jueves, noviembre 02, 2023

La poltrona tenía un precio

No me gusta hablar de política, y no me gusta por varias razones. La primera razón es que no tengo ni los conocimientos ni la capacidad mínima para opinar con coherencia. La segunda, porque observo que algunos opinantes no tienen muchos más conocimientos que yo y, a pesar de eso, pontifican. La tercera es que se opina más con el corazón que con la cabeza y las cosas son ciertas o falsas según la simpatía que tengamos por quien las dice. No quisiera ser igual. Aun así, voy a arriesgarme.
El 1 de octubre de 2017 se “celebró” en Cataluña un referéndum por la independencia de la Comunidad Autónoma; el 27 del mismo mes el Parlament aprobó la declaración de independencia y el presidente catalán proclamó la República Catalana aquella tarde, si bien, segundos o minutos después la suspendió sine die. Ambos actos fueron considerados fuera de la ley tanto por el gobierno de España como por los jueces competentes; incluso la declaración de independencia fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional. Posteriormente, 9 parlamentarios catalanes fueron condenados a ingresar en prisión, 3 (creo) fueron absueltos (más o menos) y unos cuantos habían cruzado previamente la frontera para huir de la quema buscando refugio en otros países.
No soy jurista y mis escasos (nulos) conocimientos en derecho me impiden pronunciarme sobre la legalidad o ilegalidad de los actos descritos, y sobre la justicia de las condenas. De todas formas, opino.
En noviembre de 2019 el PSOE ganó las elecciones con una mayoría insuficiente para formar gobierno, lo que lo “obligó” a unirse al resto de partidos, salvo PP y VOX, para investir a su candidato. Las fuerzas independentistas exigieron a cambio el indulto de los condenados, indulto que se hizo efectivo en junio de 2021 (me parece) a pesar de que los reos ni lo solicitaron ni mostraron arrepentimiento; al contrario: acuñaron la frase “Ho tornarem a fer!”.
En julio de 2023 el PP gana las elecciones, pero sólo consigue el apoyo de VOX (insuficiente) y no puede investir a su candidato. La pelota pasa al tejado del PSOE, que negocia la investidura con el resto de partidos. Se habla de la concesión de una amnistía a todos los implicados en el 1-O y el 27-O. El presidente del gobierno de España, y candidato a la reelección, defiende la amnistía por el interés de España y como única forma de no ir a unas nuevas elecciones.
Me surgen dudas.
El indulto por los actos del 1-O se hizo a posteriori y pudo colar como un acto de gracia del gobierno, al margen de los votos que apoyaron la investidura; ya lo tenemos asumido. Pero si la amnistía implica borrar los hechos por los que se condenó o se persigue a los amnistiados, significa que durante el 1-O y el 27-O no sucedió nada punible. Entonces, ¿los condenados, fugados o cualquier persona afectada por los sucesos podrán pedir una indemnización al estado español por daños y perjuicios?
Lo de la amnistía es harina del mismo costal. Aunque el presidente trate de convencernos que la da por el bien de España, ¿cómo es que no se ha dado cuenta hasta ahora de que se podían haber arreglado muchos problemas de una forma tan fácil? Estoy más por lo de “es la única forma de no ir a unas nuevas elecciones”, es decir, tú me das los votos que necesito y yo te concedo el “perdón”. Esto, en otros tiempos, era comprar votos con un dinero que no era suyo, algo que es incompatible con la democracia. Cánovas y Sagasta lo hacían con más elegancia.
En todo caso, también nos acostumbraremos.

Me gustaría llamar la atención sobre un punto. Muchos políticos españoles están empeñados en buscar la fórmula mágica para el encaje de Cataluña en España. Si le preguntasen a los nacionalistas catalanes, quizá se dieran cuenta de que ellos no quieren encajarse en España, lo que quieren es desencajarse de ella. Quiero decir que por mucho sebo que se eche a las zonas de acople, la única forma de acabar con el problema (a la corta) está en desenroscar los tornillos que unen las piezas, esto es, conceder la independencia.
Piénsenlo.

martes, septiembre 05, 2023

La leyenda del beso

Desde que las televisiones de pago obligatorio (esto es, las que se subvencionan con los impuestos, que pagamos todos, y las que viven de la publicidad, que pagamos todos) dejaron de transmitir eventos deportivos de masas los sábados o domingos (fútbol y baloncesto principalmente), me he ido apartando un poco del deporte. Miro en Google los resultados de fútbol del Granada, Almería y Betis (por vecindad), y Real Madrid y F.C. Barcelona (por cultura deportiva), y veo los partidos de la selección y el final de las etapas de la vuelta ciclista con llegada en alto. Poco más.
No es de extrañar que apenas conozca el personaje de Luis Rubiales; de hecho, hasta hace unos días no tenía claro si Rubiales era el presidente de la Federación de Fútbol y Tebas el de la Liga Profesional o viceversa. Sí me sonaba que ambos profesionales se llevaban como Sorvilán y Polopos y que se zancadilleaban mutuamente.

He visto parte del Mundial de Fútbol Femenino (los partidos que retransmitían a horas tempestivas) y, por supuesto, no me perdí la final. Por dos razones: porque nuestras mujeres juegan bien y porque la final de un mundial es un hito en nuestro deporte.
No vi los sucesos que acaecieron en el palco; seguramente fui a mear al acabar el partido. Sí vi el reparto de medallas y la entrega de la copa; me sorprendió el beso que Luis Rubiales dio a Jennifer Hermoso: no venía a cuento. Tampoco le di mayor importancia, toda vez que la futbolista no dio muestras de incomodidad y salió del “choque” luciendo una amplia sonrisa. Interpreté el beso como una prolongación del abrazo que se iban dando todos, producto, quizás, de la emoción por la gesta conseguida.

Y empezó la tertulia.
Dos días después del partido, la noticia no era que nuestra selección femenina hubiese ganado el campeonato del mundo; lo que se veía en “todas” las pantallas, se escuchaba en “todas” las radios y se leía en “toda” la prensa es que el presidente de la federación había “agredido sexualmente” a una de las jugadoras y, en consecuencia, debía de dimitir. Jennifer declaró que no había habido consentimiento en el beso. Se subieron al carro de quienes defendían la agresión hasta tres ministras y media (que yo haya visto u oído) pidiendo la dimisión o “cese” de Rubiales. Y Rubiales se subió al estrado y dijo que nones, que no dimitía. Explicó su versión de los hechos dejando caer que podía haber habido una provocación previa y que pidió y recibió permiso para intercambiar un “piquito”. Casi nadie lo creyó, pero buena parte de los asistentes aplaudió de pie, incluidos los dos seleccionadores, a los que ofreció prorrogar sus contratos y subir sus emolumentos.
Para entonces las críticas ya se habían desatado. Si el refrán dice que del árbol caído todos hacen leña, los españoles somos capaces de hacer leña de cualquier árbol, aunque no esté caído, incluso cuando aún da fruto. Y nos tiramos a degüello del federativo: los miembros de la federación, los seleccionadores, las seleccionadas y cualquiera que no quisiera ser acusado de machista condenaron enérgicamente la agresión sufrida por Jenni. Por si fuera poco, las 23 jugadoras que estuvieron en Sidney presentaron su renuncia al equipo nacional.
Desde entonces hemos visto tantas veces las imágenes que demuestran una cosa u otra, que casi nos las sabemos de memoria. Hay dos acciones que merecen especial atención: la tocada de pelotas en el palco y el piquito.

La tocada de pelotas
El señor Rubiales se comportó como un “hooligan” zafio y maleducado, mostrándose ante el mundo con gestos propios de los Ultrasur o de los Boixos Nois, para acabar llevándose las manos (la mano) a sus partes ¿nobles? Me da igual que en el palco estuviese la reina Leticia, la infanta Sofía o Perico el de los palotes; el presidente de la federación estaba en el mundial como la máxima representación deportiva de España y dio un espectáculo que no nos deja a los españoles en muy buen lugar. Sólo por esto ya debería dejar su cargo y dedicarse a otros menesteres.


El pico
Luis Rubiales relató en su discurso de “no dimisión” que Jenni lo abrazó, lo levanto del suelo y lo volvió a abrazar. “¿Un piquito?”, preguntó él. “Vale”, contestó ella. Y le dio un “casto” beso.
En los diferentes videos con que nos han bombardeado saco mis conclusiones, erróneas o acertadas, pero mías.
- No se aprecia con claridad que la jugadora alce al directivo, más bien parece que éste se le cuelga (Rubiales no dice la verdad).
- Un experto en lectura de labios dice que Rubiales preguntó: “¿Te puedo dar un beso?”. No se ve la contestación de ella dado que estaba de espaldas, pero el presidente dijo que Jenni contestó con un “vale”, y eso no es SÍ. Y si SÓLO SÍ ES SÍ, la jugadora no consintió (Rubiales dice, al menos, parte de la verdad).
- En el vestuario se oye decir a Hermoso entre risas “Pero no me ha gustao”. También en el autocar de regreso al hotel las seleccionadas se lo están pasando en grande a costa del cachondeo que se llevan con el beso; alguien dice: “Como Íker y Sara”, y sigue la juerga. No parece que estén molestas ni conmocionadas, hasta en unas declaraciones se oye a la chica hablar de “acto mutuo”.

Conclusiones (mis)
Todo el cirio se monta cuando la “canallesca” se empeña en demostrar que el acto fue una agresión sexual, con lo que de criminal conlleva, y empiezan a sacarse actuaciones heterodoxas de Rubiales (cosas que ya se sabían o sospechaban), de modo que el susodicho, como anteriormente Juan Guerra, es responsable de todos los crímenes cometidos desde el asesinato de Jesucristo hasta nuestros días. No sé qué impresión se habrán llevado las mujeres objeto de un ataque de un agresor sexual.
Hasta ahora, Jennifer Hermoso no ha presentado denuncia alguna.
Sea como fuere, Rubiales es un impresentable. Mucha gente se pregunta cómo tal individuo preside la Federación Española de Fútbol y nadie lo ha destituido fulminantemente. La razón es obvia: nuestras leyes deportivas definen la forma en que se eligen estos cargos y el presidente fue elegido democráticamente.
Quien tenga amigos como éstos no necesita enemigos. Muchas de las personas que estuvieron en el discurso de Rubiales aplaudieron (incluso de pie) su intervención; al día siguiente, la mayoría pidió disculpas y admitió que se había equivocado.
Algo huele a podrido en Dinamarca. El año pasado se retiraron de la selección 15 jugadoras; este año, 23. Vilda, Rubiales, selección… No se respira buen ambiente.
Nuestro fútbol no merece un presidente (o sí) que se rasque los güevos ante medio mundo.
El beso no tiene más importancia de la que cada uno quiera dar.


El “escándalo” pudo haberse evitado parándolo de una de estas dos formas:
1.- Jennifer Hermoso declara que no se siente agredida sexualmente, sino que aceptó el beso como parte de la fiesta, o bien
2.- Luis Rubiales dimite a la primera

Es una lástima que el logro conseguido por la selección femenina quede obviado por un presidente arrogante y un escándalo fabricado. Claro que, a lo mejor, en un futuro esto se puede solucionar aplicando el clásico:

Los niños con los niños, las niñas con las niñas

jueves, agosto 17, 2023

¿Quién domina la Gramática?

1942 fue un año transcendente en la historia del país que, pocos años después, sería conocido con el nombre de España. Importantes acontecimientos, algunos positivos, otros negativos, marcaron el devenir de los siglos; entre ellos, destacan 3:
1.- 2 de enero: los Reyes Católicos ponen fin a la secular guerra contra el moro y establecen (casi) las fronteras definitivas de España.
2.- 31 de marzo: se firma el Edicto de Granada, en virtud del cual los judíos no conversos disponen de cuatro meses para abandonar Castilla, aunque después se dio una prórroga hasta el 10 de agosto. No puede establecerse una cifra exacta de los judíos expulsados, pero parece que debió andar por los 100.000.
3.- 12 de octubre: Cristóbal Colón, financiado por Castilla, topa con las Indias Occidentales.
Hay un cuarto acontecimiento que quedó olvidado por la trascendencia de los anteriormente citados: el 18 de agosto, Antonio Martínez de Cala y Xarana, más conocido por Elio Antonio de Nebrixa (léase Nebrija, ya que tal era el sonido de la X castellana), publica la primera Gramática Castellana. Parece que la intención de mi tocayo era la de adecuar la escritura de la lengua a su pronunciación; por poco, pero no lo consiguió. Sin embargo, la primera consecuencia de la gramática fue cargarse el castellano (o castellano antiguo) y dar origen al español o castellano a secas. Obviamente, esto es una opinión.

La gramática castellana o española ha ido evolucionando a lo largo de los años al ritmo que han marcado los hablantes de la lengua. En 1713 se funda la Real Academia Española (de la Lengua), cuyo primer objetivo es el de editar un diccionario que recoja el conjunto de palabras que conforman el idioma, a imagen de lo que ya habían hecho Francia, Portugal e Italia. Al mismo tiempo, la Academia se arroga la potestad de vigilar la evolución y buen uso de la lengua; de ahí su lema “limpia, fija y da esplendor”. Los hablantes de español siguieron a su bola y no hicieron puñetero caso al diccionario. La Real Academia debió adaptarse al idioma y, como es de lógica, no fue al revés. Uno de los primeros disparates fue definir el leísmo como un vicio aceptado, mientras condenaba el laísmo y el loísmo como error gramatical.

Con la independencia de los países hispanos, muchos de ellos crearon su propia Academia y el idioma estuvo a punto de sufrir el mismo desmembramiento que, muchos años antes, sufrió el latín. Con el tiempo habrían surgido el argentino, el chileno, el cubano, el filipino, y un largo etcétera. Si no me he descontado, son 21 las Academias de la Lengua Española. Ahora colaboran todas y la única manera que han tenido de mantener la equidad es aceptando todas las variaciones que sobre el español había aceptado cada una de ellas.
Desde entonces los cambios que se han ido aceptando son básicamente ortográficos, y la mayoría, de acentuación: si en un país un diptongo no es diptongo o viceversa, acentúe usted según pronuncia, es decir, acentúe como le dé la gana. Si dos palabras se escriben igual y para distinguir su significado una de ellas se acentúa, no acentúe ninguna y jamás cometerá falta; es el caso de adjetivos y pronombres demostrativos (este/éste), verbos y preposiciones (dé/de), y otros casos. Cierto es que, cuando hablamos, no pronunciamos los acentos (o sí), pero el escribiente, a falta de entonación, debe facilitar al lector la comprensión del escrito. Al margen de que hay frases difícilmente interpretables:
“Voy solo a Madrid”
¿Va usted a Madrid sin compañía o sólo va a Madrid y a ninguna otra ciudad?
Es de suponer que no tardará en desaparecer la "hache (h)", que encima de que no se pronuncia, hace que cometamos muchas faltas al escribir.
Si de lo que se trata es de subir escalones en el informe PISA, la idea es/sería más que acertada.

De todas las mejoras establecidas por la Real Academia hay una que no ha acabado de convencerme: la conjugación de los verbos.
No sé la fecha exacta, pero hasta el siglo XXI (+/-), el presente de indicativo del verbo esturrear (pongamos por caso) era
yo esturreo
tú esturreas
él esturrea
nosotros esturreamos
vosotros esturreáis
ellos esturrean
y sabíamos que andaban incluidos ella, usted, nosotras, vosotras, ellas y ustedes y que usted y ustedes eran tercera persona

Según el drae, el mismo verbo se conjuga así:
Singular, primera persona: yo esturreo
Singular, segunda persona: tú/vos esturreas/esturreás
Singular, segunda persona: usted esturrea
Singular, tercera persona: él/ella esturrea
Plural, primera persona: nosotros/nosotras esturreamos
Plural, segunda persona: vosotros/vosotras esturreáis
Plural, segunda persona: ustedes esturrean
Plural, tercera persona: ellos/ellas esturrean

A esta nueva forma de conjugar le veo un par de fallos: en español, aunque en desuso, sigue vigente el plural mayestático (en realidad singular, ya que se refieren a una sola persona, aunque sea un tío gordo) y, por tanto, faltan las personas nos y vos (primera y segunda del singular. Habría que añadir, entonces:
1.- Singular, primera persona: NOS esturreamos
2.- Singular, segunda persona: VOS esturreáis.

Aún falta una; entiendo que no podemos comparar Andalucía con Argentina (aquí no hay academia), pero sí hay una conjugación, especialmente en la región de Córdoba, que suena de maravilla:
¿USTEDES HABÉIS visto pasar un niño corriendo detrás de una pelota?

martes, mayo 23, 2023

Vocabulario "costa de Albuñol"

Continuando con mi artículo anterior, relataré cuál fue la primera sorpresa con la que topé al llegar a Barcelona. El año anterior, durante el que compartí plato, mantel y casi cama con Boticario Rodríguez, empezamos el curso comiendo en el Zeluán al módico precio de 25 pts (para la gente del siglo XXI diremos que 1€ = 163,386 pts), aunque no tardamos mucho en irnos a comer a la fonda de la Sra. María que era algo más barato (22 pts). Esto fue así hasta que descubrimos los comedores universitarios; allí el precio era de 25 pts, pero se podía repetir el primer plato y las patatas fritas del segundo. Así que Boticario y yo llegábamos a los comedores, yo sacaba el tique de comida (por ser el titular del carné universitario) y me iba al mostrador; llenada mi plato de cocido, lentejas, macarrones o lo que fuera, echaba un filete, lo enterraba en patatas fritas y cogía el camino de la mesa. Una vez que me había zampado el primero, Boticario se iba al mostrador y lo rellenaba; mientras que él se ventilaba su plato de cuchara, yo me comía medio filete y las patatas fritas, que él repetía para acompañar su otro medio filete. En cuanto al postre, la Universidad de Granada completaba la comida con una pieza de fruta y un vasito de vino: el día que a uno le tocaba fruta, el otro se tomaba el vino y viceversa.
El primer topetazo en Barcelona fue que los comedores universitarios cobraban 40 pts por el menú (o sea, el 60% más caro). El segundo es que no había platos, sino una bandeja metálica con socavones para echar la comida. El tercero era el peor: no se podía repetir. Le añado un cuarto que consistía en que no había comedor en la central y tenía que ir a la Escuela Industrial o a las Facultades de la Diagonal, con lo que al precio del menú había que sumarle las 4 pts del autobús. Así que me busqué la vida al margen de los centros de cultura y acabé en los comedores del Sindicato (vertical, pero sindicato). En la puerta del comedor colgaban cada día el menú en medio folio escrito a máquina. Por supuesto, el precio era de 40 pts. No llevaba una semana usando el comedor sindical, cuando encontré el menú que hizo que me pusiese colorado:

          MENÚ DEL DÍA
          Macarrones a la italiana
          Armóndigas
en salsa

  - Ya está el cateto de mi paisano (andaluz, por supuesto) haciendo gala de nuestro nivel cultural -pensé.
Ni que decir tiene que seguí comiendo armóndigas, que, dicho sea de paso, estaban de rechupete. Aquel incidente me hizo recordar que dos años antes me bajaba al patinejo de Huéspedes la Costa y me dedicaba a escuchar las conversaciones de las gentes que venían al médico desde los pueblos de la Andalucía más profunda. Me gustaba oír su jerga y recordar palabras que no había escuchado desde que mis padres tuvieron la buena idea de internarme en un colegio. Fue mucho tiempo después cuando recurrí a mi diccionario de bolsillo (más tarde al diccionario de la Real Academia) y comprobé que, con pequeñas o grandes diferencias, la mayoría de ellas estaban aceptadas por la RAE (entonces, Real Academia Española). Volví a sentirme orgulloso de mis paisanos. He seleccionado alguna de estas palabrejas con la confianza de que a alguno de mis lectores le traerá buenos recuerdos:
   Abolear: lanzar lejos una cosa
   Agareo (agareho): escupirle a un chaval en el glande y echarle un puñado de tierra (era una broma)
   Armorzá: lo que cabe en el hueco de las manos
   Buhero: boquete
   Caramanchón/camaranchón: cuarto de los trastos
   Dihcreto: listo, inteligente
   Ehcurcar: revolver cajones, buscar algo que no está a la vista, registrar
   Ehmangarillao: algo que está roto o descompuesto
   Ehperecío: esmayaico vivo
   Ehtopozo: que le molesta cualquier cosa
   Ehturrear: esparcir sin orden
   Engurruñío: tacaño, agarrado, arrugado, encogido, que duerme hecho un gurruño
   Enpercudío: con la suciedad retestiná o incrustada
   Follingao: enfadado con alguien
   Garbana: flojera
   Handorrero/andorrero: que callejea a menudo sin hacer nada
   Igao: Dar golpes sobre la púa del trompo del ganador con el trompo del que ha perdido
   Lumbrera: muy dihcreto, superdotado&Mihcandero: delicado (escrupuloso y parco en el comer)
   Ozear: espantar las moscas
   Pehiguera: latoso, tostón
   Retotollúo: dícese del anciano o persona que ha estado enferma y ahora está de buen ver
   Roílla: trapo que se usa para limpiar la cocina
   Tartahozo: tartamudo
   Virote: andorrero, persona ociosa
   Zurrurnbear: abolear, tirar objetos con un cierto enfado.

Aun así, todavía encuentro palabras que se me resisten a encajar en mi diccionario privado. También encuentro libros donde aparece alguna de estas palabras, desaparecidas del diccionario.
No hace mucho tropecé (en Amazon prime reading) con la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” y encontré dos palabras que yo creía erróneas:
   Grabiel: el arcángel. A mis paisanos nos referimos como la “Lola del Grabiel” o “Grabielico el de Grabiel Galdeano”
   Trujeron: del verbo traer. Yo truje, tú trujiste, él trujo, nosotros trujimos, vosotros trujisteis, ellos trujeron.

De aquí y de allá he reunido una colección de unas 1200 palabras, que se usan o usaban frecuentemente entre mi gente; quizá algún día me sacuda la garbana y las publique (sólo para los amigos, claro).

domingo, abril 30, 2023

TOPAR

Del blog siluetasalfacar

No soy lingüista. Ni siquiera tengo los conocimientos mínimos que me permitirían presumir de conocer el idioma que hablo. Nací en un pueblo de apenas 400 habitantes, situado cerca de una de las esquinas del mapa, en una comarca a la que hasta hace poco (quizás todavía) se la ha tildado de atrasada e inculta; así incluso lo entendíamos los que vivíamos cerca del mar, junto a la N.340, que los tratábamos de atrabucaos. Estudié en un colegio de pago, por supuesto el más barato de la zona y con beca del PIO. Allí mejoré mi formación y pude llegar a entender sin problema lo que decía o escribía la gente culta sin necesidad de estar consultando el diccionario continuamente (salvo si se trataba de Sánchez Dragó del que, incluso con el DRAE en la mano o tal vez por eso, necesitaba echar media hora por página para enterarme). Al revés lo tengo peor; quiero decir que cuando hablo me cuesta encontrar la palabra adecuada para expresar lo que pienso y tengo que echar mano se algún sinónimo o darle una vuelta a la frase a fin de que mi interlocutor me entienda (o, si es en directo, explicarlo con gestos, idioma que manejo bastante bien).
Por eso me pongo nervioso cuando oigo a algún “comunicador” utilizar una palabra rara o darle a una palabra conocida un significado desconocido para mí. Y es que en este país (que yo llamo España), al igual que los explosivos, los comunicadores se expresan por simpatía. Si oigo a un periodista, influencer o político usa la palabra resiliencia, procrastinar, gobierno coral o política transversal, pego un repullo de la impresión, porque sé que durante un tiempo los demás van a utilizar la palabreja cada vez que puedan colocarla, supongo que para demostrar que ya conocían su significado.
Cuando yo era pequeño, en este país (que yo llamo España) había dos cosas que podían o se podían explotar: las propiedades y los globos; explotar las propiedades era sinónimo de explotación (sacarle rendimiento) y explotar un globo lo era de explosión (explotío decíamos nosotros). Hasta que un locutor de telediario se enteró de que los globos no explotan, explosionan. A partir de ahí era raro ver un telediario en el que no explosionaran varias cosas o artefactos.
Hasta aquí, un resumen de cómo ha mejorado mi conocimiento de la lengua.

Pero hay otras palabras que me cuesta mucho asumir: son aquellas inventadas para usar en lugar de otras existentes que ya definen perfectamente lo que el nuevo vocablo trata de significar. Me refiero a palabras como matria, finiquito diferido o, últimamente, topar.

Topar
    verbo intransitivo·verbo transitivo
   1. Embestir [un animal], con sus cuernos, contra algo o alguien, especialmente si es sin gran fuerza.
     "las cabras topan contra la valla"
   2. Chocar o tropezar [una cosa en movimiento] con otra que se halla en su camino.
     "la puerta no se abre del todo porque topa con algún obstáculo"

Definición de la RAE.
¿Completa? No. Falta la acepción 3., que algún día veremos incorporada.
   3. Poner tope a los precios, limitar el coste de alquiler…

¿Se imagina alguien a los precios topando? Se alzan sobre sus cuartos traseros (inflación), descargan su fuerza para chocar contra los cuernos de otro precio (ataque directo al bolsillo del consumidor) y, en el mejor de los casos, vuelven a nivelarse, pero con algún cuerno astillado (inflación reptante).
Y este palabro no es un invento cualquiera, es un vocablo utilizado por las personas, les persones, lis personis, los personos y lus personus mejor preparadas (…) de este país (que yo llamo España): ministras, ministres, ministris, ministros y ministrus, que están seguras (…) de haber inventado la sopa de ajo.

(No sé si hay suficientes vocales para referirse a todos los géneros que definen las leyes. En todo caso, digo lo mismo que Gila sobre las balas en su guerra:
“Yo las tiro y que ellas/elles/ellis/ellos/ellus se las repartan”.)

domingo, enero 08, 2023

Los animales del bienestar

Familia de agricultores, en casa siempre hubo animales irracionales: un burro, un par de cerdos de matanza, una marrana de cría, una docena de conejos y 20 gallinas más o menos (con gallo violador incluido). Dado que había almacenes, había ratones y, por descontado, un minino encargado del control de natalidad de los mismos. Mi gato siempre estuvo suficientemente alimentado, tanto que, cuando cazaba un ratón (y eso era a menudo), se pasaba el rato jugando con él al gato y al ratón. Hasta que el roedor fenecía, fuera de cansancio, miedo o víctima de un zarpazo. Por lo general, mi gato no comía ratones; se limitaba a mantener la población en límites asumibles.
Mi gato era libre: salía y entraba cuando quería, si bien se separaba poco de “su” casa, conocedor de que allí tenía que hacer poco esfuerzo para ganarse el condumio. Sólo desaparecía en la época de celo, para volver flaco y despeluchado y con cien mil cicatrices en la piel, resultado de sus duelos a uña y colmillo con otros tenorios como él.
Nunca tuvimos perro.
Mis contactos con la raza canina no han sido muy afortunados. Relato un par.

30 de mayo de 1960. Es el día mi examen de ingreso en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Almería. El taxi que nos lleva a la capital nos deja en la Plaza de San Pedro, y nuestro maestro, don Francisco Palomino, nos manda a la iglesia del mismo nombre a pedir al santo que nos eche una mano y corrija el desconocimiento propio de quienes no se han esforzado demasiado durante el curso. Me quedo ligeramente rezagado y de entre una fila de coches aparcados, surge un perrazo que me ladra y me muerde el pantalón. Antoñico que aterriza en el suelo. Un señor que anda por allí, posiblemente su dueño, llama al perro y se lo lleva. Todavía acongojado, rezo un padrenuestro, tres avemarías y un gloria. Resultado positivo: apruebo el examen.
En 1960 es obligatorio (creo) que los perros vayan con correa y bozal por la calle.

Enero de 1990. Estoy haciendo un traspaso de programas y datos en una empresa textil que cambia de ordenador.  El aparato antiguo es de los que desprenden mucho calor y se bloquean cuando sube la temperatura; tengo el aire acondicionado a tope pegándome en mitad de la espalda. Quiosquera teme que pille una pulmonía y, para evitarlo, me compra una chaqueta de cuero como la de los aviadores americanos. Una de aquellas mañanas, tomo café frente al estadio de Sarriá y me encamino a la oficina. Entrando en Carabela Pinta, una chica pasea un perro de la envergadura de un caballo. La correa que lleva sujeta a la mano no impide que el animal se me abalance y me muerda el brazo; me salva el cuero de la chaqueta. Hasta pasadas unas horas no me doy cuenta de que llevo dos agujeros en la manga.
El perro va atado. No sé si en 1990 era obligatorio el uso de bozal.

31 de diciembre de 2022. Dalr me avisa que lleva a los niños a jugar al Parque de la Pirámide. Cuando puedo, cojo la escúter y me voy a ver a los niños. Al doblar la Estación del Norte, Marco me ve y echa a correr hacia mí. A la izquierda hay un perrucho suelto que, cuando ve a Marco correr, se arranca a perseguirlo. La cara del niño es de puro terror mientras grita y cambia de rumbo intentando regatear al perro. No lo consigue: el chucho salta y le muerde en la cadera. Cuando conseguimos calmarlo, le levantamos la camisa y sólo le vemos la marca de los dientes del perro; no hay herida.
El perro va sin bozal ni correa. Al parecer, el bozal sólo es obligatorio para perros potencialmente peligrosos.

Los parques donde juegan los niños es sitio frecuentado por paseadores de perros, perros que se revuelcan, se cagan y se mean en el espacio que debería estar reservado a los pequeños. Algunos dueños recogen las cacas, incluso unos pocos echan un chorrito de agua sobre el pipí canino, pero nadie impide que quede suciedad y parásitos en el suelo. Los niños juegan con la tierra y luego se chupan las manos. Y si un perro, jugando o a mala leche, ataca a un crío, no da tiempo a evitarlo. Si el niño hubiese mordido al perro o le hubiese tirado una piedra, ¿habrían aceptado los dueños mis disculpas?

Leo que en Barcelona hay o va a haber 219 espacios destinados al bienestar del perro. Creo que no sería ilógico pedir a las ministras de Igualdad y Bienestar animal que convenzan a la alcaldesa Colau para que habilite otros tantos espacios libres de perros y otros agentes animados o inanimados donde los niños jueguen sin temor a ser mordidos, asustados o infectados.
Es gracia que esperan merecer.

sábado, diciembre 10, 2022

Metano artificial

En los años 70/80 andábamos muy preocupados por el agujero en la capa de ozono y en las terribles consecuencias que eso podría traer para los seres vivos. En una entrevista que le hicieron en televisión, Manuel Toharia explicaba que había participado en un curso de verano en la Universidad Menéndez Pelayo y que los científicos extranjeros se hacían cruces cuando oían a los españoles (de a pie) hablar sobre el tema: dábamos por cierto todo lo que se contaba acerca del agujero, siendo que la mayoría de las teorías que circulaban, para ellos (los científicos) eran meras hipótesis de estudio.
Un par de décadas después nadie se preocupa por el agujero de la capa de ozono; estar, está, lo que pasa es que hay otros problemas más peligrosos, más urgentes y más de moda. Lo que ahora preocupa es en calentamiento global y el efecto invernadero.

No voy a caer en el error de negar tales peligros; tampoco me voy a preocupar demasiado por el efecto que vayan a producir en mí (estoy seguro de que las consecuencias graves, si no las evitan antes los científicos e inventores, esperarán a que yo haya cumplido mi ciclo vital). Lo que me preocupa son las medidas que tomarán nuestros políticos, los de aquí y los de allí, esto es, los de allende los Pirineos. Como siempre, se llegará a la conclusión de que los problemas se solucionarán creando algún tipo de tasa o impuesto. De ello he hablado alguna vez y he predicho que, con el tiempo, nos enchufarán un aparatillo en todos los orificios capaces de exhalar CO2.

En un reportaje de televisión que me recomendó ver mi amigo el doctor en astrofísica Pepe López, el primer conferenciante digo algo así como que donde hay metano, hay pedos, o tal vez fuera donde hay pedos, hay metano. La cuestión es que los esfínteres no sólo dejan pasar CO2, sino que emiten parte del metano que ayuda a crear el efecto invernadero.
De ahí a que nos pongan un contador en el culo (con perdón) es cuestión de tiempo, poco tiempo.

Hace unos días cayó en mis manos un artículo de la revista Jara y sedal, según la cual, el 2 de enero de 2023 entra en vigor la ley que obliga a los ganaderos a informar al Ministerio de agricultura una estimación de la emisión de gases de sus vacas . Sin aparatillo ni nada.

No tengo ni idea de la cantidad de pedos y/o eructos que pueda llegar a tirarse al día una vaca, pero si los ganaderos han de averiguar el total de gases que expele su cabaña, aunque sea en grado de estimación, me da la sensación de que será la única faena que haga y, aun así, no estoy seguro de que llegue a una medición aproximada.
Los expertos establecen que una persona se pee o eructa unas 15 veces al día y expele hasta 2 litros de gas (a nivel del mar, en las alturas parece que aumentan las cifras); también los veterinarios que trabajan para el gobierno sabrán cuántos cuescos se tira una vaca al día y, ponderando altura y alimentación, calcular el volumen de las emisiones; establecida la media y conociendo el número de vacas que tiene el ganadero, es fácil calcular cuánto contamina cada explotación.

De momento, la ley no establece ningún impuesto; es el primer paso. Las cargas vendrán después. Y si funciona (la recaudación), la norma se extenderá al resto de animales, incluidas las personas… esta vez con contador incorporado.
Finalmente, si el calentamiento global sigue en aumento, se cerrarán las centrales generadoras de metano, esto es, las barrigas, de la misma forma que se cierran centrales nucleares y térmicas.
Avisados estáis.