viernes, marzo 17, 2006

El Ejecutivo

La hora oficial de apertura del quiosco son las 6,30 a.m. Al principio, darl y yo llegábamos a las 6,25 e iniciábamos el montaje del chiringuito. Visto desde el lado del transeúnte, los diarios se sitúan a la derecha ocupando el estante desplegable, economía e historia en el mostrador, moda y revistas mensuales en el desplegable de la izquierda y las revistas del corazón en el mostrador superior. Detrás de mí están las revistas juveniles para que no me las manguen y en un rinconcito, semioculto, el putiferio: Tacones altos, Simplemente 18, 50 y más, Álbum lujuria, Hot video, Jóvenes y putas….

Todo iba bien hasta que observé que darl llegaba cada día hecho un zombi, tal era su falta de sueño (sobra de sueño, más bien). Así que, en vez de telefonearle a las 5,30 que era lo habitual, empecé a llamarlo a las 6,30 una vez llegado al quiosco. La consecuencia inmediata fue que, abriendo solo, se me acumulaban los periódicos, las revistas, el género nuevo y los clientes y, a partir de ahí, iba más de culo que San Patrás. Había que buscar una solución y, a uno que la neurona no le da para más, la única solución que se le ocurrió fue adelantar media hora el despertador y estar en el quiosco a las 6.

Todo bien. Montaba con tranquilidad y, como he dicho en alguna ocasión, mi primera venta era AS. Hasta que empezó a aparecer un nuevo cliente: traje a medida, corbata, pelo engominado, vamos como Mario Conde pero menos sexy. Llegaba a las 6,15 y se llevaba La Vanguardia, entraba en el coche que tenía aparcado en doble fila y se la empollaba. Los repartidores saben que no abro hasta las 6,30, así que muchas veces los periódicos no llegan a esta hora. De este modo, un día el Ejecutivo llegó antes que su Vanguardia. Chasqueado me pidió una recarga para el móvil. Mientras yo manipulaba el zapatófono, le echó un vistazo a la Sex Zone y pidió Penthouse. Hasta aquí todo normal pero a la semana siguiente, junto a La Vanguardia, se llevo Hot Video. Lo seguí con la mirada hasta el coche mientras pensaba: “Hay que andar muy salido para ponerse a ver revistas guarras a hora tan temprana. ¿No le habrá dicho nunca su madre o su abuela que con esas cosas se derrite el tuétano de los huesos?”.

A medida que fue pasando el tiempo la adquisición de revistas de putiferio se hizo más frecuente. Me explicó que vive fuera y viene temprano para evitar caravanas y que las revistas son para el vigilante del garaje donde deja el coche. Eso encajaba mejor con el individuo. Es más lógico que el vigilante de un garaje sea un obseso sexual y le encante pasarse el día mirando pendejos que un ejecutivo se meta en su coche para disfrutar de unas cuantas fotos de chismes pelones, abiertos cual flores marchitas.

La cuestión es que el putiferio empieza a serme rentable. Hay veces que tengo que rebuscar para tener material para el día siguiente. El otro día, sin ir más lejos, sólo tenía Club International English, en protestante, claro. Cuando llegó el Ejecutivo tuve que decirle que la única revista que quedaba estaba en inglés pero que los chominos salían en castellano. Se la llevó.