Buen viaje, Miguel
Sábado, 20. Me acerco al quiosco para recoger los cromos de la semana; clasificar los recortes que justifican la venta de las promociones y contar los vales de suscripción es una manera de descargar de trabajo las tardes de los domingos. Una visita al quiosco significa para Salva una meada extra. Mientras, se presenta el Manel.
- Ya la’ parmó er Migué.
- ¿Qué me dice?
- E’ta noshe pasá, a las tre’ de la madrugá.
Miguel es, era, el marido de la Gallega; el tarugo, según ella lo llama. Nos ha dejado después de una defensa más que numantina de su vida. Operado de cáncer de garganta, de cáncer de colón, con dos infartos en el cuerpo y un montón de años a la espalda, no ha faltado a su cita diaria con Sport hasta hace poco más de un mes. El Manel ya nos lo venía avisando, “mu hodío e’tá”, pero han sido tantas las veces que ha estado a las puertas de la Muerte que ya le hablaba de tú y nosotros empezábamos a pensar que era eterno. No ha podido con la última.
Vemos a la Gallega repitiendo una de sus frases más socorridas, “¿y con quién peleo yo ahora”, pero esta vez sin ningún tipo de ironía; desgarrada.
Desde aquí lo recordaremos con simpatía y nostalgia, mientras lo observamos alejarse al volante de su Bemeuve camino de la eternidad; y leyendo por el retrovisor los titulares de los diarios deportivos.
Buen viaje, Miguel.
- Ya la’ parmó er Migué.
- ¿Qué me dice?
- E’ta noshe pasá, a las tre’ de la madrugá.
Miguel es, era, el marido de la Gallega; el tarugo, según ella lo llama. Nos ha dejado después de una defensa más que numantina de su vida. Operado de cáncer de garganta, de cáncer de colón, con dos infartos en el cuerpo y un montón de años a la espalda, no ha faltado a su cita diaria con Sport hasta hace poco más de un mes. El Manel ya nos lo venía avisando, “mu hodío e’tá”, pero han sido tantas las veces que ha estado a las puertas de la Muerte que ya le hablaba de tú y nosotros empezábamos a pensar que era eterno. No ha podido con la última.
Vemos a la Gallega repitiendo una de sus frases más socorridas, “¿y con quién peleo yo ahora”, pero esta vez sin ningún tipo de ironía; desgarrada.
Desde aquí lo recordaremos con simpatía y nostalgia, mientras lo observamos alejarse al volante de su Bemeuve camino de la eternidad; y leyendo por el retrovisor los titulares de los diarios deportivos.
Buen viaje, Miguel.
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