El debut
Hay que pillarle el tranquillo. Como a todo. Supongo que dentro de unos meses leeré esté mensaje y me partiré de risa. Cuando lo haya hecho 100 o 200 veces me parecerá que no había para tanto, pero de momento esto de abrir es bastante más complicado de lo que parecía cuando lo hacían otros.
La idea era sencilla: madrugamos (más de lo habitual, que ya es decir); antes de que lleguen los periódicos nos organizamos bien (las devoluciones en su sitio, el cambio preparado, sello, tijeras, bolígrafo, cutter y demás utensilios a mano...); abrimos y lo dejamos todo listo para que en el mismo momento que lleguen los periódicos podamos colocarlos y... ¡a vender!
Nada más abrir la puerta ¡CROCK! Primer imprevisto en forma de contusión en la espinilla (Anotación prioritaria en el cuaderno de bitácora: hay que ordenar las cosas). Sorteamos un sinfín de cacharros hasta encontrar acomodo dentro del cubículo. Conectamos la luz y vemos con nuestros propios ojos ese desorden caótico que deberemos, a base de mucho esfuerzo, convertir en caos ordenado. Hacemos un primer análisis de la situación. La máquina de la loto está encendida y habrá que iniciar sesión cuando toda la prensa esté colocada. En aquella esquina es donde irá el tabaco cuando lo saque de los paquetes justo antes de abrir la persiana. En ese hueco debajo del mostrador que ahora está lleno de cajas de cartón es donde habrá que colocar las devoluciones por lo que a lo largo del día habrá que irlo despejando y aaaa.... aaaaaaa... aaaaa... aaa... aaa... aaaaaa... ¡ACHUÁAAAAAAAAAAAAAS!!!! (Anotación muy prioritaria en el cuaderno de bitácora: hay que limpiar el polvo) Empezamos a preparar el cambio. Cada monedita en su sitio. Los paquetes sobrantes, a mano pero escondidos. Hay que sacar las cajetillas de cigarrillos de los paquetes y colocarlos en... ¿Qué es eso? ¡Mierda! Parece que ya están dejando las primeras entregas de periódicos. ¿Esta hora es ya?¡Y aún no hemos abierto!. No nos pongamos nerviosos. Aún es temprano. Abriremos la persiana para controlar los paquetes, no vaya a ser que vuelen. Quitamos las baldas de seguridad y le damos al botón.
¡¡¡CATACRÁS!!!
(Anotación extremadamente prioritaria en el cuaderno de bitácora: hay que quitar los candados de la calle antes de darle al botón) Una vez ha empezado a subir la persiana el quiosco está oficialmente abierto. Los periódicos no están colocados (ni siquiera hemos abierto la trampilla donde se colocan) y menos aún las revistas, cartones y extras varios, ni se han abierto los laterales, ni el toldo, ni... pero una vez la persiana va para arriba, cualquiera que pasa se ve capacitado para empezar a pedir cosas. Suerte que es temprano y no habrá nad... (Anotación desesperada en el cuaderno de bitácora: ¿¿¿se puede saber qué hace la gente levantada a estas horas???) Un caballero ha pedido una cajetilla de Marlboro Light que, por supuesto, no he colocado aún en su sitio. Mientras busco la bolsa donde están los paquetes de tabaco, pensando en mi primera venta de nada más y nada menos que 2,90 €, otro señor pregunta por La Vanguardia. Su cara me suena, así que debe ser cliente habitual. Corro hacia los paquetes de periódicos para poder darle el suyo. La montonera de diarios se levanta en dos columnas de más de un metro cada una. Cada una de una distribuidora. ¿Quién leches trae La Vanguardia? Es Marina Press. Debí suponerlo cuando vi que el paquete que tenía más a mano era el de Logística y empecé a revolverlo. El señor del Marlboro sólo deja de mirarme para clavar la vista en su reloj. Intuyo que tiene prisa. Al de La Vanguardia no le gusta nada que esté dando tirones de su periódico para sacarlo del paquete. Además acabo de arrancar media portada. Sería más fácil si cortara los precintos del paquete pero esto ya se ha convertido en un tema de honor. ¡O el periódico o yo! Un último tirón y... ¡RAAAAAAASSSSS! He ganado yo. El periódico ha muerto despedazado (invendible) y yo, vencido, voy en busca de las tijeras. El señor del Marlboro se ha ido (casi 3 € perdidos, maldita sea mi estampa...) Por si fuera poco, alguien ha estado trasteando mis cosas porque las tijeras no están donde debían estar. Busco y busco y mientras busco caigo en que no he llegado a ponerlas en su sitio. Siguen en la bolsa con el resto de cachivaches imprescindibles para el día a día del quiosquero: grapadora, desgrapadora, tippex, cel·lo, post it, pegamento, blue tac, pegatinas de colores, clips, pinzas... El señor de La Vanguardia me mira con mala cara. "Primer día, ¿eh?", pregunta con retintín el muy cabrón. Lo mandaría a hacer compañía al del Marlboro, pero recuerdo a tiempo que una tradición de los comerciantes judíos dice que si el primer cliente en entrar en tu tienda no compra ese día será ruinoso. Aunque no soy judío siempre he sido muy respetuoso con las tradiciones ajenas así que, convenciéndome de que el señor de La Vanguardia había llegado medio segundo antes que el del Marlboro, me dirijo tijeras en mano a descerrajar el paquete y hacer mi primera venta del día. Doblando con parsimonia el dichoso diario (que ya podían hacerlo más pequeñín y manejable, digo yo), armo mi sonrisa más amable, extiendo la mano y digo: un eur.... El señor se larga sin más. ¿Estará intentando robarme en las narices? Va demasiado tranquilo para eso, pero lo que está claro es que no ha pagado. Pienso saltar sobre él y exigir mi euro cuando, a tiempo, recuerdo de qué me sonaba su cara. Es suscriptor. Una extraña sensación recorre mi cuerpo. Acabo de empezar, no he hecho ni una venta y ya estoy hecho pedazos. Tendría que cerrar y volver a intentarlo mañana pero no pienso abandonar tan pronto. Menudo diita me espera....
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