Aventuras y desventuras…: Moscú I.
En los viajes programados suelen llamarte a la habitación una hora antes de la salida: media hora de higiene y otra media de desayuno. Quiosquera es pulcra y aseada y, nieve o truene, vaya bien o mal de tiempo, siempre se acicala de la cabeza a los pies. Yo soy más adán y bastante más guarrete por lo que me afeito, me cepillo los dientes, me lavo la cara y los sobacos y me enchufo un par de chiflotazos de Macho Dandy para retardar los efluvios de Eau d’Été que vendrán cuando llevemos un par de horas caminando (¡A ver! Algunas veces me ducho pero lo hago por la noche). Por eso ponemos el despertador media hora antes de que toquen diana.
Nuestra primera mañana en Moscú fue calcada a cualquier otra mañana viajera. Mientras Quiosquera acababa de pulirse, me asomé a la ventana. Enfrente se levantaban los bloques de cemento grises que Stalin hizo construir para los obreros y delante del hotel se extendía una plazoleta o avenida ancha cubierta de nieve helada y sucia. A mi derecha me pareció observar un movimiento y volví la cabeza: sobre el alféizar de la ventana vecina unas palomas picoteaban. Me parecieron raras. Regresé a la mesita de noche, me encasqueté las gafas, volví a la ventana, enfoqué la vista y grite:
- ¡Quiosquera, mira. En este país no hay palomas. Hay grajos!
En efecto, eran grajos grises que, después, vimos por todo Moscú. No llegamos a descubrir ninguna paloma
En el comedor conocimos al resto del grupo. Estaba Galina, Montserrat, Robert (que a partir de ahora sería Robert Sin O) y Roberto Con O y Socorro, su esposa, que venían de Zaragoza. El grupo lo completaban dos matrimonios castellonenses de cuyo nombre no me acuerdo y que, para entendernos, llamaremos Arquitecto y Abogado. Desayuno continental: una rebanada de pan con mantequilla, café americano y una jarrita de leche. ¡Ah! Y un frutero lleno de manzanas.
Quiosquera no se lleva bien con el café, así que pidió té a la camarera.
-¡Niet!
Haciendo de tripas corazón se sirvió media taza de café americano y cogió la jarrita de la leche. Estaba vacía. Volvió a requerir a la camarera para pedir más leche.
- ¿Moloká?
- ¡Niet!
- ¿Y un yogurt?
- ¡Niet, niet!
Después supimos que Arquitecto sólo bebía leche. Madrugaba un poco más que los otros y se la jalaba el solito.
No habíamos tocado las manzanas. Galina abrió el bolso y las volcó dentro.
- Son para mis hijos; los pobres hace tiempo que no prueban la fruta. Soy viuda y aquí es muy difícil ganarse la vida.
En el mismo hotel cambiamos unos cuantos dólares en rublos. En todos sitios, y preferían, se podía pagar en dólares pero había que llevar algo por si comprábamos en tiendas pequeñas. El rublo estaba a 10 cts de peseta: un rublo, una perra gorda. Nos extrañó que el tío de la caja se manejara con una pequeña calculadora de pilas.
La panorámica
Iniciamos nuestra andadura a las 9. Yo me había preparado un poco el viaje y esperaba llegar al Bulevar Ajardinado. Seguíamos viendo las moles de cemento. Los coches que pasaban por nuestro lado parecían apedazados; una puerta de cada color y, allá donde se hubieran dado un golpe, los bollos estaban enderezados a martillazos y protegidos por una capa de minio. El pestazo a gasolina mal quemada se filtraba por las ventanas del autocar. Galina explicó.
- Cuando mandaban los comunistas, la mayoría de gente no tenía coche. Tras la Perestroika se puede adquirir un coche de segunda mano o nuevo pero no hay repuestos y la gente se espabila como puede. ¡Ah! Si necesitan desplazarse a algún sitio no hace falta que esperen un taxi. Le sacan la mano al primer coche que no vaya lleno, tratan el precio y los llevará donde deseen.
El Bulevar Ajardinado seguía sin aparecer. Daba la sensación de que todo Moscú estaba ocupado por “las afueras”. De pronto el autocar paró.
- Estamos en la Plaza Roja –dijo Galina-.
- ¿Y Bulevar Ajardinado?
- Ya pasamos por él. Era esa gran avenida que hemos cruzado pero los jardines no arrancan hasta que empiece el verano.
Bajamos. Un enjambre de vendedores ambulantes nos atacó. Hacía un frío que pelaba (-3) y lo primero que hicimos fue procurarnos un gorro. Todo el mundo se compró el típico de piel de conejo (el turístico) pero a mí no me hacía gracia. Así que merqué uno de paño gris con una estrellita y la hoz y el martillo en el frontal. Nos pateamos los 700 m. de adoquines que forman el suelo de la plaza y, llegados al Mausoleo de Lenin, contemplamos 10 o 15 militares que custodiaban la cola de la gente que aguardaba para ver la momia del bolchevique.
Me fijé en el gorro. Iba de sorpresa en sorpresa.
- Mira, Quiosquera. Igualito que el mío.
Y así era, sólo que el gorro que llevaban los militares era de piel. Vamos, algo así como si en España los turistas, en vez de comprar el sombrero cordobés típico, se pasearan con el tricornio de la Guardia Civil.
Galina nos mostró (por fuera) la Catedral de San Basilio, las murallas del Kremlin y la Torre Spassky (hoy, San Salvador), los nichos de los gobernantes rusos, empotrados en las murallas y, sobre todo, los Almacenes Gum.
Camino de la Universidad pasamos por el estadio del C.S.K.A. (Cheska para ellos) y un complejo de esparcimiento.
- Los comunistas quisieron levantar aquí el edificio más alto de Moscú y para ello derribaron la Catedral de la Sangre. Dios los castigó porque debido a su peso y que el lugar está muy cerca del río, el edificio empezó a hundirse. Entonces hicieron esto que ustedes ven. Pero sigue maldito porque en esta piscina se ahoga mucha gente. Se dice que volverán a levantar la antigua catedral.
Hicimos una parada junto al Convento de Novodevichy pero no fue para verlo sino para entrar en una tienda de souvenir. A la entrada nos obsequiaron con un canapé de caviar de salmón y un vasito de vodka. Roberto Con O me dijo que los rusos se lo toman al tirón.
Agarré mi vasito y me lo tragué de un golpe. Sensaciones: alcohol puro de farmacia que cuando llegó al estómago reaccionó con los jugos y explosionó como el pistón de un motor. Un calorcillo “infierno” empezó a subir por el esófago y al llegar a la garganta se expandió soltando una llamarada de fuego por boca y nariz. Yo tengo un oído perforado, así que mi oreja derecha también participó del fogonazo. Hicimos otra parada más con vodka incluido pero, aunque la sensación de calor fue idéntica, ya no noté el sabor a alcohol de farmacia.
Poca gente compró en la tienda pero alguna matrioska que otra sí cayó. A la hora de hacer las cuentas, la empleada sacó un artilugio que yo sólo había visto en fotos.
- ¡Quiosquera, mira! ¡Utilizan un ábaco para calcular!
Delante de la Universidad se extiende una explanada que, a primeros de abril, estaba cubierta de nieve. Quiosquera es curiosa y le gusta explorar pero esta vez hizo espeleología porque mientras caminaba por la explanada desapareció. Había abandonado el camino y se hundió en la nieve que cubría lo que, en 2006, hemos comprobado que era una piscina que recoge el agua de las fuentes que adornan la Universidad.
Por las calles la gente andaba con la mirada al frente y cara de resabio. No hablaban. Sólo caminaban. Las mujeres, jóvenes y viejas, vestían como las de mi pueblo en los años cincuenta: falda hasta la pantorrilla, jersey de punto y pañuelo a la cabeza. Encima de las medias, calcetines de lana.
Diferencias 2006
• Moscú, en verano, es un jardín inmenso. Tanto los Cinturones Ajardinados como las avenidas y plazas presentan una vegetación que las hace muy agradable. Árboles recortados con gusto y mosaicos de flores sobre césped de un verde chillón alegran la vista de los viandantes.
• No hay coches apedazados. Nuevos o viejos presentan un aspecto impecable. Y si levantas la mano a un coche particular te manda a freír monas (en cirílico, claro).
• Apenas hay grajos en Moscú. Ahora las cagadas que cubren las estatuas son de paloma verdadera.
• El vodka no sabe a alcohol de farmacia ni agujerea el estómago.
• No existe el complejo de la piscina maldita. La Catedral de la Sangre ha sido reconstruida (hecha de nuevo) en su antigua ubicación.
• Las mujeres han abandonado el pañuelo y la falda a media pierna y, las más jóvenes, lucen sus minifaldas y sus ombliguitos al aire.
• Ya no hay ábacos en Moscú sino calculadoras como mandan los cánones.
El metro de Moscú
Todas las guías de viajes coinciden en definir el metro de Moscú como un museo. Y no están exentas de razón. Primero porque está bien pensado. Hay una línea circular que enlaza con todas las demás de modo que para ir de un sitio a otro de Moscú se necesitan como máximo dos transbordos y siempre en dirección al destino. Segundo porque hay diez o doce estaciones que merece la pena visitar con calma.
Lo primero que choca es que la boca está en el interior de un edificio de pisos. Lo segundo, el mercadillo. En la acera hay dos filas de señoras ofreciendo sus productos a los viajeros: bragas, medias, hogazas de pan, zapatillas, pañuelos… Galina nos explicó la realidad.
- En Rusia el rublo (pyb)
se devalúa de un día para otro y los trabajadores, cuando cobran, emplean todo su sueldo en productos que luego van vendiendo o cambiando según sus necesidades.
En 1994 el billete de metro costaba 10 pyb (aproximadamente 1 pts.). No hay torno en la entrada pero ¡ay, si no pasas por la kacca! En vez de billete, en la kacca se compra una ficha similar a las de teléfono (de antes) y el resto funciona como aquí: se echa la ficha en la ranura y se entra por el hueco de la izquierda. Roberto Con O se equivocó. Introdujo su ficha e intentó pasar por la derecha. En ese instante dos barras de acero salieron de una barrera y se empotraron en la otra dejándolo en medio. De una caseta lateral salió un mastodonte con cara de estar doliéndole el estómago y se fue en busca del turista. Como pudo, Roberto explicó lo sucedido, el vigilante lo liberó de su atadura y lo dejó pasar. Por su sitio, faltaría más.
Quiosquera estaba en la kacca comprando las fichas y yo me arrimé a observar el artilugio no fuera a engancharnos también a nosotros. Como siempre que tengo que andar mucho, llevaba mis bastoncillos. El vigilante volvió a salir de la caseta, se acercó, manipuló el mecanismo y me dejo pasar gratis. Cuando conté a Quiosquera lo que había pasado, dijo:
- ¡Que detalle! Se ve que el comunismo ha concienciado bien a esta gente.
- ¡Anda ya! –contesté-. Un tío con dos bastones, chaqueta de cuero y gorro militar: el fulano me ha tomado por un mutilado de la guerra de Afganistán, no te jode.
Casi todas las escaleras del metro son mecánicas, menos mal, porque pueden tener una longitud de 100 ó 120 m. Bajan a velocidad de Fernando Alonso persiguiendo a Schumacher. Hay normas de circulación: el viajero que se deja llevar por la escalera debe permanecer, en fila de a uno, pegado a la derecha para no interrumpir a los que bajan a más velocidad por el segundo carril.
El andén se sitúa en el centro y a ambos lados las vías. En el metro, antes vendían unos mapillas de la era de la guerra fría pero no se podía fiar uno de ellos porque faltaban estaciones. De todos modos es muy fácil circular por el metro de Moscú. En el andén hay un cartel con todas las estaciones de la línea. Basta con dibujar en un papel las tres o cuatro primeras letras de cada una de ellas hasta la que vayamos a bajar. Desde los vagones es muy difícil ver el nombre de la estación a la que el tren está entrando porque está grabado en la pared del túnel pero, cuando se para, se lee en el túnel de enfrente y ya está. Si no hay otro parado, claro. Aunque lo mejor es preguntar al ruso de al lado. En la calle, los moscovitas no te atienden pero en locales cerrados son amabilísimos.
El número de estaciones “museo” que enseñan a los turistas depende. Si la excursión se paga aparte veremos 4 ó 5. Si entra en el precio global, con 3 vas que te matas. Las que enseñan son preciosas: vidrieras, mosaicos, estatuas, columnas… Imperan los temas post-revolución y el cromo más repetido es Lenin. En esta ocasión las hemos visitado por nuestra cuenta y vimos 10 u 11. El problema de ver tantas es que, si se ven primero las mejores, las otras ya no impresionan.
Incluyo plano del metro con las mejores estaciones remarcadas.
Diferencias 2006
• Han desaparecido las fichas y hay máquinas expendedoras de billetes.• El billete ha pasado a costar 15 pyb pero de los nuevos. El pyb nuevo vale un duro, o sea que, para hacer un viaje en metro, hay que desembolsar la cifra de 75 pts.
• Los planos del metro coinciden con la realidad (más o menos).
CONTINUARÁ
9 Comments:
Jajaja, quiosquero no has pensado en escrubir un libro de viajes. Le das a los relatos un tono didáctico-ameno que se lee solo.
Por cierto si yo soy el taquillero y te veo venir conforme se te ve en la foto no solo te abro el mecanismo, me cuadro en tiempo uno de saludo.
Lo dicho un saludo.
alvarhillo, me encanta que te haya gustado. Cuando lo publiqué me pareció demasiado largo y un poco tostón.
Lo de la didáctica debe ser porque he dado más clases que un maestro de escuela.
Gracias, soldado. ¡Descan...se!
jajaja! jolín quiosquero, al final vas a hacer una guía más completa que la de Lonely Planet. Lo que más me gusta es el ruso ese de bigote que sale en todas las fotos. ;-)
saludos!
¿Largo y tostón? ¡Qué va! Se me ha hecho corto, entretenido e interesante.
¡Felicidades por el blog!
Aberron: la Lonely Planet (Mundo del Siglo XXI, sábados)se centra en los monumentos. Quiosquero's Guide destaca los personajes. ¡Ah! Del ruso de la foto me hice bastante amigo.
Usuario anónimo: ¡Enhorabuena! Quedan varias entregas pendientes. No te pierdas el capítulo IV.
Bienvenido.
Me acabo de perder. ¿En el post Moscú I me dices que no me pierda el capítulo IV?
¿Y el II y el III? Me parece que me estoy perdiendo algo...
;) ¡Muchas felicidades por el blog!
Hola Carlos. Moscú I es el 2º capítulo de la serie Aventuras y desventuras de un quiosquero en Rusia. En el capítulo I contaba el viaje de ida. El capítulo III (Moscú II) está en la imprenta y el IV empezaré a parirlo cualquier día de estos.
Un saludo.
Hace tiempo que no me paseaba por vuestro blog. Digamos que en mi residencia de estudiantes al puro estilo soviético no puedo pretender que tengan wifi si por no tener, no tienen ni lavadora (busco piso, pero el ladrillo está a precio de oro). Así que me conecto en el trabajo, y hoy me he dedicado en buena parte a leeros y ha sido un placer, como siempre. Sublime las crónicas moscovitas. Y muchas cosas de vuestro primer viaje siguen vigentes en 2006!!!! (¿preocupante?)
Besos desde Moscú!!
Elena
PD: dalr se marcó unos cuantos kalinkas con los remeros del Volga???
Aaaarrgh!!!! Elena, eres tú!!!! Qué ilusión verte por aquí. Pues sí que me marqué unas buenas kalinkas y hasta de moskoskovnie vecheras o como leches se escriba en romano. Lo que ocurre es que el animal del quiosquero se ha liado a contar su viaje del 94 y a este paso no va a llegar nunca al de 2006! De hecho el tío se ha abierto un blog nuevo para tener más espacio :-P Lo puedes ver pinchando en "Decúbito supino".
Un besazo!
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