domingo, abril 30, 2023

TOPAR

Del blog siluetasalfacar

No soy lingüista. Ni siquiera tengo los conocimientos mínimos que me permitirían presumir de conocer el idioma que hablo. Nací en un pueblo de apenas 400 habitantes, situado cerca de una de las esquinas del mapa, en una comarca a la que hasta hace poco (quizás todavía) se la ha tildado de atrasada e inculta; así incluso lo entendíamos los que vivíamos cerca del mar, junto a la N.340, que los tratábamos de atrabucaos. Estudié en un colegio de pago, por supuesto el más barato de la zona y con beca del PIO. Allí mejoré mi formación y pude llegar a entender sin problema lo que decía o escribía la gente culta sin necesidad de estar consultando el diccionario continuamente (salvo si se trataba de Sánchez Dragó del que, incluso con el DRAE en la mano o tal vez por eso, necesitaba echar media hora por página para enterarme). Al revés lo tengo peor; quiero decir que cuando hablo me cuesta encontrar la palabra adecuada para expresar lo que pienso y tengo que echar mano se algún sinónimo o darle una vuelta a la frase a fin de que mi interlocutor me entienda (o, si es en directo, explicarlo con gestos, idioma que manejo bastante bien).
Por eso me pongo nervioso cuando oigo a algún “comunicador” utilizar una palabra rara o darle a una palabra conocida un significado desconocido para mí. Y es que en este país (que yo llamo España), al igual que los explosivos, los comunicadores se expresan por simpatía. Si oigo a un periodista, influencer o político usa la palabra resiliencia, procrastinar, gobierno coral o política transversal, pego un repullo de la impresión, porque sé que durante un tiempo los demás van a utilizar la palabreja cada vez que puedan colocarla, supongo que para demostrar que ya conocían su significado.
Cuando yo era pequeño, en este país (que yo llamo España) había dos cosas que podían o se podían explotar: las propiedades y los globos; explotar las propiedades era sinónimo de explotación (sacarle rendimiento) y explotar un globo lo era de explosión (explotío decíamos nosotros). Hasta que un locutor de telediario se enteró de que los globos no explotan, explosionan. A partir de ahí era raro ver un telediario en el que no explosionaran varias cosas o artefactos.
Hasta aquí, un resumen de cómo ha mejorado mi conocimiento de la lengua.

Pero hay otras palabras que me cuesta mucho asumir: son aquellas inventadas para usar en lugar de otras existentes que ya definen perfectamente lo que el nuevo vocablo trata de significar. Me refiero a palabras como matria, finiquito diferido o, últimamente, topar.

Topar
    verbo intransitivo·verbo transitivo
   1. Embestir [un animal], con sus cuernos, contra algo o alguien, especialmente si es sin gran fuerza.
     "las cabras topan contra la valla"
   2. Chocar o tropezar [una cosa en movimiento] con otra que se halla en su camino.
     "la puerta no se abre del todo porque topa con algún obstáculo"

Definición de la RAE.
¿Completa? No. Falta la acepción 3., que algún día veremos incorporada.
   3. Poner tope a los precios, limitar el coste de alquiler…

¿Se imagina alguien a los precios topando? Se alzan sobre sus cuartos traseros (inflación), descargan su fuerza para chocar contra los cuernos de otro precio (ataque directo al bolsillo del consumidor) y, en el mejor de los casos, vuelven a nivelarse, pero con algún cuerno astillado (inflación reptante).
Y este palabro no es un invento cualquiera, es un vocablo utilizado por las personas, les persones, lis personis, los personos y lus personus mejor preparadas (…) de este país (que yo llamo España): ministras, ministres, ministris, ministros y ministrus, que están seguras (…) de haber inventado la sopa de ajo.

(No sé si hay suficientes vocales para referirse a todos los géneros que definen las leyes. En todo caso, digo lo mismo que Gila sobre las balas en su guerra:
“Yo las tiro y que ellas/elles/ellis/ellos/ellus se las repartan”.)