lunes, noviembre 23, 2009

Emilio el Moro

En cuestiones de música ligera, los años sesenta son conocidos como la Década Prodigiosa. Y si es cierto que hubo verdaderos prodigios, alguno todavía en activo, no es menos cierto que también abundaron los bodrios. Emilio el Moro formaba parte de los segundos, pero tuvo la ocurrencia de encasquetarse un fez y ponerle letras de chufla a éxitos pasados y consiguió vivir del cuento una larga temporada. Al margen de El Relicario, seguramente su parodia más lograda, a menudo recuerdo aquella que arrancaba:
Cuando salí de Marruecos
volví la cara riendo
porque pasé la aduana
con un puñao de mecheros.

Nuestro Emilio el Moro particular es un marroquí que se acerca al quiosco cada dos semanas para abastecerme de mecheros. Creo que no le he comprado nunca porque, a mí, UNICEF me los deja más baratos pero, cuando no tengo mucha faena, echamos alguna charradita.
Mira los diarios deportivo y me suelta de improviso.
- ¿Tú eres del Barcelona?
- No.
- La gente del Barcelona no buena gente. Yo soy del Rial Madrid.
- Lo viste jugar en Casablanca el torneo de Mojamé Quinto…
- No, no. Pero mi gusta Rial Madrid. ¿Tú también?
- No, yo no.
- ¿De qué equipo eres?
- Del Atlético Tetuán.
Se ríe.
- No hay Tetuán.
- Pues fíjate, cuando lo funden ya tiene un aficionado.
- Los marroquís del norte son mala gente.
- Como los del Barça…
- No, igual no. Los del norte mandan a la mujer a trabajar.
- ¡Joder! Los tíos mandan a la mujer a trabajar y ellos se quedan tumbados a la bartola.
- ¡No, no! La mujer va a trabajar y primer día jefe toca aquí (se toca el codo), segundo día jefe toca aquí (se toca el hombro), tercer día jefe toca aquí (se toca el costado), cuarto día jefe toca aquí (se toca el culo) y luego folla. La mujer tiene que estar en cocina.

Y si es posible vigiladas y al alcance de una buena vara de almendro.