El fular de Woman
Fue Quiosquera la primera persona que pronunció delante de mí la palabra fular.
- ¿Y eso qué es?
- Una prenda para el cuello.
- ¿Una bufanda?
- No. Igual de largo o más, pero de tela más vaporosa.
- ¡Ah! Un pañuelo.
- No exactamente. ¿Has visto Isadora?
- Sí.
- Si te acuerdas de la escena final, Isadora Duncan sube al deportivo de un gigoló y, cuando el automóvil ya está en marcha, se levanta; entonces la estola que lleva alrededor del cuello se enreda en la rueda y muere estrangulada. Eso era un fular.
- ¿La rueda o el trapo?
- ¡La tela, hombre, la tela!
Me lo aprendí. Ahora, cuando voy con Quiosquera, incluso me tiro el detalle de decir:
- Mira el fular que lleva aquella señora.
La revista Woman también sabe lo que es un fular y este mes regala el de Cristina Castañer. Se ve que la tal Cristina tiene fulares por un tubo y los ha hecho empaquetar junto a la revista. Lo malo es que Woman va con chulería: “4 colores a elegir”. E inserta cuatro cuadrados, dos oscuros y dos claros, cuyo color no acierto a distinguir.
La señora que se acerca al quiosco remueve las revistas como en las rebajas del Corte Inglés y cuando están todas bien amasaditas y revueltas pregunta:
- ¿Tiene el fular en rosa?
- ¿No ha visto usted ninguno?
- No.
- Entonces es que no hay.
- Aquí dice que hay cuatro colores para elegir.
Me armo de paciencia. Vuelvo a remover las revistas y todos los fulares son morados.
- Pues no, señora. Sólo tengo un color.
- Ahí arriba hay más –dice señalando el altillo-.
Imbécil de mí he puesto los sobrantes de modo que desde abajo se lea el nombre de la revista. Yo no me había enterado, pero ella sí. Los cartones del altillo los tengo a tiro de toque con la punta de los dedos y he de estirarme al máximo que dan los tendones para llegar desde el suelo. Es un ejercicio que los músculos del cuello y el deltoides me agradecen dándome insistentes pescozones. El resultado era el lógico: los dos Woman del altillo también son morados.
- Todo lo que tengo es morado.
- ¿Y no lo tiene rosa?
- No, morado.
- Es que el morado no me gusta.
- Mujer, va de perlas para hacer penitencia.
- ¿Y cuándo hago yo penitencia?
- En cuaresma…, Semana Santa…
- ¡Como no la hagas tú, desgraciao!
Eso no lo dijo pero estoy seguro de que lo pensó.
- ¿Y eso qué es?
- Una prenda para el cuello.
- ¿Una bufanda?
- No. Igual de largo o más, pero de tela más vaporosa.
- ¡Ah! Un pañuelo.
- No exactamente. ¿Has visto Isadora?
- Sí.
- Si te acuerdas de la escena final, Isadora Duncan sube al deportivo de un gigoló y, cuando el automóvil ya está en marcha, se levanta; entonces la estola que lleva alrededor del cuello se enreda en la rueda y muere estrangulada. Eso era un fular.
- ¿La rueda o el trapo?
- ¡La tela, hombre, la tela!
Me lo aprendí. Ahora, cuando voy con Quiosquera, incluso me tiro el detalle de decir:
- Mira el fular que lleva aquella señora.
La revista Woman también sabe lo que es un fular y este mes regala el de Cristina Castañer. Se ve que la tal Cristina tiene fulares por un tubo y los ha hecho empaquetar junto a la revista. Lo malo es que Woman va con chulería: “4 colores a elegir”. E inserta cuatro cuadrados, dos oscuros y dos claros, cuyo color no acierto a distinguir.
La señora que se acerca al quiosco remueve las revistas como en las rebajas del Corte Inglés y cuando están todas bien amasaditas y revueltas pregunta:
- ¿Tiene el fular en rosa?
- ¿No ha visto usted ninguno?
- No.
- Entonces es que no hay.
- Aquí dice que hay cuatro colores para elegir.
Me armo de paciencia. Vuelvo a remover las revistas y todos los fulares son morados.
- Pues no, señora. Sólo tengo un color.
- Ahí arriba hay más –dice señalando el altillo-.
Imbécil de mí he puesto los sobrantes de modo que desde abajo se lea el nombre de la revista. Yo no me había enterado, pero ella sí. Los cartones del altillo los tengo a tiro de toque con la punta de los dedos y he de estirarme al máximo que dan los tendones para llegar desde el suelo. Es un ejercicio que los músculos del cuello y el deltoides me agradecen dándome insistentes pescozones. El resultado era el lógico: los dos Woman del altillo también son morados.
- Todo lo que tengo es morado.
- ¿Y no lo tiene rosa?
- No, morado.
- Es que el morado no me gusta.
- Mujer, va de perlas para hacer penitencia.
- ¿Y cuándo hago yo penitencia?
- En cuaresma…, Semana Santa…
- ¡Como no la hagas tú, desgraciao!
Eso no lo dijo pero estoy seguro de que lo pensó.
6 Comments:
http://lagargolaimpasible.blogspot.com/
Estais invitados a visitar este blog
Parece que estoy delante viendo la escena, que razón tienes... la de "teatro que hacen las revistas para vender".
Aquí en Sevilla, curiosamente, el "atrezzo" de estas maravillosas y voluminosas revistas, nunca coinciden con la foto y de esta manera se vuelve a producir otro maravilloso "entremés o sainete", en el cual tenemos que intervenir como un actor más de esta "farsa", de la que siempre sabemos el desenlace: !No compran la joia revistita de los....!
Esta situación descrita, me recuerda a otras tambien vividas por todos, en las que las revistas añaden sandalias o alpargatas varias y las clientas, aparte de solicitar el color o forma que en ese momento preciso no tienes en stock, te preguntan tambien la talla de las mismas.
Como si nosotros fuesemos, a parte de kioskeros, zapateros, empresarios del textil, etc..
Esto me corrobora que valemos para todo y para cualquier negocio.
Y si esto es así, por que vendemos de todo y solo ganamos en la venta de revistas.
Es para hacernoslo mirar.
Un saludo.
A mi hay un cliente graciosillo que me dijo que me llamaban el chino por que vendia de todo yo le conteste que ya me gustaria a mi tener el margen que tienen los chinos.
¿Y cuando se trata de una clienta habitual que -¿no te importa verdad?- pone el cartón en el suelo y, graciosamente, posa su lindo pie sobre la alpargata de turno para ver si coinciden?
Más o menos, gorka.
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