Salud y trabajo
No sé quién fue el gilipollas que dijo que el trabajo es salud pero a buen seguro que se quedó descansado; podría ser que el saludable fuese apto para el trabajo, podría ser que quien no trabaje vaya perdiendo la salud por inanición, podría ser, incluso, que el trabajo sea como el tabaco y mate poco a poco, pero de ahí a que el trabajo sea fuente de salud…
Salva empezó su primera quincena de vacaciones y he pasado de convaleciente (casi desde la UCI) a jornada intensiva (de seis a seis) sin calentamiento previo. Las consecuencias eran previsibles:
a. Salva no se ha movido de España pero su inactividad se ha hecho notar en Centroamérica: golpe de estado en Honduras con el presidente Zelaya en manos de los militares golpistas.
b. Mis musculitos, que llevaban bastante tiempo de relax, han entrado en rebelión dando un golpe de bago a los huesos. El presidente Lum fue atacado por los rebeldes aunque opuso seria resistencia. Fruto de la misma es que los músculos más jetas se quejan de ataques agu.
Minucias aparte, he encontrado el quiosco medio vacío, y digo bien, medio vacío. A mí me gusta tenerlo medio lleno. Eso explica que durante este tiempo de crisis se haya ido manteniendo la gráfica económica dentro de límites aceptables. No hace mucho hacía referencia a San Fermín. Insisto. Este año correré los encierros dentro del quiosco y lejos de Estafeta; no tengo claro dónde será la corrida.
Otro cambio que observo es que el quiosco se ha estrechado. Aprovechando mi ausencia, los agentes vendedores de chicle, maní y caramelos han colgado más expositores. Ayer pasé media jornada recogiendo Trident Senses en la acera; y bolsitas de Haribo. Quiosquera no se explica tamaña torpeza por mi parte y he tenido que recordarle que, gracias a mi chulería innata, balanceo ostensiblemente el cuerpo al andar y arrollo con ambos hombros.
El resultado es que ayer, cuando salí del quiosco a las seis, entré en Superwaiter de estampida por razones obvias: no había meado desde las 10 de la mañana. La puerta del retrete es corredera (chiven… que diría un alemán). La abrí en el mismo momento en que pisaba una colilla y perdí la tracción de la pierna izquierda: topetazo contra la pared de enfrente. Me di justo a la altura del cuerno izquierdo y me acordé del día de San Juan cuando entré en la cocina a preparar el desayuno a mi madre; abrí la puerta del armario altero, saqué el bote de Nescafé y cerré la puerta: se me olvidó apartar la cabeza y me hice un pequeño agujero en la base del cuerno. En el retrete de Superwaiter tuve más suerte: sólo me hice daño y no me rompí nada. Salí con la misma fuerza que había entrado y estuve por pedir un café con hielo pero vi que el Súper no andaba de buen humor y me abstuve. Me conformé con una caña que me tragué al tirón.
- Se te ha derramado en el Lacoste –a fin de cuentas estaba menos cabreado de lo que parecía-.
- No, Súper; lo del Lacoste es sudor.
- Joder, yo creía que se te habían hecho agujeros en el pecho.
- Es lo único que me falta porque estoy hecho polvo.
- No lo parece. La gente aquí dice que te ve muy bien y bastante animado.
- Es teatro; se me da bien.
- Pues la gente se lo cree. Ya ves, yo no puedo. A mí me gusta quejarme.
- Hombre, yo también me quejo. Me quejo delante de la familia, me quejo delante de los amigos, me quejo en el blog… Pero cuando estoy en el escenario todo me va bien; física, moral y económicamente la vida me sonríe.
- ¿Cómo puedes?
- Es fácil. Cuando te quejas, los miserables se alegran. “Será desgraciao el tío, piensan, ¡cuántos quisieran llorar con sus ojos!” Pero si presumes que todo te va bien, es distinto lo que dicen: “¡Hijoputa, está como un roble y encima gana dinero!”.
- Dices lo mismo que mi mujer. Ella cree que a la gente le jode que a los demás les vaya bien.
- Estas casado con una persona inteligente.
He pasado la noche regular. Lo difícil ha sido ponerme de pie; tanto, que la cabeza ha llegado al lavabo 10 minutos antes que el resto del cuerpo. Poco a poco se han engrasado las bielas y he podido abrir el quiosco sin mayores problemas. Con la ayuda de Quiosquera, claro, que me ha mandado a recuperación antes de incorporarse al trabajo por el que cobra.
Meada de rigor, un par de garfás de agua a la cara, y café. Al Súper le ha extrañado verme llegar con bastones, de los que prescindo en distancias cortas.
- ¿Qué pasa?
- Que estoy hecho fango.
- ¿Se puede arreglar con 3 en 1?
- No, necesito engrase, lavado y cambio completo de aceite.
Como decía, me encuentro de puta madre.
Salva empezó su primera quincena de vacaciones y he pasado de convaleciente (casi desde la UCI) a jornada intensiva (de seis a seis) sin calentamiento previo. Las consecuencias eran previsibles:
a. Salva no se ha movido de España pero su inactividad se ha hecho notar en Centroamérica: golpe de estado en Honduras con el presidente Zelaya en manos de los militares golpistas.
b. Mis musculitos, que llevaban bastante tiempo de relax, han entrado en rebelión dando un golpe de bago a los huesos. El presidente Lum fue atacado por los rebeldes aunque opuso seria resistencia. Fruto de la misma es que los músculos más jetas se quejan de ataques agu.
Minucias aparte, he encontrado el quiosco medio vacío, y digo bien, medio vacío. A mí me gusta tenerlo medio lleno. Eso explica que durante este tiempo de crisis se haya ido manteniendo la gráfica económica dentro de límites aceptables. No hace mucho hacía referencia a San Fermín. Insisto. Este año correré los encierros dentro del quiosco y lejos de Estafeta; no tengo claro dónde será la corrida.
Otro cambio que observo es que el quiosco se ha estrechado. Aprovechando mi ausencia, los agentes vendedores de chicle, maní y caramelos han colgado más expositores. Ayer pasé media jornada recogiendo Trident Senses en la acera; y bolsitas de Haribo. Quiosquera no se explica tamaña torpeza por mi parte y he tenido que recordarle que, gracias a mi chulería innata, balanceo ostensiblemente el cuerpo al andar y arrollo con ambos hombros.
El resultado es que ayer, cuando salí del quiosco a las seis, entré en Superwaiter de estampida por razones obvias: no había meado desde las 10 de la mañana. La puerta del retrete es corredera (chiven… que diría un alemán). La abrí en el mismo momento en que pisaba una colilla y perdí la tracción de la pierna izquierda: topetazo contra la pared de enfrente. Me di justo a la altura del cuerno izquierdo y me acordé del día de San Juan cuando entré en la cocina a preparar el desayuno a mi madre; abrí la puerta del armario altero, saqué el bote de Nescafé y cerré la puerta: se me olvidó apartar la cabeza y me hice un pequeño agujero en la base del cuerno. En el retrete de Superwaiter tuve más suerte: sólo me hice daño y no me rompí nada. Salí con la misma fuerza que había entrado y estuve por pedir un café con hielo pero vi que el Súper no andaba de buen humor y me abstuve. Me conformé con una caña que me tragué al tirón.
- Se te ha derramado en el Lacoste –a fin de cuentas estaba menos cabreado de lo que parecía-.
- No, Súper; lo del Lacoste es sudor.
- Joder, yo creía que se te habían hecho agujeros en el pecho.
- Es lo único que me falta porque estoy hecho polvo.
- No lo parece. La gente aquí dice que te ve muy bien y bastante animado.
- Es teatro; se me da bien.
- Pues la gente se lo cree. Ya ves, yo no puedo. A mí me gusta quejarme.
- Hombre, yo también me quejo. Me quejo delante de la familia, me quejo delante de los amigos, me quejo en el blog… Pero cuando estoy en el escenario todo me va bien; física, moral y económicamente la vida me sonríe.
- ¿Cómo puedes?
- Es fácil. Cuando te quejas, los miserables se alegran. “Será desgraciao el tío, piensan, ¡cuántos quisieran llorar con sus ojos!” Pero si presumes que todo te va bien, es distinto lo que dicen: “¡Hijoputa, está como un roble y encima gana dinero!”.
- Dices lo mismo que mi mujer. Ella cree que a la gente le jode que a los demás les vaya bien.
- Estas casado con una persona inteligente.
He pasado la noche regular. Lo difícil ha sido ponerme de pie; tanto, que la cabeza ha llegado al lavabo 10 minutos antes que el resto del cuerpo. Poco a poco se han engrasado las bielas y he podido abrir el quiosco sin mayores problemas. Con la ayuda de Quiosquera, claro, que me ha mandado a recuperación antes de incorporarse al trabajo por el que cobra.
Meada de rigor, un par de garfás de agua a la cara, y café. Al Súper le ha extrañado verme llegar con bastones, de los que prescindo en distancias cortas.
- ¿Qué pasa?
- Que estoy hecho fango.
- ¿Se puede arreglar con 3 en 1?
- No, necesito engrase, lavado y cambio completo de aceite.
Como decía, me encuentro de puta madre.
4 Comments:
Tenía escrita una palabra como comentario a este post, pero antes de confirmarlo, se me ha ocurrido mirar el anterior y resulta que Norma había escrito en él la misma palabreja que yo iba a poner en éste.... sí; un "joder"...
Amigo Quiosquero, tómatelo con calma...
Un abrazo,
No dramaticemos. Hay que tener en cuenta que llevo 7 meses y medio sin dar clavo en el tajo (administrativamente sí he currado), que Salva está de vacaciones, que Murphy NO toma vacaciones y que dentro del quiosco hace un calor de mil pares de piiiii.
Normalidad absoluta.
Holaa!
Me encanta su blog sr Quiosquero, tiene usted un modo de escribir muy agradable. Sus experiencia laborales son emocionantes y divertidas jejeje!
Me he reido mucho y bueno le envío pinceladas de energía.
Gracias, Silvia. Estas pinceladas de energía son las que nos vienen bien para mantener el buen humor.
Un beso.
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