miércoles, noviembre 28, 2007

Marchelo


Esto de estar de baja laboral es una lata. Estoy bajo de moral, estoy bajo de fondos, estoy bajo la tutela de medio mundo y, lo que es peor, estoy bajo de anécdotas. Echo una mirada retrospectiva al blog y me da pena. Hemos pasado de unos artículos llenos de frescura, optimismo y buen humor a los últimos post que rezuman mal estar, cabreo y mala leche. Se nos está haciendo carácter de quiosquero malcarado. Así que nos ponemos las pilas y rescatamos hechos que en su día pasamos por alto por exceso de temas. Empezamos por Marchelo…

Corría el mes de junio. A la salida de la caja donde deposito diariamente el importe de las ventas, oí que alguien pitaba con insistencia. Levanté la cabeza. Aparcado en doble fila un señor me hacía señas. Auto sin mota polvo, individuo exquisitamente peinado, con traje oscuro y camisa y corbata a juego. Me sonreía. ¡Y qué sonrisa!
Me acerqué.
- ¿Parla italiano?
- Bambino, arriverchi, chao, vietato yogare al pallone… (lo había leído en un cartel junto a la torre de Pisa).
- Bene. Parliamo españolo. Hotel Princesa Sofía…
- Da la vuelta a la manzana y tira hacia arriba…
- ¡No, no! ¿Conoce Armani?
- ¡Hombre, Yoryio! Via del Corso, chento metri más abajo de Café del Greco.
- ¡Cherto! Tenemos una esposichione en Hotel Sofía y han sobrado prendas. Regalo este abrigo de piel. ¿Casado?
- ¡Cherto!
- Otro per la sua mullera.
- Grache tante. Arrivederchi.
- ¡Picolo, picolo momento! Cuesta pieza vale due mile euri. Io necesito due chento per arrivare a Milano.
- He ahí un banco…
- Es que domenico estuve con una putana española y me robó tuto.
- Te presto el móvil para que llames y te pongan un giro.
- No puedo llamar. La mia mullera… ¿capichi?
- Claro que capito pero menda y la parienta somos fogosos y no necesitamos pieles, aparte de que estoy más chupao que la pipa un indio.

Me arrebató los dos abrigos de piel de rata y me alejé sonriendo. Olvidé el tema hasta septiembre. Salía de la caja de ahorros cuando oí que me tocaban insistentemente el pito. Levanté la cabeza y allí estaba.
- ¡Coño, Marchelo! ¿Todavía no has arribato a Milano?

Que vivan las promociones

La prensa pasa sin duda por una situación complicada. De lo contrario no se explica la necesidad de tanta promoción. Al principio, como todas las campañas de marketing, se trataba de llamar la atención de aquellos que no conocían el medio para ganar nuevos lectores. Al final, como todas las campañas de marketing de fidelizacióm, se trata de premiar a los lectores fieles para que no se cambien de periódico atraidos por otra promoción más suculenta.

El hecho es que todos los diarios se copian las promociones y por supuesto también los métodos de llevar a cabo la suscripción. Al principio se regalaban otros productos editoriales. Luego se vendían discos o películas a precios sensiblemente menores a los del mercado. En este caso, y para justificar el descuento, los quiosqueros empezamos a convertirnos en recortacuponcitos. Luego llegó el tiepo de las cartillas y la oferta promocional se disparó. Ahora los periódicos venden cualquier cosa y los quiosqueros nos pasamos el día con las tijeras en la mano.

Los quioscos de hoy son una versión reducida de la planta de menaje de El Corte Inglés. En los últimos meses hemos vendido utensilios de cocina, cuchillos, vajillas, cristalerías, edredones, toallas, calcetines, camisetas, cazadoras, chandals, cuberterías, sartenes, ollas, especias, maletas... Pero también consolas, televisores, móviles, botellas de cava y vino, videos, cámaras... El caso es que este segundo tipo de productos utilizan sistemas un tanto distintos.

Pongamos unos cuantos ejemplos ilustrativos. Hace unos meses La Vanguardia se promocionaba con utensilios de cocina. Para conseguir el utensilio había que rellenar una cartilla y abonar 50 céntimos. Cada utensilio vendido dejaba un margen de 12,5 céntimos menos impuestos. Pero si perdíamos un utensilio o cartilla debíamos abonar el valor de la cartilla, es decir, el equivalente a siete euros (dos del periódico del domingo más cinco de los cupones diarios). En paralelo, el mismo diario ofertaba, por ejemplo, un televisor plano de 20 pulgadas. Para lograrlo el lector debía rellenar una cartilla con veinte cupones y abonar doscientos y pico euros... en el Carrefour. Tenía sentido. El quiosco es un sitio pequeño y no podemos recibir una partida de televisores. ¿O no era por eso?

Este fin de semana han empezado nuevas promociones. As nos ha sorprendido nada más y nada menos que con ¡un circuito de carreras!. Una especie de escalextric que podrán conseguir los lectores rellenando una cartilla de 30 cupones y pagando... nada.



La caja en cuestión ocupa un espacio considerable, si perdemos una cartilla debemos pagar el equivalente de 30 periódicos y, para colmo, no ganamos absolutamente nada. Alguien dirá que vender 30 periódicos ya deja su beneficio. El problema es que el cliente puede haber comprado los periódicos en cualquier otro quiosco. O haberlos recortado del vecino (últimamente el tráfico de cupones es el deporte de moda, y si no, que se lo pregunten a los que recogían los platos de La Vanguardia de seis en seis). Así que estamos ocupando un espacio y arriesgando un dinero, para nada.

Por su parte, Marca iniciaba otra promoción. En esta ocasión un reproductor de MP4. Un cacharrito chiquitín y la mar de molón que se entrega a cambio de diez cupones y 69 euros... en el Carrefour. Como vemos, aquí el tamaño no importa nada. Lo que importa es el precio. Cuando la promoción es atractiva y la venta puede dar beneficios se lo lleva una gran superficie. Cuando el producto es un cascajo made in china que podemos vender por dos duros o incluso regalar... sea el trasto lo grande que sea, que se lo coma el quiosquero.

Los quioscos son por definción pequeños y no podemos meter según qué. Pero cuando les interesa nos lo meten. Sin embargo también somos una lanzadera para promocionar productos de todo tipo que sí dan beneficios. Pero éstos se los llevan otros. No me parece mal que se hagan promociones para aumentar las ventas de los medios. Eso nos beneficia. Lo que no puede ser es que todo el riesgo y los gastos (transporte, almacenaje, financieros...) recaigan siempre sobre el vendedor y rara vez los beneficios. En el tema de las promociones hay que tener en cuenta quién vende los periódicos y quién la promoción. Hay que tener en cuenta el tamaño del producto y las dificultades de almacenaje. Hay que tener en cuenta el coste de dicho producto y el riesgo que supone su pérdida o la de alguna cartilla. Y por supuesto hay que tener en cuenta el beneficio lógico que debe llevarse quien asume todas esas cargas. Todo lo demás es dar por saco.

lunes, noviembre 26, 2007

Un café, por favor

La granja-cafetría-tienda de la calle contigua a la de nuestro quiosco ya se ha convertido en un clásico.

Es costumbre en el barrio cerrar los domingos hasta las cafeterías. Dicho ésto ¿qué vamos a hacer los pobrecitos quiosqueros que estamos en nuestro puesto de trabajo desde el amanecer todos los domingos y fiestas? pues eso: acudir a nuestra cita en la granja y reponer fuerzas para seguir aguantando; amén de aligerar la vejiga que a veces nos hace pasar algún que otro mal rato.

Me explico: cada domingo, a lo largo de la mañana, la susodicha granja se convierte en el punto de reunión de un gran número de vecinos. Casi podríamos darle el rango de pequeño “casino familiar”. Se trata de un establecimiento de no grandes dimensiones, de estilo antiguo y que conserva el sabor tradicional de los legendarios establecimientos del Eixample. Lo regenta una familia que, según me comentó la propia dueña, allí nacieron y allí han seguido al frente del negocio viendo pasar los años.
No es raro que, Quiosquero y yo, nada más traspasar el umbral, empecemos saludando a las gentes de las mesas cercanas a la puerta y terminemos por las del fondo. No en vano, esta familia de quiosqueros, nos hemos hecho ya un huequecito en el barrio y, si me lo permiten (y según algún que otro comentario furtivo) también en el corazoncito de más de un/una de nuestros clientes.

Estamos orgullosos de haber conseguido el cariño de muchos de nuestros parroquianos y, desde aquí, queremos hacerles saber que, una mayoría de ellos, también nos han calado hondo.

Y ahora, para que no pueda parecer que estoy haciendo publicidad, comento la anécdota que me ocurrió hace ya unos meses.

Aparte de las peculiaridades que explico más arriba, ese establecimiento tiene un aseo “diferente” en el cual me ocurrió lo que a continuación detallo.

Era una mañana de domingo de hace ya un tiempo, en la que además de tomarme el cortado de media mañana, decidí hacer un pipí antes de regresar al quiosco.
Pregunté en dónde estaban los servicios y el caballero que servía las mesas, muy amablemente, me dijo que traspasase una puerta interior y que lo encontraría, inmediatamente, a mano izquierda. Tal como me había dicho, encontré la puerta con una doble cartelito de señoras/caballeros y me dispuse a entrar. Pensé que, al igual que la mayoría de lavabos, el interruptor de la luz se encontraría en el interior de éste. Así, pues, a oscuras y tratando de entrar, eché un paso hacia delante al tiempo que buscaba con qué encender la luz y, cuál sería mi sorpresa, al comprobar que mi cabeza se acababa de empotrar en un artefacto que al instante empezó a soplarme en la cara un endemoniado aire caliente. Di un paso atrás entre aturdida y desconcertada y, ya afuera, miré la puerta y vi un tremendo interruptor (lo de tremendo es por las dimensiones del cacharro) en la pared externa. Lo accioné y la luz me permitió descubrir un minúsculo servicio, pintado de color rosa, que se compone de una taza de inodoro bajo el hueco de una escalera, un pequeñísimo lavamanos a la derecha y un secador eléctrico al frente, más o menos a la altura de mi ídem. La anchura del lavabo es justamente la que ocupa el inodoro, la largura escuetamente la necesaria para pode entrar y cerrar la puerta y su altura... pues bueno: casi la necesaria.

Y es que, por apurada que esté una, no es conveniente meterse de cabeza y sin mirar en cualquier sitio. Como buena quiosquera ya debiera saber que en ocasiones hay que hacer virguerías para aprovechar el espacio y al precio que está el metro cuadrado en Barcelona, más aún.

Cuando salí del baño todavía me estaba riendo y Quiosquero, que ya conocía el recinto, no tardó en imaginarse la película. Y así pude disfrutar de mi fantástico cortado con la cara sequita, sequita y un ligero dolorcillo en la frente que me decía, "ya tengo post".

domingo, noviembre 25, 2007

Así son ellos

Abrimos una nueva sección donde, a modo gráfico y sin comentarios, vayamos exponiendo cómo trabajan nuestros proveedores.
















sábado, noviembre 24, 2007

Hijos de puta

Estoy cansado. Estoy cansado de aparentar optimismo mientras veo el futuro próximo muy negro. Estoy cansado de mostrarme de buen humor cuando la mala leche me rezuma por los poros. Estoy cansado de ser amable cuando tengo ganas de mandar a medio mundo a tomar viento. Estoy cansado de decir que la rodilla mejora cuando veo las estrellas cada vez que pongo el pie en el suelo. Estoy cansado de poner paños calientes a un programa informático que ni funciona ni funcionará nunca. Estoy cansado, en fin, de utilizar la palabra inepto cuando, en realidad, quiero decir hijoputa.

Digresión lexicográfica
He utilizado siempre la palabra hijoputa para distinguirla de hijo de puta. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua no acepta la palabreja aunque sí hace distinción entre “hijo” “de” “puta” e “hijo de puta”. La primera locución la trata como dos meros sustantivos unidos por una preposición con el significado conocido: filius putae en latín coloquial. La segunda locución sí está descrita con un significado escueto y preciso: mala persona.

Salvo que Salva haya encontrado Eldorado en su viaje a las Américas, estamos a 2-3 semanas del cierre definitivo del quiosco por falta de liquidez. Digo bien, no por falta de ventas sino porque la Navidad ya ha llegado al Corte Inglés y, por ende, a ciertas empresas que han de hacer acopio de efectivo para poder pagar la extra a sus empleados. Acopio es un eufemismo de quiosquero gilipollas. Nosotros adelantamos la pasta, ellos pagan y ya la devolverán cuando vengan tiempos mejores. Y el día del Gordo de Navidad nos darán el “aguinaldo”. Ese día los diarios valen 20 cts más. Por convenio, las empresas editoras dan margen doble al quiosquero pero lo cargan en el precio (salvo ABC y algún otro diario de Madrid). Es decir, el aguinaldo lo paga el consumidor que, medio en broma medio en serio, tirará el periódico sobre el mostrador y dirá con razón que el aguinaldo lo pague Rita.

La técnica de acopio es muy simple. En este quiosco, por poner un ejemplo, se venden 2 ejemplares de una promoción: nos envían 24 al módico precio de 9,95 €. La semana siguiente mandarán 30. Pero de otra promoción (2,95 €) de la que vendemos 6 ejemplares sólo mandan 1. Para compensar será.
No sólo te ocultan la pasta sino que te dejan la clientela insatisfecha y cabreada. Porque la gente piensa que este negocio es un negocio normal. Piensa que el quiosquero tiene potestad para pedir lo que necesita. Y en cierto modo es verdad pero las distribuidoras también tienen la potestad de servir o no servir y, en cualquier caso, elegir la fecha de servicio. Normalmente cuando el cliente ya se ha cansado de esperar. Como dice Dalr, los quiosqueros somos los mamporreros de las distribuidoras y, a pesar de poner la cama y la puta, no siempre nos llega la comisión.

¿Malas personas?

viernes, noviembre 23, 2007

Ha vuelto el Salva...dor

Y lo digo con la boca pequeña, no sea que nos esté leyendo alguna deidad cabronceta y le dé por volver a tocar las narices. Pero sí. El Salva ha vuelto. Y las calles se han llenado de júbilo y las campanas repiquetean y la vida es maravillosa. O al menos me lo parece ahora que he incorporado a mi vida un par de horillas más de sueño que buena falta me hacían. Los quiosqueros siguen con sus patas chungas y en el quiosco se acumulan productos por devolver que engorsarán el archivo de "rehuses" por fuera de plazo en los próximos meses. Pero yo estoy de un contento que hasta me doy pelín de asco, pa qué lo vamos a negar.

Ya habrá tiempo para hacer balance de estos días. De hecho estoy tan emocionado con el haber recuperado parte de mi tiempo que me aventuro incluso a prometer terminar esos articulillos que tengo pendientes desde hace no sé cuánto. Incluso me estoy planteando retomar los cambios de diseño del blog que inicié hace meses y se quedaron en proyecto abandonado. En el último año he ido pasando cada vez menos tiempo por el quiosco y una de las consecuencias ha sido que apenas he vivido anécdotas para escribir en el blog. En las últimas cinco semanas he acumulado tantas que me ha vuelto el gusanillo de escribir, pero no he tenido fuerzas.

Pies para quiosquero ha evolucionado mucho desde aquel lejano mes de mayo de 2005. Creo que es un buen momento para hacer balance, felicitarnos por los aciertos (que alguno ha habido) y rectificar los errores (los que puedan rectificarse al menos).

Cuando nos hayamos recuperado un poco de los sobresaltos de estas últimas semanas volveremos a nuestra actividad bloguera habitual. Pero, si el tiempo lo permite, iremos incorporando una serie de cambios que, espero, nos ayudarán a recupar alguna de las cosas que hemos perdido por el camino. Os invito a que hagáis desde aquí vuestra carta a los reyes magos y nos digáis qué os gustaría que añadiésemos al blog. Tras las vacaciones de navidad iremos incorporando las nuevas ideas en las que estamos trabajando.

Sólo me queda repetir que estoy feliz, feliz, feliz porque Salva ya está aquí. Me voy dormir... :D

lunes, noviembre 12, 2007

Cosas del corazón

El sábado, Dalr tenía que dar una conferencia en Tarragona sobre periodismo digital. Para evitar que Quiosquera se cargara toda la faena y volviera a resentirse del tobillo, recurrimos a Teddy. Para evitar que Quiosquero pasara la mañana aburrido me trasladaron al quiosco y me aparcaron en un lateral, allá donde cada fin de semana los trasnochadores se mean. Me había leído los titulares de todos los periódicos cuando la Gallega dobló la esquina.

- Ésta no se me escapa –pensé mientras intentaba hacerme visible-.
- ¡Coño, jefe! ¿Qué le ha pasado?
- Cosas del corazón.
- ¿No me dirá que le ha dado una trombosi en la pata?
- No, pisé una revista del corazón y me he roto un poco la rodilla.
- ¡Anda el jodío! Hasta hecho mierda tiene ganas de cachondeo.
- ¿Y usted qué tal va?
- Mire como tengo la muñeca de hinchada. Dice el dotor que es de la coluna. Me hizo una revisión y cuando llego aquí –se señala atrás, por debajo de la cintura- se encontró las marcas. Las que me deja el japonés cuando mete mechero. Me dice: “Señora, esto es denunciable”. Vamos, que el dotor quiere joder al chino, quiere joder al suraca pero a mí es lo único que me alivia y me hago la despistada. Me ha mandado que hagan un tap y cuando llego a la clínica y me meten en tubo digo: “Señorita, ¿es que me están tomando la medida para el nicho?". Me dice que no me mueva y se va pero no se va del todo porque cuando salí, vi que se ponía detrás de una ventanilla de cristales. Para vigilarme, digo yo. Verá usted lo que me iba a mover si estaba casi encajada en el aparato... Sólo quedaban dos o tres centímetros por arriba. Noté que me pasaba como un rodillo por la coluna y pensé que me iba a aplastar las t… el pecho.
- Me parece que sus huesos y los míos no se arreglan ni con tres en uno.
- ¿Se lo he contado? El cabrito del médico que me dijo que me esperara 3 años y, después, tres en uno. Claro, dentro de 3 años lo mismo ya he palmado. Y lo del tres en uno… ¡la madre que lo parió! Ya sólo me faltaba el dentista. Ve usted. Estos dientes los llevo pegados con una porquería de esas que anuncian en la tele. Lo que pasa es que cualquier día me los trago sin querer. El dotor me echa a la enfermera. Me dice que los implantes son caros y que tengo que dar 8.000 € a cuenta. ¡La muy zorra, que es más puta que las arañas! Yo creo que está liada con el dotor. Pero yo no suelto un duro hasta que no vea que los dientes me funcionan ¡qué carallu!

* * *

El traumatólogo me advierte que la pierna necesita reposo y yo le hago caso. Es más, después del almuerzo le doy reposo a todo el cuerpo. Estaba descabezando un sueñecillo en el sofá cuando suena el teléfono. Es Teddy. Me dice que en el quiosco hay una chica de Marina que vende chicles. Pienso que se ha equivocado. Debe ser de Dulcibarna o Exclusivas Más. No, es Montse de Marina. Porque Marina, además de suministrar periódicos, provee todo un surtido de colgajos del Barça, chorradas varias y chicles. Pido a Teddy que me la ponga al teléfono.
- Montse, no le pido nada a Marina. Me está puteando.
- Que no, hombre. Te ha subido los porcentajes de recarga de móviles.
- Me lo expliques.
- Movistar sube del 3 al 4%, Orange del 4 al 5 y Vodafone del 4 al 5,75.
- Cuando compruebe que es así te hago el pedido.
- Vale. Nos vemos en una semana.
- No me verás.
- ¿Por qué?
- Porque estoy en casa con una rodilla medio rota.
- ¿Cómo ha sido?
- Ya ves, chica, cosas del corazón.
- ¡Anda, cómo mi padre! Le dio un infarto y, al caer al suelo, se rompió el tobillo.
- ¡Para, para, para…! Lo mío es distinto. Pisé ¡Qué me dices!
- Ya te has quedado otra vez conmigo.
- Que se recupere tu padre.

Reviso la factura de Marina. Es verdad. Han cambiado los porcentajes. Movistar pasa del 3 al 3%, Orange pasa del 4 al 4% y Vodafone… Vodafone ha sufrido un cambio espectacular: ha pasado del 4 al 3,75%.

* * *

En estos momentos Salva debe estar volando rumbo a Madrid. Tal como están las cosas es posible que el barco naufrague o que el avión se pierda en el Triángulo de la Bermudas.
Tengo que enterarme si la Seguridad Social considera trabajo pegar a un empleado.
¡Porque si no…!

viernes, noviembre 09, 2007

Asamblea ¡extraordinaria!

Ayer asistimos a la asamblea extraordinaria convocada por la Asociación de Vendedores Profesionales de Prensa de Barcelona y Provincia. Orden del día: el de siempre pero esta vez con resultados.

No sé cuántos quiosqueros asistimos, se habló de 200, pero es la primera vez que veo llena la sala, con sillas adicionales y gente de pie. Trato de resumir lo que entendí en la reunión.

Publicidad estática

Después de meses de negociaciones infructuosas y a raíz del plante de los quiosqueros, que quitaron durante una semana la publicidad de Cemusa, se ha llegado a un acuerdo entre la empresa publicitaria y la asociación de vendedores de prensa. Los puntos principales del nuevo contrato son:

1.- Con efecto retroactivo desde enero de 2007, Cemusa pagará 700 € (IVA incluido) por quiosco y mes. Siguen a su cargo el coste del seguro del quiosco y el gasto de electricidad. Este precio se incrementará cada año según el IPC.
2.- El importe total se percibirá en un solo pago que se hará efectivo en el mes de junio. En 2007 el cobro será en Diciembre.
3.- El contrato finaliza en octubre de 2012. Cemusa se reserva el derecho de tanteo pero el quiosquero queda libre para aceptar una ampliación de contrato u optar por otra empresa.
5.- Los quiosqueros que, una vez firmado, rompan el nuevo contrato tendrán una penalización de 60.000 €.
5.- La asociación de vendedores queda exonerada en la denuncia presentada contra JC DECAUX, ACAD y los quiosqueros que rompieron el contrato.
6.- No se tomarán acciones legales contra los desertores siempre que éstos vuelvan al redil.

No entramos en juicios de valor. Solamente dos observaciones:
I.- Queda claro que la publicidad ha sido rentabilísima para Cemusa toda vez que está dispuesta a renunciar a 2.520.000 € anuales de beneficio.
II.- Seguramente hoy, los agentes participantes se estarán colgando las merecidas medallas pero no olvidemos que parte de la culpa de este acuerdo la tienen los 70 quiosqueros que se tiraron a la piscina sabiendo que había poca agua y sobre cuya cabeza pende una espada de 18.000 €.

Distribuidoras

Se han mantenido contactos con las distribuidoras de diarios y revistas. Las hipótesis que se pusieron sobre la mesa eran tan tímidas que la asociación no entró siquiera a discutirlas.

1.- Datáfono. La asociación pone al servicio de los quiosqueros un nuevo datáfono independiente de cualquier distribuidora y con porcentajes más altos. Se informará en breve.
2.- La única ley que habla sobre portes, porcentajes y otros servicios data de 1972. Esta ley, para unos, sigue vigente dado que no ha sido derogada. Para otros queda derogada implícitamente por la Constitución. Las acciones legales que se puedan emprender no surtirán efecto hasta pasados, al menos, cuatro años.
3.- La asociación propone medidas de fuerza de las que informará en 15 días.

Publicidad dinámica

Cuando Quiosquero era un ciudadano de pro, una de las facetas de su trabajo consistía en presentar nuevo software y nuevos equipos. Antes de una presentación solía informarme del conocimiento que sobre el tema tenía el público y de los puntos que podían ser de más interés para ellos. Y luego ensayaba la exposición.
La presentación de ayer fue horrible. No me enteré de la misa la mitad. Entre lo que saqué de la asamblea de abril, de la exposición de ayer y, sobre todo, de lo que se dijo en el turno de ruegos y preguntas, resumo.

1.- Se ha creado el portal canalkiosk.tv, “la finestra de la ciutat”, participado en un 75% por la Asociación de Vendedores Profesionales de Prensa y en un 25% por HERMES PUBLICIDAD DIGITAL.
2.- El equipo necesario para participar en este nuevo servicio es el siguiente:
- Pantalla vertical de 42” colocada en el panel lateral libre de publicidad.
- Ordenador
- Linea ADSL
3.- Servicios que se ofrecen:
- Zona Wifi que permite conectar a Internet ordenadores situados en un radio de 50 metros.
- Zona Bluetooth que permite descargar gratis contenidos para móviles en un radio 35 metros.
- Panel de información de servicios al ciudadano como cartelera, restaurantes, etc.
- Publicidad dinámica.
4.- Coste del equipo
En abril se dijo que el coste del equipo lo asumía la asociación de vendedores pensando en 400 quioscos pero ahora se trata de extender el servicio hasta 800 puntos de venta (quioscos y papelerías) por lo que no puede hacer frente a la totalidad de la factura.
Los equipos los pone la empresa que ha desarrollado el proyecto cobrándolos a precio de coste. La asociación paga una parte y el resto, unos 1500 €, corre a cuenta del quiosquero. Se puede pagar al contado o mediante préstamo al 6% en 4 años (ya negociado). La asociación devolverá este importe a medida que el proyecto genere beneficios para ella.
La empresa patrocinadora se hace cargo del coste de la línea telefónica y de la ADSL. También corre a su cuenta el mantenimiento de los equipos informáticos.
5.- Se prevén unos ingresos medios de 1000 € mensuales por quiosco.
6.- Está pendiente el que el Ayuntamiento dé el visto bueno al proyecto.

jueves, noviembre 08, 2007

Quizás Sansón haya recuperado su melena

El domingo día 4 abríamos el quiosco pasadas las 7.30 de la mañana. Nos dormimos. No me avergüenzo al decirlo porque estamos los tres "fundidos". Trabajamos mucho y dormimos poco (ambas cosas, cuando llegan juntas, no son buenas).

Ni que decir tiene que, si un domingo te duermes ya va mal el día hasta la hora del cierre.

Los periódicos, en domingo, pesan casi a Kg. por ejemplar. Pues bien, tal como decía, llegamos tarde y nos encontramos con varias personas que ya nos esperaban para comprar su diario o echar la bonoloto (que para eso también hay quien madruga). Con las prisas, empezamos a abrir paquetes , vender y colocar sin pasar por el ceremonial del recuento.

A eso de media mañana, Quiquero se acercó a vernos y me invitó a tomar un cortadito en una granja que hay por los alrededores y que, dicho sea de paso, es el único local abierto los festivos en donde tomarte un café o comerte un croasán. Llevaba ya mi bolso en bandolera cuando un señor que pasaba por la calle me dice:

- ¿han visto que tienen un paquete allí arriba?
-- ¿en dónde?
- allí, señala con la mano
-- ah, debe de ser alguna bolsa de basura que algún vecino habrá echado por la ventana...
- no, no, es un paquete de Vanguardias o algo así
-- perdone, me lo dice en broma ¿verdad?
- no señora. Mire, mire. Póngase aquí y mire.

Cuando me retiro un poco y tengo suficiente perspectiva como para alcanzar con la vista parte del tejadillo del quiosco, veo con asombro que alguien se ha entretenido en echar ¡un paquete entero de Vanguardias! arriba.

¿Cómo lo hicieron? Pues, ni idea. Lo único que puedo deciros es que cada paquete contiene 25 ejemplares. El simpático que decidió hacernos la gamberrada tenía que ser algo parecido a Sansón, La Masa o cualquier otro héroe de ficción o de la historia. Lo cierto es que, en esto del quiosco, cada día te sorprenden.

A ver con qué nos amenizan el próximo fin de semana los gamberros. Y, por favor, si el responsable de la hazaña nos lee: pipí NO. Preferimos echar abajo otro paquete de periódicos, que tener que echar cubos de agua con lejía en el frontal del quiosco. Últimamente, parece que los meones han cambiado de ruta. Que dure!

Valentía hispánica

Cuando la Guerra de las Malvinas, más concretamente cuando la flota inglesa navegaba hacia su objetivo, un diario británico publicaba un comentario tal que así:
“Siempre hubo la duda si entre los argentinos predomina la sangre española o la italiana. Si predomina la sangre española morirán todos en las Folclan; si predomina la italiana, huirán”

Y es que los españoles hemos tenido siempre fama de arrojados y valientes. En nuestras tertulias, Superwaiter y yo coincidimos en que no podemos opinar sobre nuestros antepasados de siglos ha, pero en lo que se refiere a los españoles de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, el español medio tiene el mismo valor que Quiosquero, es decir, bastante cagón y tirando a mariconcete, dicho sea en el sentido más peyorativo que pueda darse a esta palabra. Y si alguna vez sacamos pecho es más producto de la soberbia y chulería que del valor.

El martes pasé por el médico de cabecera a recoger el parte de baja y solicité ayuda de Quiosquera para llevarlo a la gestoría que me tramita los papeles. Mientras Quiosquera los entregaba, yo daba vueltas a la manzana haciendo tiempo. Al doblar la primera esquina, el coche que iba delante se paró en el chaflán. Hube de maniobrar un poco para esquivarlo y me despisté. Crucé el paso de peatones cuando dos personas ya habían echado el pie para atravesar la calle. Uno de ellos me increpó a la vez que gesticulaba señalando el semáforo. No oí lo que dijo pero llevaba razón. Nada más cruzar, paré el coche y abrí la puerta para disculparme. El individuo todavía está corriendo.

España y yo somos así, señora.

miércoles, noviembre 07, 2007

La sillita


Uno

Decía Cervantes que “Dios me privó de la mano izquierda para gloria de la diestra”. A mí, ¡Qué me dices! me privó de lo que quedaba de la pierna izquierda para gloria de nada porque, además de cojo, parezco manco: ya ni escribo. Quienes se están ganando la gloria son Quiosquera y Dalr que atienden sus trabajos y echan tres o cuatro manos al mantenimiento del quiosco.

Puede parecer que me lo tomo a cachondeo pero estoy futut. Lo de andar lisiado me está sentando (nunca mejor dicho) bastante mal. El aspecto físico lo llevo bien. La rodilla no me duele si mantengo la pierna inmóvil pero la inmovilidad me fastidia. He decidido dejarme crecer la barba para ahorrarme unos minutos delante del espejo como los flamencos: apoyado en una sola pata. Y lo poco que ando, como tengo que sujetar la pierna con la cadera, acaba destrozándome el lumbago (al revés te lo digo para que me entiendas). Pero, como digo, el problema físico es el menor. Lo que me tiene fastidiado y con los nervios a flor de piel es ver cómo mis sicarios se vuelven locos buscando una revista o intentando entender mis instrucciones. O se pasan media mañana entrando en el ordenador los datos de un albarán. ¡Me cachis en la mar salada! Eso lo hace Salva en un periquete. Por cierto, todavía no he desechado la idea de denunciarlo por cualquier delito mayor a ver si tengo suerte y me lo trae la Guardia Civil o la INTERPOL.

El miércoles siguiente al accidente amanece lloviendo. Dirijo la operación de montaje de revistas y periódicos y pido a Dalr que me acompañe a Villabragas para montar allí la oficina. Con la acera mojada, los bastones me resbalan dos veces. Sin “Qué me dices” ni nada. Fue tal la cara de acojonado que me vio el chico que me propuso comprar una silla de ruedas. Quiosquera, catalana al fin y al cabo, puntualiza que para 20 ó 30 días lo mejor era alquilarla. Cuando me dijeron los precios, eché números y deduje que con un mes de alquiler pagaba silla y media. Me compré una. Sencillita. Es descapotable y, plegada, me cabe en el almamóvil. No tiene dirección asistida ni ABS. El ABS pase, que la pata tiesa me sirve de parachoques, pero lo que es la dirección me lleva loco. Tal y como están las aceras del Ensanche, a la que me descuido engancho un bache y el vehículo me hace un trompo. De motor va bien en cuesta abajo pero cuando enfilo montaña, o sea p’abajo, contamino más que los coches de gasógeno. A este motor le faltan caballos.

Cuando volvíamos de la compra, Dalr me iba empujando y, a modo de paleta, empecé a remar con los bastones. Oí que me aplaudían desde un balcón. Era Paquito “Constrúyete tu robot”, o sea Número 5, que se estaba fumando un pitillo al fresco.
- Tío, no sabía que eso funcionara como un kayak.
Encima, cachondeo.

Ha dejado de llover y me sitúo junto al quiosco. Tengo que contar mil veces los detalles del accidente. Mis clientes de siempre se preocupan por mi salud, me animan. Tengo la sensación de que me aprecian y parece que la rodilla duele menos. Pero de desearme lo mejor pasan a pagarme el periódico.

Le comento a Dalr que tendrán que espabilarse solos no vaya a ser que pase un inspector de trabajo y se piense que estoy trabajando. Se enfada.
- No lo entiendo. El TSJC te declara apto para trabajar sentado y la Seguridad Social te da la baja cuando puedes seguir trabajando sentado. Y como te ha dado la baja te prohíbe que trabajes sentado.
- Dalr, tú hablas de justicia pero los tribunales hablan de leyes.

Por la tarde Quiosquera me lleva al traumatólogo. Que si los bastones, que si “ten cuidado no te vayas a caer”, nos dejamos las radiografías en el taxi. Se lo explico al médico.
- Esguince y rotura de un huesecillo sin importancia: espina nosequé de la tibia.
- En efecto. Es un hueso sin importancia si no fuera porque en él se inserta el ligamento cruzado. Si fueras deportista, de aquí al quirófano.
- O sea que tengo lesión de futbolista.
- Efectivamente.
- Una pregunta. Cuando me cure ¿podré jugar al fútbol?
- Esta me la sé. ¿Jugabas antes?
- No.
- Pues ahora tampoco.
¡Médicos!

Cuando llego a casa y me saco el calcetín tengo el pie como una butifarra. Más bien como la ubre de una vaca sin ordeñar y los dedos a modo de pezones amorcillados.

Dos

Quiosquera ha consumido su semana de vacaciones y ha de volver al trabajo. Para mantener abierto el quiosco Teddy se ha ofrecido a echarnos una mano. Teddy es hermano de Sergio, el chico afectado de leucemia. Pone mucha voluntad y, totalmente inexperto en estos quehaceres, está consiguiendo que el quiosco mantenga el nivel. Eso sí, los beneficios se los lleva telefónica porque estamos en continuo contacto alámbrico.
Dalr abre por las mañanas y Quiosquera cierra por las tardes. En medio, Teddy.

No sé si por envidia o sobreesfuerzo Quiosquera se ha fastidiado un tobillo. Debe ser grave porque no entiendo una sola palabra del diagnóstico. Le han recetado reposo. Ahora dirige el cierre por control remoto.
- De seguir así –le digo- tendremos que comprar otra silla para ti.
- ¡Ni hablar! Le pones sidecar a la tuya y me llevas, que para eso tienes un motor más potente.
¡Toma del frasco, Carrasco!

Los fines de semana sí voy al quiosco. Solo en casa me aburro. Aparco la silla donde no estorbe o me aparco al completo en Can Superwaiter y paso la mañana entretenido. Además de mantener el contacto con los clientes e informarles de la evolución de la lesión.

Hasta mi amigo Gael me echa de menos. Gael debe tener un año más o menos y cada vez que pasa por delante del quiosco pregunta por el señor de la barba
- Ba ba –dice mientras se acaricia la perilla-.
Cuando me ve aparcado se le ilumina la cara y se ríe.
- Mira, Gael, yo también tengo cochecito.
Señala mi silla alborozado y luego aporrea su cochecito.
- Pero mi cochecito no tiene cinturón de seguridad.
Y Gael tira de su cinturón mientras me echa una sonrisa pícara. ¿Estará de cachondeo?