jueves, marzo 09, 2006

Demosgracia

Cuando decidí participar en Pies para quiosquero me prometí que no escribiría de política ni de nada que se relacionase pero las circunstancias hicieron que me viera envuelto en una huelga y en el follón de la venta de tabaco. Como consecuencia me metí un poco con los políticos.
Esta mañana, mientras colocaba los periódicos, me han llamado la atención dos noticias:
EL PERIÓDICO: Salut empieza a multar por la ley antitabaco.
LA RAZÓN: Las multas por rotular sólo en castellano se disparan en Cataluña.

Políticamente me eduqué durante la dictadura. Eran los tiempos de F.E.N. (Formación del Espíritu Nacional) donde habías de aprenderte el Fuero del Trabajo, el Fuero de los Españoles y, más tarde, la Ley Orgánica. Me parece que fue en 5º curso cuando tuve un texto cuyo autor era D. Manuel Fraga Iribarne, a la sazón Ministro de Información y Turismo, o sea, el Goebel del régimen. Entonces no le di importancia pero ahora recuerdo bien el capítulo dedicado a la evolución del poder y a los distintos regímenes de gobierno.
- Al principio, el poder emanaba de Dios que lo delegaba en el rey y éste lo ejercía sobre el pueblo.
- Tras la revolución francesa, el poder seguía emanando de Dios que lo delegaba en el pueblo y éste, a su vez, lo delegaba en el rey para que lo ejerciera sobre el pueblo.
- En democracia, el poder emana del pueblo que elige a sus representantes para que vigilen que se cumplan las decisiones de la mayoría a la vez que se respetan los derechos de las minorías
En cuanto a la democracia, hablaba de los tres poderes:
- Legislativo: Redacta y aprueba las leyes
- Ejecutivo: Vigila que las leyes aprobadas se cumplan. En caso de carencia o necesidad puede promover proyectos de ley que, para su entrada en vigor, deberán ser aprobados por el legislativo.
- Judicial: Dictamina si la ley se cumple correctamente y, en caso negativo, aplica las sanciones o penas previstas.

Esto lo escribía Fraga. Y yo me lo creí.

No voy a entrar en analizar ESTA democracia. Por ahora. Sólo resaltar lo único que tienen en común las dos noticias del principio: multa.
Siguiendo la definición de democracia de Fraga, me hubiera gustado leer en El Periódico algo así: Salut vigila para que en los lugares públicos se respete el derecho de los no fumadores. Y en La Razón: Siguiendo la normativa vigente, la mayoría de comercios de Cataluña rotulan en catalán y castellano.

De la ley del tabaco ya hemos hablado. Nos centramos en la ley de normalización lingüística. No sé que artículo de la Constitución dice, y cito de memoria: Los españoles tienen el DEBER de conocer el castellano o español y los ciudadanos de las Comunidades Autónomas el DERECHO a conocer la lengua propia de la comunidad. En román paladino: Los españoles tienen que conocer, por huevos, el idioma común y, por uebos, el de su comunidad. En democracia, ¿no sería correcto decir que el estado tiene el deber de proporcionar los medios para que cualquier ciudadano pueda conocer la lengua que le plazca o, al menos, el castellano y la lengua propia de su comunidad? ¿No sería plausible que cualquier oficina del ESTADO, central, autonómico o local, facilitase impresos en el idioma habitual del ciudadano?
Si abres un bar puedes llamarlo Can Cisco o Paco's Bar, pero que no se te ocurra llamarlo Bar de Paco porque te juegas una multa.

Durante los primeros años de la dictadura, en las colas de racionamiento si alguien hablaba en catalán se jugaba que el guardia civil de turno le diera en la raspa con la hebilla de la correa. Con la ley de normalización el comerciante se juega, si no rotula en catalán, que la ley le dé con la hebilla de la correa en la cartera. Y la cartera la solemos llevar muy cerca del corazón. Aquellos imponían la ley a punta de pistola, estos la imponen a punta de estilográfica.
Y el colmo: El conseller Huguet dice que algunas denuncias son de consumidores que “van tomando conciencia”. Después de la guerra civil los ciudadanos que tomaban “conciencia” denunciaban a sus vecinos por rojos. Llevo muchos años en Catalunya y nunca tuve ningún problema con mis vecinos por no hablar en catalán. Ahora están tomando conciencia de que deben denunciarme.

Es vox populi que la ley de normalización ha sido un éxito porque los charnegos ya hablan catalán. Franco, a golpe de golpes, consiguió que hasta en el más recóndito pueblo de Catalunya se hablase en castellano. ¿No tuvimos bastante con 40 años?

Como dice el Letrado, otro de los parroquianos de Superwaiter, en España se folla poco pero se jode mucho.

Me estoy cabreando. No me gusta hablar de política.

4 Comments:

At 10/3/06 13:16, Blogger dalr said...

De buen rollo, pero....

Cuando te prometías no escribir de política hacías un muy buen propósito, pese a saber que es imposible. La política está en todas partes y nos afecta demasiado como para pasarla por alto. Pero como instigador de esta página debo hacer ciertas puntualizaciones.

Pies para quiosquero es un espacio de debate, reflexión, relax... sobre la vida misma que transcurre ante el quiosco. Pese a NO SER EN ABSOLUTO un espacio de reflexión política, la política y cualquier opinión tienen cabida, siempre que a) se haga con responsabilidad y respeto y b) se esté dispuesto a encajar réplicas igualmente responsables y respetuosas.

Cumplido tu derecho de opinión (en riguroso cumplimiento de sus límites), ejerzo el mío de apostilla.

Vamos por partes.

Políticamente me he educado (y sigo en ello) en democracia. Eran los tiempos del revisionismo (necesario en muchos casos tras 40 años de sólo media verdad) y la inmersión lingüística (necesaria en muchos casos tras 40 años de sólo media lengua).

Como buen charnego (ahora está de moda) me crié en una particular diglosia: un idioma para la vida privada y otro para la vida pública. Esto me ha servido para, si no gozar de un bilingüismo perfecto, sí ser perfectamente capaz de desenvolverme en cualquier idioma con confianza y tranquilidad. Si me hablan en catalán, respondo en catalán y viceversa. Jamás he tenido problemas. Jamás, hasta hace poquito.

Hace un tiempo que en Catalunya (ante algunos catalanes) parece que tenga que excusarme por ser español y en España (ante algunos españoles) por ser catalán. Y eso me jode. Me jode porque yo no he cambiado y tampoco creo que la gente (cierta gente) se haya vuelto gilipollas de golpe. Imbéciles ha habido y habrá siempre. Lo que está cambiando es que ahora a nadie le da vergüenza demostrarlo.

La culpa, en mi opinión, nace de los políticos que UTILIZAN las preocupaciones de la gente para generar miedos y repulsas que sólo les favorecen a ellos. Los culpables subsidiarios son los medios de comunicación que no sólo difunden encantados las barbaridades de los políticos sino que avivan el fuego presentando con grandes titulares anécdotas estúpidas como si fueran la norma. Pero los auténticos culpables somos los ciudadanitos de a pie que nos creemos a pie juntillas todo lo que nos dicen unos y otros sin hacernos una mísera pregunta.

Mis preguntas son: en qué idioma rotulas tú en tu negocio, en qué idioma te diriges a tus clientes, cuántos problemas has tenido con ellos y cuántas multas te han puesto.

Digo esto porque, pese a estar de acuerdo contigo en la crítica a la facultad de nuestros políticos de crear problemas donde no los hay y de no conocer otro modo de solucionar las cosas que el palo en forma de multa, veo necesario romper una lanza, al menos, en favor de nuestros clientes. Los hay de todas las tendencias e ideologías, algunos incluso dicen muchas tonterías, pero, hasta el momento, han estado muy por encima de los medios que leen y de los políticos que votan.

Así que no te preocupes que nadie va a denunciarte. Y si lo hacen, la multa la pago yo.

Y hablando de pagar. Jefe, que te parecería un aumtentillo de sueldo... ;-)

 
At 11/3/06 21:18, Blogger Quiosquero said...

Siguiendo con el buen rollo.

Esta visto que jamás optaré al Premio Cervantes básicamente por el mal uso del idioma. Pienso una cosa y, cuando la escribo, se me interpreta lo que no tenía intención de decir. Hablando me expreso mejor teniendo en cuenta que la mitad de lo que digo lo hablo con las manos.

Se me ha criticado el artículo Demosgracia por escrito y de viva voz. Y, aunque reconozco que cada uno es libre de pensar como quiera y que todo es susceptible de crítica, se me critican cosas que yo no he querido decir.

En primer lugar se me dice que el anteponer D. al nombre de Fraga indica una simpatía por el personaje. No he querido en ningún momento darle especial distinción al personaje. Intentaba, infructuosamente por lo visto, denotar que la definición de democracia dada por un catedrático de derecho político, más tarde ministro de la dictadura, se ajustaba bastante a la idea de democracia que yo tengo. Tres poderes independientes y complementarios. La democracia real, en Europa y en España en particular, no va así. El ciudadano ejerce su derecho a voto y, hasta dentro de 4 años si te he visto no me acuerdo. El pueblo elige al legislativo, el legislativo elige al ejecutivo y, a partir de ahí, el único que pincha y corta es el gobierno. El gobierno promueve y redacta las leyes, el gobierno pacta la composición del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo, el gobierno nombra al Defensor del Pueblo, el gobierno… El legislativo se limita a aprobar lo legislado por el gobierno pero no legisla. Y en el Tribunal Constitucional, una vez conocida su composición, se sabe de antemano qué se va a votar.

En cuanto a la cuestión idiomática fijemos posturas. Cuando en las calles de Barcelona se gritaba Llibertat, Amnistía y Estatut de Autonomía yo ansiaba la Llibertat, creía en una Amnistía a los presos políticos y estaba en contra de una amnistía general, y del Estatut de Autonomía no sabía si sería bueno o no pero entendía que cuanto más cerca del problema estuviesen los centros de decisión, más rápida sería la solución.
¿Qué critico de la normalización lingüística? El Estatut de Sau reconoce dos idiomas oficiales en Catalunya y se interpreta que los catalanes hemos de ser bilingües. No estoy de acuerdo en esa interpretación. Quienes han de ser bilingües son las instituciones para que el ciudadano que se acerque a una ventanilla sea atendido en su lengua habitual. Los catalanes (me incluyo pues, si bien no soy catalán de origen, lo soy a todos los demás efectos) deberíamos tener el derecho de acceder al conocimiento de ambos idiomas y a expresarnos en el que nos dé la gana. Tengo amigos catalanes de pura cepa que sólo me hablan en catalán y yo les hablo en castellano. Eso es bilingüismo y yo no sé el suficiente catalán para poder llamarme bilingüe.

Pero, en mi artículo, quería resaltar dos cosas:
- El comercio es del comerciante y tiene derecho a rotular como le pase por las narices. El cliente decide si compra o no. El estado (en este caso, autonómico) obliga a uno a rotular en un idioma concreto y pide al otro que, de no ser así, lo denuncie. Recuerdo una empresa en la hace años trabajaba que necesitaba abreviar la palabra CUELLOS. Propuse COLL a lo que el empresario, catalán de generaciones, se negó porque muchos de sus clientes “residían en España”. Al final se optó por CUE (cágate lorito).
El comerciante lo que quiere es vender y si cree que debe rotular en polinesio está en su derecho. Véase el etiquetado de los productos alimenticios aragoneses: la mayoría vienen en español, catalán, gallego y vascuence. Quieren vender.
- El estado debe crear las condiciones necesarias para que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos individuales y no sólo imponer, a golpe de multa, lo que se desvía de sus convicciones ideológicas.

¿He hablado bien, tío Juan?

No sé si he aclarado algo o lo he liado más.

 
At 12/3/06 01:37, Blogger dalr said...

Me he perdido... Quién es el tío Juan? Quién te ha criticado el D. a Fraga? Es que si no nos cuentas las cosas no nos enteramos...

Gracias por las aclaraciones. Me ha quedado todo muchísimo más claro. Supongo que el tema dará para seguir debatiendo. Y, como decían Tip y Cue, mañana hablaremos del gobierno.

 
At 13/3/06 14:02, Blogger Quiosquero said...

La crítica a la utilización de D. delante del nombre de Fraga viene de Quiosquera Consorte. Piensa que al darle tal trato se podría pensar que el personaje goza de mis simpatías, al menos, por aquel entonces (lo que sería peor).

Tío Juan fue el hermano menor de mi abuelo. Voz de trueno, hablar lento y sentencioso y vocabulario a lo Castelar. Por un asunto de linderos, su yerno y sobrino hubo de declarar delante del juez y, al salir, hizo la pregunta:
- ¿He hablado bien, tío Juan?
- Como los propios ángeles, Luís.

Ambas frases han quedado en mi familia como apostilla.

 

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