durante las novatadas en el Colegio Mayor donde residía, conocí a Juan el Grande, oriundo de mi comarca natal, quien, tras el bautizo, me introdujo en el trato a las féminas.
- Mira –decía-, tú quedas con una niña, la esperas a la puerta de su casa y, al doblar la primera esquina, le metes mano en el culo. Pueden pasar dos cosas:
a) que no diga nada: camino libre. La niña traga.
b) que te dé una bofetada: es una estrecha. Dignamente la acompañas a su casa y te largas. No merecía la pena.

Fue Juan el Grande quien me llevó por primera vez a una casa de putas. Parece que, unos años antes, era corriente entre los estudiantes ir a preparar los exámenes a los burdeles donde podían calentarse junto a un buen brasero. Juan fue visitante habitual y todavía conservaba buenas amistades. Fuimos a casa de la Bizcocha, de la que sólo quedaba el nombre, a eso de las 5 de la tarde. Nos sentamos a la mesa camilla, sacamos nuestros apuntes y nos pusimos a estudiar mientras que las chicas jugaban una partida de cartas. A eso de las 7 nos sacaron un café con leche y unas galletas y, amablemente, nos indicaron el camino de la puerta. Era hora de empezar a trabajar.

Un año después nos citábamos en el cine. En la ciudad donde residíamos, cada día daban una película por el S.E.U. Me explico. En mis tiempos todos los estudiantes teníamos el carné del Sindicato de Estudiantes Universitarios. Aquél que fundaron, creo, Martín Villa y Barrionuevo. Con el carné por delante, en las oficinas del sindicato vendían unos tiques a peseta. Con una entrada y dos tiques pasábamos dos al patio de butacas. Entonces el cine costaba 25 pts. Pero había un cine, el Gran Vía, que diariamente entraba por el S.E.U., cambiaba de película cada dos días y sólo valía 10 pts. Así que lunes, miércoles y viernes, un amigo mío y yo nos tragábamos la película que fuese por el módico precio de 6 pts. por barba. Siempre íbamos a la primera sesión, la de las 5. A aquella hora los únicos “cinevidentes” éramos nosotros y las putas de la zona, detrás de las cuales solíamos sentarnos. A escuchar sus comentarios sobre la película. Cuando más gracia nos hacía era si en la película salía alguna mala zorra que le quitaba el novio a la chica buena.
- Será puta la tía –comentaban nuestras vecinas-. Conmigo tendría que haber dado.
Si la película tenía tintes dramáticos se pasaban la hora y media llorando a moco tendido. Aprendimos que las putas también eran personas y que, muchas, albergaban un corazón que no les cabía en el pecho.

Y esa fue, más o menos, mi relación con las obreritas del amor.

Por eso, ayer tarde disfruté como un cosaco. Fue un día flojo de ventas y me dediqué a preparar devoluciones. Estaba hasta las narices. Las plantas de los pies me echaban chispas y, cada vez que me agachaba, notaba que necesitaba lavado y engrase. En estas se acercó un tío hablando en protestante. Mi inglés hablado es bueno. Tuve un tío sordomudo y me expreso bien por gestos. Claro que, entenderlo, lo entiendo poco. Me pareció que buscaba algún tipo de diario con teléfonos porque señalaba los periódicos con el móvil en la mano.
-¿Qué tipo de information buscar rostro pálido? –le dije manoteando el aire-.
Hablaba a mil por hora y por los gestos parecía italiano. Pero si hubiera sido italiano no usaría el inglés.
- Yúrnal, telefon. Uan ouer, tú ouer. Casa, no jótel.
- Vale, tío. ¿A quién quieres llamar?
Me señaló el putiferio.
- ¡Ah, coño!
Empecé a buscar entre las revistas porno.
- Naaau., no yúrnal.
Se agarró al aire con las dos manos y empezó a mover el culo de atrás a delante.
- ¡Ya sé yo lo que tú quieeeres! ¡Un poquito de calma!
¡La encontré! Sex Barcelona. Hasta ahora sólo había vendido una que se llevó Botijín y, curioso, le eché en su día un vistazo. Porno duro. Pero al final venían teléfonos de Puti Clubs.
- ¡Ahhhh! –empezó a animarse el tío y se coló en el chiringuito-.
- Son 4,20.
- Naaau.. Telefon. Uan ouer, tú ouer, casa, no jótel, iuro… tú.
- Entendido, macho, pero qué pregunto.
En estas llegó un joven preguntando por la parada de metro.
- ¿Yu espiquinglis?
- A lítol.
Lo trincó de un brazo y lo metió dentro. Ya éramos tres. Acerqué sigilosamente la mano hacia la empuñadura del bate de béisbol que guardo bajo el mostrador.
El extranjero le metió un rollo de tres minutos. El chaval me miraba un tanto despistado.
- El tío va quemado y me parece que busca rollo –le dije-.
Al final parecieron aclararse.
- Dice que usted llame a uno de esos teléfonos y pregunte cuanto cuesta una o dos horas en casa.
El chico se excusó diciendo que llevaba prisa y tomó las de Villadiego.
El salido tomó su móvil, marcó *43 y me lo dio para que llamase. “Al menos me enteraré de dónde eres”.
Evidentemente, con el 43 delante, el móvil no pitaba. Marqué por mi cuenta.
- Puticlub el Polvo Atómico, dígame.
- Señorita tengo aquí un extranjero que quiere desempolvarse y desearía saber a cuánto le saldría la hora y si visitan a domicilio.
- No, no. Ese servicio no lo hacemos.
- ¿Y si él va a su casa?
- Un completo le sale por 130 € y dura una hora aproximadamente.

Mientras tanto el buen hombre, al que no perdía de ojo, iba atendiendo a los dos o tres clientes que llegaron. El precio le pareció demasiado. Buscaba algo que no superase los 100 €. Dimos con él: 100 € media hora. De precio estaba bien pero de tiempo no.
Se me volvió a enrollar. Ahora quería saber si yo conocía algún sitio más barato. ¡El barrio chino!
Le indiqué donde estaba y se empeñó en que lo acompañara. Con gestos me dijo que cerrara el quiosco y nos fuéramos.
- Tío, no. En tú ouer, mi mucho money.
Me señalaba el reloj. Deduje que estaba dispuesto a esperar a que cerrase.
- Taxi… Yo iuro. Anoder taxi… Yo iuro.
- ¡Coño, que no! Que me tengo que levantar a las 4,30 y si a ti te da por las tú ouer, mi despertar jodido.
Lo entendió.
- Zenquiu very mach.

Entre unas cosas y otras se nos fue media hora pero disfruté. Era la primera vez que hablaba por teléfono no con una sino con varias putas. Claro que me ha quedado una duda… ¿Qué coño será un completo?

jueves, octubre 05, 2006

Aventuras y desventuras…: El Transiberiano.

Nunca estuve en Siberia ni subí al Transiberiano pero camino de San Petersburgo, asomado a la ventanilla del tren, daba la sensación de estar reviviendo Doctor Zhivago, por más que la película se hubiese rodado en un paraje un poco más cercano a nosotros.

Habíamos salido de Bolshoi y nos dirigimos al Hotel Cosmos en busca de nuestros equipajes. Al efecto nos habían cedido una habitación durante el día. Llegamos a la cancela y la matrona de marras nos requisó la “tarjeta pasaporte” que no nos devolvió al salir. Como pudo, nos explicó que ya no era necesaria. Pero sí lo era. En recepción la reclamaban para cambiarla por el pasaporte verdadero. Galina resolvió el problema: pidió los pasaportes del grupo y se los dieron sin más. Nos explicó la jugada.
- La vigilante se queda con las tarjetas y luego se las vende a las prostitutas, que así tienen entrada libre a todos los hoteles de Moscú. A media noche inician su trabajo. Suben a las habitaciones y, por una módica comisión, la matrona les indica cuáles están ocupadas por hombres solos.
Entonces entendí el significado del cartelito que había visto el primer día: 00.00 Putiskaya.

Camino de la estación, Galina nos dio instrucciones para el viaje.
- En el tren hay ladrones y se debe llevar mucho cuidado. Cuando cierren el compartimiento aten una punta de la toalla en el toallero y la otra en la balda de la cerradura y, sobre todo, pongan las maletas junto a la puerta. Los ladrones meten la hoja de un cuchillo por la ranura que queda y abren con mucha facilidad.
Roberto Con O, Arquitecto y Abogado empezaron a descojonarse de risa.
- ¿Tú que piensas hacer? –me preguntó Quiosquera-.
- Estamos en un país extraño, no llevamos mucha pasta pero si nos birlan el pasaporte lo vamos a pasar mal. Yo ato la toalla.

Los maleteros trasladaron el equipaje hasta el tren y se repitió la escena de la llegada.
- Hay que pagar un dólar por paquete porque no han venido los maleteros de Inturist.
Protestamos pero el ruso dijo que de allí no se cogía un paquete si no iba el dólar por delante. Así que nos retratamos.
Ya en el andén, Quiosquera, que en esto es maestra, cogió por su cuenta a Galina y le dio un repaso.
- …Y cuando lleguemos a España haremos una queja formal de cómo se trata a los turistas en Rusia.
No sé si fue efecto de la bronca o casualidad pero, a partir de entonces, “los maleteros de Inturist” no volvieron a faltar a su cita.

En el andén, Roberto Con O y Robert Sin O comentaban la jugada.
- La tía está histérica. ¡Mira que intentar acojonarnos con eso de los ladrones!
- La pobre, viuda y resabiada, ve fantasmas por todas partes.
- ¡Ya no hay ladrones! –dijo Galina acercándose al grupo-. Me ha dicho el revisor que los han cogido.
Risillas bajo el bigote.

Ya en el tren, íbamos distribuidos de la siguiente forma:
- Cabinas de 2, contiguas: Quiosquera y yo y Roberto Con O y su señora.
- Cabinas de 4, contiguas: Arquitecto, Abogado y sus respectivas y Galina, Montserrat, Robert Sin O y Nacho.
Nos quedamos en el pasillo comentando las vicisitudes del viaje. Por el extremo opuesto al que nos encontrábamos aparecieron dos tipos, modelo Rambo, vestidos de militar que, con gestos, nos mandaron al interior de las cabinas. ¡Cualquiera chistaba!. Entramos pero mantuvimos la puerta abierta mientras continuábamos la charla. No habían pasado 10 minutos cuando los rambos volvieron a aparecer. Esta vez acompañados. Entre ambos caminaba un tipo desgreñado con las manos esposadas a la espalda. Con bastante menos delicadeza que antes cerraron la corredera de golpe.
Ya que no nos dejaban hablar, lo mejor era ponerse a dormir. La puerta corredera se cerraba con una balda del tipo de los retretes de bares de poca monta: una latilla con un mordisco en un extremo que descansaba en un pequeño saliente atornillado al marco. Y, ¡caray!, un pomo permitía deslizar la puerta con facilidad. En la cabecera del camastro estaba el toallero. Me quité el cinturón y lo até alrededor del pomo y del toallero. Luego amontoné el equipaje junto a la puerta. ¡A dormir!

Despertamos temprano cuando apenas se veía. Asomados a la ventana fuimos contemplando el paisaje nevado. Bosquecillos, espacios pelados, alguna que otra casa de campo… Fue entonces cuando rememoré Doctor Zhivago. Por cierto, Quiosquera siempre me ha dicho que me parezco (o me parecía) a Omar Sharif. Ella, sin embargo, no se parece ni a Julie Christie, ni a Geraldine Chaplin. Yo viajaba con Geraldine, es decir, con la legítima.

Llegamos a San Petersburgo con las primeras luces del día. Nos agrupamos en el andén. Arquitecto y Abogado presentaban unas ojeras descomunales. Nacho y Robert Sin O se descojonaban de risa. Por el camino contaron cómo habían pasado la noche. Fue tal que así.

En la cabina de los desaparejados, los caballeros cedieron a las señoras la litera inferior y permanecieron en el pasillo mientras ellas se preparaban para meterse en la cama. Sus vecinos castellonenses se quedaron un rato fuera haciendo cachondeíto sobre los ladrones del tren. Cuando pasaron los militares, los obligaron de malos modos a entrar en la cabina. Con menos cachondeo, dejaron la puerta abierta y siguieron hablando. Así los encontraron los militares cuando volvían con su chorizo amanillado. Uno de ellos cerró la puerta con mala leche, no sin antes advertirles de que bajaran la balda. Apenas completada la faena vieron como la hoja de una navaja se colaba entre la puerta y el marco y en un santiamén se encontraron frente al militar que blandía la navaja y vociferaba muy cabreado.
Acojonados, cerraron de nuevo la corredera, ataron el pomo al toallero y amontonaron las maletas para impedir el paso a cualquier intruso.

A media noche, en la cabina de al lado, Montserrat se despertó con ganas de orinar y se dirigió a la puerta. Tropezó con el parapeto de maletas y aterrizó en el suelo. Galina dio un salto en su litera y se oyó un golpe seco mientras algo brillante rodaba por el suelo.
- ¿Qué pasa aquí? –gritó Robert Sin O.

Monserrat, que había iniciado el estropicio, se levantó. Con su camisón blanco hasta los pies y las manos alzadas, sólo le faltaban las cadenas para parecer un fantasma.
- ¡Una aparición! –farfulló Nacho-.
- ¡Ahhhh! –contestó Robert.
Para no ser menos, Montserrat y Galina también empezaron a gritar.
Por fin alguien dio con la luz. En medio de la habitación brillaba la hoja de un cuchillo de monte. Galina, precavida, dormía con él bajo la almohada.

En el compartimiento vecino, Arquitecto, Abogado y sus respectivas oyeron el batiburrillo.
- ¿Qué pasa?
- Deben haber entrado ladrones.
- ¿Salimos a ver?
- ¡Una leche! Lo que sea ha pasado ya. Mejor no meterse en líos.
Pasaron el resto de la noche montando guardia.

En el Hotel Pribáltica o Pribaltyskaya empezamos a notar diferencias con respecto a Moscú. Se quedaron pasaporte y visado y nos dieron la consabida tarjetita, acompañada de una tarjeta magnética. En los pisos no había rejas ni matronas sino una puerta acristalada que se abría con la tarjeta. Bueno, se abría si habías hecho el master. Yo la pasé a velocidad normal y… nada. Despacito… nada. Cagando leches… nada. Pasó un empleado y pedí socorro. La pasó a velocidad fórmula 1 y la puerta se abrió.

Mientras Quiosquera deshacía las maletas me dirigí al cuarto de baño. Rebusqué hasta encontrar el artilugio y empecé a mear sangre.

CONTINUARÁ…

miércoles, octubre 04, 2006

No quieres caldo...

...pues no compres Ser Padres.

Si hay una cosa que nos joroba más que los coleccionables en grandes cartones, son las revistas en grandes cartones. Normalmente una revista tiene un formato más o menos estandar, casi siempre el mismo. Lo cambian ocasionalmente para llamar la atención o cuando salen números especiales. En esos casos, la ubicación habitual no nos sirve. Así que la revista es inmediatamente castigada y escondida donde ni estorba ni se ve. El resultado final es una bajada considerable de las ventas de la citada revista.

Nosotros no somos especialistas en marketing, pero sabemos sumar (casi siempre).

· Revista formato habitual: traen 20 ejemplares, devolvemos 7. Total: 13 vendidas
· Revista formato ampliado: traen 40 ejemplares, devolvemos 20 nada más recibirla y 17 en distintas entregas hasta que traen las nuevas. Total: 3 vendidas

En un ejercicio terrible de imaginación he llegado a la conclusión que en estos casos venden más cara la publicidad y luego se autocompran media tirada para engañar a OJD, porque si no los números no me cuadran. El caso es que siguen haciéndolo.

Ok. Alguien me podría decir que con su revista hacen lo que quieren. El problema es que a nosotros nos toca trajinar todo ese sobrante o almacenarlo gratuitamente. Como digo siempre, si estos señores nos pagaran lo que traen a tanto el quilo de papel o a tanto el palmo cuadrado, estaríamos todos forrados independientemente de lo que vendiéramos.

Dicho esto vamos al lío. Lo de menos es que nos cambien el formato. Lo peor viene cuando además te traen la revista encartonada, cual colección de la cartoná, y encima con regalito. Algún día hablaremos de lo que toca las narices ver que te traen un bolso en distintos colores. Y te pasas el día enseñando modelos a jovencitas/os y no tan jovencitos/as que dudan entre el turquesa o el crema (¿qué mierda de colores son esos?). Hoy no toca. Tampoco hablaremos hoy de la birria de materiales con las que plastifican esos cartones de modo que a los cinco minutos el bolso o el bote de desodorante (que también hemos tenido) acaban rodando por el suelo (y pobre de ti que luego devuelvas la revista sin regalito...) No, no. No hablaremos de eso todavía. Hoy toca hablar de cuando te traen algo que se sale de lo normal.

Hace unos meses nos encontramos con que Cosas de casa nos regalaba un bote de suavizante. El problema fue nuestro el día que uno se rompió y nos dejó todas las revistas con un maravilloso olor floral y un tacto suavecito, suavecito cual culo de niño chico. Pero lo de este mes con Ser Padres es la leche. Bueno. La leche, no. Pero casi.

Con el número de este mes de Ser Padres, perfectamente encartonados, te regalan un número de El bebé, que digo yo que tiene su lógica. Como no les parece suficiente, añaden un bonito libro de Miffi, en el que este fantástico animalito nos enseña a contar del uno al 10. Otra genial idea pese a que el cuentecito de marras es de esos de cartón gordo de los que pesan un quintal. Si en vez de ser hasta diez contaran hasta 25 necesitaríamos una grúa para moverlo.

Pero claro. Nuestros amigos no se podían quedar ahí. Nooooooo. No se les ocurre otra cosa que añadir un pequeño tetrabrick con CALDO de POLLO casero. Vamos a ver. ¿Se puede saber quién es el lumbreras que ha tenido la genial idea de regalar caldo de pollo con una revista? Alguno me dirá que es publicidad de los del caldo. Pues los del caldo son también unos cretinos, porque no creo que beneficie mucho a su imagen ver sus tetrabriks aplastados contra el celofán que envuelve un cartón chorreando un líquido amarillento. Además, esos cartones, en el caso de que optemos por no castigarlos a la primera, se pasan el día al sol. Supongo que los editores de Ser Padres no han hecho el módulo de manipulación de alimentos (¿será legal por tanto que regalen caldo casero?), pero no hace falta ser un lince saber que un producto que se pasa un mes al sol, por muy tetrabrik que lleve, corre el riesgo de resultar indegesto. Quiera Dios que no tengamos en estos momentos toda una generación de padres acojonados porque sus bebés se van por las patas abajo mientras aprenden a contar con Miffi.

CoMEsA 2006 V - Plantas que curan

Retomo el concurso a la COlección Más Estúpida del Año con una de esas colecciones memorables. Memorables porque en cualquier otra circunstancia seguramente no serían estúpidas y memorables, probablemente debido a lo dicho, porque no hay manera ni de vender el número 1. ¡A un euro!

Se trata de Plantas que Curan, una colección que Planeta Agostini presenta en su apartado de "culturales". Nos encontramos con la típica enciclopedia de las plantas medicinales por fascículos. Hasta ahí, bien. El problema consiste en que claro, hay que regalar algo (básicamente para tocarle los cojones al quiosquero).

¿Y qué espera uno que le regalen en una colección así? Bueno, yo había oído no sé qué sobre el uso terapéutico de la marihuana, las maravillosas propiedades de ciertos hongos o los efectos de la mandrágora, el beleño y la belladona, y estaba ya rellenando la hojita de suscripción cuando llegó el número uno. Para mi sorpresa, traía un bote. De porcelana. Porcelana. Como quizás no ha quedado claro repetiré que, a un quiosco, donde se acumulan cartones, revistas y coleccionables, donde los repartidores descargan a mansalva quilos y quilos de papelotes con el sumo cuidado que requieren los papelotes... nos traen botecitos de PORCELANA.

Así que ya nos tienes al Quiosquero, a Salva y a mi tratando con mimo el delicado instrumento, ya no porque nos preocupe un carajo que se rompa, sino para evitar que con ello se nos desparrame su contenido que es... Vamos a ver. El botecito trae un dibujo de una planta medicinal de mágicas aplicaciones curativas que es... Sí. Poleo.

No sé qué pensarán los señores de marketing de Planeta, pero si el reclamo para vender el primer número de la colección es una planta que puedes encontrar en cualquier supermercado, vamos mal. Pero aún no lo habíamos visto todo. Lo cachondo del asunto es que el bote viene vacío. Ellos te dan el bote y tú te pillas las plantas.

Los siguientes botecitos son de plantas igualmente imposibles de conseguir y con efectos alucinantes para el lector, a saber: manzanilla, hierbabuena, romero, tomillo, tilo, menta... En total nueve botes para acompañar a una publicación en la que se describen las propiedades curativas de 400 plantas. Y todos ellos para guardar plantitas que puedes encontrar en el super metiditas en su sobrecito para infusiones.

Ahora entiendo por qué no se ha vendido ni uno.


Plantas que curan

martes, octubre 03, 2006

¡Quiosqueros, maricones!

maricón
1. m. vulg. marica (hombre afeminado). U. t. c. adj.
2. m. vulg. sodomita (hombre que comete sodomía).
3. m. U. c. insulto grosero con su significado preciso o sin él.

Los quiosqueros somos una pandilla de maricones. Utilizo la tercera acepción del diccionario (insulto grosero SIN su significado preciso), que de los otros no tengo nada que decir.
Nos pasamos todo el día protestando por casi todo:
- Cantidad de cartones que nos envían
- Faltas en el género
- Ignorancia absoluta en las reclamaciones que se hacen a las distribuidoras
- Bajada unilateral de los márgenes
- Pago de portes
- ···

Un par de ejemplos…
a) El domingo 24/09, El País lanza una nueva promoción: Guía de la Salud. El primer número es gratis y además regalan las tapas (carpeta de cartón duro de 3 dedos de lomo). Según el propio El País, el domingo salen a la venta más de 900.000 ejemplares. En este quiosco se vendieron 50. La colección la están siguiendo 3 personas. Vamos a suponer que, en todo el país, la sigue un 10%. Seamos benevolentes: el 20%. Más de 700.000 carpetas se fueron a tomar por saco. Y nosotros tuvimos que almacenar durante dos días el material.
b) Los fines de semana, por problemas laborales, La Vanguardia se imprime fuera de Barcelona pero todo el acompañamiento (magazine del domingo, tv manía, què fem?...) se imprime aquí. Entre jueves y viernes los quioscos se inundan con todas las porquerías que habremos de repartir viernes, sábado, domingo y lunes.

Los quiosqueros pagamos más de 50.000 pts. al mes en portes. Todos los días se recibe género pero la recogida de sobrantes va como sigue:
- Periódicos. Recogen todos los días salvo sábados, domingos y fiestas de guardar.
- Revistas. Una vez por semana, el día que ellos marcan.
Mientras tanto, el género se amontona en el quiosco. Cuanto mayor es el montón, más fácil es perderle la pista y hacer la devolución fuera de tiempo.

Y los quiosqueros tragamos.

Lo del almacenaje es sólo uno de los problemas con los que tenemos que lidiar a diario pero hay muchos más. ¿Cómo es posible, pregunto, que unos chicles me salgan más baratos comprados en un supermercado que comprándolos a la distribuidora? ¿Cómo puede ser que si en 100 T-10 (inversión de 653,60 €) extravío 2 tarjetas, y se extravían, pierda dinero?

En Barcelona hay dos “Asociaciones de Vendedores de Prensa” que, en vez de estar peleando por mejorar el funcionamiento de los quioscos, se dedican a pelearse entre ellos. En varias ocasiones han asegurado haber llegado a un acuerdo con las distribuidoras para que no se paguen los portes. Seguimos pagando. En otras comunidades los quioscos reciben un macrocartón de cada una de las colecciones de la cartoná. El resto del género viene en envoltorios razonables y manejables. Aquí todo va en macrocartón.

Y los quiosqueros tragamos.

Vivimos en un país en donde su gente, por un penalty injusto, es capaz de reventar la Fuente de Canaletas, la de la Cibeles o hasta la misma Torre del Oro pero, cuando hay que defender las habichuelas, se escagarrucia. En el mejor de los casos echamos una bronca al repartidor que es quien menos culpa tiene. Él trae lo que le dan. Como ellos mismos nos dicen:
- Tienen ustedes la sartén por el mango y no son capaces de hacer nada.
Si nosotros no vendemos revistas y periódicos ¿dónde se venderán?. ¿En los supermercados? No imagino a los clientes que pasan entre 8 y 9 de la mañana y que van con el cohete en el culo, entrando en un super, cogiendo el diario y guardando cola hasta que les toque pagar.
No haría falta ser muy drásticos. Simplemente no sacar a la venta un diario distinto cada día y un par de revistas cada semana. Veríamos cómo se mueve el cotarro.

Durante la Transición, grupos de extrema derecha quisieron extender el slogan “Con Franco vivíamos mejor”. El PSUC, partido comunista que aún no había tocado poder y, por tanto, andaba cerca del pueblo, lo cambió por “Contra Franco vivíamos mejor”. Y, en cierto modo, tenían razón. Contra Franco nos tirábamos a la calle y sabíamos que nos jugábamos un pelotazo de goma en un ojo. Hacíamos huelgas solidarias con los mineros de Asturias, con los obreros de SEAT, con los albañiles de Granada… Poníamos a parir a RENFE, CAMPSA, Telefónica… porque eran monopolios. Ahora, en teoría, no hay monopolios pero yo no puedo elegir la distribuidora que me sirva una determinada revista o cuántos ejemplares necesito. Y si me pongo chulo, me cortan el servicio.

Y los quiosqueros tragamos

Lo dicho, estamos amariconados.