Marina instituye la semana de ocho días
El programa de Preuniversitario de los años sesenta debió incluir 39 temas en la disciplina de Matemáticas pero como resultaba un número bastante absurdo, algún iluminado redondeó añadiendo el cuadragésimo capítulo que denominó El Calendario. Don Manuel Bravo, mi profesor, además de ser un verdadero malafollá granaíno, era un excelente educador. Prueba de su malafollá es el hecho de que, en pleno curso, se vio afectado por una parálisis facial que le torció ligeramente la boca y cuando le preguntábamos qué tal se encontraba contestaba con mala leche contenida:
- Como los peones de ajedrez, ando p’alante y como pal lao.
Como educador era un genio. De su mano recorrimos los principios de la matemática de conjuntos, mariconada que no se incluyó en bachiller hasta la reforma de Villar Palasí, los números congruentes, las ecuaciones diofánticas, los giros en el plano y en el espacio, la representación de funciones y treinta y tantos temas más que podían caernos en suerte en el Examen de Madurez (¡ahí es ná!). El calendario lo dimos de pasada: reforma juliana con la inclusión del año bisiesto cada cuatro, reforma gregoriana con la supresión de tres bisiestos cada cuatrocientos años, y pare usted de contar. Hasta se habló de un proyecto (americano, cómo no) con un año de 364 días, 13 meses de 28 días y 52 semanas exactas. Todos los años empezarían el lunes 1 de enero y acabarían el domingo 28 de diciembre. Para completar el ciclo solar, se añadiría un día festivo denominado “fin de año” que no sería ni lunes ni martes ni ná de ná y que estaría situado entre el 28 de diciembre y el 1 de enero. Los años bisiestos tendrían un día adicional festivo que tampoco sería ni lunes ni martes ni ná de ná, y que se situaría entre el 28 de junio y el 1 de julio. Todas las fiestas religiosas pasarían a celebrarse en domingo y, así, todo el mundo se regiría por el mismo calendario laboral. Salvo las fiestas del régimen o fiestas patrias, que cada país marcaría las suyas propias. Obviamente, este calendario tropezó con la Iglesia, la Mezquita y la Sinagoga y quedó en idea sugerente.
Una vez superada la Prueba o Examen de Madurez, he leído sobre algunas de las diversas formas que han utilizado los hombres para medir el tiempo y, casi siempre, éstas han dependido del sol o de la luna; de ahí que hablemos de año solar, año lunar o año lunisolar. Para no hacernos pesados, diremos que el año solar es el nuestro, el cristiano (gregoriano), de 365 días los años normales y 366 los años bisiestos. El calendario musulmán se rige por el año lunar de 354 días, lo que explica que el Ramadán vaya variando respecto a las estaciones. El calendario judío es lunisolar, es decir, cada año tiene 354 días dividido en 12 meses, pero para evitar que la Pascua judía retroceda hasta el invierno, cada vez que hace falta, se celebra un “año preñado” que es un año con 13 meses que ajusta el desvío estacional.
De lo que he encontrado poca información es de la duración de una semana, aunque el Génesis deja claro que Dios estableció que una semana se compone de seis días de trabajo más uno de descanso, por más que investigadores modernos (seguramente ateos) quieran hacernos creer que los judíos copiaron la semana de siete días durante su cautividad en Babilonia. Lo que no admite discusión es la magia del número siete, que se repite en todas las culturas y en todas las épocas: los siete sabios de Grecia, las siete colinas de Roma, los siete pecados capitales, las siete más siete obras de misericordia, las siete maravillas del mundo, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris… los siete días de la semana y los siete “planetas” que se mueven en el firmamento y que pueden verse a simple vista (Sol, Luna, Marte, Venus, Mercurio, Júpiter y Saturno). Sólo conozco dos casos en la historia en que se atrevieron a modificar la semana de 7 días: la revolución francesa que dividió el año en 36 décadas de 10 días cada una, y el régimen soviético que estableció primero la semana de 5 días (se cargaba sábado y domingo y, por tanto, el día del Señor para judíos y cristianos) y, más tarde, la semana de seis días porque cinco días de trabajo eran demasiado poco…
Y ahora, Marina Press, que se atreve con la semana de ocho días: siete de trabajo y uno de cobro.
Me explico.
Cuando un quiosco cambia de titular, se ha de establecer un día como comienzo del quiosquero entrante. Hasta el día anterior, el género servido pertenece al titular saliente y a él debe facturársele; a partir de ahí, es el nuevo quiosquero quien responde a albaranes, devoluciones y facturas. Por exigencias del guión de algunas distribuidoras, el cambio ha de hacerse en la madrugada del domingo al lunes, siempre después del cierre dominical y antes del inicio del nuevo día. Marina Press factura el sábado, es decir, que la factura de cada semana incluye las entregas que se han hecho desde el domingo anterior hasta el sábado en curso, al tiempo que recoge las devoluciones habidas contando siete días hacia atrás desde el jueves precedente (inclusive). Por tanto, la primera factura de Dalr debía de ser de 6 días, a saber, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. La factura de Quiosquero debería ser la correspondiente al domingo que precedía a la toma de posesión de Dalr. Y, en efecto, a la semana siguiente llegaron 2 facturas: una chiquitita para Quiosquero y otra voluminosa para Dalr. Como en esta vida (la que se vive alrededor de un quiosco) a uno ya le ha pasado casi de todo, hice unas sencillas operaciones:
a.- Factura de Dalr.
16,21€ de portes / 2,70€ por día = 6 días
b.- Factura de Quiosquero.
5,40€ de portes / 2,70€ por día = 2 días
c.- Número de días de entrega
- Como los peones de ajedrez, ando p’alante y como pal lao.
Como educador era un genio. De su mano recorrimos los principios de la matemática de conjuntos, mariconada que no se incluyó en bachiller hasta la reforma de Villar Palasí, los números congruentes, las ecuaciones diofánticas, los giros en el plano y en el espacio, la representación de funciones y treinta y tantos temas más que podían caernos en suerte en el Examen de Madurez (¡ahí es ná!). El calendario lo dimos de pasada: reforma juliana con la inclusión del año bisiesto cada cuatro, reforma gregoriana con la supresión de tres bisiestos cada cuatrocientos años, y pare usted de contar. Hasta se habló de un proyecto (americano, cómo no) con un año de 364 días, 13 meses de 28 días y 52 semanas exactas. Todos los años empezarían el lunes 1 de enero y acabarían el domingo 28 de diciembre. Para completar el ciclo solar, se añadiría un día festivo denominado “fin de año” que no sería ni lunes ni martes ni ná de ná y que estaría situado entre el 28 de diciembre y el 1 de enero. Los años bisiestos tendrían un día adicional festivo que tampoco sería ni lunes ni martes ni ná de ná, y que se situaría entre el 28 de junio y el 1 de julio. Todas las fiestas religiosas pasarían a celebrarse en domingo y, así, todo el mundo se regiría por el mismo calendario laboral. Salvo las fiestas del régimen o fiestas patrias, que cada país marcaría las suyas propias. Obviamente, este calendario tropezó con la Iglesia, la Mezquita y la Sinagoga y quedó en idea sugerente.
Una vez superada la Prueba o Examen de Madurez, he leído sobre algunas de las diversas formas que han utilizado los hombres para medir el tiempo y, casi siempre, éstas han dependido del sol o de la luna; de ahí que hablemos de año solar, año lunar o año lunisolar. Para no hacernos pesados, diremos que el año solar es el nuestro, el cristiano (gregoriano), de 365 días los años normales y 366 los años bisiestos. El calendario musulmán se rige por el año lunar de 354 días, lo que explica que el Ramadán vaya variando respecto a las estaciones. El calendario judío es lunisolar, es decir, cada año tiene 354 días dividido en 12 meses, pero para evitar que la Pascua judía retroceda hasta el invierno, cada vez que hace falta, se celebra un “año preñado” que es un año con 13 meses que ajusta el desvío estacional.
De lo que he encontrado poca información es de la duración de una semana, aunque el Génesis deja claro que Dios estableció que una semana se compone de seis días de trabajo más uno de descanso, por más que investigadores modernos (seguramente ateos) quieran hacernos creer que los judíos copiaron la semana de siete días durante su cautividad en Babilonia. Lo que no admite discusión es la magia del número siete, que se repite en todas las culturas y en todas las épocas: los siete sabios de Grecia, las siete colinas de Roma, los siete pecados capitales, las siete más siete obras de misericordia, las siete maravillas del mundo, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris… los siete días de la semana y los siete “planetas” que se mueven en el firmamento y que pueden verse a simple vista (Sol, Luna, Marte, Venus, Mercurio, Júpiter y Saturno). Sólo conozco dos casos en la historia en que se atrevieron a modificar la semana de 7 días: la revolución francesa que dividió el año en 36 décadas de 10 días cada una, y el régimen soviético que estableció primero la semana de 5 días (se cargaba sábado y domingo y, por tanto, el día del Señor para judíos y cristianos) y, más tarde, la semana de seis días porque cinco días de trabajo eran demasiado poco…
Y ahora, Marina Press, que se atreve con la semana de ocho días: siete de trabajo y uno de cobro.
Me explico.
Cuando un quiosco cambia de titular, se ha de establecer un día como comienzo del quiosquero entrante. Hasta el día anterior, el género servido pertenece al titular saliente y a él debe facturársele; a partir de ahí, es el nuevo quiosquero quien responde a albaranes, devoluciones y facturas. Por exigencias del guión de algunas distribuidoras, el cambio ha de hacerse en la madrugada del domingo al lunes, siempre después del cierre dominical y antes del inicio del nuevo día. Marina Press factura el sábado, es decir, que la factura de cada semana incluye las entregas que se han hecho desde el domingo anterior hasta el sábado en curso, al tiempo que recoge las devoluciones habidas contando siete días hacia atrás desde el jueves precedente (inclusive). Por tanto, la primera factura de Dalr debía de ser de 6 días, a saber, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. La factura de Quiosquero debería ser la correspondiente al domingo que precedía a la toma de posesión de Dalr. Y, en efecto, a la semana siguiente llegaron 2 facturas: una chiquitita para Quiosquero y otra voluminosa para Dalr. Como en esta vida (la que se vive alrededor de un quiosco) a uno ya le ha pasado casi de todo, hice unas sencillas operaciones:
a.- Factura de Dalr.
16,21€ de portes / 2,70€ por día = 6 días
b.- Factura de Quiosquero.
5,40€ de portes / 2,70€ por día = 2 días
c.- Número de días de entrega
6 días de Dalr + 2 días de Quiosquero = 8 días a la semana
¡Voilà!
Ante tal transgresión bíblica, el inquisidor Quiosquemada ha lanzado al Tribunal del Santo Oficio a investigar. Por el momento, Marineo Marinei no se ha retractado.
Es claro que Marina Press no hace las cosas porque sí y ofrece la demostración matemática para todo aquél que la quiera ver. No soy ni Euler ni Euclides ni Fermat, pero voy a intentar dar una explicación clara y concisa de la obviedad del teorema.
Primer paso.- La Noche del domingo al lunes, Marina Press cambia los códigos de los clientes entrante y saliente.
Segundo paso.- Como ambos clientes deben coexistir durante una semana al menos, Marina Press mantiene el código del anterior titular.
Tercer paso.- Todos los cambios de servicio se han de solicitar a través de Marina Press, salvo los de Vanguardia que, por ser del grupo del señor conde, se han de comunicar directamente a Vanguardia. De aquí se deduce un axioma secundario: el señor conde no se fía de Marina Press.
Cuarto paso.- Marina Press avisa a Vanguardia de que en el quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent hay un nuevo titular.
Quinto paso.- Para que no se quemen los circuitos de las mentes pensantes del Grupo Godó, Marina Press oculta a Vanguardia que las suscripciones domiciliadas en el quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent pasan al nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Sexto paso.- En la madrugada del lunes, el repartidor de Marina Press deja los diarios que corresponden al nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Séptimo paso.- El repartidor de Marina Press retorna a la Zona Franca y carga las suscripciones de Vanguardia y Mundo Deportivo.
Octavo paso.- En la madrugada del lunes, el repartidor de Marina Press deja las suscripciones de Vanguardia y Mundo Deportivo que corresponden al antiguo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Noveno paso.- Como consecuencia, el lunes de la semana de marras se ha desdoblado en dos días, de donde se deduce la institución de la semana de ocho días.
Décimo paso.- Durante el día adicional, Marina Press comunica al Grupo Godó que, en adelante, las suscripciones del antiguo titular del quiosco de la calle Bruc/Consellde Cent se librarán a nombre del nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent. Con ello se restablece la semana de siete días y se pone a cero la variable que ha de iniciar un nuevo ciclo.
¿Cómo? ¿Qué la demostración no es correcta? ¡Entonces Marina me está robando!
¡Voilà!
Ante tal transgresión bíblica, el inquisidor Quiosquemada ha lanzado al Tribunal del Santo Oficio a investigar. Por el momento, Marineo Marinei no se ha retractado.
Es claro que Marina Press no hace las cosas porque sí y ofrece la demostración matemática para todo aquél que la quiera ver. No soy ni Euler ni Euclides ni Fermat, pero voy a intentar dar una explicación clara y concisa de la obviedad del teorema.
Primer paso.- La Noche del domingo al lunes, Marina Press cambia los códigos de los clientes entrante y saliente.
Segundo paso.- Como ambos clientes deben coexistir durante una semana al menos, Marina Press mantiene el código del anterior titular.
Tercer paso.- Todos los cambios de servicio se han de solicitar a través de Marina Press, salvo los de Vanguardia que, por ser del grupo del señor conde, se han de comunicar directamente a Vanguardia. De aquí se deduce un axioma secundario: el señor conde no se fía de Marina Press.
Cuarto paso.- Marina Press avisa a Vanguardia de que en el quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent hay un nuevo titular.
Quinto paso.- Para que no se quemen los circuitos de las mentes pensantes del Grupo Godó, Marina Press oculta a Vanguardia que las suscripciones domiciliadas en el quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent pasan al nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Sexto paso.- En la madrugada del lunes, el repartidor de Marina Press deja los diarios que corresponden al nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Séptimo paso.- El repartidor de Marina Press retorna a la Zona Franca y carga las suscripciones de Vanguardia y Mundo Deportivo.
Octavo paso.- En la madrugada del lunes, el repartidor de Marina Press deja las suscripciones de Vanguardia y Mundo Deportivo que corresponden al antiguo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent.
Noveno paso.- Como consecuencia, el lunes de la semana de marras se ha desdoblado en dos días, de donde se deduce la institución de la semana de ocho días.
Décimo paso.- Durante el día adicional, Marina Press comunica al Grupo Godó que, en adelante, las suscripciones del antiguo titular del quiosco de la calle Bruc/Consellde Cent se librarán a nombre del nuevo titular del quiosco de la calle Bruc/Consell de Cent. Con ello se restablece la semana de siete días y se pone a cero la variable que ha de iniciar un nuevo ciclo.
¿Cómo? ¿Qué la demostración no es correcta? ¡Entonces Marina me está robando!
Aunque, tal vez, habría que matizar. En la factura de esa semana y sucesivas, muchas de las devoluciones de artículos que llegaron a mi nombre han quedado en el limbo. Puede que las vayan acumulando para darme la sorpresa final o que ese sea el precio de mi manumisión porque lo que está claro es ya dejé de ser esclavo del señor conde.
6 Comments:
¡Ayayayayayayaayyyyy!!! ¡Que me duelen los transversales de tanto reír!! A ver, mareá venía de mis números y sub-mareá me has dejao con los tuyos, aunque al menos he visto eltras... Lo de los calendarios ya me lo volveré a leer, que está explicado de narices y me encanta el tema por aquello de profundizar en las humanas convenciones, que aunque no convenzan a menudo convienen. Respecto a lo demás, me ha quedado clarinete, y más me quedará cuando meta la cabeza debajo del grifo, pero desde luego no se pierde ripia para estafar aunque sean dos miserables duros. Qué cutres,de verdad,y que "mundo paralelo" el suyo, locos romanos. Quiosquero, tú como Marineo Marinei,pero hasta el final...que se retracte su tía,y que te paguen lo que te deben. Dixit.
A mi también me marean tantos números...
Supongo que el cobrar dos días de portes a "quiosquero" son la entrega del domingo y el día de recogida de lo del domingo aunque aprovechen el viaje de entrega a "Dalr".
Yo me encontré un domingo una sóla furgoneta que me trajo lo de Marina y lo de Logística junto, no obstante cada uno me facturó los portes enteros. He aprendido que siempre tendremos las de perder en frente a estos "monstruos".
Pues a mí también me duelen los transversales, Bandolera; pero en mi caso ha sido de tanto llorar...
¡Madre de Dios! Atraco se llama la figura,, vamos. ¡Qué vergüenza! Y ahí están nuestros queridos quiosqueros aguantando esas mayúsculas estafas, porque otro nombre no se me ocurre para calificar los hechos.
Volvemos a lo de siempre. El sector tendría que buscar la necesaria unión para defenderse, aunque la cosa no parece fácil.
Juan Manuel, creo que no hay solución. No sólo los quiosqueros nos sometemos al abuso por parte de distribuidores, en mi zona tambien los payeses se quejan del bajo precio de la uva que les pagan los elaboradores y el alto precio del producto final. Cualquier relación comercial de un "monstruo" contra el "pequeño empresario" es equivalente al abuso, igual que cualquier ciudadano puede sufrir con Telefonicas, Endesas y cía...
Jaume: Lamento tener que dar un punto de razón a tu comentario, pero eso no quita que se deba luchar para que las cosas cambien. Si se han conseguido cosas a lo largo de la historia ha sido básicamente porque se ha luchado por ello. Ejemplos los hay a montones y creo sinceramente que no debemos ni podemos rendirnos ante el abuso de los poderosos.
Hola, magnifica explicación Antonio.
Tanto el poder como el poderoso, depende en gran medida de la actitud de los que él lo obtiene o se lo otorgan, pues para mi solo es poderoso quien yo creo que lo es, nada mas. Ahora bien aquí, como en los paradigmas, no hacemos mas que otorgarles y convencernos de dicho poder, pues hasta nos lo creemos y con ello no solo lo obtinen sino que se lo acrecentamos, anulando con ello ,incluso en nuestro susbconsciente, cualquier pretensión de una relaccion equilibrada y justa.
un saludo.
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