sábado, enero 15, 2011

Funcionarios

Corría el mes de marzo de 1994 cuando decidí cambiarme de coche y, como la cuenta corriente no estaba para tirar cohetes, di mi utilitario como entrada. Por entonces la gente ya se había espabilado y pedía el recibo del último pago del impuesto de circulación, impuesto del que yo estaba exento; y si no impuesto, tampoco recibo. Tuve que personarme en las oficinas de hacienda municipal para que me diesen un certificado que acreditara estar en paz con la administración. Mi sorpresa fue mayúscula cuando el funcionario me dijo que el certificado tenía que pedirlo en el Ayuntamiento de Sant Boi. ¿Mande? Claro que aquello no era nada para lo que vino después: mi coche no era mío. Le enseñé el permiso de circulación y la ficha técnica pero, aun así, el funcionario me aseguró que no podía darme el certificado; tenía que traerle un justificante que me darían en la Delegación General de Tráfico. Obtenido tal certificado que daba fe de que mi coche era mi coche, me personé de nuevo en el Edificio Vela, junto al Puerto Olímpico y me fui derecho a mi funcionario.
- Vale, pero este coche no ha pagado el impuesto desde hace 4 años.
- Claro, estoy exento. Vea el documento que lo justifica.
-Ya, tiene usted razón pero yo no le puedo sacar el justificante mientras el coche tenga una deuda. Páguelo y luego hace un recurso.
Eso es algo en lo que piqué una vez y todavía estoy esperando que el Ayuntamiento conteste, así que pedí ver a su superior.
- Si no tiene hora, no lo puede recibir.
- Bueno, yo me quedo aquí hasta que me reciba o me saque la policía a rastras.

El funcionario movió el culo y me trajo a una señora con cara de mala leche que resultó ser la mar de amable. Me dijo que no me preocupase, que ella me lo resolvería pero que tardaría un buen rato. Me acompaño hasta una mesa vacía y me señaló la silla de las visitas para que esperase sentado. Me senté, saqué el periódico y me puse a leer. No había pasado mucho rato cuando se me acercó un señor mayor, trajeado y embutido en una elegante gabardina.
- Buenos días, yo venía a sacar…
- No, verá, es que yo no soy el funcionario –le corté-.
- ¡Ah, disculpe! –torció la boca en una sonrisa pícara-. ¡Como lo he visto leyendo el periódico!

Pues bien, esa es la idea que la mayoría de personas tenemos de los funcionarios: llegan al trabajo, bajan a desayunar y después se dedican a leer el periódico. Aunque parece que también hay funcionarios que trabajan; probablemente la mayor parte de ellos. Recientemente he necesitado acudir a una oficina de la administración del estado a revisar un expediente y obtener unas fotocopias; expediente abultado y con una redacción apta como para sorprender a Federico Trillo. Hablando en plata, me he pasado bastante tiempo manoseando el mamotreto sin encontrar nada. Hasta que ha aparecido Santa Funcionaria y, como a Dante en la Divina Comedia, me ha conducido por los vericuetos del expediente, ha buscado y encontrado lo que yo no veía y sacado fotocopia de todo lo necesario. Casi dos horitas me dedicó. Y encima no había periódico sobre su mesa.

Muchas gracias, Funcionaria. Ahora entiendo la adoración de Dante por su amor platónico.

2 Comments:

At 16/1/11 14:55, Blogger kioskero said...

Tampoco las meigas existen, pero haberlas, hailas.

 
At 16/1/11 18:15, Blogger Quiosquero said...

Y cuando cambian la escoba por el teclado del ordenador hasta nos parecen más humanas...

 

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