lunes, febrero 26, 2007

¡Que vienen los moros!

No conozco ninguna región de España que no presuma de recibir a los foráneos con los brazos abiertos, Y esto, hasta cierto punto, es verdad. Pero si uno aterriza en Asturias ha de estar dispuesto a pegarle a la sidrina, si en Andalucía debe arrancarse por soleares después de una juerguecilla y si recala en Cataluña debe entender el hecho diferencial. Por poner unos ejemplos. La cosa cambia si el color de la piel del foráneo es más oscura.

Salva es algo oscuro de piel y, al principio, tuvimos algún problema: desde gente que dejó de venir, hasta los que me preguntaban si ya me fiaba de dejarlo sólo. Con el tiempo, él solito se ha ido ganando a la gente hasta el punto de que algunos prefieren que los despache él. Hace unos días, un cliente habitual lo alababa: educado, atento prudente… “No es como los de su raza”, acabó. ¿Cómo son los de su raza?

Este domingo, El Periódico se ha descolgado con una portada en la que media página estaba en árabe. Nadie se ha enterado de qué iba el tema pero todo el mundo hacía el comentario.
- ¡Cóño! No sabía que estábamos en Africa.
- ¡La hostia! Acabaremos llevando chilaba.
- ¿Esto qué es?
- Vete tú a Marruecos y levanta una iglesia. A ver qué pasa.,
- ¡La madre que los parió! Mi cuñado tiene una granja y ha tenido que firmar un documento comprometiéndose a darle de comer a los corderos lo que dice un imán y poner el pesebre para que coman de cara a la Meca.

Lo dicho. ¡Qué vienen los moros!

martes, febrero 20, 2007

El pillo, el imbécil y el pagano

Este fin de semana llovió en Barcelona. Quiosquera decidió que me quedase repasando facturas, mientras que ella y Dalr se encargaban del quiosco. Una mañana muy productiva: detectados 108,16 € de más entre dos facturas. Mañana productiva, digo, si las pertinentes reclamaciones surten efecto.
Con la mirada fija en la pantalla del portátil y el día que estaba oscuro, acabé por dar un par de cabezadas. Café, Reig Minor (Quiosquera se tomará justa venganza) y un ratito de charla con mi madre. ¡Ni por esas! El sueño me dominaba. Agarré las 4 facturas de enero de una de las distribuidoras, SGEL en este caso, y me puse a hacer combinaciones.
- Ejemplares recibidos: 1704
- Ejemplares devueltos: 878
- Porcentaje de devolución en ejemplares: 51,56%
- Base imponible de ejemplares recibidos: 3953,09€
- Base imponible de ejemplares devueltos: 2081,92€
- Porcentaje de devolución en euros: 52,67%
O séase, devuelvo más de la mitad del género que me traen.

Por la tarde me traje un puñado de revistas, le mangué por un rato la báscula de cocina a Quiosquera, las pesé e hice cálculos. Peso medio de una revista: 236,80 gr., es decir, 207,91 kg. movidos inútilmente por dos veces. Haciendo proyección, a ojo de buen cubero, al resto de distribuidoras de revistas y periódicos, resulta que, entre Salva y yo desempaquetamos, empaquetamos, trasladamos al almacén ambulante y descargamos del mismo almacén unos 857 kg de papel improductivo que representa un esfuerzo de 3428 kilopondios o, lo que es lo mismo, 33628 newton.

De momento, ya hemos localizado al imbécil: el quiosquero, al que el 50% de su esfuerzo no le reporta ningún beneficio.

Sigamos con el análisis. En repetidas ocasiones, uno, que le gusta poco trabajar y menos para el diablo, ha pedido rebaje de servicio, cosa que, durante unas semanas, funciona. Siempre a costa de un aumento de ejemplares en publicaciones, respecto a las cuales, he permanecido mudo. Da la sensación de que las distribuidoras han de facturar una cantidad por quiosco y la facturan. Además del esfuerzo físico que conlleva recibir un género que no se necesita, tenemos comprobado que “a río revuelto, revista que se pierde” y que cuando, un buen día, aparece ya está fuera de plazo. Al margen de las revistas fuera de plazo y las que algún cliente manga, en el estudio de fin de semana hemos detectado 218,26€, a los que habría que añadir su IVA correspondiente, de reclamaciones rechazadas o no contestadas. Por tanto, concluimos que el quiosquero es también un poco el pagano.

A partir de aquí elucubramos. Una distribuidora no puede ser tan imbécil para pensar que, mandando el doble de género, ganará más ya que necesitará una plantilla inflada que cobra al final de mes. Deducimos entonces que debe de cobrar por género entregado, se venda o no. ¿Son las empresas editoras el pagano? ¡Anda ya! No quedaría ni una. La pasta en las revistas se saca de la publicidad y ésta se paga según tirada. Luego el verdadero pagano debería ser el cliente que inserta el anuncio. Pero estamos en las mismas: los clientes no se anunciarían si no les fuera rentable. Hemos de concluir entonces que el pagano es el de siempre: el consumidor, que al comprar el perfume, la depiladora o los calzoncillos de esparto, está pagando lo que se lleva a casa, la revista y la publicidad.

Falta por saber quién es el pillo. Quizá nadie, y este desbarajuste sea producto de la economía de mercado. Pero a mí me queda una pregunta en el aire: las revistas que nadie lee ¿influyen publicitariamente en alguien? Huelo a pillo.

Si en cada quiosco se desperdicia casi una tonelada de papel cada mes ¿no dicen nada las autoridades y los ecologistas? Dirán que esto es el chocolate del loro. Pero en cada quiosco hay muchos loros. Además, cuando una familia necesita ahorrar, es complicado hacerlo a costa de la comida, el alquiler o la hipoteca y acaba por suprimir el chocolate del loro: los pequeños gastos.


miércoles, febrero 14, 2007

Ser de derechas

Desde el punto de vista de la prensa diaria, hay dos cosas que están mal vistas en Barcelona: ser del Real Madrid y ser de derechas. Del PP, se entiende. Pero haberlos, haylos.

De ahí que diarios como ABC, La Razón, El Mundo de Catalunya, As y Marca tengan poca salida. Por curioso que parezca, un lunes se venden más Sport y Mundo Deportivo cuando pierde el Real Madrid que cuando gana el Barça.

¿Cómo se comportan los madridistas y los de derechas delante del mostrador del quiosco? Fundamentalmente hay tres tipos:

1.- Lector al que le importa un comino lo que piensen los demás. Por lo general, del otro lado del Ebro aunque también los hay autóctonos. Agarra el diario, dice su nombre (el del periódico, claro) en voz alta, paga, lo dobla para que se vea bien la cabecera y se va. Ejemplo: el Calderillas.

2.- Lector tímido. Se para frente al quiosco y mira cuidadosamente las portadas de los diarios. Cuando no pasa nadie, coge el periódico en cuestión, lo dobla de modo que sea lo menos reconocible que se pueda, paga y se va.
Uno de estos clientes compra El Mundo de Catalunya y se toma el café en Villabragas. Una vez finalizada la lectura paga su café y se larga dejando el periódico en el mostrador.
- Señor, se deja el periódico.
- Para que lo lean sus clientes. Si llego yo a la oficina con El Mundo bajo el brazo me lían una los compañeros…

3.- Lector de diarios, actor de teatro. Son los más divertidos. Se inventan mil razones para justificar por que compran La Razón. La más habitual es:
- Es para saber lo que piensa el enemigo (Mr. Diamond).

Ayer fui testigo de cómo un lector tímido se metamorfoseaba en lector/actor ante un público elegido.
- La Razón.
- Un euro.
- Es lo mejor que hay como papel del wáter.
- ¡Hombre! Siempre se había utilizado hasta que se generalizó el papel higiénico.
- Limpia de maravilla.
- Tenga cuidado no se le ponga el culo negro con la tinta.
- Es que es mejor que eso. Vale también para el estreñimiento. Recortas una foto del Aznar, te la acercas y vas como la seda.

Ser de derechas no se lleva.

lunes, febrero 12, 2007

Orange es Amena



Se dice que, en la vida laboral, cada individuo asciende hasta alcanzar el límite de su propia incapacidad. No es del todo cierto. Hay quien ya nace incapaz y, por poco que se lo proponga, puede sobrepasar ligeramente este límite. Es el caso de las vendedoras de Orange que, cuando te hacen sus grandes ofertas telefónicas, resultan muy Amenas.

Ayer me llamó Fulanita ofreciéndome línea telefónica, televisión, ADSL y la biblia en verso por un precio irrisorio. Desistió al decirle que estaba llamando a un quiosco. Hoy, Orange ha vuelo a la carga.

- Buenos días. Soy Menganita de la compañía Orange…
- Ya me llamó ayer una compañera suya y llegamos a un acuerdo.
- Pues en su ficha no pone nada.
- Supongo que no lo apuntó porque le dije que no me gustaba que me molestaran a la hora de la siesta.
- ¡Cuánto lo siento! ¿Pero no estaría interesado…?
- No. Esto es un quiosco... –me acordé del comentario que me dejó nodisparealpianista y pensé: “Ahora le digo que no tengo teléfono y la dejo planchada-.
- ¡Ah, claro! –me cortó-.Y ahí no tiene teléfono…
El que se quedó planchado fui yo.
- Sí tengo… Estoy hablando por él.
- Ya. Pero es un móvil.
- Por supuesto.

Colgamos. Salva, que había seguido la conversación, se mondaba de risa. Y lo bueno es que no le mentí. Mi teléfono fijo es inalámbrico y, por tanto, móvil.

miércoles, febrero 07, 2007

El cuerpesito

El Bombero era hijo del médico. Casi 2 metros de altura, tieso y delgado como una caña. Por eso le llamaban Bombero, porque no necesitaba escalera para apagar un fuego.

El Bombero fue un estudiante de novela picaresca. Lo que se dice estudiar, estudiaba poco pero disfrutaba de la vida. Un día, a esto de las 12 y media de la mañana, fuimos a su habitación para salir a tomarnos unos chatos de vino. Estaba durmiendo.

- ¿Qué es eso de dormir a estas horas? – le gritó uno de los compañeros.
El Bombero abrió los ojos, cogió el paquete de tabaco de la mesita y, con parsimonia, encendió un cigarrillo.
- Al cuerpesito hay que darle lo que pide. Que pide cama, cama; que pide vino, vino; que pide mujeres, mujeres; que pide comida, comida… Que pide trabajo… ¡Alto ahí! Todos los caprichos no se le pueden dar al cuerpo.

Algo similar me estaba pasando a mí. Mi primer año de quiosquero fue duro físicamente. He hablado alguna vez de los callos, del lumbago, de las cervicales… Llegaba cada día a casa hecho unos zorros.
Y se incorporó Salva. Quien más lo agradeció fue mi lumbago. Salva deshace y coloca los paquetes. Salva pone los periódicos. Salva prepara buena parte de las devoluciones. Salva transporta los paquetes al almacén ambulante… Salva hace la faena dura. Mi cuerpo lo agradeció. Los callos siguieron quejándose pero las cervicales y el lumbago acallaron sus gritos de socorro. Ahora, salvo los lunes, hasta me permito llegar un par de horas tarde y eso significa un par de horas de reposo adicional.

Pero el cuerpo es un desagradecido. Desde la cartoná de septiembre el lumbago se ha rebelado y me tiene descoyuntado. Cada día que pasa encuentro un poco más bajo el suelo del quiosco. Si la mayor catástrofe que le podía ocurrir al hombre primitivo era que el fuego se le apagase, la mayor catástrofe que le puede suceder a Quiosquero es que se le caiga un céntimo al suelo. Y el lumbago y las coyunturas de los huesos, en vez de alegarse cuando me siento, protestan desairadamente una vez que me levanto. Creo que a Dios se le olvidó algo al crear al hombre: un taponcito por donde se pudieran engrasar las bielas.

El Bombero estaba equivocado: el cuerpesito es un desagradecido al que hay que castigar para que después aprecie una buena dosis de descanso.




jueves, febrero 01, 2007

Ventas por teléfono

Las técnicas de venta han ido cambiando a medida que avanzaban los tiempos. Recuerdo al típico vendedor de mantas que instalaba su furgoneta en la plaza del pueblo y, a pleno pulmón, vendía una manta por 1000 pts. y, en las mismas 1000 pts., empezaba a añadirle colchas, más mantas, juegos de toallas, cortinas… mientras que, con su verborrea, intentaba convencer a los pueblerinos de que serían idiotas si dejaban pasar tamaña oportunidad.

Se pasó al vendedor de enciclopedias a domicilio, al bombardeo de buzones a golpe de gangas, a las reuniones en salas de hotel… hasta llegar a la venta por teléfono.

Por principio, me niego a que invadan mi intimidad e intenten colocarme un producto que, en caso de necesitarlo, ya lo buscaría yo en el mercado. Me molesta, además, que me larguen sin respirar un rollo previamente aprendido.

Alguna de estas llamadas, sin embargo, me provoca risa. Van las tres últimas.

- Riiing, riiing, riiing…
- ¿Dígame?
- Buenos días. Soy fulanita de las oficinas del Periódico de Catalunya. Estamos haciendo una campaña para promocionar la suscripción al diario.
- No.
- ¿No está interesado?
- No, no leo periódicos, los vendo.
- ¿Cómo dice?
- Que yo vendo periódicos. Está usted llamando a un quiosco.
- ¡Ja, ja, ja…! ¡Qué plancha! Nunca me había pasado nada igual. ¡Ja, ja, ja…!
Tronchaíta de risa. Simpática.

- Riiing, riiing, riiing…
- ¿Dígame?
- Buenoh díah –acento argentino-. ¿Hablo con el señor Quiohquero?
- Sí –seco-.
- Quiosquero –me tutea-, chapuntocom te ofrese una línea ADSL de tropesientoh megah, antiviruh gratuito… y leshe mohca. Todo ello por el módico presio de 29,90 euroh. ¿Qué te parese Quiohquero?
- No.
- ¿No ehtáh voh interesado?
- No.
- Pueh tú te lo pierdeh.
- ¡Ehhhhh! ¡Quieta pará! De momento eres tú quien pierde la venta.
Ya había colgado. ¡Ehtúuupida!

La última me sucedió ayer. Dalr tenía asamblea de periodistas digitales y no podía venir a ayudarme a cerrar, así que le dije a Quiosquera que viniera ella. Si llegaba pronto podría tomarme un cortado y echar una meadita.

A las seis y media.
- Riiing, riiing, riiing.
- ¡Que me meo!
- …. –silencio-.
- Vamos, chica, que me estoy meando.
- Mmmm… Soy menganito –voz de Constantino Romero, agradable y pausada- de teledos. ¿El responsable de la línea?
- Yo mismo.
- Verá Don Quiosquero, teledos le ofrece teléfono sin cuota fija, ADSL, televisión…
- No.
- ¿No le interesa pagar menos?
- No.
- No lo entiendo.
- Y yo tampoco. No.