martes, enero 10, 2006

Prensa sin humo

La famosa "ley antitabaco", además de dar mucho que hablar, está logrando hitos inimaginables. De entrada, la última semana de diciembre pudimos ver una imágen insólita: en los bares y cafeterías la gente en vez del Marca y el Sport leía y comentaba el BOE. Vamos, igualito que con el Estatut o la Constitución Europea (cada día tengo más claro que los políticos no se enteran de cuales son las prioridades reales de los ciudadanos). El propio superwaiter nos pidió que le pasáramos el artículo y se pasó un buen rato discutiendo con la parroquia y pidiendo la cabeza de no sé qué consellera amén de la de cierta ministra. Y es que todo el mundo parece tener muy claro cómo afecta la ley a los bares y restaurantes pero, ¿qué pasa con los quioscos? Pues que sencillamente nos han dado por saco. Vayamos por puntos.

La bendita salud

Pese a la imagen que se dé en ciertos anuncios, creo que la mayoría de la gente entiende la necesidad de que las autoridades promuevan la disminución del tabaquismo y hagan respetar el derecho de los no fumadores ha vivir sin malos humos. En el espíritu de la ley, por tanto, estamos casi todos de acuerdo. El problema, como siempre, viene a la hora de entrar en detalles.

Se está hablando muchísimo de la prohibición de fumar en las oficinas o en los bares. Sin necesidad de ley ya había muchísimas empresas en las que no se podía fumar. Y no pasaba nada. El que quería fumar se aguantaba o salía a la calle. Como ahora. Respecto a los bares y restaurantes, existían algunso (muy poquitos, es cierto) en los que no se podía fumar. Ahora pasa lo mismo. La inmensa mayoría de los bares de menos de 100 metros (la mayoría) permiten fumar. Más aún tras la última modificiación en la que se eliminó el hecho de que los menores no pudieran entrar en los espacios para fumadores. Los principales afectados, por tanto, son los locales grandes que se ven obligados, si no quiren perder a la clientela fumadora, a habilitar espacios para los fumetas. ¿Y ya está?

Pues no. No está. Y es que no se está hablando apenas del tema pero hay otros colectivos que nos vemos más afectados aún por la ley y a nadie parece importarle. Y son las normas del Capítulo II de la ley que regulan la venta de tabaco.
"La venta y suministro al por menor de productos del tabaco sólo podrá realizarse en la red de expendedurías de tabaco y timbre o a través de máquinas expendedoras, ubicadas en establecimientos que cuenten con las autorizaciones administrativas oportunas, para la venta mediante máquinas, y queda expresamente prohibido en cualquier otro lugar o medio". Artículo 3.1

Con este apartado se pretende dificultar el acceso al tabaco. Supongo que con la intención de que la gente fume menos. Así pues, habida cuenta que en este país hay un bar cada 10 metros, la gente que pase ante el quiosco y se dé cuenta de que no lleva tabaco y no puede esperar a encontrar un estanco (donde se ahorraría 15 céntimos por cajetilla), tendrá que hacer el sumo esfuerzo de andar diez metros, meterse en un bar donde se permite fumar, respirar su humo mientras echa las monedillas en la máquina y obtener su dosis. Un gran logro.

No es que a los quiosqueros nos haga ilusión vender tabaco. Como tampoco nos lo hace vender determinadas publicaciones que sin duda son mucho más perjudiciales para la salud que un cartón de Ducados en vena. Pero es que no estamos para juzgar. Ofrecemos un servicio del que vivimos. Y si de un plumazo nos prohiben vender un producto que supone cerca del 20% de la facturación diaria (hay quioscos en que puede llegar al 50%), lo que hacen es condenarnos un poquito más a muerte. Otro tanto pasa con los supermercados de las poblaciones cercanas a la frontera con Francia. ¿Necesita una población de 2000 habitantes 50 supermercados? Está claro que no. Ahora veremos cuantos quedan.

"Y por qué quieren vender algo perjudicial para la salud", he oído decir a algún listillo. No queremos. Lo que queremos es llegar a fin de mes. Y este producto, cuya producción, venta y consumo es totalmente legal (para algunos al menos), nos ayudaba a conseguirlo. Si el tabaco se hubiera prohibido probablemente hubieramos podido compensar el mazazo vendiendo chicles o parches de nicotina. Pero el tema es que la venta sigue siendo legal para todos los demás, menos para unos cuantos.

La ley incorpora explícitamente la excepción a este artículo para las tiendas libres de impuestos de los aeropuertos (espacios libres de humos). Sin duda su gremio, como el de los fabricantes y distribuidores de máquinas de vending, se ha sabido mover mejor que el nuestro. Hace un año a muchos bares les regalaban la máquina. A algunos incluso les pagaban por tenerla. Ahora comprar el cacharrito de marras cuesta aproximadamente lo que dan de beneficio en un par de años. Hay quien sabe hacer negocios. Y está claro que quien sabe hacer negocios no se levanta de madrugada para vender periódicos. Como no se levanta a esas horas alguien que se haya hecho millonario a costa de la salud de los demás. Seguir vendiendo tabaco no nos va a hacer millonarios. Nos va a permitir seguir subsistiendo como hasta ahora. No hay que olvidar que el tabaco deja un margen bajísimo (aunque en un quiosco todo cuenta). Lo interesante es que el que viene a comprar una cajetilla normalmente se lleva algo más: una revista, unos caramelitos para la tos, un DVD sobre cómo dejar de comerse las uñas...

Pero la culpa de todo esto no es solo del ministerio. Aquí se han cubierto de gloria los gremios de quiosqueros que no han hecho absolutamente nada. Mientras las asociaciones de restauradores, las de fabricantes y distribuidores de máquinas, las de tiendas de aeropuertos (bueno, esos no necesitan asociación ya que son poquitos, facturan muchos millones y se ponen de acuerdo rápido).., hicieron los deberes, hablaron con quien tenían que hablar y lograron cambios en la ley, nuestros gremios están negociando ¡¡¡AHORA!!! Pues con el disgusto que llevan, como alguien les cuente que en internet pueden leerse los periódicos gratis les va a dar algo...