Recarga de móviles
Introducción
Corría el primer trimestre de 1983 cuando el gerente de la empresa para la que entonces trabajaba me presentó las líneas maestras a seguir durante el ejercicio en curso. Nuestra empresa acababa de cumplir un año de andadura y las expectativas de futuro no eran muy halagüeñas; éramos fabricantes de software y, por entonces, sólo había dos alternativas: o la empresa que tenía o adquiría un ordenador contaba con equipo de desarrollo propio, o se inclinaba por un paquete estándar, en cuyo caso se ponía en manos del creador del paquete. Nosotros estábamos en medio, es decir, nos dedicábamos a chapucear cualquier programa con vocación de convertirse en algo que realmente ayudase en la gestión de una empresa.
Mi gerente nos presentó lo que iba a constituir la revolución de la informática: el Personal Computer. El personaje en cuestión era una maquinita en forma de paralelepípedo con una o dos ranuras frontales destinadas a contener sendos floppy disk de cinco pulgadas y cuarto, una sola cara y densidad sencilla (o sea, 360 kbytes por unidad), al que se le conectaba un monitor y, opcionalmente, una mini impresora con posibilidad de trabajar con hojas sueltas o papel continuo que arrastraba por fricción y que, a la que te descuidabas, montaba un atasco descomunal. La guinda la ponía un artilugio que, arrastrado sobre la mesa, hacía mover un puntero sobre la pantalla del monitor: es lo que se dio en llamar ratón o, para los entendidos, maus. Aquel bicho, capaz de almacenar hasta 720 kbytes (el Spectrum con el jugaba dalr apenas tenía 48), costaba alrededor de las 500.000 pesetas (equipo completo, es decir, doble unidad de disquete, impresora monitor y ratón) frente a las 29.500 del Spectrum.
Con la visión de futuro que siempre me ha caracterizado, preconicé el fracaso más estrepitoso que pudiesen albergar los anales de IBM. Como es sabido, hoy día en cada mesa de cada despacho hay un PC; y en cada casa de cada vecino hay varios PC. Hasta yo, que tan a cachondeo me tomé el invento, intercambio la minitorre del quiosco y la maxitorre de casa, pasando por el portátil, que es el nexo de la infección vírica que cíclicamente afecta a mis ordenadores.
De mi “no experiencia” con los PC podría escribirse un tratado de varios volúmenes. Me detengo, sin embargo, en un pequeño detalle que provocaba mi hilaridad cada vez que lo recordaba. Entre los distintos cometidos que he desarrollado frente a un Ordenador (con mayúscula), sin lugar a dudas he obtenido los mayores logros como “puteador de programas”, es decir, obligar al aparato a operar con los datos más ilógicos que pudieran ocurrírseme. Y, falsas modestias aparte, era muy bueno. Por tanto, no es extraño que saliese elegido para probar la primera aplicación para PC que el mercado nos puso a tiro.
Acostumbrado a la pantalla de fósforo verde, los colorines del monitor del PC me provocaban dolor de cabeza; dolor de cabeza que se transformó en dolor de mandíbula producto de las continuas carcajadas que la operativa me producía.
- Introduzca número de cliente
- 5322
- Ha introducido el número 5322. Si es correcto, seleccione YES; en caso contrario, seleccione NO (aún no se había inventado el verbo clickar)
- YES
- El cliente 5322 es Periquillo el de los Palotes. Si es correcto, seleccione YES; en caso contrario, seleccione NO (de aquí surgieron los verbos yepar y nopar)
Resumiendo: entrar un pedido en el ordenador era algo lento y laborioso pero, salvo para inútiles totales, era casi imposible equivocarse. Han tenido que pasar 26 años para que reconozca cuánta razón llevaba el inventor del yepeo y el nopeo.
Trama
Cuando me hice cargo del quiosco, se vendían unas tarjetas para recargar los móviles. Eran tarjetas que dejaban un 5% (más o menos) de beneficio y que ni se vendían demasiado porque si el previsible cliente quería una tarjeta de 10 €, el quiosquero sólo tenía de 30 y, si el cliente la quería de 30, el quiosquero sólo disponía de tarjetas de 5 €. Por eso mismo, en el momento en que Marina anunció el Zapatófono, Quiosquero solicitó su aparato. Creo recordar que en junio-julio de 2005 ya hacíamos recargas en módulos de 5 € de Movistar, Vodafone y Amena. El porcentaje era algo más bajo que en la venta de tarjetas pero se pagaba a posteriori y no había riesgo de pérdida o robo de material. Un año después, tras unas gestiones un tanto rocambolescas, instalé el zapatófono de CSQ. Mejoraba ostensiblemente los porcentajes y anulaba el riesgo de un corte de servicio por no poder hacer frente a una factura circunstancialmente abultada por exceso de recargas. En repetidas ocasiones, la comercial de Marina me ha ofrecido el oro y el moro si volvía a trabajar con ellos, he hecho un par de recargas por ver si se cumplían las promesas y he vuelto a desconectar el aparato al ver que me aplicaba el moro pero, en ningún caso, el oro.
Y en éstas, la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia ofrece trabajar con nuestro propio terminal, con unos porcentajes similares o mejores a los que me venían aplicando, y la posibilidad de rappels de consumo una vez el terminal estuviese amortizado. El 25 de marzo de 2008 suscribí (firmé) el nuevo contrato. Tengo copia del mismo aunque el lugar donde debería estar la firma de D. Luís García, Director General de CSQ, aparece en blanco.
Después de sucesivas demoras en la instalación del nuevo aparato, un año después de haber firmado el documento antedicho, se presentó en mi quiosco una persona que dijo ser enviada por la APVPBP.
- Vengo a instalar el TPV
- ¿Qué TPV?
- El de recarga de móviles.
- ¿El de CSQ?
- El de la Asociación.
- ¿El de CSQ?
- Bueno, éste –y me dio un sobre-.
Mientras el operario enchufaba el aparato, abrí el sobre. El proveedor había pasado de ser CSQ a GM Vending.
- Me tiene que firmar una copia.
Al precio que se está poniendo el kilo de firma, intenté leer el documento, tiempo que aprovechó el técnico para explicarme cómo funcionaba el nuevo cacharro. Como es natural, ni me enteré del contenido del contrato ni del funcionamiento del terminal.
-… y cuando tenga que hacer una anulación, llama a este teléfono y allí le darán las explicaciones pertinentes.
Eso fue todo.
Leí el contrato y, aplicando mis conocimientos en derecho, saqué tres conclusiones:
· El contrato tiene una duración de 1 año prorrogable, salvo que se diga lo contrario por escrito y con un mes de antelación.
· Después del primer año GM Vending puede cobrarme “servicios auxiliares” si facturo menos de 1.000 € mensuales.
· Los porcentajes a percibir por el quiosquero se marcan unilateralmente desde el otro lado.
Aunque el contrato viene fechado el 02/01/2009, la firma real se produjo en el mes de marzo. Pero, eso ya lo he aprendido en un curso acelerado de derecho, la fecha que vale es la que está escrita en el documento.
La página 4 incluye un anexo con los márgenes establecidos por cada compañía de teléfonos móviles. El contrato viene acompañado de dos misivas fechadas el 12 de enero la primera y el 27 de febrero la segunda, en las cuales el señor Juan Daniel Araiz, Director General, nos comunica que el porcentaje establecido por Movistar se reduce en un 0,25% y el de Orange en un 1,50%.
Apenas el técnico instalador se hubo marchado, hice una carga de 5 € al móvil de Salva y llamé al teléfono que me habían indicado para que me enseñaran a anularla. Tuve que introducir unos códigos en el aparato y después, la señorita del otro extremo del hilo, me pidió que desenchufara el alimentador y lo volviera a enchufar. El aparato quedó catatónico e inhábil para cualquier operación; en otras palabras: se fundió. Días después pasó un técnico que certificó su defunción y me dijo que me lo cambiarían. Y quedé en estanbay hasta que tuve que hacer una gestión en la Asociación, conté el caso y, al día siguiente, me instalaron otro aparato que funcionaba y que permitía anular las recargas.
Quedé sorprendido por el porcentaje (17%) que anunciaba GM Vending para las recargas de Lebara. A mí me estaban dando el 7% y pensé que era un error de impresión. La primera recarga me sacó del error (17%). La segunda recarga me volvió a la realidad (8%).
Desenlace
Cada vez que entro en un comercio me maravilla encontrar que, todos aquellos que se precian, utilizan el mismo lector de código de barras que tenemos instalado en mi quiosco con el añadido de un artefacto donde lo depositan cuando se encuentra en estado de reposo. Yo también tengo el mismo artilugio pero no me cabe en ningún sitio y no me queda más remedio que reposar el lector en el primer sitio que pillo y el zapatófono de Marina es ideal. Un día de julio me equivoqué y dejé el lector sobre el terminal de GM Vending. No sé cuántas veces repetí la operación pero, cuando me di cuenta, el aparato había escupido un palmo de papel: Vodafone Inglaterra (Turistas-Pines no se pueden anular). El paréntesis contiene la trascripción del manual (una hoja a simple cara) de instrucciones. Fueron 5 € pero pudieron ser 500.
Al contrario de la risa que me producía la exigencia de yepar cualquier orden transmitida a un antiguo PC, la imposibilidad de nopar la emisión de un pin me puso de una mala leche descomunal.
Para colmo, como surgida por encanto, hizo su entrada en escena la comercial de Marina a quien le conté mis cuitas y (una vez más) me consiguió las mejores condiciones posibles para su datáfono, condiciones que mejoraban las de GM Vending y CSQ, sobre todo en las compañías más extendidas (Movistar, Vodafone y Orange). De nuevo Marina mentía. Vodafone y Orange bajaban medio punto y se quedaban a la altura de CSQ, y MoviStar seguía por encima de la competencia pero me daban algo menos de lo prometido.
Los zapatófonos de Marina BCN y GM Vending duermen el sueño de los justos y en mi quiosco trabajamos con CSQ que, como tiene la versión de carga vía Internet, no ocupa espacio, a la vez que me permite hacer un seguimiento exhaustivo del historial de operaciones. GM Vending queda a la espera de que incorpore las opciones yepar-nopar.
Conclusiones.
· Seguimos siendo ignorados por todos los estamentos. Incluso la Asociación de Vendedores se permite cambiar de proveedor sin tener en cuenta a sus afiliados. El porqué del cambio es claro: GM Vending daba mejores condiciones que CSQ. Pero un quiosquero no puede firmar un contrato (quedando en su poder una copia en blanco) y éste se convierta en agua de borrajas y se pierda en el limbo de los justos. Se avecinan tiempos en que muchos quiosqueros van a sufrir las consecuencias de una firma a la ligera y van a aprender de golpe que no se firma nada que no sea en presencia de su abogado. Como en las películas de gangsters.
· Es muy poco elegante que en el acto de la firma de un contrato, un quiosquero reciba el anuncio de que dos de las compañías con las que va a trabajar han bajado sus porcentajes.
· Ningún terminal, por simple que sea, puede permitir la emisión accidental de un ticket. Y, en caso de que así fuera, debe ofrecer la posibilidad de anulación. Apuntamos la circunstancia para cancelar el contrato en diciembre.
· La palabra de los comerciales no vale un pimiento ni para sus propias empresas. Oí en directo la negociación de mi comercial con su empresa y me ofreció los porcentajes que le dijeron. En la primera factura la compañía los modificó a la baja. Empresa tachada.
· Aunque parezca mentira, en el mundo del quiosco se obtienen mejores resultados negociando individualmente que de forma colectiva. Mantendremos nuestros contactos con CSQ mientras nos trate como hasta ahora.
Corría el primer trimestre de 1983 cuando el gerente de la empresa para la que entonces trabajaba me presentó las líneas maestras a seguir durante el ejercicio en curso. Nuestra empresa acababa de cumplir un año de andadura y las expectativas de futuro no eran muy halagüeñas; éramos fabricantes de software y, por entonces, sólo había dos alternativas: o la empresa que tenía o adquiría un ordenador contaba con equipo de desarrollo propio, o se inclinaba por un paquete estándar, en cuyo caso se ponía en manos del creador del paquete. Nosotros estábamos en medio, es decir, nos dedicábamos a chapucear cualquier programa con vocación de convertirse en algo que realmente ayudase en la gestión de una empresa.
Mi gerente nos presentó lo que iba a constituir la revolución de la informática: el Personal Computer. El personaje en cuestión era una maquinita en forma de paralelepípedo con una o dos ranuras frontales destinadas a contener sendos floppy disk de cinco pulgadas y cuarto, una sola cara y densidad sencilla (o sea, 360 kbytes por unidad), al que se le conectaba un monitor y, opcionalmente, una mini impresora con posibilidad de trabajar con hojas sueltas o papel continuo que arrastraba por fricción y que, a la que te descuidabas, montaba un atasco descomunal. La guinda la ponía un artilugio que, arrastrado sobre la mesa, hacía mover un puntero sobre la pantalla del monitor: es lo que se dio en llamar ratón o, para los entendidos, maus. Aquel bicho, capaz de almacenar hasta 720 kbytes (el Spectrum con el jugaba dalr apenas tenía 48), costaba alrededor de las 500.000 pesetas (equipo completo, es decir, doble unidad de disquete, impresora monitor y ratón) frente a las 29.500 del Spectrum.
Con la visión de futuro que siempre me ha caracterizado, preconicé el fracaso más estrepitoso que pudiesen albergar los anales de IBM. Como es sabido, hoy día en cada mesa de cada despacho hay un PC; y en cada casa de cada vecino hay varios PC. Hasta yo, que tan a cachondeo me tomé el invento, intercambio la minitorre del quiosco y la maxitorre de casa, pasando por el portátil, que es el nexo de la infección vírica que cíclicamente afecta a mis ordenadores.
De mi “no experiencia” con los PC podría escribirse un tratado de varios volúmenes. Me detengo, sin embargo, en un pequeño detalle que provocaba mi hilaridad cada vez que lo recordaba. Entre los distintos cometidos que he desarrollado frente a un Ordenador (con mayúscula), sin lugar a dudas he obtenido los mayores logros como “puteador de programas”, es decir, obligar al aparato a operar con los datos más ilógicos que pudieran ocurrírseme. Y, falsas modestias aparte, era muy bueno. Por tanto, no es extraño que saliese elegido para probar la primera aplicación para PC que el mercado nos puso a tiro.
Acostumbrado a la pantalla de fósforo verde, los colorines del monitor del PC me provocaban dolor de cabeza; dolor de cabeza que se transformó en dolor de mandíbula producto de las continuas carcajadas que la operativa me producía.
- Introduzca número de cliente
- 5322
- Ha introducido el número 5322. Si es correcto, seleccione YES; en caso contrario, seleccione NO (aún no se había inventado el verbo clickar)
- YES
- El cliente 5322 es Periquillo el de los Palotes. Si es correcto, seleccione YES; en caso contrario, seleccione NO (de aquí surgieron los verbos yepar y nopar)
Resumiendo: entrar un pedido en el ordenador era algo lento y laborioso pero, salvo para inútiles totales, era casi imposible equivocarse. Han tenido que pasar 26 años para que reconozca cuánta razón llevaba el inventor del yepeo y el nopeo.
Trama
Cuando me hice cargo del quiosco, se vendían unas tarjetas para recargar los móviles. Eran tarjetas que dejaban un 5% (más o menos) de beneficio y que ni se vendían demasiado porque si el previsible cliente quería una tarjeta de 10 €, el quiosquero sólo tenía de 30 y, si el cliente la quería de 30, el quiosquero sólo disponía de tarjetas de 5 €. Por eso mismo, en el momento en que Marina anunció el Zapatófono, Quiosquero solicitó su aparato. Creo recordar que en junio-julio de 2005 ya hacíamos recargas en módulos de 5 € de Movistar, Vodafone y Amena. El porcentaje era algo más bajo que en la venta de tarjetas pero se pagaba a posteriori y no había riesgo de pérdida o robo de material. Un año después, tras unas gestiones un tanto rocambolescas, instalé el zapatófono de CSQ. Mejoraba ostensiblemente los porcentajes y anulaba el riesgo de un corte de servicio por no poder hacer frente a una factura circunstancialmente abultada por exceso de recargas. En repetidas ocasiones, la comercial de Marina me ha ofrecido el oro y el moro si volvía a trabajar con ellos, he hecho un par de recargas por ver si se cumplían las promesas y he vuelto a desconectar el aparato al ver que me aplicaba el moro pero, en ningún caso, el oro.
Y en éstas, la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia ofrece trabajar con nuestro propio terminal, con unos porcentajes similares o mejores a los que me venían aplicando, y la posibilidad de rappels de consumo una vez el terminal estuviese amortizado. El 25 de marzo de 2008 suscribí (firmé) el nuevo contrato. Tengo copia del mismo aunque el lugar donde debería estar la firma de D. Luís García, Director General de CSQ, aparece en blanco.
Después de sucesivas demoras en la instalación del nuevo aparato, un año después de haber firmado el documento antedicho, se presentó en mi quiosco una persona que dijo ser enviada por la APVPBP.
- Vengo a instalar el TPV
- ¿Qué TPV?
- El de recarga de móviles.
- ¿El de CSQ?
- El de la Asociación.
- ¿El de CSQ?
- Bueno, éste –y me dio un sobre-.
Mientras el operario enchufaba el aparato, abrí el sobre. El proveedor había pasado de ser CSQ a GM Vending.
- Me tiene que firmar una copia.
Al precio que se está poniendo el kilo de firma, intenté leer el documento, tiempo que aprovechó el técnico para explicarme cómo funcionaba el nuevo cacharro. Como es natural, ni me enteré del contenido del contrato ni del funcionamiento del terminal.
-… y cuando tenga que hacer una anulación, llama a este teléfono y allí le darán las explicaciones pertinentes.
Eso fue todo.
Leí el contrato y, aplicando mis conocimientos en derecho, saqué tres conclusiones:
· El contrato tiene una duración de 1 año prorrogable, salvo que se diga lo contrario por escrito y con un mes de antelación.
· Después del primer año GM Vending puede cobrarme “servicios auxiliares” si facturo menos de 1.000 € mensuales.
· Los porcentajes a percibir por el quiosquero se marcan unilateralmente desde el otro lado.
Aunque el contrato viene fechado el 02/01/2009, la firma real se produjo en el mes de marzo. Pero, eso ya lo he aprendido en un curso acelerado de derecho, la fecha que vale es la que está escrita en el documento.
La página 4 incluye un anexo con los márgenes establecidos por cada compañía de teléfonos móviles. El contrato viene acompañado de dos misivas fechadas el 12 de enero la primera y el 27 de febrero la segunda, en las cuales el señor Juan Daniel Araiz, Director General, nos comunica que el porcentaje establecido por Movistar se reduce en un 0,25% y el de Orange en un 1,50%.
Apenas el técnico instalador se hubo marchado, hice una carga de 5 € al móvil de Salva y llamé al teléfono que me habían indicado para que me enseñaran a anularla. Tuve que introducir unos códigos en el aparato y después, la señorita del otro extremo del hilo, me pidió que desenchufara el alimentador y lo volviera a enchufar. El aparato quedó catatónico e inhábil para cualquier operación; en otras palabras: se fundió. Días después pasó un técnico que certificó su defunción y me dijo que me lo cambiarían. Y quedé en estanbay hasta que tuve que hacer una gestión en la Asociación, conté el caso y, al día siguiente, me instalaron otro aparato que funcionaba y que permitía anular las recargas.
Quedé sorprendido por el porcentaje (17%) que anunciaba GM Vending para las recargas de Lebara. A mí me estaban dando el 7% y pensé que era un error de impresión. La primera recarga me sacó del error (17%). La segunda recarga me volvió a la realidad (8%).
Desenlace
Cada vez que entro en un comercio me maravilla encontrar que, todos aquellos que se precian, utilizan el mismo lector de código de barras que tenemos instalado en mi quiosco con el añadido de un artefacto donde lo depositan cuando se encuentra en estado de reposo. Yo también tengo el mismo artilugio pero no me cabe en ningún sitio y no me queda más remedio que reposar el lector en el primer sitio que pillo y el zapatófono de Marina es ideal. Un día de julio me equivoqué y dejé el lector sobre el terminal de GM Vending. No sé cuántas veces repetí la operación pero, cuando me di cuenta, el aparato había escupido un palmo de papel: Vodafone Inglaterra (Turistas-Pines no se pueden anular). El paréntesis contiene la trascripción del manual (una hoja a simple cara) de instrucciones. Fueron 5 € pero pudieron ser 500.
Al contrario de la risa que me producía la exigencia de yepar cualquier orden transmitida a un antiguo PC, la imposibilidad de nopar la emisión de un pin me puso de una mala leche descomunal.
Para colmo, como surgida por encanto, hizo su entrada en escena la comercial de Marina a quien le conté mis cuitas y (una vez más) me consiguió las mejores condiciones posibles para su datáfono, condiciones que mejoraban las de GM Vending y CSQ, sobre todo en las compañías más extendidas (Movistar, Vodafone y Orange). De nuevo Marina mentía. Vodafone y Orange bajaban medio punto y se quedaban a la altura de CSQ, y MoviStar seguía por encima de la competencia pero me daban algo menos de lo prometido.
Los zapatófonos de Marina BCN y GM Vending duermen el sueño de los justos y en mi quiosco trabajamos con CSQ que, como tiene la versión de carga vía Internet, no ocupa espacio, a la vez que me permite hacer un seguimiento exhaustivo del historial de operaciones. GM Vending queda a la espera de que incorpore las opciones yepar-nopar.
Conclusiones.
· Seguimos siendo ignorados por todos los estamentos. Incluso la Asociación de Vendedores se permite cambiar de proveedor sin tener en cuenta a sus afiliados. El porqué del cambio es claro: GM Vending daba mejores condiciones que CSQ. Pero un quiosquero no puede firmar un contrato (quedando en su poder una copia en blanco) y éste se convierta en agua de borrajas y se pierda en el limbo de los justos. Se avecinan tiempos en que muchos quiosqueros van a sufrir las consecuencias de una firma a la ligera y van a aprender de golpe que no se firma nada que no sea en presencia de su abogado. Como en las películas de gangsters.
· Es muy poco elegante que en el acto de la firma de un contrato, un quiosquero reciba el anuncio de que dos de las compañías con las que va a trabajar han bajado sus porcentajes.
· Ningún terminal, por simple que sea, puede permitir la emisión accidental de un ticket. Y, en caso de que así fuera, debe ofrecer la posibilidad de anulación. Apuntamos la circunstancia para cancelar el contrato en diciembre.
· La palabra de los comerciales no vale un pimiento ni para sus propias empresas. Oí en directo la negociación de mi comercial con su empresa y me ofreció los porcentajes que le dijeron. En la primera factura la compañía los modificó a la baja. Empresa tachada.
· Aunque parezca mentira, en el mundo del quiosco se obtienen mejores resultados negociando individualmente que de forma colectiva. Mantendremos nuestros contactos con CSQ mientras nos trate como hasta ahora.
8 Comments:
(Es un detalle sin importancia, pero creo recordar que el ratón fue posterior a los primeros PC, que utilizaban el sistema operativo MS-DOS u otros parecidos pero también modo texto, y no se incorporó a los mismos hasta el primer Windows, ya con monitores b/n y no aquellos de fósforo verde de los primeros IBM).
Si mañana viene a nuestro quiosco un comercial de, pongamos un nombre ficticio, Robaperas, S.A. y nos ofrece su producto, por ejemplo chicles y caramelos, para vender con un margen del 5%, estoy seguro de que absolutamente todos lo mandaríamos a freir puñetas. Sin embargo si se trata del comercial de Recargas y Camelos, S.L., que nos cuenta una de vaqueros y nos dice que aunque no ganemos dinero las recargas atraen gente al quiosco que compra otras cosas, le decimos que sí y nos comemos la rueda de molino como si de un donut se tratara.
Y es que además el quiosquero de más allá lo tiene -te dice- y vas a perder clientes, que irán allí, recargarán el móvil y aprovecharán para comprar el periódico.
Y tú pones dos, tres o cuatro aparatitos de recargas, no vaya a ser que el otro tenga más.
¿De verdad somos tan tontos?
Pongo en duda que el kiosquero sea menos intrépido que los de otros gremios, esto sucede en todo aquel acto en el que se pretende vender un producto. No tendría que ser así, por supuesto.
Sin entrar en el debate de los reducidos márgenes de las recargas, lo que sí me cuesta entender es como hay vendedores que contratan con los distribuidores de prensa la máquina de recargas, después del trato que recibimos por su caracter monopolista. No tenemos más remedio que tragar muchas veces con la prensa y las revistas y sus condiciones leoninas, pero en aquellos artículos que hay varias alternativas nunca escogeré al distribuidor de prensa.
Saludos Quiosquero.
Los vendedores de prensa de Sevilla tenemos un blog donde contar nuestras experiencias, inquietudes y dudas. Además disponemos de un chat donde siempre hay algún compañero conectado y puede resolverte cualquier duda ipso facto.
A tí y a todos los compañeros que visiten este blog os invitamos a que os paséis por allí y pasar un ratillo con nosotros.
www.vprcsevilla.blogspot.com
¡Joder, Intrépido, no dejáis que uno se tire un detalle! En efecto, aunque en 1983 Apple ya incorporaba el ratón, los primeros PC que vinieron por aquí llegaron desratonados. No recuerdo si el ratón llegó con Windows o hubo alguna versión del DOS que lo utilizaba. Un detalle simpático lo tenían las versiones de OS2 anteriores al Warp, que incorporaba la opc ión "Activar gato" y, entonces, un gatito perseguía el punterto por la pantalla.
Estamos en Mataró, es decir, trabajamos con los mismos distribuidores que vosotros (SGEL, Marina, Logistica y SADE. En nuestro caso, tenemos 3 zapatófonos: SGEL, Marina y SADE. Hemos evaluado los porcentages y el que mejor paga es SADE, excepto las recargas de Vodafone que las paga mejor SGEL. Aún así, siempre utilizamos el de SADE porque el de SGEL falla como una escopeta de feria.
JM si pruebas csq seguro que te mas margen que ninguno de los tres que mencionas ademas no tiene nada que ver con la distribucion de prensa y revistas por lo tanto para ellos si que somos clientes no colaboradores.
Quiosquero, sí hubo PC con DOS que usaban el ratón. De hecho, tu primer PC fue un IBM PS/1 que incorporaba el ratón para usar el DOS Shell. Muchos programas de DOS como WordPerfect 5 permitían acceder a determinadas funciones con el ratón, así como seleccionar texto para copiar y pegar. En cualquier caso, los primeros en incorporar un ratón de serie en un equipo fueron la gente de Xerox, en el 81. El cacharrito se había dado a conocer en el 68, en una feria, pero la cosa no cuajó hasta que lo popularizó Apple.
Más información, aquí.
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