viernes, octubre 02, 2009

¿Cacao mental o premonición?

He pasado una mala noche. Desde que me insertaron el muelle y me dan medicinas por un tubo para que el tubo no se atore, tengo continuamente en la boca el sabor de la sangre de tal modo que empiezo a padecer complejo de vampiro. El problema aumenta de noche; se ve que trago menos saliva y suelo despertarme con los labios manchados de carmín: carmín sangre de toro, se entiende. Pero hoy ha sido especial. Primero me he despertado sin saber por qué y con unas ganas terribles de echar una meada. He llegado al lavabo un poco a tientas; a esas horas de la madrugada suelo mear sentado (existe el peligro que me duerma de pie) y al estilo de los hombres-hombres de mi pueblo, o sea, espatarrado en el asiento y con los brazos apoyados en el espaldar de la silla; en mi caso, en la cisterna. Y he escupido… No se trataba de un hilillo de sangre sino de algo más denso. Me he enjuagado la boca, me he vuelto a lavar los dientes, he hecho gárgaras con Gingikin… pero seguía sangrando. Como no era hora propicia para el acojone, he supuesto que me he mordido en sueños y me he vuelto a la cama.

Últimamente suelo tener sueños farragosos que casi mantienen el argumento de una noche a otra. Hoy estaba instalado en un hotel cochambroso. Tenía frío. He pedido a Quiosquera que buscara al maître y le pidiese un termómetro. Ha vuelto con un tubo de vidrio con una esfera roja en un extremo; termómetro de alcohol tintado. Me lo he puesto bajo el sobaco y cuando lo he sacado para observar la temperatura, la línea roja de alcohol se interrumpía en los 35º y continuaba a partir de 39 hasta el final del tubo. He abierto los ojos y Quiosquera estaba junto a la cama sacudiendo el termómetro de verdad, el de mercurio.
- Lo estás haciendo al revés –creo que he dicho-.
Mi siguiente recuerdo ha sido la maldición que le he echado al timbre del despertador. Pero el termómetro seguía en mi sobaco. Al mirarlo, he comprobado que estaba muerto. La columna de mercurio no había llegado a traspasar el estrangulamiento que hay antes de la barra de graduación. He abierto algo más los ojos y me he sentado en la cama de un salto: una columna de mercurio de dos a tres centímetros de longitud ocupaba la zona superior y rebasaba los 42º. Visto por arriba o visto por abajo, el termómetro indicaba mi defunción. De perdidos, al río. He vuelo a sacudir el termómetro hasta que todo el mercurio ha pasado al depósito. Esta vez he elegido la axila para comprobar la temperatura: 36,8º.

¿Alguien me puede explicar qué ha sucedido en realidad esta madrugada?

2 Comments:

At 2/10/09 18:24, Blogger Sr. Torres said...

Nah, no hagas caso, casualidades de la vida... Yo de ti me compraba un termometro digital, son bastante más fiables :)

 
At 3/10/09 08:28, Blogger Unknown said...

Ni premonición ni gaitas gallegas, una mala noche la tiene cualquiera.
Animo y sigue con tu "mala leche", que nos hace pasar muy buenos ratos.
Ante todo cuidate.
Un "tendero". (Lo mio no es quiosco, es tienda)

 

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