En Europa cuecen habas (también)
En clase de historia me enseñaron que los íberos tenían una organización bastante tribal, característica que se nos presentaba como una virtud, dado que fue uno de los motivos por el que los romanos tardaron tanto tiempo en someter a los pueblos peninsulares. No nos dijeron que, para ir dominando tribus, los romanos se aliaban con los vecinos los cuales no dudaban en apoyar al invasor en contra de sus paisanos.
El sentimiento tribal, que imperaba desde los Pirineos hasta Tarifa, también caló hondo entre los musulmanes de Al-Andalus que, a la caída del Califato de Córdoba, se escindieron en taifas y tampoco dudaron en aliarse con los cristianos del norte para cascarles a otros vecinos árabes. Por su parte, los godo-hispano-romanos habían instaurado unos cuantos reinos que se entretenían en pelearse entre sí.
Mientras tanto, los europeos, los del Sacro Imperio Romano Germánico, se fueron de cruzadas a los Santos Lugares porque aquí se aburrían ya que no tenían suficientes guerras que llevar a sus espadas; buscando a Dios daban la sensación de tener unas miras tan altas que traspasaba sus fronteras.
Este tejemaneje, el enfrentamiento entre las tribus hispanas y la solidaridad entre los pueblos europeos, ha llegado hasta nuestros días de tal modo que, aquí, nuestro máximo enemigo es el que pertenece a la tribu vecina. Y como somos ligeramente extremistas, hemos inventado la tribu individual: todos los españoles son idiotas menos yo; y el más idiota de todos es el vecino de la puerta de al lado, o mi hermano mayor…
Al mismo tiempo enaltecemos las virtudes del resto de pueblos allende los Pirineos que, esos sí, son personas como Dios manda y hacen las cosas honradamente y en beneficio de la comunidad.
La primera vez que salí de España fue en el viaje de fin de estudios (de bachiller). Fuimos a Italia y, escasos de presupuesto, acudimos a la OJE para que nos organizase la ruta. La ruta, el autocar, la pensión y las visitas turísticas. Un falangista joven vino a darnos las normas que regirían durante el viaje. Nos insistió sobre todo en que no mangásemos postales ni chorradas varias ya que eso ayudaría a aumentar la leyenda que había sobre los españoles, poco considerados en Europa; llegó a decirnos que los escaparates franceses no tenían vidrio pues a ningún ciudadano se le ocurriría robar a otro compatriota. No deja de ser una anécdota, pero nos paramos a cenar a la salida de Marsella y alguno de mis compañeros intentó llevarse el pequeño cenicero de lata que había en nuestra mesa. No pudo; estaba clavado al tablero.
Lo cierto es que los españoles somos los que más criticamos a los españoles y alabamos a los europeos. No es que yo sea muy patriota pero, en alguna ocasión, he estallado cuando se nos estaba poniendo a parir. Recuerdo una conversación con un conocido, a raíz de un festorro que se montó en un pueblo de Jaén cuando el primer alcalde demócrata había descubierto que le tenían declarada la guerra a Dinamarca. A la fiesta acudió como invitado de honor el embajador danés que hizo la pantomima de firmar la paz con el pueblo giennense. Mi conocido estaba poniendo a caer de un burro a los españoles, en general, y a los andaluces, en particular, por festejar semejante chorrada. No pude más y salté.
- Hombre, que unos palurdos de Jaén monten una fiesta puede ser criticable pero, usando el mismo rasero, lo que no tiene perdón es que los daneses participaran en el jolgorio.
- No –me contestó-, eran de Dinamarca.
- Bueno, pues los dinamarqueses.
El resto de la conversación fue un poco tensa.
Llevo algunas semanas metiéndome con D. Pedro de la Jota porque el código de barras de Yo Dona no coincide con el número de la revista, y con MC Ediciones porque en el mes de marzo ha sacado tres revistas, que yo sepa, con el mismo código. Hace unos días me puse contento. Al introducir la revista The Economist, el ordenador no era capaz de localizarla por el código. La busqué por el nombre y añadí el nuevo número; después me fijé en los códigos.
Hasta la semana 10, el código único de la revista (ISSN) era 9770013061190.
El sentimiento tribal, que imperaba desde los Pirineos hasta Tarifa, también caló hondo entre los musulmanes de Al-Andalus que, a la caída del Califato de Córdoba, se escindieron en taifas y tampoco dudaron en aliarse con los cristianos del norte para cascarles a otros vecinos árabes. Por su parte, los godo-hispano-romanos habían instaurado unos cuantos reinos que se entretenían en pelearse entre sí.
Mientras tanto, los europeos, los del Sacro Imperio Romano Germánico, se fueron de cruzadas a los Santos Lugares porque aquí se aburrían ya que no tenían suficientes guerras que llevar a sus espadas; buscando a Dios daban la sensación de tener unas miras tan altas que traspasaba sus fronteras.
Este tejemaneje, el enfrentamiento entre las tribus hispanas y la solidaridad entre los pueblos europeos, ha llegado hasta nuestros días de tal modo que, aquí, nuestro máximo enemigo es el que pertenece a la tribu vecina. Y como somos ligeramente extremistas, hemos inventado la tribu individual: todos los españoles son idiotas menos yo; y el más idiota de todos es el vecino de la puerta de al lado, o mi hermano mayor…
Al mismo tiempo enaltecemos las virtudes del resto de pueblos allende los Pirineos que, esos sí, son personas como Dios manda y hacen las cosas honradamente y en beneficio de la comunidad.
La primera vez que salí de España fue en el viaje de fin de estudios (de bachiller). Fuimos a Italia y, escasos de presupuesto, acudimos a la OJE para que nos organizase la ruta. La ruta, el autocar, la pensión y las visitas turísticas. Un falangista joven vino a darnos las normas que regirían durante el viaje. Nos insistió sobre todo en que no mangásemos postales ni chorradas varias ya que eso ayudaría a aumentar la leyenda que había sobre los españoles, poco considerados en Europa; llegó a decirnos que los escaparates franceses no tenían vidrio pues a ningún ciudadano se le ocurriría robar a otro compatriota. No deja de ser una anécdota, pero nos paramos a cenar a la salida de Marsella y alguno de mis compañeros intentó llevarse el pequeño cenicero de lata que había en nuestra mesa. No pudo; estaba clavado al tablero.
Lo cierto es que los españoles somos los que más criticamos a los españoles y alabamos a los europeos. No es que yo sea muy patriota pero, en alguna ocasión, he estallado cuando se nos estaba poniendo a parir. Recuerdo una conversación con un conocido, a raíz de un festorro que se montó en un pueblo de Jaén cuando el primer alcalde demócrata había descubierto que le tenían declarada la guerra a Dinamarca. A la fiesta acudió como invitado de honor el embajador danés que hizo la pantomima de firmar la paz con el pueblo giennense. Mi conocido estaba poniendo a caer de un burro a los españoles, en general, y a los andaluces, en particular, por festejar semejante chorrada. No pude más y salté.
- Hombre, que unos palurdos de Jaén monten una fiesta puede ser criticable pero, usando el mismo rasero, lo que no tiene perdón es que los daneses participaran en el jolgorio.
- No –me contestó-, eran de Dinamarca.
- Bueno, pues los dinamarqueses.
El resto de la conversación fue un poco tensa.
Llevo algunas semanas metiéndome con D. Pedro de la Jota porque el código de barras de Yo Dona no coincide con el número de la revista, y con MC Ediciones porque en el mes de marzo ha sacado tres revistas, que yo sepa, con el mismo código. Hace unos días me puse contento. Al introducir la revista The Economist, el ordenador no era capaz de localizarla por el código. La busqué por el nombre y añadí el nuevo número; después me fijé en los códigos.
Hasta la semana 10, el código único de la revista (ISSN) era 9770013061190.
El código de la semana 11 había cambiado a 4198489005503.
El ISSN (International Standard Serial Number, Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas) es un número internacional que permite identificar de manera única una colección, evitando el trabajo y posibles errores de transcribir el título o la información bibliográfica pertinente (Wikipedia).
O sea, los europeos también la cagan.
5 Comments:
Pues claro que la cagan, Quiosquero... Los europeos, los africanos, los americanos, los asíaticos y los oceánicos. Vamos que se caga en los cinco continentes, faltaría más...
Ya está bien de seguir con esos complejos absurdos.
El tema de los códigos de barras es como la Santísima Trinidad, un misterio insondable que está por encima de nuestro entendimiento.
Si las revistas "normales" la cagan, no entremos en el extraño mundo de los pack; PC Actual + DVD puede venir con el mismo código que la revista suelta o con uno diferente, según el humor con que se haya levantado ese día el editor; alguna del corazón utiliza el mismo código de barras para sus pack que para otras revistas de labores. Y qué decir de coleccionables como ese tan anunciado en televisión de juegos de ordenador, con un código de barras diferente para cada entrega.
Amigo Quiosquero, no sabe cuanto me acuerdo de usted!
El caso es que des del 2 de marzo ya soy de su gremio, y tras una primera facturación semanal correcta, a la segunda han venido los errores, y por supuesto a favor del distribuïdor:
El error más garrafal es un albarán de aumento que ponen 45 Vanguardias y luego rectificado encima 50. Pues en la factura me facturan por un lado los 50 ejemplares recibidos, y por otro los 45 ejemplares que rectificaron a 50!
Espero que Marina tenga la piedad de escuchar mi súplica.
Las habas se cuecen en todos sitios, pero siempre se las come el mismo (el débil).
jaume, bienvenido al especial mundo del "vendedor de prensa". Deseamos de todo corazón que lo que llevamos sufrido los demás sirva para que las nuevas almas sufran un poco menos.
Aclaración: No lo creo.
Los esbirros del Señor Conde tienen una cualidad (los que yo conozco): si dispones del documento, tienes razón y te la dan.
Suerte.
Gracias Quiosquero. Sí, dispongo del documento y espero que se apiaden!
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