Vocabulario "costa de Albuñol"
Continuando con mi artículo
anterior, relataré cuál fue la primera sorpresa con la que topé al llegar a
Barcelona. El año anterior, durante el que compartí plato, mantel y casi cama
con Boticario Rodríguez, empezamos el curso comiendo en el Zeluán al módico
precio de 25 pts (para la gente del siglo XXI diremos que 1€ = 163,386 pts),
aunque no tardamos mucho en irnos a comer a la fonda de la Sra. María que era
algo más barato (22 pts). Esto fue así hasta que descubrimos los comedores
universitarios; allí el precio era de 25 pts, pero se podía repetir el primer
plato y las patatas fritas del segundo. Así que Boticario y yo llegábamos a los
comedores, yo sacaba el tique de comida (por ser el titular del carné
universitario) y me iba al mostrador; llenada mi plato de cocido, lentejas,
macarrones o lo que fuera, echaba un filete, lo enterraba en patatas fritas y
cogía el camino de la mesa. Una vez que me había zampado el primero, Boticario
se iba al mostrador y lo rellenaba; mientras que él se ventilaba su plato de
cuchara, yo me comía medio filete y las patatas fritas, que él repetía para
acompañar su otro medio filete. En cuanto al postre, la Universidad de Granada
completaba la comida con una pieza de fruta y un vasito de vino: el día que a
uno le tocaba fruta, el otro se tomaba el vino y viceversa.
El primer topetazo
en Barcelona fue que los comedores universitarios cobraban 40 pts por el menú
(o sea, el 60% más caro). El segundo es que no había platos, sino una bandeja
metálica con socavones para echar la comida. El tercero era el peor: no se
podía repetir. Le añado un cuarto que consistía en que no había comedor en la
central y tenía que ir a la Escuela Industrial o a las Facultades de la
Diagonal, con lo que al precio del menú había que sumarle las 4 pts del
autobús. Así que me busqué la vida al margen de los centros de cultura y acabé
en los comedores del Sindicato (vertical, pero sindicato). En la puerta del
comedor colgaban cada día el menú en medio folio escrito a máquina. Por
supuesto, el precio era de 40 pts. No llevaba una semana usando el comedor
sindical, cuando encontré el menú que hizo que me pusiese colorado:
MENÚ DEL
DÍA
Macarrones a la italiana
Armóndigas en salsa
- Ya está
el cateto de mi paisano (andaluz, por supuesto) haciendo gala de nuestro nivel
cultural -pensé.
Ni que decir tiene que seguí comiendo armóndigas,
que, dicho sea de paso, estaban de rechupete. Aquel incidente me hizo recordar
que dos años antes me bajaba al patinejo de Huéspedes la Costa y me dedicaba a
escuchar las conversaciones de las gentes que venían al médico desde los
pueblos de la Andalucía más profunda. Me gustaba oír su jerga y recordar
palabras que no había escuchado desde que mis padres tuvieron la buena idea de
internarme en un colegio. Fue mucho tiempo después cuando recurrí a mi
diccionario de bolsillo (más tarde al diccionario de la Real Academia) y
comprobé que, con pequeñas o grandes diferencias, la mayoría de ellas estaban
aceptadas por la RAE (entonces, Real Academia Española). Volví a sentirme
orgulloso de mis paisanos. He seleccionado alguna de estas palabrejas con la
confianza de que a alguno de mis lectores le traerá buenos recuerdos:
Abolear:
lanzar lejos una cosa
Agareo (agareho): escupirle a un chaval en el glande y
echarle un puñado de tierra (era una broma)
Armorzá: lo que cabe en el hueco de
las manos
Buhero: boquete
Caramanchón/camaranchón: cuarto de los trastos
Dihcreto:
listo, inteligente
Ehcurcar: revolver cajones, buscar algo que no está a la
vista, registrar
Ehmangarillao: algo que está roto o descompuesto
Ehperecío:
esmayaico vivo
Ehtopozo: que le molesta cualquier cosa
Ehturrear: esparcir sin
orden
Engurruñío: tacaño, agarrado, arrugado, encogido, que duerme hecho un
gurruño
Enpercudío: con la suciedad retestiná o incrustada
Follingao: enfadado
con alguien
Garbana: flojera
Handorrero/andorrero: que callejea a menudo sin
hacer nada
Igao: Dar golpes sobre la púa del trompo del ganador con el trompo
del que ha perdido
Lumbrera: muy dihcreto, superdotado&Mihcandero: delicado
(escrupuloso y parco en el comer)
Ozear: espantar las moscas
Pehiguera: latoso,
tostón
Retotollúo: dícese del anciano o persona que ha estado enferma y ahora
está de buen ver
Roílla: trapo que se usa para limpiar la cocina
Tartahozo:
tartamudo
Virote: andorrero, persona ociosa
Zurrurnbear: abolear, tirar objetos
con un cierto enfado.
Aun así, todavía encuentro palabras que se me resisten a
encajar en mi diccionario privado. También encuentro libros donde aparece
alguna de estas palabras, desaparecidas del diccionario.
No hace mucho tropecé
(en Amazon prime reading) con la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España” y encontré dos palabras que yo creía erróneas:
Grabiel: el
arcángel. A mis paisanos nos referimos como la “Lola del Grabiel” o “Grabielico
el de Grabiel Galdeano”
Trujeron: del verbo traer. Yo truje, tú
trujiste, él trujo, nosotros trujimos, vosotros trujisteis, ellos trujeron.
De
aquí y de allá he reunido una colección de unas 1200 palabras, que se usan o usaban
frecuentemente entre mi gente; quizá algún día me sacuda la garbana y las
publique (sólo para los amigos, claro).
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