Murphy
Cuenta Moisés en el Génesis que en el Paraíso todo iba de puta madre hasta que un día Eva se acercó a Adán y le dijo: "Cómete la manzanita, cómete la manzanita". Y el capullo de Adán se la comió. Desde entonces, el hombre sigue siendo imbécil y la mujer la culpable de todas las catástrofes que en el mundo son.
Está claro que Moisés no conoció a Murphy.
Murphy fue un hijoputa (no un hijo de puta, que de su madre no tengo referencias) que se inventó las leyes de ídem para que fuera imposible que algo saliera bien. Algo así como Newton que al inventar la ley de la gravedad consiguió que las cosas se cayeran.
Lo peor de Murphy no es Murphy, lo peor de Murphy es la legión de mamones que lo imitaron y se encargaron de redactar todas las leyes catastróficas posibles que Murphy pasó por alto: Finagle, Sodd, Chisholm, Pudder... Aunque reconozco que éste último tiene su gracia:
- Todo lo que empieza bien, acaba mal
- Todo lo que empieza mal, acaba de puta pena
¿Y qué tiene que ver Murphy con un quiosco? A las pruebas me remito.
En un quiosco lo divertido es vender, enrrollarse con los parroquianos, tomarle el pelo a los chavales que vienen a dar el coñazo... Lo duro es abrir y cerrar el chiringuito, recibir y colocar la mercancía y preparar las devoluciones, ¡dichosas devoluciones! Y esto se hace aún mas duro sobre el 20 de cada mes que es cuando llegan las revistas mensuales, grandes, gordas y encartonadas.
Hoy Murphy la ha tomado conmigo. Para empezar, esta mañana se me han pegado las sábanas; sólo un cuarto de hora, lo suficiente para tener que salir cagando leches si quería tener a punto los diarios antes de que llegara el que cada mañana me pide AS (Murphy se encarga de que AS esté siempre en medio del montón) y, sobre todo, antes de que llegaran los repartidores.
Al primer tapón, zurrapas. A las 6 y 10 los diarios no habían llegado. En su lugar había dos montonazos de revistas mensuales. SGEL y SADE ya habían dejado su carga diabólica. Todo lo que empieza mal... Bien, empezaremos sacando cartones para despejar el interior del quiosco y dejar hueco para las revistas. A media operación se oye el inconfundible tostoneo de la furgoneta de Logística. Stop a la cartonada y vayamos a colocar los diarios: El Periódico al mostrador y a distribuir. Marina me entra por la retaguardia. Lo noto al oir el primer paquete de Vanguardias estrellarse contra el suelo. Cuando el repartidor acaba su faena, en la acera sólo queda un pasillo estrecho por donde pasar. "¿Me da el AS?" ¡Mierda! Como siempre AS está en medio del montón junto al resto de diarios que no vienen atados. Localizado. Ahora se trata de sacarlo con suavidad para que el montón guarde el equilibrio. ¡Murphy y su puñetero padre! AS queda liberado y sus compañeros se esparcen por el huequecillo que quedaba en la acera. No ha pasado ni un minuto cuando a mis espaldas oigo rodar el carrillo del repartidor de periódicos a domicilio "¿podría apartar un poco los periódicos?". ¡Jódete, Murphy! El chico es un caballero y me ayuda a amontonar de nuevo los periódicos. ¡Qué coño! Prácticamente me los pone él solito cerca del mostrador.
Cuando a las 9 y 20 de la mañana llega la señora que me echa una mano cada día,los albaranes están entrados en el ordenador y la mayoría de publicaciones en su sitio. Al fin y al cabo no ha ido tan mal que las distribuidoras hayan dejado su carga antes de lo previsto. Ahora acabamos de colocar lo que falta y me voy a tomar un cafetito. ¡La madre que te parió! Me había olvidado de Distribarna y sus cartones: colección de locomotoras, el hombre y la tierra (amigo Felix), tuning radiocontrol, iznogud... Cafetito pospuesto.
A las 12, café incluido, todo se ha consumado: cada cosa en su sitio y cada sitio con un montón de cosas. La ayudante se va. Hasta las 2 habrá un rato de tranquilidad. No contaba con Murphy. Por estribor aparece el repartidor de SGEL y por babor el ayudante. Ambos sueltan su carga en el pasillito de entrada. ELLE, macrobolso incluido, se desparrama. Sólo faltaría que ahora tuviese que salir a la calle. "¿Podría darme Mi bebé y yo? Está en el expositor lateral pero no alcanzo". Y yo tampoco, no te jode. Paso como puedo por encima de la revistas y llego sano y salvo a la calle. Estiro el brazo. Con la punta de los dedos agarro el lomo de la revista. Noto un ligero calambre en el pectoral. Un último esfuerzo y el bebé que se muerde el labio inferior está en mis manos. El pectoral me duele más que si el nene me hubiera clavado las paletas en la tetilla. "¡Ay, cuanto lo siento! Este número ya lo tengo!". Señora ¡por qué no se ha puesto las gafas antes! No problem. Ahora hay que entrar en el quiosco con permiso de Elle. Extiendo la pierna, apoyo y, me cachis en los moros, me faltan cuatro dedos. Resbalón de un palmo y acabo abierto de patas descansando las criadillas en el montón de revistas. Operación inversa. Entro de culo. Éxito.
Ahora sí. Empiezo a despejar el panorama: Elle en un rincón junto a la nevera y ya le buscaremos sitio; Psychologies, que regala una cajita con bolas antiestrés, en equilibrio inestable sobre el taburete... "¿Qué revista es la que regala una bufanda?". Ya estamos. Cosmopolitan, bufanda adjunta, está en el altillo justo por encima del taburete. Lo utilizo para auparme un poco y cazo la revista. "¿Qué colores hay?". La leche. Si quieres pasa al probador a ver como te queda. Tres Cosmopolitan después el taburete se cimbrea y entra en acción Newton y su ley de la gravedad. Psychologies y sus pelotas (antiestrés) se esturrean por el suelo. "La que más me gusta es la primera que me enseñó. Me la llevo". ¡Olé tus cojones!
Mientras recojo las revistas del suelo noto como un cosquilleo en la nuca y me levanto. Una chica sudamericana me mira sonriendo: "¿Tiene ya lo mío?". La cara de la chica me suena pero no tengo ni puñetera idea de qué es lo suyo. "Sólo tengo el número 1 y el 6 y usted me dijo que seguramente podría conseguirme los demás números". Incógnita. ¡Eso es! Incógnita... X... Expediente X. Los tengo en el altillo pero en el extremo opuesto a Cosmopolitan. Esta vez voy a asegurarme de que no hay ningún percance y cojo la escalerilla de dos peldaños. Me subo y tiro de la bolsa donde tengo la mercancía. Va bien, va bien... No me he fijado en que debajo de la bolsa hay un ejemplar de Biblioteca de la Guerra Civil que acaba cayendo (de nuevo Murphy apoyado por Newton) y va a aterrizar sobre los chupa-chups y los chupa-chups aterrizan en la acera. "No se preocupe. Me los prepara con calma y paso a recogerlos la semana que viene"...
Murphy, maldito seas. ¿Cómo has conseguido que al cerrar se me escapara el portalón y se rompiera?
Finalizo. Faltan pocos minutos para las 23 y mañana necesitaría levantarme a las 4, con el permiso del despertador y si el sueño no lo impide. Mientras tecleo analizo las sensaciones de mi cuerpo: de lumbago para abajo sólo noto las plantas de los pies aplastadas y doloridas; de lumbago para arriba, nada; y el lumbago... ¡ay el lumbago!
Todo lo que empieza mal, acaba de puta pena. Pudder dixit.
La madre que parió a los agoreros. Ego dico.
1 Comments:
Ayer leí la entrevista a tu padre en la contraportada de El Periódico y dije...por fin alguien del gremio ha tenido esta idea!!! Automáticamente, después de subir a casa tras un domingo catastrófico, ya que todo el mundo está de vacaciones, encendí el ordenador y le eché un vistazo al blog. Llevo desde ayer sin parar de reirme, y sintiéndome tan identificada que solo puedo decirte, Bravo!!! (y no la revista). Un saludo desde Madrid.
Publicar un comentario
<< Home