Dura realidad
Hace muchos años,
tantos que casi ni me acuerdo, un agricultor podía vender en origen un kilo de
tomates a 1,25 pts. y, ese mismo kilo, obtener en el mercado de destino,
Madrid, Valencia, Barcelona o Bilbao, un precio que sobrepasaría con toda
seguridad las 5 pts. A mí me sorprendía que esto pudiera ser así, hasta que me
explicaron el recorrido del tomate desde la mata hasta la ensalada. Del mismo
tomate “comía” el agricultor, mi padre (que ganaba una perrilla por kilo
vendido), el corredor de hortalizas, el comprador, los envasadores, el
transportista, la compañía que operaba en Mercabarna (que entonces no se
llamaba así), los camali, …, y el tendero. Era lógico que, para dar de comer a
tanta gente, un tomate tuviera que
engrosar el precio, si bien, no me parecía muy justo el reparto de ganancias ni
que algo que yo me comía gratis resultara tan caro para el consumidor que estaba al otro lado de la Nacional 340.
Si aplicamos la misma
progresión a una revista, se puede comprobar que no guarda ningún paralelismo
con el tomate: el precio de la revista se calcula al revés, es decir, se marca
un importe que pueda ser rentable para el editor (considerando también los
ingresos atípicos, tal como pudiera ser la publicidad insertada), y se le
aplica el descuento tope que le permite la ley. A partir de ahí, distribuidoras
y vendedores se reparten ese descuento. Si en el caso del tomate, los
perjudicados eran el agricultor (editor) y los consumidores (lectores), aquí,
en el caso de la revista, el mango de la sartén la tiene el editor, para el que
el coste de la tirada no es tan determinante como los ingresos atípicos. Quien
tiene las manos totalmente amarradas es el vendedor de prensa, el cual no puede
cargar sus costes en el precio, que ya le viene dado, del producto. Las
distribuidoras fijan los descuentos y los “servicios auxiliares”. Seudónimo,
éste último, de lo que cuesta poner las revistas a pie de quiosco; de lo que le
cuesta al quiosquero, por supuesto.
Afortunadamente no es
lo normal, pero la factura adjunta es un ejemplo de lo que podrían suponer los
“servicios auxiliares” para un vendedor de prensa.
La tal factura corresponde a los envíos de una semana atípica, la semana de reapertura del quiosco después de las vacaciones de verano, una semana de tan sólo 4 días, por lo que la factura puede haber sido 1/5 inferior a lo normal; claro que tampoco recoge las devoluciones y, por tanto, tampoco hay albaranes en negativo.
El importe de los
“servicios auxiliares” (35,01€) representa el
31,11% del total de la factura (112,55), y nada menos que el 45,15% del
valor de la mercancía (77,55). Cualquier comerciante diría que es cuestión de
hacer los pedidos con mayor astucia y agrupar las entregas para que éstas sean
menos sangrantes, pero el quiosquero no es cualquier comerciante y no tiene
mano para proceder con esa astucia; son las distribuidoras las que deciden qué
envían y cuándo y cómo lo envían.
De todas formas las cosas cambian cuando se calcula la ganancia del vendedor: de esta factura lo que un quiosquero espera ganar es, en el mejor de los casos, el 25% del valor de la mercancía. Lo habitual es que le represente el 20% o, incluso, el 18. Es decir, que la máxima ganancia a la que se puede aspirar es a 18,89€, de los que hay que descontar el importe de los “servicios auxiliares”, que asciende a 35,01€.
O sea, los
quiosqueros seguimos siendo gilipollas.
2 Comments:
Cuanta razón tienes, maestro
... por lo menos espero que no te dejen el género en la acera, como están haciendo con nuestra librería.
SADE lo deja el género tirado en la acera, dice que no hacen responsables si falta algo y además nos dicen que tenemos que pagar 'por el servicio'.
Saludos desde El Núvol, de Constantí.
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