Cuentos para no dormir
Estoy tocado. Tengo la moral tan baja que me da miedo caminar por temor a pisarla. Quiosquera dice que es cosa del tiempo. Yo creo que la cartoná me está pudiendo. Eso de no tener espacio para moverte dentro del quiosco agota bastante. Si le añadimos que llevamos varios días de lluvia y no se pueden sacar los cartones a la calle, el quiosco parece más bien el almacén de un trapero. Salva hace cuanto puede por aliviarme pero me pone los pelos de punta no alcanzar a coger un determinado cartón o perder una venta porque no sé por donde anda el género. Apenas hay tiempo para comprobar el contenido de los paquetes o repasar las facturas y sé que por ahí se van los euros a espuertas.
Para colmo, esta mañana, al cruzar un semáforo, se me ha acercado una chica pidiendo un donativo para no sé qué ONG. Le he dicho que no.
- Es usted un insolidario.
Me he vuelvo para contestar pero lo que iba a decir era muy gordo. Me he mordido la lengua y he seguido mi camino.
En el bachiller coseché un único suspenso: la F.E.N. (Formación del Espíritu Nacional) de 2º. Una de las preguntas era hablar de la solidaridad. Creo que fue la primera vez que oí esta palabra pero en la universidad de la vida me he doctorado en solidaridad e insolidaridad y acepto que se me tilde de gilipollas, cabronazo o hijoputa pero no tolero que me llamen insolidario.
Cuando, como ahora, me encuentro depresivo me suelo narrar un cuento que, a base de insistir, muchas veces hace su efecto.
Hace mucho, muchísimo tiempo, en una pequeña aldea ubicada en los confines del Reino de España, en el seno de una familia de campesinos, nació Andarín. Sus padres generaban los recursos necesarios para vivir con una cierta holgura pero no los suficientes para permitirse gastos superfluos. Por eso no celebraron ni el nacimiento ni el bautizo de su hijo. El hada malvada, amante de los fastos, montó en cólera y pronunció una maldición: “Antes de que pasen dos años, la desgracia caerá sobre esta familia”.
En efecto, no bien Andarín cumplió dos años, una mañana amaneció con el cuerpo paralizado de cintura para abajo. Por consejo del hada madrina sus padres lo llevaron a los mejores magos que pudieron pagar pero fue en vano. El poder del hada malvada era superior al de los magos. Aún así, Andarín recuperó parte de la movilidad de una pierna y, apoyado en un artilugio que le prepararon los magos, volvió a andar.
Andarín fue un niño triste a pesar de los cuidados que le proporcionaban sus padres, los chascarrillos que le contaba su abuela y el cariño que emanaba de su hermana. De forma obsesiva repetía continuamente la misma pregunta: “¿Cuándo podré correr?”
Al incorporarse a la escuela las cosas cambiaron un poco. Mientras estaba sentado en su pupitre Andarín era uno más pero, durante el recreo y al finalizar las clases, los otros niños echaban a correr y él se quedaba de nuevo solo y triste. Hasta que un día, el hada madrina lo llevó a un cañaveral y le mostró una caña recia y derecha como un mástil. Andarín la cortó y, utilizándola a modo de pértiga, aprendió a correr con ella. Llegaba el último pero corría. Los niños de su edad no sólo lo aceptaron en sus juegos sino que lo convirtieron en su líder y no porque tuviese madera para ello sino porque lo admiraban. Y Andarín aprendió de golpe que, con esfuerzo, podría llevar una vida parecida a lo normal. No era Miguel Indurain pero montaba en bicicleta. No era David Meca pero era capaz de nadar tres kilómetros seguidos y bucear a pulmón en busca de pulpos. No era Pérez de Tudela pero escalaba los cerros cercanos en busca de nidos. No era Íker Casillas pero fue el portero titular del equipo infantil (jugar de extremo izquierdo hubiera sido desafiar en demasía al hada malvada) y los mayores comentaban que, de media altura hacia abajo, era el mejor portero del contorno. Y no es que tuviese agilidad o unas dotes extraordinarias. Era, sencillamente, que si no paraba no jugaba y Andarín se tiraba por cada pelota como si le fuera la vida en ello.
Buscando una nueva forma de vida sus padres pusieron un negocio de compra-venta de hortalizas con dos almacenes: uno en la propia aldea y el otro en un pueblo vecino. En este último había un empleado que ayudaba en el negocio pero su padre no se fiaba. Y no porque lo fuese a engañar sino porque temía que no lo llevase bien. Por eso, cuando Andarín salía de la escuela, hacía el relevo a su padre que se iba a comprobar cómo andaban las cosas en el otro almacén. Y Andarín estaba contento porque se sentía útil.
Pero Andarín no era estudioso. A pesar de ello, lo internaron en un colegio por ver si, al menos, era capaz de sacar el bachiller. Y de nuevo intervino el hada malvada, esta vez disfrazada de director del colegio. El primer día de su estancia en el internado, al acabar la cena tocaba dirigirse a la capilla para rezar el rosario. Los alumnos iban en dos filas. Pasando por el patio, el director lo vio y lo llamó.
- ¿Cómo te llamas?
- Andarín.
- ¿Y cómo es que estás aquí?
- Mi padre me apuntó y esta tarde me trajo.
- En este colegio no puedes seguir. Ya hay instituciones para gente como tú. Llama a tu padre y que venga a recogerte.
- En mi pueblo no hay teléfono.
- Pues escríbele y dile que se dé prisa en venir porque con tu forma de andar rompes la estética de la fila.
Andarín escribió a su padre quien, por consejo del hada madrina, retrasó el viaje cuanto pudo. Mientras tanto la tristeza volvió al chico que, durante semanas, no tuvo más apoyo que un joven sacerdote que pasaba los recreos con él intentando animarlo. Andarín estudió como antes nunca lo había hecho y cuando su padre se presentó en el colegio ya habían salido las notas del primer mes. Eran excelentes y el director aceptó que acabase el curso allí. Andarín aprendió esta vez que no bastaba esforzarse. Si quería llevar la vida normal que ansiaba debía ser mejor que los demás. Por su capacidad intelectual, debiera haber sido un alumno de aprobado alto o notable bajo pero fue alumno de sobresaliente y matrícula de honor, sólo por el hecho de que, mientras los otros alumnos estudiaban dos horas, él estudiaba tres. Y nunca más se habló de la estética de las filas.
Volvió a ser el líder de los alumnos internos, encargándose de negociar con los curas mejoras para sus compañeros de clase. Y a pesar de vivir en un internado donde la disciplina se imponía a bofetadas, fue feliz.
El hada malvada no descansaba. A pesar de que los miembros inferiores no le respondían bien, algunos funcionaban menos peor que otros. A Andarín empezaron a gustarle las chicas. Como entonces se decía, ligaba menos que los gases nobles. Tenía bastantes y muy buenas amigas pero sólo eran eso: amigas que recurrían a él para contarle si les gustaba este chico o el otro o qué problemas tenían con su novio.
Nuevamente el hada madrina intervino y le presentó a Princesa que, en un principio, pareció una amiga más. Acabaron enamorándose. Se casaron y se instalaron en un palacio de 65 metros cuadrados en un pueblo cercano a una gran ciudad. Y, cuando sus posibilidades se lo permitieron, empezaron a viajar. Primero por su país y más tarde por el extranjero. Andarín subió a la cúpula de la Basílica de San Pedro, allá donde Isabel II se quedó atascada y tuvieron que sacarla entre dos cardenales, uno tirándole de los brazos y el otro empujándola por el culo. Entró en el corazón de las pirámides, anduvo por los escarpados caminos de Zelve y Göreme, bajó a las profundidades de Kaimakli y a los túneles de Acre, cruzó el desfiladero de El Siq y ascendió hasta el Monasterio (Ed-Deir), entre otras cosas. Alguna vez utilizó ayuda pero la mayoría de sus aventuras las corrió a pelo. Sólo en una ocasión pareció rajarse.
Estaban al pie de Uchisar, montaña no muy alta pero empinada, rematada por un pinganillo que servía de soporte a una bandera, cuando le dijo a Princesa:
- Subid vosotros que esto es mucho para mi cuerpo.
- En el lavabo de señoras –empezó diciendo Princesa- algunas mujeres apostaban si serías capaz de subir.
Andarín se hizo la foto agarrado al mástil de la bandera y luego bajó.
En cuestiones laborales, el hada malvada no intervino durante mucho tiempo y Andarín pudo desarrollar su trabajo. Ascendió hasta alcanzar el límite de su propia incapacidad. Como siempre, a base de hacer más horas que un reloj. Algo debió llegar a oídos de la bruja porque después de muchos años volvió a las andadas. Andarín empezó a tener leves desvanecimientos y recurrió a los magos de la Seguridad Social. Tras varias sesiones, el diagnóstico fue concluyente: “Llevas demasiado tiempo viviendo por encima de tus posibilidades físicas y mentales. Tienes que cambiar”.
Pero el que tonto va a la guerra, tonto vuelve de ella. Andarín cambio de empresa y siguió haciendo lo mismo. Tres veces consecutivas se repitió la misma historia. Las leyes del Reino subvencionaban con reducción de cuotas a los empresarios que empleaban a personas con dificultades físicas o mentales, amén de cantidades a fondo perdido para adaptación del puesto de trabajo. La única condición era que debían mantener al inútil en su puesto un tiempo mínimo de tres años. Era tiempo más que suficiente para que Andarín afinara el funcionamiento de las aplicaciones de la empresa. Ni que decir tiene que ningún empresario empleó un solo duro en mejorar sus condiciones laborales. Cumplidos los tres años, un poco más para justificarse, Andarín se vio en la calle.
A la tercera fue la vencida., Después de varios meses buscando trabajo infructuosamente, decidió montarse por su cuenta. Antes, en el sindicato lo animaron a solicitar la invalidez. Durante el juicio, viendo que los tiros no apuntaban en buena dirección, Andarín pidió al juez que le permitiera hacer una pregunta a los técnicos del estado:
- Si una persona “normal” hubiese tenido la mala fortuna de quedarse como yo ¿estaríamos celebrando este juicio o se le habría concedido la invalidez por vía administrativa?
- Aquí la única que pregunta soy yo –dijo el hada malvada, disfrazada de abogada del estado-.
La sentencia era para enmarcar. De siete considerandos, seis eran favorables a la concesión pero el séptimo decía que, a pesar de todo, el demandante podría trabajar sentado. No hubo invalidez.
Durante los trámites para darse de alta como trabajador autónomo, Andarín descubrió que las leyes del Reino no amparaban al trabajador minusválido. A los empresarios que los contratasen sí pero a ellos directamente no. “Para evitar el fraude”, dijeron. Podría solicitar una pensión no contributiva pero como ya había cotizado no se la darían. Dicho de otro modo: un minusválido puede vivir de la “caridad” del estado pero si desafía al sistema está condenado a ser “normal” toda la vida. Por chulo.
En todo caso, Andarín está contento con su suerte y medianamente satisfecho de lo que ha hecho a lo largo de su vida aunque, de vez en cuando, sufra un bajón moral. Sabe que el hada madrina no lo abandona y le insuflará el ánimo que necesita para seguir echándole valor a la vida y mostrarse tan optimista y de buen humor como siempre.
Y colorín, colorado, este cuento NO ha acabado.
13 Comments:
Creo que al padre de Andarín, como estaba tan ocupado partiéndose el espinazo para pagarle los estudios al niño, se le olvidó explicarle que desde el Cid un soldado muerto no gana batallas. Así que o te mercas una buena tizona para liarte a mandobles con voluntarios de ONG's, abogados, distribuidores y empresarios, o te me vas de vacaciones a la voz de ya.
¿No tenías que hacer no sé qué foto de la Iglesia de Santa Ana?
Está previsto pero me han desviado hasta el Teide. Veremos qué se puede hacer.
Hace poco descubrí
A un intrépido bloggero
Que me hablaba desde un sitio
Llamado”Pies para quiosquero”
Me hablaba de muchas cosas,
Sencillas, interesantes,
Y me hacia sonreír
Con sus viajes trepidantes.
Me ha levantado el espíritu
Pues también yo he estado herido
Pues el hada enfermedad
Me ha tenido deprimido.
Ventanas me ha abierto al mundo,
A sus íntimos lugares
Y con el hasta e viajado
A la Rusia de los Zares
Hoy su cuento de “andarín”
Me soltó la lagrimilla
Y juntando algún versín
Le dedico esta coplilla.
Quiosquero, no te apagues.
Sigue metiendonos caña
Que mucha gente te sigue
A lo ancho de toa España
Arriba esos corazones
Que al otro lado del web
Tienes gente que te quiere
Y que comparte emociones
Que por muchos años pueda
Encontrarte por la red
Te lo desea el hijo
Del poeta del Sequé.
Con el ejemplo se predica . . . otra vez más feclicidades y gracias por darnos la posibilidad de leerte.
En tó me cago, Alvarhillo,
pues yo que no soy llorón
se me subió la emoción
de los pies hasta el flequillo.
Con las palabras que dices
en tu versos de poeta
sabe la lágrima sabe a teta
y la tristeza a perdices.
Y estate a la línea presto
que volveré con sordina
cuando esta medicina
empiece a surtir efecto.
Kutuklu: Las sentencias maternas siempre están cargadas de razón. Cela decía:
Mea claro, pee fuerte
y cágate en la muerte.
Gracias
La verdad es que no se que decir, tan sólo ¡ánimo!
¡Y manténed este blog durante mucho tiempo!
Y lo que te queda por andar todavía...
Que no me entere yo que sigues decaidillo, eh?
Abrazos varios
Bueno, no sé que te diga...hay una canción por acá que me gusta mucho: .." chorei, ai, eu chorei,
todos riram..pena de mim não precisava!
Um homem de moral
não fica no chão.
Levanta, sacode a poeira e dá a volta por cima! "
No sé se la entenderas, pero quiere decir eso: levantá, saca el polvo de encima y da la vuelta!
Siempre hay, nesta vida, una vuelta pa dar :)
quiosquero, recibe un fuerte abrazo de un antiguo lector frecuente reconvertido en seguidor fanático. Andarín, you are my hero!Que no es poco...
Gracias.
Gracias amigos. Os aseguro que esto puede durar 15, 20 días, tal vez un mes pero en breve, con la ayuda del hada madrina, volveremos por donde solíamos.
De momento, disfrazada de bloguero, el hada ya ha comenzado a actuar.
Con este texto aún gana más sentido el nombre del blog.
Sigo remontando desde el principio, alguna vez me pondré al día.
Gracias por el esfuerzo Swi. Es un placer tener lectores tan entregados.
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