Obituario
Cuando uno llega por primera vez a un lugar suele hacerlo con temor. Sin saber si encajará allí. Si se acostumbrará a sus gentes. Si sus gentes se acostumbrarán a uno. Cuando hace poco más de un año llegamos a este barrio (el físico, porque el digital es otra historia) tardamos poco en descubrir que íbamos a sentirnos agusto. Nos encontrábamos en un barrio. Un barrio de los de antes. Donde la gente gusta de darse un paseo, saludar a los vecinos, recorrer sus comercios. Donde se aprecia un saludo amistoso por parte de los convecinos. Donde "la gente del barrio" se conoce.
El quiosco es un punto de encuentro en el barrio. Un espacio ante el que pasa el día a día. Donde la gente se acerca a buscar ese "algo más" que aporta la sonrisa cómplice del quiosquero al periódico y que jamás se encuentra en el inseguro buzón para suscriptores ni en la edición digital del diario preferido. Y cuando esto se cumple, cuando el quiosquero responde al cariño del vecino con sonrisas, reconocimiento, complicidad y alguna que otra búsqueda complicada de números atrasados, sólo entonces el quiosquero empieza a ser alguien en el barrio. Alguien del barrio.
La parte positiva de este juego de afectos, con sus inevitables momentos de crispación como en todo juego de afectos, es que uno se siente trabajando como en casa. La parte negativa es que, en ocasiones, toca participar también de la cara triste del barrio.
La semana pasada nos dejó el panaero: uno de los clientes fijos al que dedicamos un post hace tiempo. El panaero venía casi todos los días a buscar el As. Cuando no podía, nos mandaba a una de sus empleadas (guapa y simpática como ella sola) pero procuraba pasarse después a echar una loto y, de paso, llevarse alguna revistilla de esas que le gustaban a él. Y con su Sie7e bajo el brazo, o su FHM, o su Inteviu, solía charlar un ratillo con nosotros. Poquito, pues no podía descuidarse el negocio. Pero con el tiempo acabamos por tomarle cariño a ese señor grandote y desgarbado, de aspecto desaliñado y sonrisa picarona cuando se acercaba al mostrador de las chicas ligeritas de ropa. Estoy convencido de que, donde esté, nos observa sonriente mientras las chicas de portada de FHM le pasan las páginas del As. Descansa en paz, panaero.
2 Comments:
Seguro que el panaero habrá perdido su andar cansino y flotará entre nubes de algodón rodeado de las girls de Interviú y FHM mientras que las de Playboy, envidiosas, le ternderán la alfombra de flores.
Aquí siempre estarán a la vista sus revistas preferidas.
Buenas!!!
Primero de todo felicitaros por el Blog chicos, ya hace un tiempo que lo vengo leyendo, aunque no he comentado hasta ahora, y la verdad que contáis muchas historias amenas.
En segundo lugar, una pena lo de panadero, sin duda fue una de las entradas que más divertidas encontré, y espero sinceramente que el hombre siga disfrutando de "sus chicas" allá donde este :P
Un saludo!
Publicar un comentario
<< Home