Aceras libres
Hace ahora algo más de un año, Begoña Grijelmo me entrevistaba para el programa Telenotícies de TV3. El motivo: la carta que el Ajuntament había enviado a bares y quioscos anunciando el endurecimiento de las sanciones a quienes invadiesen el espacio público con macetas, atriles y cartones. Varios amigos me llamaron para decirme que me habían visto en la tele pero no entendían qué tenía que ver el Ayuntamiento en el tema de los cartones para que afirmase que, [gobernando a golpe sanciones], así yo también podía ser alcalde.
Y a todos les explicaba lo mismo. Es fácil dictar una normativa cuando se está detrás de la mesa de un despacho público y no se conocen las condiciones de trabajo de los afectados; es fácil no aplicar la normativa, acostumbrando a los profesionales a aceptar y exponer unas publicaciones que no tendrían cabida en un quiosco; es fácil, en fin, limpiar las aceras de obstáculos (no rentables para las arcas públicas) a base de sanciones. Lo difícil es diseñar un quiosco con sentido, cómodo para quien lo trabaja y con la amplitud necesaria para el género con el que comercia; lo difícil es aprobar, y hacer cumplir, la normativa adecuada para que los cartones promocionales se distribuyan en cantidades y tamaños adecuados; lo difícil es acabar con el monopolio de las distribuidoras; lo difícil, en fin, es hacer las cosas bien.
Por cuanto a mí me toca, me molesta mucho que los políticos recurran a los llamados minusválidos (minus válidos que quién) para tocar la fibra sensible de la gente y los votantes aplaudan las normas sancionadoras. Y afirmo por si hay alguna duda, que las leyes están para cumplirlas y las penas que conllevan, para aplicarlas. Por aquella fecha, también dije que si un ciego podía tropezar con una maceta situada a la entrada de un establecimiento, también podía tropezar con las sillas de la terraza, pero éstas no entraban en las sanciones porque pagan aparte.
Ayer tarde daba las últimas instrucciones a Salva, cuando un golpe hizo temblar el quiosco. Una joven ciega había estrellado su hombro contra la puerta de vidrio que sirve para ampliar el quiosco hacia el interior de la acera. La puerta deja por debajo un hueco de unos 30 cm por el que había pasado el bastón de la invidente sin que detectase el obstáculo. Si, como debiera ser, los laterales del “edificio” fuesen fijos y llegasen al suelo, obtendríamos doble ventaja. Por una parte, los quiosqueros podríamos cerrar con sólo bajar la persiana, y por otra, el quiosco sería un obstáculo fijo y, por tanto, opaco a la sensibilidad de un bastón. El inconveniente radica en que, al permanecer inmutable, los noctámbulos verían reducido su paso en 80 cm.
El incidente me sentó mal. Sólo se me ocurrió preguntarle si se había hecho daño. ¡Pues claro que se había hecho daño; bastaba con oír cómo crujió el vidrio! Pero, según tengo entendido, la solución está al caer: el diseño de los nuevos quioscos se ha encargado al mismo arquitecto que diseñó los actuales.
Y a todos les explicaba lo mismo. Es fácil dictar una normativa cuando se está detrás de la mesa de un despacho público y no se conocen las condiciones de trabajo de los afectados; es fácil no aplicar la normativa, acostumbrando a los profesionales a aceptar y exponer unas publicaciones que no tendrían cabida en un quiosco; es fácil, en fin, limpiar las aceras de obstáculos (no rentables para las arcas públicas) a base de sanciones. Lo difícil es diseñar un quiosco con sentido, cómodo para quien lo trabaja y con la amplitud necesaria para el género con el que comercia; lo difícil es aprobar, y hacer cumplir, la normativa adecuada para que los cartones promocionales se distribuyan en cantidades y tamaños adecuados; lo difícil es acabar con el monopolio de las distribuidoras; lo difícil, en fin, es hacer las cosas bien.
Por cuanto a mí me toca, me molesta mucho que los políticos recurran a los llamados minusválidos (minus válidos que quién) para tocar la fibra sensible de la gente y los votantes aplaudan las normas sancionadoras. Y afirmo por si hay alguna duda, que las leyes están para cumplirlas y las penas que conllevan, para aplicarlas. Por aquella fecha, también dije que si un ciego podía tropezar con una maceta situada a la entrada de un establecimiento, también podía tropezar con las sillas de la terraza, pero éstas no entraban en las sanciones porque pagan aparte.
Ayer tarde daba las últimas instrucciones a Salva, cuando un golpe hizo temblar el quiosco. Una joven ciega había estrellado su hombro contra la puerta de vidrio que sirve para ampliar el quiosco hacia el interior de la acera. La puerta deja por debajo un hueco de unos 30 cm por el que había pasado el bastón de la invidente sin que detectase el obstáculo. Si, como debiera ser, los laterales del “edificio” fuesen fijos y llegasen al suelo, obtendríamos doble ventaja. Por una parte, los quiosqueros podríamos cerrar con sólo bajar la persiana, y por otra, el quiosco sería un obstáculo fijo y, por tanto, opaco a la sensibilidad de un bastón. El inconveniente radica en que, al permanecer inmutable, los noctámbulos verían reducido su paso en 80 cm.
El incidente me sentó mal. Sólo se me ocurrió preguntarle si se había hecho daño. ¡Pues claro que se había hecho daño; bastaba con oír cómo crujió el vidrio! Pero, según tengo entendido, la solución está al caer: el diseño de los nuevos quioscos se ha encargado al mismo arquitecto que diseñó los actuales.
2 Comments:
segun tengo entendido todavia esta pendiente de decidir si se cambia el quiosco o no. esta misma mañana he estado con un quiosquero que ayer hablo con Tina Sanchez y ésta le dijo que los quioscos no se cambiaban. ¿?
No, si al final fabricarán los quioscos de goma espuma, se ve venir...
¡Un saludo!
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