El cuponcito
El quiosquero, como el sastre, no puede vivir alejado de sus tijeras. La mayoría de los objetos imprescindibles que traje en mi Kit de kioskero siguen en la bolsa. Sin embargo las tijeras no dejan de usarse. Y lo que es peor. De perderse. Si las dejas en una punta del quiosco las necesitas en el otro. Si repartes varias por los mostradores, cuando las necesitas no encuentras ninguna. Si te las metes en el bolsillo corres el riesgo de rebanarte la femoral.
No hay una ubicación perfecta para las tijeras. Su sitio suele ser el mostrador, a mano y a la vista. Pero se usan por todas partes. A primera hora para abrir paquetes (creo que ya he hablado de eso ;-) y a lo largo del día para seguir abriendo paquetes y, sobre todo, para recortar cupones. Y es que ahora empiezo a apreciar las horas dedicadas en la guardería a recortar por la línea de puntos. Claro que entonces usaba unas tijeritas de punta redondeada y las que uso ahora son un arma blanca en toda regla con una punta asesina que se clava por todas partes.
El tema de los cuponcitos me tiene hasta las narices. Los periódicos parecen haber asumido que a la gente no le interesa lo que cuentan y, en vez de contar otras cosas, han optado por convertir el diario en un engorroso montón de papel que te regalan al comprar cualquier cosa: libros, películas, discos... Hasta ahí bien. El problema está cuando amplían horizontes y te traen pulseras, banderas, cristalerías, biciletas... Todo vale para vender periódicos. Y a mi ya me parecería bien si se limitaran a regalar o vender cosas con el periódico. El problema es que, conscientes de que mucha gente compraría sólo el regalo y dejaría el diario, se han inventado lo del cuponcito.
El cuponcito sirve para asegurarse de que con el regalo vendemos también el periódico. No basta con decir que hay que venderlos conjuntamente (cosa que a mi ya me va bien porque vendo dos por uno). Tienen que asegurarse obligándonos a cortar un cacho del diario como prueba de que se lo han llevado junto al regalo. Me suena a las películas de mafiosos en que mandan una oreja del secuestrado para que no haya dudas. Y por este motivo nos pasamos el día recortando y recortando, acumulando cuponcitos cuyo valor en el mercado es 0 pero que, si los perdemos, nos cuestan un euro. Digo yo que podrían dejarse de tonterías, sumar el euro al precio del "regalo" y regalar el periódico. Así a lo mejor podrían pedir una subvención al ministerio de cultura por promover la lectura con la venta de vajillas y nos permitirían vivir alejados de las tijeras. Y si me las cuelgo con una cinta al cuello...
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