Alto el fuego
Sin duda que la gran noticia de ayer fue el alto el fuego permanente decretado por ETA, superando incluso al gol de Ronaldo en Zaragoza después de más de un mes de sequía. Que ETA o cualquier otro grupo aparque las escopetas invita al optimismo. Luego, “che sera, sera”.
Esta mañana me he levantado contento y no sé por qué. No tiene ninguna gracia salir de debajo de las cobijas a las 5 de la mañana. Mientras me preparo el desayuno (zumo de naranja, huevos con beicon, café con leche y tostadas con mantequilla –es mentira: zumo de tetrabrik, capuchino prefabricado, una conchita Codán y a escupir a la calle) escucho la radio pero a esa hora no se oyen más que gilipolleces, así que acabo apagándola y concentrándome en el menú. Otra cosa es cuando cojo el coche camino del trabajo: a las 6 o’clock sueltan a los parlanchines y empieza la diversión. En cada semáforo cambio de emisora: de la Ser a la Cope, de la Cope a Onda Cero, de Onda Cero a la Ser. Es un ejercicio provechoso: se fortalece el dedo índice y se aprende que un mismo hecho puede tener múltiples interpretaciones, todas ellas verdaderas aunque sean antagónicas. Os lo recomiendo. Eso sí: si en algún momento creéis que alguno de los locutores tiene razón, cambiad de emisora y no volváis a ella durante un tiempo.
A lo que iba. El tema de la mañana era el alto el fuego. He tenido la suerte de que no me enganchara ni un semáforo y desde la Ser me remitían a los comentarios que aparecen en El País. A las 6:05 aparcaba detrás del quiosco. Los periódicos no habían llegado. Perfecto. A montar la paradita con tranquilidad. Revistas del corazón, historia, economía, colecciones decorando la pared de enfrente… ¡Y los diarios sin llegar! Por fin, casi a las 7, y como puestos de acuerdo, han aparecido las dos distribuidoras y, cómo no, los clientes ávidos de noticias. Esturreo de periódicos. Servidor, que está informatizado, pasa todas las ventas por el ordenador pero ¿cómo coño voy a vender algo que viene en un albarán que aún no he introducido? Periódico al lector, euro al bolsillo y después haremos una venta genérica de “prensa”. Se despeja el panorama: los periódicos amontonados en la acera asemejan al Kilimanjaro y yo a Cantinflas porque del peso de los bolsillos los pantalones se me han bajado hasta el límite que permite la elasticidad de los tirantes. Intento poner un poco de orden y observo que la prensa viene panzuda y abundante. Vistazo al albarán: 132 Vanguardias, 88 Países, casi 60 Periódicos… Habitualmente recibo del orden de los 320 diarios. Hoy, 390. ETA vende.
A las 8 ya estoy hecho fango. Me animo cuando aparecen, también al unísono, SGEL y SADE. Otras dos montañas de revistas y coleccionables. Más clientes. Y encima quieren saber mi opinión sobre el alto el fuego. Debe ser porque estoy que echo chispas. A las 10,30 tengo el caos casi controlado. Distribarna. Marina con las promociones de fin de semana. Logística con más promociones. ¡A la mierda! Voy a tomarme un cortado.
- Tienes mala cara –me dicen cuando entro en la cafetería.
- Es que el alto el fuego me ha afectado; sin muertos se venden menos periódicos
Cuando concluye el día compruebo lo que ya sospechaba: he vendido los mismos periódicos de siempre, estoy hecho unos zorros y tengo gana de meterme en la cama. Decreto el toque de queda y me voy a mi casa.
Un ruego. Por el bien de nuestra salud, cuando se deba anunciar una noticia importante que lo hagan poco a poco. Los quiosqueros lo agradecerán.
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