Eric el vikingo
El viernes 29 era un día destinado a que todo saliera mal. Para empezar era final de mes y Salva tenía que cobrar. Cuando se acerca la fecha de pago paso unos día con diarrea porque, aunque a lo largo del mes vaya guardando efectivo para atender a las deudas, nunca sé si me va a llegar una factura que mande la previsión a freír espárragos.
El día empezó haciendo honor a los malos presagios. Como Quiosquera sigue con el tobillo hecho unos zorros, la acerco a su trabajo antes de pasar por el quiosco. Apenas habíamos andado 30 m, cuando se me encasquilló la pierna buena y, viendo el gesto de dolor a cada paso daba, se ofreció a sacar ella el coche del parking mientras la esperaba en la esquina.
- Ten cuidado con el coche del vecino, que es muy cuidadoso y no me gustaría que se lo rayásemos. Sales recto sin tocar el volante y, cuando estés a un metro del lavamanos, giras y lo esquivas.
Quiosquera me hizo caso y la maniobra le salió perfecta. Supongo que se envaneció o que la pared se asomó para aplaudirla. Lo cierto es que la primera esquina de la derecha, según se sube la rampa, no estaba en su sitio y la puerta trasera del almamóvil quedó ligeramente arrugada. Después de treinta y tantos años de matrimonio mi costilla sigue sin entender mis malos humores y llegó un poco acojonadilla pensando que le echaría un rapapolvo. A mí me cabrean los chorradas, por ejemplo, que me hablen mientras estoy pensando, pero las cosas más serias me las tomo a cachondeo (siempre que se puedan arreglar con dinero y tenga suficiente). Así es que ahora voy con el almacén un tanto desaliñado.
Salva me reservaba una pequeña sorpresa: el zapatófono no funcionaba y no podía hacer recarga de móviles. Llamé al número de urgencias.
- Le atiende Fulanita.
- El zapatófono no funciona.
- ¿El qué?
- ¡Uy! El datáfono.
- ¿Qué le pasa?
- Que no funciona.
- Ya. Eso me lo ha dicho pero ¿qué es lo que no va bien?
- No lo sé.
- Vamos a inicializar. Ejecute la opción 10 del menú.
- Sólo hay 4 opciones.
- Dele a la flechita hacia abajo (empezó a darse cuenta de con quién hablaba). ¿Ve que salen otras líneas? Pues vaya hasta la que empieza con un 10.
- Ya.
- Ahora púlsela.
La pulsé. Se borró la pantalla y empezaron a salir mensajes.
- ¡Oiga, señorita! ¡Está haciendo propaganda electoral!
- ¿Cómo que hace propaganda electoral?
- Sí. Dice que conecte con el PP.
- ¿Con el PePé?
- Me esta diciendo “Conecting PPP”
Esta vez se rió.
Lo de hacer el gilipollas es una táctica. Cuando estás quedando como un idiota, dices unas cuantas tonterías y el otro empieza a dudar entre si eres tonto o cachondo. Funciona... Funciona la táctica, el zapatófono continúa averiado hasta que se pase un técnico.
Por la tarde vino a verme Mari Toñi. Quería una recarga, cómo no, y seis cajitas de los Collares de Schwarzkopf. No, Schwarzkopf era el general de la Guerra del Golfo. Seis cajitas de los Collares de La Vanguardia. En esas estábamos cuando apareció una señora conduciendo su silla de ruedas turboeléctrica. Esas que, con envidia, empiezo a mirarme.
- El Hola y La Vanguardia –pelín desabrida-.
- Va a ser que no. El Hola se me ha acabado.
- Pues La Vanguardia. Tengo prisa.
Le enchufé el diario. A la señora se le pasaron las prisas y empezó a rebuscar en el bolso.
- Un momento que quiero deshacerme de la calderilla. ¡Mientras, ponga La Vanguardia ahí atrás!
Mari Toñi es todo un caballero y, primorosamente, doblo el diario y lo colocó en el portaequipajes de la silla. Cuando la señora se hubo alejado, espetó.
- ¡Coño con la tía, encima de lisiada, exigente!
La guinda del día la puso Eric. Bajaba con mi Ferrari descapotable y me enganchó el semáforo que hay cerca de la Fuente de Canaletas. Eric bajaba por Las Ramblas con cuatro amigos. Digo yo que serían Vikingos porque eran altos, medio pelirrojos, pecosos y con menos chichas que un guiso alambre. Eric me vio.
- ¡Ahhh! –dijo señalando hacia mí y, cuando me di cuenta lo tenía a horcajadas en el asiento de atrás-. ¡Ahhh! –esta vez sacó su brazo por encima de mi hombro e hizo ademán de iniciar la cabalgada-.
- ¡Quieto parao! Semáfor es red y hasta que no se ponga grin yo no mover de jiar.
En cuanto cambió el semáforo, apreté. Cosa rara, Las Ramblas iban despejadas y pude acelerar (al menos me puse a 40). Los otros cuatro vikingos corrían detrás de nosotros. Me recordó cuando mi padre me enseñaba a ir en bicicleta y detrás de mí iban corriendo todos los niños del pueblo.
Los vikingos se cansaron pronto de correr y Eric y yo continuamos.
- A este lo llevo a que vea a Colón.
Eric decía una palabra rara que no era stop. A lo mejor estaba diciendo “sooo” pero seguíamos embalados. Un poco antes de llegar al Liceo vi a lo lejos una pareja de municipales y paré; el vikingo no llevaba casco. Chocamos las palmas tal como hacen los jugadores de baloncesto después de meter un mate, y Eric salió corriendo Ramblas arriba como si acabase de saquear un pueblo costero. Le faltaba el gorrinillo bajo el brazo.
El día empezó haciendo honor a los malos presagios. Como Quiosquera sigue con el tobillo hecho unos zorros, la acerco a su trabajo antes de pasar por el quiosco. Apenas habíamos andado 30 m, cuando se me encasquilló la pierna buena y, viendo el gesto de dolor a cada paso daba, se ofreció a sacar ella el coche del parking mientras la esperaba en la esquina.
- Ten cuidado con el coche del vecino, que es muy cuidadoso y no me gustaría que se lo rayásemos. Sales recto sin tocar el volante y, cuando estés a un metro del lavamanos, giras y lo esquivas.
Quiosquera me hizo caso y la maniobra le salió perfecta. Supongo que se envaneció o que la pared se asomó para aplaudirla. Lo cierto es que la primera esquina de la derecha, según se sube la rampa, no estaba en su sitio y la puerta trasera del almamóvil quedó ligeramente arrugada. Después de treinta y tantos años de matrimonio mi costilla sigue sin entender mis malos humores y llegó un poco acojonadilla pensando que le echaría un rapapolvo. A mí me cabrean los chorradas, por ejemplo, que me hablen mientras estoy pensando, pero las cosas más serias me las tomo a cachondeo (siempre que se puedan arreglar con dinero y tenga suficiente). Así es que ahora voy con el almacén un tanto desaliñado.
Salva me reservaba una pequeña sorpresa: el zapatófono no funcionaba y no podía hacer recarga de móviles. Llamé al número de urgencias.
- Le atiende Fulanita.
- El zapatófono no funciona.
- ¿El qué?
- ¡Uy! El datáfono.
- ¿Qué le pasa?
- Que no funciona.
- Ya. Eso me lo ha dicho pero ¿qué es lo que no va bien?
- No lo sé.
- Vamos a inicializar. Ejecute la opción 10 del menú.
- Sólo hay 4 opciones.
- Dele a la flechita hacia abajo (empezó a darse cuenta de con quién hablaba). ¿Ve que salen otras líneas? Pues vaya hasta la que empieza con un 10.
- Ya.
- Ahora púlsela.
La pulsé. Se borró la pantalla y empezaron a salir mensajes.
- ¡Oiga, señorita! ¡Está haciendo propaganda electoral!
- ¿Cómo que hace propaganda electoral?
- Sí. Dice que conecte con el PP.
- ¿Con el PePé?
- Me esta diciendo “Conecting PPP”
Esta vez se rió.
Lo de hacer el gilipollas es una táctica. Cuando estás quedando como un idiota, dices unas cuantas tonterías y el otro empieza a dudar entre si eres tonto o cachondo. Funciona... Funciona la táctica, el zapatófono continúa averiado hasta que se pase un técnico.
Por la tarde vino a verme Mari Toñi. Quería una recarga, cómo no, y seis cajitas de los Collares de Schwarzkopf. No, Schwarzkopf era el general de la Guerra del Golfo. Seis cajitas de los Collares de La Vanguardia. En esas estábamos cuando apareció una señora conduciendo su silla de ruedas turboeléctrica. Esas que, con envidia, empiezo a mirarme.
- El Hola y La Vanguardia –pelín desabrida-.
- Va a ser que no. El Hola se me ha acabado.
- Pues La Vanguardia. Tengo prisa.
Le enchufé el diario. A la señora se le pasaron las prisas y empezó a rebuscar en el bolso.
- Un momento que quiero deshacerme de la calderilla. ¡Mientras, ponga La Vanguardia ahí atrás!
Mari Toñi es todo un caballero y, primorosamente, doblo el diario y lo colocó en el portaequipajes de la silla. Cuando la señora se hubo alejado, espetó.
- ¡Coño con la tía, encima de lisiada, exigente!
La guinda del día la puso Eric. Bajaba con mi Ferrari descapotable y me enganchó el semáforo que hay cerca de la Fuente de Canaletas. Eric bajaba por Las Ramblas con cuatro amigos. Digo yo que serían Vikingos porque eran altos, medio pelirrojos, pecosos y con menos chichas que un guiso alambre. Eric me vio.
- ¡Ahhh! –dijo señalando hacia mí y, cuando me di cuenta lo tenía a horcajadas en el asiento de atrás-. ¡Ahhh! –esta vez sacó su brazo por encima de mi hombro e hizo ademán de iniciar la cabalgada-.
- ¡Quieto parao! Semáfor es red y hasta que no se ponga grin yo no mover de jiar.
En cuanto cambió el semáforo, apreté. Cosa rara, Las Ramblas iban despejadas y pude acelerar (al menos me puse a 40). Los otros cuatro vikingos corrían detrás de nosotros. Me recordó cuando mi padre me enseñaba a ir en bicicleta y detrás de mí iban corriendo todos los niños del pueblo.
Los vikingos se cansaron pronto de correr y Eric y yo continuamos.
- A este lo llevo a que vea a Colón.
Eric decía una palabra rara que no era stop. A lo mejor estaba diciendo “sooo” pero seguíamos embalados. Un poco antes de llegar al Liceo vi a lo lejos una pareja de municipales y paré; el vikingo no llevaba casco. Chocamos las palmas tal como hacen los jugadores de baloncesto después de meter un mate, y Eric salió corriendo Ramblas arriba como si acabase de saquear un pueblo costero. Le faltaba el gorrinillo bajo el brazo.
5 Comments:
Como siempre inconmesurable.
No tengo palabras.
Para otras cosas si que tengo palabras.
Si alguién quiere hablar en serio del tema de la manifestación que me mande un mail a lluis.trincado@hotmail.com. Lo ideal seria tener una primera reunión lo más antes posible, para ver la disposición de la gente y tener bien claro que es lo que vamos a exigir. Dependiendo de la gente interesada escojeremos un sitio para encontrarnos.
Quiosquero menos mal que estas tu ahí para hacer reir a la gente porque si no...
Hoy no es mi día y me da que mañana tampoco lo va a ser y no hablemos de los finales de mes...
Cris
Pero quién eses Erik? Oye... que yo todavía no me he subido al Ferrari... cuándo me invitas? yo tengo casco
Cuida de esa pata, que te ha de durar muchos años. Y dile a la chofera que el monstruo lo pueden arreglar en el taller el día que arregleis los arañazos que le propinas cada dia con el cinturon.
Un beso
Anónima:
¿Eres Eurofer? Si no ¿cómo sabes tanto?
Un abrazo,
Quiosquera
Quiosquera, las acertado, yo soy esa, pero como que he cambiado de nombre, aun no tengo conocimiento de mi misma. A más no me sale la floreta, poske tengo poblemas insfomáticos.
Un beso de lila
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