¡Ajo y agua!

Ayer tocó traumatólogo. Llegué ligeramente “muy” nervioso y apabullado; no me llevo bien con los quirófanos y tenía la sensación de me habrían de recomponer los huesos de la cadera. Le tendí la radiografía al carpintero.
- Cuanto más te miro más cuenta me doy de lo feo que eres por dentro. No te molestes pero tienes los huesos hechos un asco.
- Pues la niña que me hizo la foto me dijo que había salido bien.
- Claro y a mayor calidad de la foto mejor se contemplan los defectos.
- Eres único para dar ánimos a los pacientes.
- No, si bien visto no estás tan mal. Me temía un desgaste de la cabeza del fémur y eso es quirófano. También se puede amputar, pero creo que prefieres un hueso de porcelana a no tener ninguno...
- ¿Por qué me duele entonces?
- Porque tienes una fisura en la pelvis.
- ¡Vaya, hombre! ¿Cómo se me puede haber hecho?
- Estrés.
- ¡No jodas! Ando siempre disparado como una moto pero no he notado que se me pongan nerviosos los huesos.
- ¡Mira que eres pollino! En el caso de huesos, el estrés se produce por cansancio y tú has forzado mucho esa pierna últimamente.
- ¿Entonces?
- ¡Ajo y agua!
- Me lo expliques...
- Lo único que te puedo aconsejar es reposo pero ¿me vas a hacer caso?
- ¡No!
- Pues ajo y agua.
- O sea, apretar los dientes.
- Exacto. Puedes tomar Nolotil, Voltarén...
- ¿Por qué no me recetas morfina?
- Porque crea adición.
- Claro. Prefieres que haga adicto al dolor.
- No estaría mal... Me alegra que te lo tomes con humor.
- ¿Humor? Lo que sucede es que a mí me pasa como a Aznar con el catalán: sólo lloro en la intimidad.