lunes, abril 10, 2006

Carta abierta a Murphy

Querido Edward:

Soy una persona que se disculpa muy pocas veces. Cuando le hago la puñeta a alguien o ha sido sin querer o ha sido queriendo. Si fue sin querer, no hay culpa y la disculpa sería inútil. Si fue queriendo, la disculpa sería hipócrita.
Haciendo una excepción. A ti si te pido disculpas. El otro día te puse a parir haciéndote responsable de todos mis males y he comprobado que no tenías la culpa. Tú te limitaste a enunciar unos corolarios que dedujiste a golpe de observación. Pero te quedaste corto y además te equivocaste de medio a medio. Debe ser por lo del 10: 10 corolarios de Murphy, 10 Mandamientos, 10 propuestas para la permanencia en la OTAN, sacar un 10 en Matemáticas… Porque tus 10 corolarios se encierran en 2: Los elementos actuarán en tu contra y siempre habrá un hijoputa que te dará por saco cuando menos te lo esperes (este fue tu error, lo fías todo a las circunstancias).

Con los elementos no me meto. Si el vuelo de una mariposa en China puede desencadenar un huracán en el Caribe y, a lo largo del año, sólo se producen diez o doce dignos de consideración, es que los elementos se compensan. De vez en cuando deciden putear un poco y se alían con la mariposa. Pero eso es pecata minuta.

Pero con los hijoputas…

Desde donde estés observa.
- Si en un aparcamiento callejero hay dos huecos juntos, el primero que aparque lo hará en medio y joderá al pobre desgraciado que llegue más tarde y que el hueco desperdiciado le hubiera ido como dedo en culo.
- En la cola del pescado, por ejemplo, alguien muy apurado pedirá que lo dejen pasar. Tiene mucha prisa y únicamente va a comprar una cosa. Una vez con el turno, comprará media libra de sardinas y “bueno, ya que estoy aquí póngame aquel rape”. Justo el último que quedaba y al que ya le había echado el ojo el siguiente de la fila.
- La gente no se limita a cruzar la calle cuando tiene el semáforo en rojo sino que lo hará a mitad de manzana y en diagonal.
- Si alguno tropieza en una de las mantas que extienden los del Corte Zulú para vender sus baratijas, se cagará en la madre que parió “a estos negros de mierda” pero tres días después lo podrás ver en la manifestación a favor del 0,7 del presupuesto para ayuda a los subsaharianos. Siempre me he preguntado qué pasaría si en la declaración de renta hubiera una casilla para pagar un 0,7 adicional de la base imponible.
- …..

Mi mujer me dice que no lo hacen por mala leche sino porque no piensan. Los progres afirman que esto es por culpa de la sociedad. Fíjate en el gesto de esos “locos bajitos” cuando le pegan con saña un puñetazo en la espalda a su hermano más pequeño. ¿La sociedad nos hace así o somos nosotros quienes hacemos así a la sociedad? Sé que se me tildará poco menos que de fascista, pero seamos sinceros: la democracia es antinatural. ¿Alguien ha visto a una manada de elefantes parlamentar para decidir el camino a seguir o, más bien, todos siguen al jefe de la manada?. ¡Coño, si hasta en la berrea, donde hay tantos machos como hembras y podrían repartirse, el único que tiene derecho a un quiqui es el que manda y los demás han de esperar a que se agote…! Pero los humanos piensan… ¡Anda la hostia! Yo no tengo puñetera idea ni de economía ni de enseñanza ni de orden público ni de defensa ni de ná de ná (bueno, de esto sé un poco), ¿cómo va a valer mi voto igual que el voto de una persona preparada? En Marbella la gente votó en igualdad… Así les ha ido.
Me estoy desviando y encima me está dando vergüenza por escribir tanta sandez junta.

Quería ponerte una secuencia de ejemplos. Como ya sabes, en este quiosco las tardes suelen ser tranquilas y es cuando aprovecho para cuadrar facturas (vano intento), ver como van las cuentas (de puta pena) o escribir en el blog. El pasado miércoles las cosas sucedieron más o menos tal que así.

Eran las 19,20 y no pasaba ni un alma, ni un alma que se parase ante el quiosco porque lo que es el chorro de gente no paraba. Había sido un día durillo, como casi todos, y decidí que me iba a casa. Liturgia del día: meter los expositores, quitar de la pared de enfrente los cartones de colecciones y revistas con regalos, recoger… Los expositores que tengo miden 1,80 de alto por 0,64 de ancho y se pueden colocar hasta 6 filas de revistas. Cuando están al completo pesan un huevo. Trinco el primero, miro a derecha e izquierda para comprobar que al dar la vuelta no le doy un expositorazo a nadie, y arranco. Cuando estoy a medio entrarlo, se me engancha con un saliente de la puertecilla y allí me quedo medio espatarrao.
- ¿Me atiende, por favor?
- Momento que acabe de meter este chisme.
- ¡Uy! Es que llevo prisa.
Sujeto el chisme como puedo y queda en equilibrio indiferente, es decir, que lo mismo se cae que no se cae.
- Dígame.
- Un chicle de fresa de 5 céntimos.
- Ya empieza Murphy ´-pienso.
Le doy el chicle y, ¡cómo no!, me larga 5 euros para que le cobre. Expositor adentro.
- Esta mañana he visto que tenía un ejemplar de Misterios y Enigmas.
- Sí, Qunram.
- ¿Me lo podría enseñar?
Debe estar en el altillo que es donde pongo los cartones cuando recojo. Escalerilla al canto y a trepar hasta el ático. A simple vista no lo percibo y empiezo a mover cartones. Lo normal. Por el otro lado se escurre King Kong. Kinkonazo al lector de códigos de barras y se va a parar encima del paquete de Holas. ¡Murphy, tu puñetero padre!
-´¿Tiene la colección de dog?
- Un momento, señora. Estoy atendiendo a esta señorita.
- No, si sólo quería saber si tiene dog.
- A este quiosco no han traído perros.
- Vamos niña. Y –con retintín- muchas gracias por su amabilidad.
- Le dejo el euro del diario.
- Dos euros de máquina para esta noche.
- Cóbreme Lecturas.
- Es igual –dice la chica de los enigmas-. He visto este libro y me parece que me lo quedo.
El Último Catón. Por lo menos hay una que ayuda.

Cuando consigo cerrar el chiringuito, me siento en el taburete y me fumo un purillo (esto no lo comentes porque si mi mujer se entera se va a cabrear). Repaso los 10 corolarios y es imposible que cada día se den las mismas circunstancias. Tú dices lo que va a pasar pero no te atreves a decir por qué. Estoy seguro que siempre hay 8 o 10 personas agazapadas en la esquina hasta que me ven apurado y entonces atacan al unísono para rematarme. Pero de circunstancias, nada. Y espérate que no he acabado.
Por motivos que no vienen al caso, soy poseedor de una tarjeta de permisividad de aparcamiento que me permite estacionar por tiempo ilimitado en las áreas azul y verde y en zonas de carga y descarga. Al principio venía al quiosco en motocicleta. Para no estorbar. Después, por motivos de almacenaje, empecé a traer el coche y cada día me acordaba de ti “Verás como Murphy tiene razón y la primera vez que olvide la tarjeta me cae una multa”. El miércoles por la noche me habían dejado la felicitación sujeta con el limpia. La casualidad. ¡Y una mierda! Hay un par de urbanos que cada día me repasan el coche para comprobar si he puesto la tarjeta. Debe ser que no he intentado sobornarlos para que lagan la vista gorda.

Lo que te digo, Eduardo, hay mucho hijoputa suelto.

Un abrazo.