Bienvenido a casa, Miguel
En julio habíamos dejado a la Gallega camino de Glorias a comprar calzoncillos para el marido. Estaba en vísperas de una operación, en principio sencilla pero, dadas sus circunstancias, la Gallega andaba con la mosca detrás de la oreja.
Manel, el vecino con el que comparte el periódico los fines de semana, se dejo caer el sábado por el quiosco.
- ¿Qué tal le fue al amigo Miguel?
- Muy bien. Le habían disho que la operasión duraría 4 horas y a las 2 horas y media ya estaba en su habitasión. Presisamente esta tarde voy a verlo.
- Déle recuerdos.
- De su parte.
No volvimos a saber nada más. El miércoles siguiente fue un día duro de trabajo y el quiosco se tiró el detalle de invitarnos a Salva, Dalr y a mí a una cañita. Nos sentamos como señores (bien rociados de Eau d’Eté) en la terraza de Can Superwaiter. Vimos a la Gallega cruzando el semáforo y la llamamos para que sentase un ratito con nosotros.
- No hijos. Tengo mucha prisa.
- ¿Cómo sigue el jefe?
Dos lagrimones le nublaron la mirada.
- Mal, muy mal. Le está pasando lo mismo que la otra vez. Sale bien de la operación pero, a los dos días, se le empieza a hinchar la barriga. Por lo menos ahora no tiene fiebre pero no lo veo claro. Y me mosquea mucho que él, que no pasa un día sin leer sus dos periódicos, el Sport ese y el otro…
- El Periódico de Cataluña.
- Ese. Pues ahora se lo doy, le echa una mirada y lo tira y me coge de la mano. No quiere que me vaya de su lado, Y le digo: “Hombre, si no voy a casa y limpio un poco, cuando vuelvas parecerá un estercolero”. Se echa a llorar.
- Verá como sale.
- Dios te oiga, hijo, porque hace mucha compañía. No es que nos llevemos bien pero son 43 años aguantándolo. Si palma, ¿con quién peleo yo ahora?
Y se aleja llorando.
Manel nos va dando el parte médico.
- Está muy mal. La fiebre no le baja de 40º.
- Anoche tuvieron que intervenirlo de urgensia. Está en la UVI y no lo dejan ver. Pero tiene muy mala pinta. No creo que salga de esta.
Nos fuimos de vacaciones y a la vuelta esperábamos con impaciencia que el Manel pasase a comprar el periódico.
- Un milagro. El jodío se ha escapado. Ha nasío de nuevo. Tenía la guadaña al cuello y la esquivó.
Sólo nos faltaba el parte de la Gallega y no se hizo esperar.
- Con 63 kilos me lo han devuelto cuando él no baja de los 80. Dice que había adelgazado un poco y que cuando se operó pesaba 78. Pero con lo bajito que es tiene la fuerza de un toro; 118 cm de pecho tiene. Y cuando trabajaba con su hermano en la construcción cogía las varillas que van en el hormigón y las doblaba con las manos, me cago en la leche. Y ahora ¡me da una pena verlo así! Lleva un tajo de 14 cm en el costado y otro que le va desde el empeine hasta por aquí –se señala por encima del estómago- cosido con un hilo o unas grapas que parecen los cordones de un zapato. Claro, lo que yo me imaginaba. Después de que lo operaran agarró una infección… pri… piri…
- Peritonitis –la ayuda Dalr-.
- ¡Eso, piritonitis! Se le hicieron tres agujeros en la tripa que va por aquí –sigue con un dedo el recorrido del colon- y le han tenido que cortar un buen trozo. Pero porque puse los güevos encima de la mesa y armé la que armé que si no, estaría ya en el bote de las cenizas. Me decían: “Hablemos de lo de ahora”. ¡Una leche! Aquí hay que hablar de todo. Parece un muerto andando pero ya está en casa. Los pellejos de la barriga le tapan sus partes, pobrecito.
Miguel ya ha pasado por el quiosco a comprar sus dos periódicos de siempre y agradecernos que nos hubiéramos interesado por él. La Gallega tiene razón. Es la mitad de lo que era. Pero, coño, sonríe y está vivo. ¡Bienvenido a la vida!
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