miércoles, octubre 24, 2007

SADIBARNA

Se cumplen diez días del pisotón a ¡Qué me dices! pero hoy no toca hablar del tema.

A pesar de tener la rodilla bastante mal, no me queda otro remedio que personarme en el quiosco aunque sólo sea para dar ánimos al personal y, ya puestos… Descargo los albaranes de Distribarna con el maravilloso programa KIOSNET y me da unos cuantos avisos a los que no hago ni caso.
Me voy a ver a Superwaiter para comentar la jugada de Mac Laren, El viernes nos habíamos devanado los sesos pensando en el desenlace que más nos haría reír y ambos coincidimos en que lo más gracioso sería que Alonso y Hamilton se dieran de mamporros entre ellos y ganara Raikonen. Como nos ha hecho gracia, nos hemos reído.

A la vuelta encuentro a Dalr intentando entrar los albaranes de SADE.
- ¿Ahora el Pronto lo trae SADE? –me pregunta.
- ¡No fastidies!
En efecto, Pronto viene en el albarán de SADE. Empiezo a jurar en arameo, en aracago y en todos los idiomas que se me ocurren. ¡Oh, lucecita! La descarga de albaranes me había dado avisos. Visualizo los albaranes recibidos y no hay nada de Distribarna. Vuelvo a descargar. Ahora no da avisos pero tarda bastante rato. Cuando puedo acceder a los nuevos albaranes observo que en la hoja impresa pertenecen a SADE y en la digital a Distribarna.
La fusión se ha consumado.

Ahora empiezan las preguntas.
· En adelante ¿sólo nos facturará SADE?
· ¿Cobrarán un solo porte o cobrarán un solo porte multiplicado por dos?
· La distribuidora que deje de distribuirnos ¿nos devolverá la fianza?
· ¿Cuándo avisaron a sus clientes (quiosqueros) de que se iba a producir la fusión y en qué condiciones?
· ¿Con quién hemos de tratar en adelante? ¿Con SADE, con Distribarna o con Sadibarna?
· ¿Qué pasará con los descuentos en los productos de 16% de IVA?
· ¿Para qué coño me hago preguntas si van a hacer lo que les dé la gana?

P.D. Observo en los albaranes del martes la nota siguiente:
APRECIADO CLIENTE: A FECHA 22-10-07 SE HA PRODUCIDO LA INTEGRACION DE DISTRIBARNA Y SADE, EN BREVE LE INFORMAREMOS EXHAUSTIVAMENTE DE LA FUSION.

Que Dios nos pille confesados.

lunes, octubre 22, 2007

El relojito

Ayer, como ya todos sabemos, El País cambiaba de formato. No voy a entrar en lo del “cambio” para no pisar el tema a Darl o a Quiosquero que, a buen seguro, tienen tela para cortar.
Así pues, yo me voy a limitar a hablar del regalito que ofrecían para celebrar su nuevo look.
Se trataba de un moderno relojito de plástico que, metido en una caja del mismo material, hasta pudo parecer “mono” a alguien.
En la zona en donde estamos enclavados, la palma se la lleva día tras día La Vanguardia con una media de ventas de entre 80 y 115 ejemplares/día. Detrás, pero bastante alejado, va El País y un poquito más allá El Periódico.
En fin, a lo que íbamos. Ayer, La Vanguardia llegó alrededor de las 11 de la mañana. Los clientes paseaban nerviosos por los alrededores del quiosco esperando su llegada y a nosotros se nos secaba la boca de tanto dar explicaciones. A esa hora, el marcador estaba en : La Vanguardia 0: El País 80.
Si, nos habían traído la friolera de 80 Países con sus respectivos relojitos encartados en el suplemento dominical. Los clientes no habituales fueron apareciendo uno tras otro con sus 2 € en la mano desde primera hora de la mañana. Marchaban felices con su trofeo mezclados con los habituales consumidores de vanguardias y perdiéndose entre los papás que venían paseando a sus retoños y se agolpaban frente al quiosco a esperar. A eso de las 10,30, ya no quedaba ni un País. Podríamos haber vendido más de un centenar teniendo en cuenta la gente que pasó durante el resto de la mañana preguntando si nos quedaba algún ejemplar del dichoso periódico.
Los clientes habituales de El País se llevaron la sorpresa de no encontrar su periódico. No lo entendían. Cuando se lo explicábamos nos decían que ellos NO querían relojes, ellos simplemente querían El País.
Para rematar el día, tampoco faltaron las inoportunas reclamaciones de varias señoras que se empeñaban en que le cambiásemos su reloj porque no les funcionaba. A todas ellas, y con nuestra mejor sonrisa, intentamos hacerles entender que lo que nosotros les habíamos vendido era el periódico y que, los relojes defectuosos, tendrían que llevarlos a “El País” ya que sólo eloos, tenían "la garantía". A todas ellas les dimos la dirección para que, hoy lunes, pudieran cursar su reclamación en firme
Esperamos de todo corazón que, durante todo el día de hoy, las oficinas de El Periódico hayan permanecido colapsadas por las reclamaciones.

¡A ver si, de una vez por todas, entienden lo que significa “tocar las narices”!

martes, octubre 16, 2007

¡Qué me dices!


Éramos pocos y parió la abuela...

Hay días en que uno no debería levantarse de la cama. La semana ya se presentaba con tintes de borrasca. El día 11 suspendí a Salva de empleo y, para mitigar la tristeza, el tío se ha largado a las Américas. Ya le dije que la fecha no era la adecuada por si lo confundían con Colón y los indios acababan por comérselo pero no ha hecho caso.

Entre la fiesta patria, el sábado y el domingo nos hemos encontrado con material sobrante como para parar el AVE (aunque aquí, en Barcelona, el AVE se para solo). Las distribuidoras siguen sin enterarse que los domingos y fiestas de guardar la gente abandona la ciudad y continúan inundando mi quiosco de periódicos. El almamóvil estaba a punto de reventar y en el quiosco era difícil moverse. Para colmo, el domingo, tras la siestecita de rigor, me puse a cuadrar facturas y Quiosquera, que aplica el refrán de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, me tuvo casi hasta mañana dando caña al ordenador. Total que nos metíamos en la cama pasadas las 12 (de la noche). Con el trajín me había puesto nervioso y a la una y media seguía con los ojos como platos.

Cuatro y treinta de la mañana. El despertador gime empeñado en que me despierte. Tras varios intentos consigue que me levante a las 5 menos cuarto. A las 5 y 35 aparco en el chaflán y empiezo la descarga de paquetes. Ya sé que esta faena a Salva no le lleva más de 10 ó 15 minutos pero yo no estoy para muchos trotes, así que levanto la persiana a las 6 y 20. Todavía falta sacar a la calle 2 paquetes de Logística y 6 de Marina. También salen a tomar el fresco. A las 7 todo está preparado para recibir a los clientes habituales. Los muy madrugadores ya han retirado sus diarios, comprado su tabaco e invertido unos pocos euros en la Loto Catalunya.

No todo va bien. Desde el pasado verano las distribuidoras de revistas han cambiado sus horarios de reparto. Unas porque se han unido y han recortado gastos. Otras porque les da la gana. Lo cierto es que, antes del verano, cuando llegaba al quiosco me encontraba con los paquetes de SGEL y SADE, amén de los diarios, y DISTRIBARNA llegaba a las 10 como mucho. Ahora todas llegan bastante más tarde.

En efecto, DISTRIBARNA y SADE se presentan pasadas las 10. Hay que colocar Interviú, Nuevo Vale y, sobre todo, Pronto que los clientes llevan más de 2 horas exigiendo.

Una clienta desconocida ataca.
- Ocho Hola, ocho Zero, ocho Mi Casa y ocho No se qué.
Junto lo que puedo porque de algunas no me queda tanto género. Setenta y nueve y pico. Dios aprieta pero no ahoga aunque a veces se le va la mano.

SGEL no aparece hasta después de las 11 cuanto ya he distribuido la carga anterior. Rápidamente, Hola, que ha adelantado su edición por la boda del niño de Tita, pasa a ocupar su puesto en la exposición. Le siguen ¡Qué me dices! Y las colecciones de rigor. Observo que se me ha quedado sin poner El Siglo y, apenas salgo a la acera, se acercan un par de clientes.
- Marlboro.
- Tres diez.
- Y un mechero
- Tres noventa.
Me afloja 5 pavos, me estiro un poco, tomo el cambio y me giro para entregarlo. Del montoncito de revistas que he retirado para devolver, un ejemplar de ¡Qué me dices! se ha deslizado hasta el suelo. Lo piso y la pata tonta se me va un metro hacia delante. Cuando me doy cuenta me encuentro con la rodilla derecha en tierra, la pierna izquierda en Pernambuco y el reloj de pulsera en mitad de la calle. Noto que me he hecho mucho daño.
- Sa fet mal?
- ... –quiero decir “Coño, claro que sí”, pero no me sale la voz-
Me levanto como puedo, o sea a pulso, y empiezo a recuperar el resuello. El dolor me dura 2 ó 3 minutos y creo recobrar la normalidad. Hasta que, aprovechando la visita del representante de Trident, quiero acercarme a Can Superwaiter a echar la meadita de rigor. Es entonces cuando el pie en el suelo. Quince mil agujas me atraviesan la rodilla pugnando por salir todas a la vez. Mientras vuelvo a la normalidad con la pierna en reposo, repaso el incidente (¿accidente?): Talón sobre ¡Qué me dices!, resbalón, mano izquierda intentando sujetar la pierna del mismo lado, hostia de la misma sobre el mostrador y reloj que se va a freír espárragos, rodilla sobre el suelo, mano derecha que se apoya en el suelo y mano izquierda que se apoya en la rodilla tonta y la dobla hacia atrás hasta que toca la moqueta.

Llamo a Quiosquera.
- Creo que me he roto un poco. Me he dado un guarrazo en la rodilla.
- ¿La buena o la mala?
- La mala.
- ¡Menos mal!
¡Contra, estoy de suerte! Y es verdad. Si se me escogorcia “la buena” ahora estaría inútil total. Siendo como ha sido todavía gozo de una cierta movilidad aunque el tiempo de recuperación se va a multiplicar por tres.

Quiosquera se pide unas vacaciones urgentes y hora y media después está conmigo. Para entonces tengo la rodilla como la pelota michana del Barça con un pequeño matiz: el blau ha desaparecido y sólo se observa el grana.

El diagnóstico médico es claro: esguince del ligamento lateral externo y rotura de la espina nosequé de la tibia. ¡Con razón me dolía tanto! La espina dichosa se me iba clavando por todos sitios.

A las 12 de la noche la familia se reunía en cónclave. ¿Y ahora qué hacemos?. El de las ideas brillantes es Dalr.
- Está claro –dice-. Sólo podemos hacer dos cosas: o cerramos o no cerramos. Si cerramos habrá que poner el cartel de “Cerrado por defunción” porque cuando intentemos abrir ya no habrá negocio. Si no cerramos... No tengo ni puta idea de cómo nos las podremos arreglar para no cerrar.

En esas estamos. Y con un par de kilos de yeso más.

domingo, octubre 14, 2007

Confraternizando con el enemigo

Nunca me gustó la política. Esta semana he descubierto por qué: simplemente no estoy dotado para practicarla.

Después de varios intentos fallidos, el martes me recibió un responsable, responsabla en este caso, de una de las distribuidoras. Al fin iba a poder explicar los problemas que me aquejan e intentar llegar a un acuerdo para ver de solucionarlos.

Soy un tipo bastante pacífico y creo tener una gran capacidad de aguante pero, cuando se me ahuma el pan bajo el sobaco, puedo tener reacciones con muy mala pata. Este defecto se agrava porque nunca sé cual será la gota que colmará el vaso y, encima, cuando se produce suele ser en momentos en los que no llevo razón. Por eso pasé parte del fin de semana preparando y documentando concienzudamente la entrevista.

El martes me levanto temprano, me afeito con cuchilla y hasta me pongo desodorante. Desayuno ligero y echo una última ojeada a las notas. Antes de salir me trago dos “tranquilium” para calmar los posibles nervios.

La primera en la frente. Las obras en la calzada me sacan del camino que conozco y me veo mas liado que la pata de un romano. Llego a la cita con 20 minutos de retraso. La señora del otro lado de la mesa me recibe con cordialidad y acepta mis disculpas. Me permite una exposición de unos 25 minutos con continuos cortes para indicarme que no es posible que suceda lo que yo trato de demostrar. Las pruebas de siempre: balanza, escáner, datos en el ordenador… Saco mi portátil.
- Lo que haya registrado en su ordenador a mí no me dice nada
- ¿Me está insinuando, quizá, que yo puedo haber manipulado mis datos para que coincidan con lo que digo?
- Si quiere –me dice- le paso a otra persona porque está claro que usted y yo no nos vamos a entender. Usted no reconoce ni siquiera la posibilidad de estar equivocado.

Noto que se me empiezan a cruzar los cables. Superwaiter lleva razón al decir que últimamente me estoy amariconando. En otro tiempo y circunstancia hubiera puesto las patas sobre la mesa y ahí se acabó la conversación. Por el contrario, ahora guardo con parsimonia el portátil y recojo los papeles. Me declaro quiosquero novato y cazurro y pido que se me ilustre un poco para intentar cometer menos errores. Hablo poco y escucho bastante. La señora, agradable, me explica el funcionamiento de la empresa en su relación con los quiosqueros y la forma como he de tramitar cada uno de los asuntos. Salgo con un par de teléfonos de contacto y más contento que unas pascuas al margen de quedar con la sensación de haber hecho, una vez más, el imbécil.

Cosas que aprendí.

1. Quiosqueros a control. Son profesionales problemáticos que, desde el punto de vista de la distribuidora, intentan defraudar todo lo que pueden. Se controlan exhaustivamente sus albaranes y devoluciones. Yo quiero ser quiosquero a control porque me interesa que se mire con lupa el trasiego de mis paquetes. Intento fallido: a control no se accede ni por solicitud ni por oposición. Quizá algún día tenga que averiguar la forma de conseguirlo.

2. La balanza. De precisión. Todos los paquetes se pesan y se compara el peso real y el teórico. Si el paquete supera la prueba del algodón, digo, si el peso del paquete está dentro de la tolerancia, alcanza el grado de paquete verde y sale a distribución. Si, por el contrario, el paquete supera el límite de tolerancia vuelve a rehacerse, SALVO cuando hay urgencia de servicio, en cuyo caso el paquete es catalogado como paquete rojo y también sale a distribución. El quiosquero no sabe el color del paquete (distribución daltónica) pero cualquier reclamación sobre un paquete verde le será rechazada. Sólo se admiten reclamaciones sobre paquetes rojos (o sea, de izquierdas).


3. Revisión de devoluciones. El revisor corta el cordel, anota en el ordenador el código del cliente y va pasando las revistas por el lector de código de barras. Una a una. Bueno, a lo mejor, si hay varias seguidas del mismo número, las cuenta. Si tiene que hacer pipí, ata el resto del paquete y luego continúa. No hay posibilidad de error. Pero, por si acaso y para mayor seguridad, no conviene poner en el mismo paquete números distintos de un mismo título.

4. Exceso de servicio. Cuando un quiosquero recibe género de más, puede tomar dos opciones: lo devuelve o se lo queda. Si se lo queda, es un candidato a control (sólo si lo clichan). Si lo devuelve pueden pasar más cosas. A) Se lo da al repartidor. Mientras este repartidor continúe en la ruta, tendrá su confianza. Cuando el repartidor desaparezca, con él desaparecen también todas las obras de buena voluntad por parte del quiosquero. B) Hace un paquetito, lo marca como exceso de servicio y lo envía junto con la devolución. Se lo cuenten como devolución normal dado que el controlador se limitará a leer el código del quiosquero. No le pagan para que lea notas. La revista se abonará en la factura siguiente y cuando el quiosquero haga la devolución de lo que recibió realmente, se le detecta exceso de servicio y pasa a ser candidato a quiosquero a control. C) Lo envía a CLASIFICACIÓN. Así es como hay que hacerlo. Se me olvidó preguntar si alguien leería la nota y lo entregaría en el lugar adecuado. De llegar a destino, el receptor leerá la nota, pensará que trabaja con una especie rara de quiosquero honrado y, con las mismas, tirará la revista a la papelera sin que quede constancia alguna del intento del sufrido desgraciado que no vale ni para quedarse con una revista que no es suya.

Mi historial mostraba 12 ó 14 líneas de “rechazo por exceso de servicio” y ninguna línea de “devolución por exceso servicio”. Aún así no estoy a control.

viernes, octubre 12, 2007

Un niño, una sonrisa

Anteayer, mientras estaba cobrando a un caballero, llegaron al quiosco una señora y su pequeño. El niño no tendría más de 5 años. Posiblemente, tuviera menos. Yo, metida en faena a penas los miré pero, de repente, la exclamación del peque me hizo volver la cabeza. Estaba allí, justo a mi lado, metido en el quiosco y mirando hacia el mostrador con cara de asombro. Era un "renacuajo" pelirrojo, lleno de pecas, con unos grandes ojos de color miel y una expresión viva y totalmente transparente. Sin dudarlo un instante me dijo: ESO ES UNBILLETE DE 100!!! A lo que respondí que, efectivamente, era un billete de 100 €.
Mientras yo seguía el “ritual" de rigor con los billetes de 50 ó 100 (que es pasar con discreción el bolígrafo detector) el niño seguía observándome. Al momento, y viendo mi acción, soltó: ¿por qué lo pintas? Yo respondí con una sonrisa “es que me gusta pintar”. El niño, al descubrir que mi pintada no había dejado huella en el billete, se quedó mirándome y, tras deleitarme con una gran sonrisa, concluyó: ¡ah, claro, lo haces por si es falso!
Ni que decir tiene cómo nos quedamos los tres (el señor, la mamá y yo). Nos miramos e intentamos no echarnos a reir pero fue inútil. No pudimos evitarlo. Soltamos una gran carcajada al unísono y tan sólo se me ocurrió decirle: señora: estamos salvados. Si “esto” es el futuro, creo que la cosa pinta bien.

martes, octubre 09, 2007

Septiembre 2007

Apenas llevábamos 2 meses de quiosco cuando Dalr se presentó una mañana con un descubrimiento: El Sevilla en el Tirachinas (Montar un quiosco). Nos reímos con las ocurrencias del susodicho pero, al llegar septiembre, nos quedamos asombrados. ¿Cómo sabía el Sevilla que iban a traer “el barco para montar tablita a tablita”, “el avión para montar tornillito a tornillito” y, sobre todo, “los soldaditos de la batalla de Guaterló”? Tardamos un año en descubrirlo: cada septiembre, salvo honrosas excepciones, las colecciones se repiten.

Al segundo año llegamos a conclusiones importantes: septiembre es un mes donde se trabaja el doble, se ingresa el 75% y las pasas más putas que Caín porque los cartones no caben ni en el quiosco ni el almamóvil ni en el trasterillo del garaje. Encima, el quiosquero pasa el día moviéndose en 2 palmos cuadrados y cada vez que al moverse oye un crac exclama: ¡Mierda, ya me he cargado otro deuvedé!

Septiembre de 2007 ha sido diferente. No hemos trabajado el doble, sólo un poquito más. No hemos ingresado el 75% sino, casi, el 100%. Y sobre todo… ¡dentro del quiosco se podía bailar!

Han tenido que converger varias circunstancias:
En Cataluña, este verano ha hecho mal tiempo. Mis clientes no han tenido tiempo de gastarse el dinero en el mes de agosto y han vuelto con los bolsillos menos vacíos que de costumbre.
El precio medio del cartón de lanzamiento ha sido algo superior al habitual.
Todos los cartones de menos de 2€ se han ido directamente a devolución.
Si de una colección recibíamos números en exceso, la mitad acompañaban a los de bajo precio.

Es cierto que se han vendido muchos menos cartones que el año pasado. Es igualmente cierto que se han mantenido las ventas de otros productos que el año último bajaron en picado. En consecuencia, los ingresos aumentaron en casi 5.000€ respecto a 2006.

Como dice mi amigo Lleixà, “al final aprenderemos pero, si es al final, ya ¿para qué?