martes, mayo 23, 2023

Vocabulario "costa de Albuñol"

Continuando con mi artículo anterior, relataré cuál fue la primera sorpresa con la que topé al llegar a Barcelona. El año anterior, durante el que compartí plato, mantel y casi cama con Boticario Rodríguez, empezamos el curso comiendo en el Zeluán al módico precio de 25 pts (para la gente del siglo XXI diremos que 1€ = 163,386 pts), aunque no tardamos mucho en irnos a comer a la fonda de la Sra. María que era algo más barato (22 pts). Esto fue así hasta que descubrimos los comedores universitarios; allí el precio era de 25 pts, pero se podía repetir el primer plato y las patatas fritas del segundo. Así que Boticario y yo llegábamos a los comedores, yo sacaba el tique de comida (por ser el titular del carné universitario) y me iba al mostrador; llenada mi plato de cocido, lentejas, macarrones o lo que fuera, echaba un filete, lo enterraba en patatas fritas y cogía el camino de la mesa. Una vez que me había zampado el primero, Boticario se iba al mostrador y lo rellenaba; mientras que él se ventilaba su plato de cuchara, yo me comía medio filete y las patatas fritas, que él repetía para acompañar su otro medio filete. En cuanto al postre, la Universidad de Granada completaba la comida con una pieza de fruta y un vasito de vino: el día que a uno le tocaba fruta, el otro se tomaba el vino y viceversa.
El primer topetazo en Barcelona fue que los comedores universitarios cobraban 40 pts por el menú (o sea, el 60% más caro). El segundo es que no había platos, sino una bandeja metálica con socavones para echar la comida. El tercero era el peor: no se podía repetir. Le añado un cuarto que consistía en que no había comedor en la central y tenía que ir a la Escuela Industrial o a las Facultades de la Diagonal, con lo que al precio del menú había que sumarle las 4 pts del autobús. Así que me busqué la vida al margen de los centros de cultura y acabé en los comedores del Sindicato (vertical, pero sindicato). En la puerta del comedor colgaban cada día el menú en medio folio escrito a máquina. Por supuesto, el precio era de 40 pts. No llevaba una semana usando el comedor sindical, cuando encontré el menú que hizo que me pusiese colorado:

          MENÚ DEL DÍA
          Macarrones a la italiana
          Armóndigas
en salsa

  - Ya está el cateto de mi paisano (andaluz, por supuesto) haciendo gala de nuestro nivel cultural -pensé.
Ni que decir tiene que seguí comiendo armóndigas, que, dicho sea de paso, estaban de rechupete. Aquel incidente me hizo recordar que dos años antes me bajaba al patinejo de Huéspedes la Costa y me dedicaba a escuchar las conversaciones de las gentes que venían al médico desde los pueblos de la Andalucía más profunda. Me gustaba oír su jerga y recordar palabras que no había escuchado desde que mis padres tuvieron la buena idea de internarme en un colegio. Fue mucho tiempo después cuando recurrí a mi diccionario de bolsillo (más tarde al diccionario de la Real Academia) y comprobé que, con pequeñas o grandes diferencias, la mayoría de ellas estaban aceptadas por la RAE (entonces, Real Academia Española). Volví a sentirme orgulloso de mis paisanos. He seleccionado alguna de estas palabrejas con la confianza de que a alguno de mis lectores le traerá buenos recuerdos:
   Abolear: lanzar lejos una cosa
   Agareo (agareho): escupirle a un chaval en el glande y echarle un puñado de tierra (era una broma)
   Armorzá: lo que cabe en el hueco de las manos
   Buhero: boquete
   Caramanchón/camaranchón: cuarto de los trastos
   Dihcreto: listo, inteligente
   Ehcurcar: revolver cajones, buscar algo que no está a la vista, registrar
   Ehmangarillao: algo que está roto o descompuesto
   Ehperecío: esmayaico vivo
   Ehtopozo: que le molesta cualquier cosa
   Ehturrear: esparcir sin orden
   Engurruñío: tacaño, agarrado, arrugado, encogido, que duerme hecho un gurruño
   Enpercudío: con la suciedad retestiná o incrustada
   Follingao: enfadado con alguien
   Garbana: flojera
   Handorrero/andorrero: que callejea a menudo sin hacer nada
   Igao: Dar golpes sobre la púa del trompo del ganador con el trompo del que ha perdido
   Lumbrera: muy dihcreto, superdotado&Mihcandero: delicado (escrupuloso y parco en el comer)
   Ozear: espantar las moscas
   Pehiguera: latoso, tostón
   Retotollúo: dícese del anciano o persona que ha estado enferma y ahora está de buen ver
   Roílla: trapo que se usa para limpiar la cocina
   Tartahozo: tartamudo
   Virote: andorrero, persona ociosa
   Zurrurnbear: abolear, tirar objetos con un cierto enfado.

Aun así, todavía encuentro palabras que se me resisten a encajar en mi diccionario privado. También encuentro libros donde aparece alguna de estas palabras, desaparecidas del diccionario.
No hace mucho tropecé (en Amazon prime reading) con la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” y encontré dos palabras que yo creía erróneas:
   Grabiel: el arcángel. A mis paisanos nos referimos como la “Lola del Grabiel” o “Grabielico el de Grabiel Galdeano”
   Trujeron: del verbo traer. Yo truje, tú trujiste, él trujo, nosotros trujimos, vosotros trujisteis, ellos trujeron.

De aquí y de allá he reunido una colección de unas 1200 palabras, que se usan o usaban frecuentemente entre mi gente; quizá algún día me sacuda la garbana y las publique (sólo para los amigos, claro).