La chica del cine clásico
Estoy jodido. Lo reconozco. Mi primera intención ha sido ponerme la máscara cínica y decir que no me extraña que los quioscos se estén yendo a tomar viento. Que como las cosas sigan así nos vamos a quedar sin clientes. Pero es que tras lo del panaero, o la señora del Cábala, una clienta a la que no llegamos a ver nunca pero cuya hija compraba cada semana tres revistas de pasatiempos (Cábala, Orión y Quiz), luego dos (mi madre ya no está muy bien y estos le costaban mucho...) y finalmente ninguna (no me la guardéis más que se murió anteayer)... En fin.
Esta tarde, hace un rato, ha pasado por el quiosco una chica que desde hace unos meses se había convertido en clienta habitual. Joven. Dinámica. Muy guapa.
Compraba unos packs de películas antiguas. De esas que en un principio se vendían a 10 euros la unidad, luego a diez euros la pareja y finalmente empaquetaban en un enorme cartón de ocho pelis por quince euros. Eran para los ancianitos del geriátrico en que trabajaba. "Les encantan estas películas -me decía sonriendo-. Mucho más que las modernas. Y por sólo 15 euros los tengo felices varios días".
Cuando descubrió estas películas se puso contentísima. Alternaban géneros y artistas, permitiéndole contentar a todos los abueletes. El gordo y el flaco, Buster Keaton o Chaplin para los amantes del cine mudo. El tercer hombre, Cirano de Bergerac (con José Ferrer) o Juan Nadie, para los amantes de los clásicos. Fred y Ginger para hacer las delicias de los locos por el musical. Cada quince días compraba un pack distinto. Hasta que hace dos semanas me dejó dos apartados. "Pasaré a buscarlo, no se preocupen".
Y esta tarde ha pasado. Ha pasado pero no se ha llevado las películas. Cuando me ha dicho que no hacía falta que se las guardara más, con los ojos humedecidos, inmediatamente me he acordado de la señora del Cábala y del panaero. Una décima de segundo después he pensado que no podía tratarse de la muerte de un ancianito. Las películas eran para todos. ¿Habrían muerto varios? La chica me ha sacado de dudas antes de que me montara una película gore: "Me han despedido. Cambio de dirección y ya se sab...", ha logrado decirme antes de que se le rompiera la voz por el llanto.
Está claro que acababa de pasar. La muchacha llevaba dos semanas preocupada porque no le daban el dinero para poder pasarle sus películas a los viejecitos, preguntándose por qué le costaba tanto a la nueva dirección aprobar un presupuesto de 15 míseros euros para los ancianos... cuando lo que en realidad se estaba cociendo era su despido.
No he visto trabajar a esa chica y no sé si es una gran profesional. Desconozco su preparación o su curriculum. Pero vi su sonrisa cuando descubrió las películas y su satisfacción a la semana siguiente cuando vino a por más tras ver la ilusión que le habían hecho a los ancianos. Y la he visto llorar esta tarde porque ya no les llevaría más.
Entre sollozos aún ha tenido fuerzas para pedirme disculpas. Disculpas por no comprarme las películas después de habérmelas reservado. Disculpas, quizás, por no poder llevárselas a sus ancianitos. Como si fuera culpa suya. Evidentemente le he rogado que no se preocupara por eso y le he pedido que igualmente pasara a vernos de vez en cuando. No sabía que decirle. Creo que he dicho algo similar a "menudos cabrones" antes de un último "lo siento".
Recuerdo haber sentido algo similar cuando la chica del "no me lo digas con flores" (qué queréis que le haga, el comic japonés se llamaba así) nos vino a decir que no le guardáramos más novelas románticas, que no le renovaban el contrato en la peluquería. Aquel día perdimos a una de nuestras mejores clientas y a una de las sonrisas más encantadoras del barrio. No hemos vuelto a verla.
Si estubiera en plan cínico diría que si la gente se sigue muriendo, si la gente sigue perdiendo su trabajo, el quiosco se va a ir a la mierda. Diría que que cada vez que alguien se muere, cada vez que despiden a alguien, además de hacer polvo a sus familiares y amigos están quitándole el pan a su quiosquero. Que si San Pedro y Caldera no cambian las cosas en poco tiempo tendréis que comprar el periódico en el supermercado. Pero no tengo ganas de ponerme cínico. Porque estoy jodido. Y no sé si lo estoy porque soy un cínico de mierda que ha perdido tres euros de beneficio al mes (lo que deja más o menos una venta de 15 euros) o porque debo resignarme impotente a ver cómo la gente que se ilusiona por lo que hace acaba llorando en la puerta de mi casa. O tal vez simplemente estoy jodido porque cada quince días me traerán un pack de películas que me recordarán que ella, esta vez, no vendrá a buscarlas.
5 Comments:
Vaya, me ha impresionado y emocionado mucho este post, creo que no voy a encontrar las palabras para definir lo que ha transmitido, sólo darte las gracias y animarte a seguir escribiendo y compartiendo con los demas estas pequeñas grandes historias.
Gracias de nuevo.
Muchas gracias visitante anónimo. Lo cierto es que a mi también me tocó mucho la escena y por eso leo y releo este post sin saber muy bien por qué. De hecho, mis peores predicciones se están cumpliendo y la chica del cine clásico no ha vuelto a pasar por el quiosco. Si alguna vez lo hace... quizás tenga fuerzas para hacer lo que no hice entonces. Echar la persiana, invitarla a una cerveza y pasar un par de horas despotricando del mercado laboral, imaginando las caras de los ancianitos ante una pirueta de Ginger Rogers o simplemente hablando de cine clásico.
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Vaya, con este calor estoy muy espeso.....
Bueno, soy el visitante anónimo del comentario, lo deje sin firmar por error y no era mi intención.
Saludos dalr, y un abrazo a los quiosqueros, fantástico blog.
Muchas gracias autista. La verdad es que los mensajes de visitantes anónimos (que no los anónimos en sí, esos en los que alguien te despelleja sin dar la cara...) también nos gustan. Pero me alegro de que esta vez hayas firmado. Así todos podemos leer tu blog. :-)
Te mantendré informado si hay novedades. Hasta pronto!
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