La leyenda del beso
Desde que las televisiones de pago obligatorio (esto es, las que se
subvencionan con los impuestos, que pagamos todos, y las que viven de la
publicidad, que pagamos todos) dejaron de transmitir eventos deportivos de
masas los sábados o domingos (fútbol y baloncesto principalmente), me he ido
apartando un poco del deporte. Miro en Google los resultados de fútbol del
Granada, Almería y Betis (por vecindad), y Real Madrid y F.C. Barcelona (por
cultura deportiva), y veo los partidos de la selección y el final de las
etapas de la vuelta ciclista con llegada en alto. Poco más.
No es de
extrañar que apenas conozca el personaje de Luis Rubiales; de hecho, hasta
hace unos días no tenía claro si Rubiales era el presidente de la Federación
de Fútbol y Tebas el de la Liga Profesional o viceversa. Sí me sonaba que
ambos profesionales se llevaban como Sorvilán y Polopos y que se
zancadilleaban mutuamente.
He visto parte del Mundial de Fútbol
Femenino (los partidos que retransmitían a horas tempestivas) y, por
supuesto, no me perdí la final. Por dos razones: porque nuestras mujeres
juegan bien y porque la final de un mundial es un hito en nuestro
deporte.
No vi los sucesos que acaecieron en el palco; seguramente fui
a mear al acabar el partido. Sí vi el reparto de medallas y la entrega de la
copa; me sorprendió el beso que Luis Rubiales dio a Jennifer Hermoso: no
venía a cuento. Tampoco le di mayor importancia, toda vez que la futbolista
no dio muestras de incomodidad y salió del “choque” luciendo una amplia
sonrisa. Interpreté el beso como una prolongación del abrazo que se iban
dando todos, producto, quizás, de la emoción por la gesta conseguida.
Y
empezó la tertulia.
Dos días después del partido, la noticia no era que nuestra selección
femenina hubiese ganado el campeonato del mundo; lo que se veía en
“todas” las pantallas, se escuchaba en “todas” las radios y se
leía en “toda” la prensa es que el presidente de la federación había
“agredido sexualmente” a una de las jugadoras y, en consecuencia, debía de
dimitir. Jennifer declaró que no había habido consentimiento en el beso. Se
subieron al carro de quienes defendían la agresión hasta tres ministras y
media (que yo haya visto u oído) pidiendo la dimisión o “cese” de Rubiales.
Y Rubiales se subió al estrado y dijo que nones, que no dimitía. Explicó su
versión de los hechos dejando caer que podía haber habido una provocación
previa y que pidió y recibió permiso para intercambiar un “piquito”.
Casi nadie lo creyó, pero buena parte de los asistentes aplaudió de pie,
incluidos los dos seleccionadores, a los que ofreció prorrogar sus contratos
y subir sus emolumentos.
Para entonces las críticas ya se habían
desatado. Si el refrán dice que del árbol caído todos hacen leña, los
españoles somos capaces de hacer leña de cualquier árbol, aunque no esté
caído, incluso cuando aún da fruto. Y nos tiramos a degüello del federativo:
los miembros de la federación, los seleccionadores, las seleccionadas y
cualquiera que no quisiera ser acusado de machista condenaron enérgicamente
la agresión sufrida por Jenni. Por si fuera poco, las 23 jugadoras que
estuvieron en Sidney presentaron su renuncia al equipo nacional.
Desde
entonces hemos visto tantas veces las imágenes que demuestran una cosa u
otra, que casi nos las sabemos de memoria. Hay dos acciones que merecen
especial atención: la tocada de pelotas en el palco y el piquito.
La tocada de pelotas
El señor Rubiales se comportó como un “hooligan” zafio y maleducado,
mostrándose ante el mundo con gestos propios de los Ultrasur o de los Boixos
Nois, para acabar llevándose las manos (la mano) a sus partes ¿nobles? Me da
igual que en el palco estuviese la reina Leticia, la infanta Sofía o Perico
el de los palotes; el presidente de la federación estaba en el mundial como
la máxima representación deportiva de España y dio un espectáculo que no nos
deja a los españoles en muy buen lugar. Sólo por esto ya debería dejar su
cargo y dedicarse a otros menesteres.
El pico
Luis Rubiales relató en su discurso de “no dimisión” que Jenni lo abrazó, lo levanto del suelo y lo volvió a abrazar.
“¿Un piquito?”, preguntó él. “Vale”, contestó ella. Y le dio
un “casto” beso.
En los diferentes videos con que nos han bombardeado
saco mis conclusiones, erróneas o acertadas, pero mías.
- No se aprecia
con claridad que la jugadora alce al directivo, más bien parece que éste se
le cuelga (Rubiales no dice la verdad).
- Un experto en lectura de
labios dice que Rubiales preguntó: “¿Te puedo dar un beso?”. No se ve
la contestación de ella dado que estaba de espaldas, pero el presidente dijo
que Jenni contestó con un “vale”, y eso no es SÍ. Y si SÓLO SÍ ES SÍ, la
jugadora no consintió (Rubiales dice, al menos, parte de la verdad).
-
En el vestuario se oye decir a Hermoso entre risas
“Pero no me ha gustao”. También en el autocar de regreso al hotel las
seleccionadas se lo están pasando en grande a costa del cachondeo que se
llevan con el beso; alguien dice: “Como Íker y Sara”, y sigue la
juerga. No parece que estén molestas ni conmocionadas, hasta en unas
declaraciones se oye a la chica hablar de “acto mutuo”.
Conclusiones (mis)
Todo el cirio se monta
cuando la “canallesca” se empeña en demostrar que el acto fue una agresión
sexual, con lo que de criminal conlleva, y empiezan a sacarse actuaciones
heterodoxas de Rubiales (cosas que ya se sabían o sospechaban), de modo que
el susodicho, como anteriormente Juan Guerra, es responsable de todos los
crímenes cometidos desde el asesinato de Jesucristo hasta nuestros días. No
sé qué impresión se habrán llevado las mujeres objeto de un ataque de un
agresor sexual.
Hasta ahora, Jennifer Hermoso no ha presentado denuncia
alguna.
Sea como fuere, Rubiales es un impresentable. Mucha
gente se pregunta cómo tal individuo preside la Federación Española de
Fútbol y nadie lo ha destituido fulminantemente. La razón es obvia: nuestras
leyes deportivas definen la forma en que se eligen estos cargos y el
presidente fue elegido democráticamente.
Quien tenga amigos como éstos no necesita enemigos.
Muchas de las personas que estuvieron en el discurso de Rubiales aplaudieron
(incluso de pie) su intervención; al día siguiente, la mayoría pidió
disculpas y admitió que se había equivocado.
Algo huele a podrido en Dinamarca. El año pasado se retiraron de la selección 15 jugadoras; este año, 23.
Vilda, Rubiales, selección… No se respira buen ambiente.
Nuestro fútbol
no merece un presidente (o sí) que se rasque los güevos ante medio mundo.
El
beso no tiene más importancia de la que cada uno quiera dar.
…
El
“escándalo” pudo haberse evitado parándolo de una de estas dos formas:
1.-
Jennifer Hermoso declara que no se siente agredida sexualmente, sino que
aceptó el beso como parte de la fiesta, o bien
2.- Luis Rubiales dimite
a la primera
Es una lástima que el logro conseguido por la
selección femenina quede obviado por un presidente arrogante y un escándalo
fabricado. Claro que, a lo mejor, en un futuro esto se puede solucionar
aplicando el clásico:
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