Jetlag: Palencia
Pasé mala noche. Había olvidado las pastillas en el coche y la falta de química se hizo notar. Una de las quinientas veces que abrí los ojos me pareció notar que había mucha claridad. Miré el despertador: las seis y cuarenta; faltaban 20 minutos para la hora prevista. Inconscientemente también miré mi reloj de pulsera: las siete y cuarenta. ¡Nos habíamos dormido! Después averigüé que “Activar horario de verano” significaba añadir una hora y “Desactivar horario de verano” retrasaba una hora más el despertador. Una hora que yo retrasé manualmente y otra más por desactivación significaba que ya íbamos tarde.
El cohete funcionó y antes de las ocho y media estábamos en la cafetería esperando que Ana, la recepcionista, nos preparase el desayuno. Una de las órdenes más tajantes que me dio la doctora que me puso el muelle, fue que me mantuviese lo más alejado posible de la bollería industrial. No quedaba más remedio que recurrir a las tostadas. Tuvimos tiempo de enrollarnos e intercambiar pareceres. Ana acababa de pasar una temporada trabajando en Sort (Lérida) y guarda un buen recuerdo de su estancia en Cataluña. Nos dio una pequeña lección de cómo un castellano viejo (en su caso, castellana joven) entiende, acepta y apoya la convivencia de varias lenguas en un solo país.
Esta vez no me falló Mari Pili y un poco antes de las 10 aparcábamos en la Calle Mayor Antigua de Palencia, junto a la Iglesia de San Miguel. Llamamos a Juan Manuel y Conxi para ponerles los dientes largos y nos hicieron una breve semblanza de los lugares a visitar. Hace más de 30 años compré la Guía Verde Michelín, que siempre llevo en el coche, y que, después de muchos kilómetros a la espalda, ha perdido el lomo convirtiéndose en un montón de hojas sueltas pero ordenadas. En lo que se refiere a Palencia, Michelín sólo habla de la Catedral, a la que llama la “bella desconocida”; se equivoca: la “bella desconocida” es Palencia, ciudad a la que, dicho sea de paso, le cupo el honor de albergar la primera universidad que hubo en “las” Españas. El que Palencia haya sido de mi agrado no es para hacerles la pelota a mis amigos; no lo necesito. Quizá influya más el hecho de haber nacido en un lugar que, en sus tiempos de mayor esplendor, alcanzó la increíble cifra de 456 habitantes. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que habíamos reservado dos horas para una visita rápida y tuvimos que obligarnos a suspender el recorrido cuando nos aproximábamos a las tres horas, y todavía quedaban por ver lugares imprescindibles. Visitamos la Iglesia de San Miguel donde, según nos chivó Conchita, habían contraído matrimonio el Cid y Doña Jimena (la de los mantecaos). Seguimos por los puentes del río Carrión y subimos hacia la catedral; no hay descripción posible, hay que verla y punto. Encontramos la trenza de Doña Urraca de la que, tradicionalmente, tiran las palentinas en vísperas de examen. Acabamos la visita pateando la Plaza y la Calle Mayor.
Y una curiosidad. Al salir de la catedral, me tomé un cortado en una cafetería en la esquina de la calle Jorge Manrique. Presumo de las tapas que acompañan la cerveza en Almería pero nunca me habían puesto tapa con un cortado; en la citada cafetería el cortado venía acompañado de dos minimagdalenas.
El cohete funcionó y antes de las ocho y media estábamos en la cafetería esperando que Ana, la recepcionista, nos preparase el desayuno. Una de las órdenes más tajantes que me dio la doctora que me puso el muelle, fue que me mantuviese lo más alejado posible de la bollería industrial. No quedaba más remedio que recurrir a las tostadas. Tuvimos tiempo de enrollarnos e intercambiar pareceres. Ana acababa de pasar una temporada trabajando en Sort (Lérida) y guarda un buen recuerdo de su estancia en Cataluña. Nos dio una pequeña lección de cómo un castellano viejo (en su caso, castellana joven) entiende, acepta y apoya la convivencia de varias lenguas en un solo país.
Esta vez no me falló Mari Pili y un poco antes de las 10 aparcábamos en la Calle Mayor Antigua de Palencia, junto a la Iglesia de San Miguel. Llamamos a Juan Manuel y Conxi para ponerles los dientes largos y nos hicieron una breve semblanza de los lugares a visitar. Hace más de 30 años compré la Guía Verde Michelín, que siempre llevo en el coche, y que, después de muchos kilómetros a la espalda, ha perdido el lomo convirtiéndose en un montón de hojas sueltas pero ordenadas. En lo que se refiere a Palencia, Michelín sólo habla de la Catedral, a la que llama la “bella desconocida”; se equivoca: la “bella desconocida” es Palencia, ciudad a la que, dicho sea de paso, le cupo el honor de albergar la primera universidad que hubo en “las” Españas. El que Palencia haya sido de mi agrado no es para hacerles la pelota a mis amigos; no lo necesito. Quizá influya más el hecho de haber nacido en un lugar que, en sus tiempos de mayor esplendor, alcanzó la increíble cifra de 456 habitantes. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que habíamos reservado dos horas para una visita rápida y tuvimos que obligarnos a suspender el recorrido cuando nos aproximábamos a las tres horas, y todavía quedaban por ver lugares imprescindibles. Visitamos la Iglesia de San Miguel donde, según nos chivó Conchita, habían contraído matrimonio el Cid y Doña Jimena (la de los mantecaos). Seguimos por los puentes del río Carrión y subimos hacia la catedral; no hay descripción posible, hay que verla y punto. Encontramos la trenza de Doña Urraca de la que, tradicionalmente, tiran las palentinas en vísperas de examen. Acabamos la visita pateando la Plaza y la Calle Mayor.
Y una curiosidad. Al salir de la catedral, me tomé un cortado en una cafetería en la esquina de la calle Jorge Manrique. Presumo de las tapas que acompañan la cerveza en Almería pero nunca me habían puesto tapa con un cortado; en la citada cafetería el cortado venía acompañado de dos minimagdalenas.
2 Comments:
Hace unos meses llevé a un par de amigos a Palencia y también salieron encantados.
Es lo bueno de ir a un sitio que no tiene fama positiva: la gente siempre sale contento.
Vaya, vaya... Veo que aprovechásteis el poco tiempo de que disponíais. Me alegra mucho de que os haya gustado Palencia y que, posiblemente os hayan quedado ganas de volver...
Yo sigo colaborando en El Diario Palentino, a razón de un artículo quincenal en la sección de Opinión. El último, que salió publicado el miércoles va de la prevista reforma de las Ramblas... Por si queréis echar un vistazo a los mismos, lo tenéis fácil. Entráis en la web: www.diariopalentino.es, y en la página de inicio, vais a Hemeroteca y escribís el título de la sección, que es: Del Cristo al Tibidabo, y os salen todos los artículos publicados... Bueno, jóvenes. eso es todo por hoy. Un abrazo,
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