jueves, junio 29, 2006

Los hábitos perdidos

Yo, que nací a mediados del siglo pasado, todavía gozo del buen hábito de la lectura cuando el tiempo me lo permite.
Mi infancia no estuvo marcada por la TV.
Actualmente, ni los jóvenes ni los niños pueden imaginarse un mundo sin el televisor pero lo cierto es que ese tiempo existió y, además, "pudimos superarlo". Todos sabemos que la televisión es ese gran invento capaz de enriquecer los conocimientos del espectador, aburrirlo hasta la saciedad, robarle un tiempo irrecuperable o, simplemente, entretenerlo. El resultado obtenido será directamente proporcional a la elección de los programas y al espacio de tiempo que uno esté dispuesto a concederle.
A aquellos que no puedan imaginarse un mundo sin tele les diré que de niños jugábamos, inventábamos, leíamos y hablábamos con los demás entre muchas otras cosas. Hoy, algunas de estas "actividades" están casi en desuso.
Allá por el año 1969 tuve la fortuna de tropezar con quiosquero y juntos decidimos tomar el mismo camino. Una de nuestras afinidades era, y es, la lectura. No resulta extraño, pues, que “dalr” se iniciara desde su más tierna infancia en el amor a los libros y en la necesidad de saber cada día un poco más de todo. A partir de los 15 meses, su mejor compañero de sueños fue un libro. admiraba una y otra vez las imágenes.Trataba sobre aves y peces. Tenía unas fotografías fantásticas y llenas de colorido. A través de aquellas fotografías aprendió a conocer los colores, supo de esas criaturas que la naturaleza ha creado, y descubrió muchas otras cosas además de aprender también a cuidar y querer a los libros. Por cierto, todavía lo conserva como algo muy especial, aunque el paso de tiempo y su corta edad “dejaron su huella”.
Bueno, tampoco se trata de ponernos medallas porque para eso ya están los políticos. Supongo que más tuvieron que ver los genes (esos pedacitos ínfimos de nosotros mismos que traspasamos de una a otra generación y que, mezclados al azar con los de la pareja, acaban haciéndonos a su antojo), que nuestro empeño por transmitir nuestras inquietudes al benjamín de la familia. Lo cierto es que su afición por la literatura sigue vigente. Siempre encuentra un momento para leer. No importa el lugar ni los medios. Dejó su compañero de sueños en un lugar visible e importante de su librería y ahora viaja con otra fiel compañera: su "pda". Sin comentarios: es cosa del progreso.
Esta larga introducción no tiene otro sentido que hacer una reflexión sobre lo que niños y papás, vienen buscando a su paso por el quiosco.
Bien es verdad que no nos traen demasiado material infantil. La cosa no va mucho más allá de algún que otro cuento clásico (a precio de escándalo), las colecciones de cromos y alguna que otra revista infantil/juvenil a excepción, claro está, de las horteradas como "Hadas", “Princesas”, “Barby”, etc.
Es habitual que los padres y abuelos se gasten a diario algunos céntimos en "chuches" (hábito poco sano teniendo en cuenta que una gran parte de los niños españoles sufren ya de sobrepeso) y, sin embargo, no los inicien en la maravillosa aventura de los libros.
Por todo lo expuesto, ni que decir tiene la alegría que sentí cuando hace unas semanas descubrí que El País lanzaba una colección de cuentos infantiles preciosos, muy bien ilustrados y al módico precio de 1,95 € (más el cupón). Salen los sábados y domingos y van combinando algunos títulos clásicos con otros menos conocidos. Pues bien, no vendemos más de 2 ó 3 de cada. Curioso ¿no?
Coincidiendo en las mismas fechas, La Vanguardia comenzó también una colección de cuentos que salen los domingos. La encuadernación no es tan buena pero son bonitos y pueden resultar amenos para los más pequeños porque viene con unas pegatinas. Quizás de éstos vendamos uno o dos más, pero ya está.
Cuando vi que nadie me los pedía y como si el porcentaje de beneficio que dejan fuera excelente, me puse a promocionarlos cual loca abordando a los papás que se acercaban a comprar el periódico acompañados de sus peques. Pues nada. Ni aún así fui capaz de vender la media docena. Eso sí, más de uno a quienes mostré los cuentos y, después de mirarlos dijeron algo como “ah, sí, está bien pero... otro día”, compraron alguna revista frívola para entretenerse durante el fin de semana.

6 Comments:

At 29/6/06 21:25, Blogger Quiosquero said...

Querida quiosquera, cuando a un niño le compras cromos sabes que durante un rato va a estar entretenido y no te va a tocar las narices. Si le compras un cuento, pedirá que se lo leas y te coserá a preguntas. Y no tenemos tiempo.
Acuérdate que, cuando Dalr era pequeño, yo hacía jornada intensiva (de 9 a 9 con una hora para comer; casi como ahora) y llegaba a casa fundido, pero el niño me esperaba siempre despierto para que le leyese algo o comentásemos cómo le había ido el cole. A ti ya te había asaetado a preguntas durante la tarde.
Y eso puede ser duro si no tienes el cariño o la paciencia suficientes.
Pero es un camino que hemos andado...

 
At 30/6/06 01:56, Blogger dalr said...

Tierna estampa familiar, vive Dios. Y ahora qué. ¿Le abro una cuenta a la abuela para seguir con el remember when o volvemos a la brecha y nos ponemos al día con alguna anecdotilla del quiosco? Los niños de hoy, como los de entonces, son cada cual de su padre y de su madre. Tenemos algún minicliente que no habrá tenido el puñetero libro de los pajaritos pero se sabe de pe a pa la vida y milagros de media fauna mundial porque se traga los deuvedés del National Geographic que se trae papá el domingo con La Vanguardia, se ha aprendido los nombres de todos los bichos que salen en los cromos del Rey León o se deja las pestañitas navegando por internet. ¿Una minoría? Por supuesto. Pero yo no recuerdo a muchos niños de mi generación que fueran con un libro debajo del brazo. Y además. Yo aprendí a leer con Mortadelo y Filemón. Lo que es un crimen es que Ibáñez siga vivo y trabajando y los niños sólo conozcan a los Pokemon porque nadie, ni papás ni quiosqueros ni maestros, está moviendo un dedo para que estas obras cumbre de nuestra cultura popular tengan el protagonismo que sin duda merecen. He dicho.

 
At 30/6/06 13:35, Anonymous Anónimo said...

Cierto que es triste que la gente no quiera leer, pero es más triste aún que no quieran que lean sus hijos.
El Monstruo dixit

 
At 30/6/06 14:37, Blogger Quiosquero said...

Darl, no te tires faroles. Con Mortadelo y Filemón aprendiste a mearte de risa sin echar una gota. El que aprendió a leer con el Guerrero del Antifaz fue el Churrero, que se estudiaba los dibujitos de las letras mientras los demás le chorizábamos los helados del carrito.

 
At 30/6/06 22:34, Blogger quiosquera said...

Queridísimo dalr:
¡qué poca memoria tienes!tú no arendiste a leer en los "Mortadelos". Tú naciste sabiendo leer!!! (ji, ji, ji...)

 
At 1/7/06 14:14, Blogger dalr said...

Buf! No voy a hacer comentarios. menos mal ue tenemos lectores como el Monstruo que ponen algo de cordura en este espacio. Me voy a leer un rato. Acaba de llegar un SupereHumor especial mundiales que tiene una pinta...

 

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