jueves, enero 05, 2012

Mear en la calle


Tengo un grave problema en la percepción de olores. No es que sea incapaz de distinguirlos, es que, si el olor es penetrante, me molesta; y me da igual que sea bueno o malo. Quizá por eso, mi lenguaje sobre olores es muy particular:
Apesta a perfume: lo uso cuando tomo el ascensor que recientemente ha abandonado una señora que utiliza un perfume denso y pegajoso.
Huele a colonia: perfume barato y en abundancia.
Huele bien: tengo hambre y acaban de retirar la olla de la encimera.
Huele a Cabrales: alguien lleva años sin lavarse los pies.
Huele a bacalao: pues eso…
Huele a tarquín: vomitivo.
Huele a zahúrda: depende del estado de ánimo. Puede oler a podrido, a lapachín, a cerdo revolcándose en el barro o puede haberme llegado un olorcillo a Jabugo.

Donde no hay posibilidad de error es cuando utilizo la expresión “huele a quiosco”. Oler a quiosco es oler a amoníaco, es oler a orina de noche de juerga, es acordarse de los muertos del malapersona que ha intentado mearse dentro del quiosco a través de las rendijas del simulacro de puertecilla de entrada al “local”.

Últimamente estoy contento; he oído que el alcalde Trías está dispuesto a atajar esta mala costumbre endureciendo (cómo no) las sanciones a los meadores públicos y construyendo nuevos meaderos públicos. ¡Exacto! Los mismos que otros alcaldes borraron de la faz de las ciudades españolas y los sustituyeron por los lavabos de bares y cafeterías. Hablan de los millones que el ayuntamiento se gasta en limpiar las calles que los meones ensucian; me parece exagerado. Aplicando a rajatabla las leyes (que ya existían) invertiremos la ruta del flujo de dinero: menor gasto y mayores ingresos; puede que mear en la calle sea rentable para la ciudad.
Digo yo que la misma ley se aplicará a todos los animales, es decir, que tan sancionable será la meada de un hombre como la meada de un perro o la cagada de un caballo. Aunque esto último puede que no, porque si mi nieto (cuando lo tenga) se caga en la calle, aunque yo recoja su mierda, me multarán; y si es un animal el que hace sus necesidades en la calle, no habrá problema si meto su caca en una bolsita y la dejo en la papelera.

¿Qué estoy a favor de que la gente se mee en la calle? ¡No, por Dios! Me llevan los demonios las medidas que se toman cuando ya las calles están hechas una guarrería. Hace años, Quiosquera y yo encontrábamos sucias las calles de muchas ciudades de España comparadas con las de Barcelona; hoy encontramos muy sucias las calles de Barcelona sin que hayan mejorado necesariamente las de otras ciudades de España. Y me llevan los demonios cuando todo lo arreglamos con multas. Hagan las autoridades que los meones cogidos in fraganti mantengan el trozo de calle donde fueron sorprendidos, libre de olor a quiosco durante unos cuantos días.

En todo caso, ya sea aplicando una política sancionadora, ya sea aplicando una política educativa, es de esperar que los sábados y domingos por la mañana, principalmente, los quioscos dejen de oler a quiosco.

2 Comments:

At 18/1/12 00:20, Blogger kioskero said...

Que Dios, y el servicio de limpieza, te oigan.

 
At 21/1/12 21:02, Blogger kioskero said...

¿por que no rentabilizar esa desmedida afición?.
http://www.opergame.com/recreativo/noticias/diversion-a-chorros?utm_source=Bolet%C3%ADn+de+Opergame&utm_campaign=2134ae8b97-BOLETIN_OPERGAME&utm_medium=email

 

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