sábado, diciembre 10, 2022

Metano artificial

En los años 70/80 andábamos muy preocupados por el agujero en la capa de ozono y en las terribles consecuencias que eso podría traer para los seres vivos. En una entrevista que le hicieron en televisión, Manuel Toharia explicaba que había participado en un curso de verano en la Universidad Menéndez Pelayo y que los científicos extranjeros se hacían cruces cuando oían a los españoles (de a pie) hablar sobre el tema: dábamos por cierto todo lo que se contaba acerca del agujero, siendo que la mayoría de las teorías que circulaban, para ellos (los científicos) eran meras hipótesis de estudio.
Un par de décadas después nadie se preocupa por el agujero de la capa de ozono; estar, está, lo que pasa es que hay otros problemas más peligrosos, más urgentes y más de moda. Lo que ahora preocupa es en calentamiento global y el efecto invernadero.

No voy a caer en el error de negar tales peligros; tampoco me voy a preocupar demasiado por el efecto que vayan a producir en mí (estoy seguro de que las consecuencias graves, si no las evitan antes los científicos e inventores, esperarán a que yo haya cumplido mi ciclo vital). Lo que me preocupa son las medidas que tomarán nuestros políticos, los de aquí y los de allí, esto es, los de allende los Pirineos. Como siempre, se llegará a la conclusión de que los problemas se solucionarán creando algún tipo de tasa o impuesto. De ello he hablado alguna vez y he predicho que, con el tiempo, nos enchufarán un aparatillo en todos los orificios capaces de exhalar CO2.

En un reportaje de televisión que me recomendó ver mi amigo el doctor en astrofísica Pepe López, el primer conferenciante digo algo así como que donde hay metano, hay pedos, o tal vez fuera donde hay pedos, hay metano. La cuestión es que los esfínteres no sólo dejan pasar CO2, sino que emiten parte del metano que ayuda a crear el efecto invernadero.
De ahí a que nos pongan un contador en el culo (con perdón) es cuestión de tiempo, poco tiempo.

Hace unos días cayó en mis manos un artículo de la revista Jara y sedal, según la cual, el 2 de enero de 2023 entra en vigor la ley que obliga a los ganaderos a informar al Ministerio de agricultura una estimación de la emisión de gases de sus vacas . Sin aparatillo ni nada.

No tengo ni idea de la cantidad de pedos y/o eructos que pueda llegar a tirarse al día una vaca, pero si los ganaderos han de averiguar el total de gases que expele su cabaña, aunque sea en grado de estimación, me da la sensación de que será la única faena que haga y, aun así, no estoy seguro de que llegue a una medición aproximada.
Los expertos establecen que una persona se pee o eructa unas 15 veces al día y expele hasta 2 litros de gas (a nivel del mar, en las alturas parece que aumentan las cifras); también los veterinarios que trabajan para el gobierno sabrán cuántos cuescos se tira una vaca al día y, ponderando altura y alimentación, calcular el volumen de las emisiones; establecida la media y conociendo el número de vacas que tiene el ganadero, es fácil calcular cuánto contamina cada explotación.

De momento, la ley no establece ningún impuesto; es el primer paso. Las cargas vendrán después. Y si funciona (la recaudación), la norma se extenderá al resto de animales, incluidas las personas… esta vez con contador incorporado.
Finalmente, si el calentamiento global sigue en aumento, se cerrarán las centrales generadoras de metano, esto es, las barrigas, de la misma forma que se cierran centrales nucleares y térmicas.
Avisados estáis.