Me cago en Ikea
"Una nueva inspiración ha llegado tu quiosco". Con esta frasecita podríamos resumir la macrocampaña televisiva que está haciendo Ikea para promocionar su nuevo catálogo. Sí, ese que teóricamente recibimos todos en casa pero que no siempre llega. Por ese motivo, los genios marketinianos de la conocida tienda de muebles decidieron hace tiempo que el catálogo de marras pudiera adquirirse en los quioscos. La cosa no estaría mal si informaran un poquito más a los clientes, pero el asunto es que, en cuanto llegó el catálogo el año pasado nos tiramos un mesecito respondiendo a la pregunta... "¿pero esto no era gratis?". "Sí señora -respondíamos con nuestra mejor sonrisa-. De hecho ES gratis, lo que ocurre es que incluye un vale descuento por el mismo precio del catálogo que podrá usted hacer efectivo en cualquier establecimiento Ikea". Una manera amable de decirle al cliente en cuestión que, si le parece, como nos sobra espacio en el quiosco vamos a guardarle a Ikea, por la patilla, trpoecientosmil tocharros para que sus clientes se gasten la pasta allí en vez de comprarnos la Casa Mediterránea por fascículos.
El catálogo de Ikea es uno de esos iconos que no puede faltar en un hogar que se precie. Se coloca exáctamente entre las páginas amarillas y el QdQ, y en el mejor de los casos no se vuelve a tocar hasta que se sustituye por el siguiente. Hay, sin embargo, algún que otro incauto que se aventura a ojearlo. En ese momento su cerebro sufre unos repentinos cambios químicos que lo impulsan a replantearse todo el mobiliario de la casa. Se percata de que su vieja librería no pega con televisor de plasma. O contempla maravillado que existen mil y una soluciones para almacenar esos DVD's que a saber por qué compró en el quiosco y que ahora amontona sin orden ni concierto. Entonces decide acercarse a su Ikea más cercano a ver qué encuentra.
No voy a describir la dantesca escena de un sábado por la tarde en Ikea (algún amigo me ha acusado de estar loco por ir un sábado por la tarde, sin pensar en que es el único día en que los quiosqueros podemos cometer estas locuras). Me abstendré de calificar a los torturadores que diseñaron ese laberinto que te obliga a recorrer toda una nave industrial para comprar una lamparilla de noche (sí, por qué lo hacen, pero cuando me putean no me consuela pensar que soy víctima de una técnica de marketing). No quiero ni nombrar la sensación de estar haciendo el capullo, tirado en el suelo, rodeado de maderas y herramientas, pensando que mis dos tardes libres a la semana valen muchísimo más que lo que se ahorra uno comprando el mueble montado. De lo que quiero hablar es de lo que hemos pasado esta semanita los quiosqueros por culpa de los directivos de marketing de Ikea.
Decía antes que Ikea se está gastando una pasta para promocionar el catálogo y nos dice a todos que podemos encontrarlo en los quioscos. ¿Publicidad gratuita para nosotros? No. Tortura china. Porque el único problemilla, casi sin importancia, es que los dichosos catálogos no han llegado todavía. Y nos pasamos el día tal que asín:
- ¿Tiene el catálogo de Ikea?
- No. Aún no ha llegado.
- Pues en la tele he visto que...
- Ya sé lo que ha visto en la tele, pero aún no los han mandado.
- Pues a mi vecina...
- Es probable que su vecina lo haya recibido en casa pero a los quiscos aún no ha llegado.
- Entonces el anuncio...
- Pues el anuncio es una genial idea de los responsables de marketing de Ikea que saben perfectamente que una campaña agresiva de televisión sobre un producto que aún no puede conseguirse genera una ansiedad en el receptor que propicia conversaciones tan estúpidas como ésta.
Salvo la última frase, mantenemos charlas de este cariz doce o trece veces al día. A los quiosqueros no nos importa hablar con los clientes ni darles cuanta información necesiten. Nos molesta sobremanera, eso sí, que nos pidan cosas que no tenemos. Habida cuenta que tenemos el chiringuito lleno de cosas inútiles, no tener algo que te piden duele mucho. Y duele mucho más cuando el producto en cuestión, tras una semana de peticiones negadas, llega al quiosco. Entonces nos frotamos las manos creyendo que lo venderemos como churros... Para luego ver cómo pasa el tiempo sin que nadie más pregunte. Y es que ésa es otra máxima del quiosco. Cuanto más te piden algo que no tienes, más difícil es venderlo cuando llega. Afortunadamente, siempre nos queda un consuelo. Imaginar a esos visitantes de las preguntas impertinentes pasando días y días en los interminables pasillos de Ikea...
Web de Ikea
Para descargar el puto catálogo
5 Comments:
Po cierto, Dalr, ¿no tenemos pendiente algún montaje ikeaniano?
Estimado Dalr, te envio un chiste para desengrasar.
"El otro día fuí a Ikea, tuve que buscar el mueble que había visto en el catálogo, me tocó anotar el número de referencia, ir a buscarlo al alamacén, bajarlo de la estantería,llevarmelo en un carrito, pagarlo en caja y cargarlo en el coche. Cuando estaba descargandolo en la puerta de casa me encuentro a un amigo que al ver el embalaje me dijo,-sabes que trabajo en Ikea- me dieron ganas de partirle la boca, si allí no trabaja mas que el comprador".
Saludos y ánimo.
Pues sí quiosquero. He querido evitar el bochornoso recuerdo de aquella tarde en Ikea pero veo que no puedo escarme. Aquel día de ingrato recuerdo nos vendieron unos fantásticos muebles para el despacho cuya pieza fundamental era un armario esquinero que definía la posición del resto de módulos. El famoso armario no llegó jamás porque estaba descatalogado. No tuvimos más remedio que montar el resto y posponer su colocación definitiva a la publicación del siguiente catálogo. Cuál sería mi sorpresa al ver que el mueble en cuestión se seguía fabricando pero en todos los colores excepto el que habíamos elegido. Para acabar de arreglarlo, a una de las mesillas de noche le faltaba un tornillo que sólo puede adquirirse en Ikea. Hasta que no recupere fuerzas para volver a soportar el calvario de recorrerme todo el edificio, la mesita se queda sin montar, la casa hecha un cristo y yo de los nervios. Odio, odio mucho Ikea.
alvarhillo, no por chiste es menos cierto lo que cuentas. Voy a pedirles mi nómina.
¡Eres mi ídolo! Y encima, mi mujer te lee y dice... 'Tiene razón'... ¡Lo ha reconocido!.
Lo malo es que nos cambiamos de piso, y me está preparando un 'viaje de compras'... Haremos un Valencia-Madrid con el objetivo de 'Ir a Ikea'.... de verdad que ahora que lo veo escrito me resulta todavía más increíble que simplemente pensarlo.
Y lo malo es que no tengo escapatoria, porque si no voy yo, se irá con mi cuñada, y no quiero ni pensar la de cosas inútiles que tendré que montar (en esto te diré soy de los que me gustan los destornilladores), y desmontar un montón de trastos...
Por cierto, te olvidaste decir que el jodido catálogo tiene una especie de poderes... si lo miras fijamente unos minutos (unos cuantos segundos más del 'punto de no retorno') empiezas a pensar que algunos de esos muebles ¡son una gran idea!...
¡Dios mío... sálvame!!!!
Bang, si tu mujer nos lee y encima nos da la razón, no te queda otra que asumir ese "viaje de compras" con alegría y buen humor. Habértelo pensado antes de cambiarte a un piso en el que no quedaban bien tus viejos muebles ;-)
Eso sí. Cuando estés por allí, si pillas a uno de los de marketing, especialmente al que no nos manda los catálogos... No se me ocurre nada lo suficiéntemente doloroso... Ya sé. Lo suscribes a una colección quiosquera como bichos, bomberos del mundo o algo por el estilo. Suerte y gracias (a ambos) por pasar algo de tiempo con nosotros.
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