Complemento cicunstancial
Son las 12:30 cuando suena el teléfono.
- ¡Hola, jefe! –es Salva-. Tengo que darle una mala noticia.
- Dispara.
- El ordenador se ha parado tres veces.
- Pégale para que siga.
- No, yo le doy y el ventilador da vueltas pero luego se para. Ya lo intenté tres veces. ¿Qué hago?
- Apunta las ventas en la libreta y ya lo miraremos cuando yo vaya.
Habitualmente como a la una y a las dos estoy en el quiosco. Sospecho que me van a sentar mal los garbanzos; recojo el portátil que tenía montado en la mesa del comedor, lo meto en la mochila acolchada, hago un montón con los papeles que cubren el tapete y los escondo en un cajón donde quizá los encuentre dentro de tres meses cuando ya no me sirvan para nada.
La descripción de Salva ha sido correcta: le doy al botón y, no uno, sino los dos ventiladores se ponen a ver quién da más vueltas. Nada más; el ordenador no da señales de vida. Al menos compruebo que la fuente de alimentación no está rota y que los ventiladores cumplen su función.
En la calle de al lado está la oficina donde trabajan dos amigos que fueron mis compañeros durante 18 años; y tienen cargos de responsabilidad. Me acerco a la empresa con la seguridad del que sabe que la influencia lo es todo en esta vida.
- Víctor, se me ha jodido el ordenador.
- ¡Será desgraciado!
- No, yo he venido a ver si me puedes mandar a alguien que se lo mire. Bueno, que se lo mire y lo arregle.
- Verás… Tengo dos tíos con la gripe A, otro lleva encerrado una semana en la Federación Farmacéutica y…
- Y el lunes hacéis puente. ¿Hace falta que venga el miércoles a recordártelo o te lo apuntas?
- Mejor vienes.
No hay nada como estar bien relacionado.
Con todo, me da tiempo de comerme medio bocata en Superwaiter. Tiene la mirada del perro al que acaban de moler a palos.
- Tío, esto va en serio; a este paso duro tres meses.
- ¡Dichoso tú! A mí cualquier distribuidora puede hundirme en una semana.
Le cuento que este mes es posible que sólo saque para pagar a Salva y no sé si me llegará para arreglar el ordenador.
- Pues te veo tranquilo.
- ¡Y tanto! Tranquilium 5 con el desayuno, Tranquilium 10 con la comida y Myolastan al acostarme. Y encima me va a tocar el gordo.
- Pero ¿juegas?
- ¡No!
Cargo en el portátil la copia de anoche y, mientras Salva come y se pega su siesta, vuelvo a registrar todos los albaranes del día. Ya no me acodaba de lo coñazo que es introducir los albaranes de SADE; como no mandan más que chorradas, casi cada artículo obliga a darlo de alta. Menos mal que, en medio del cabreo, siempre hay algún detalle que ayuda a levantar el ánimo (de ánima, animación, animado). Tres brasileiras (de las que se ven desfilando en los carnavales, o sea, de las que llaman la atención a los cámaras de televisión) se acercan a comprar tabaco.
- ¿Tiene tabaco…? -pasa los dedos gordos de ambas manos sobre los dedos corazón e índice-. ¡Fumo de rolo…!
- No tabaco para liar no tengo. Tengo papel…
- No. Laqui.
- Luqui estrique. Laqui es en americano. En español, Luqui estrique.
- ¡Ah! ¿E fogo?
- ¿Para encender aquí o para llevar?
- No, para llevar.
- Un euro. Bueno, si quieres que encienda, un euro. Si no enciende te sale más barato.
La que lleva la conversación se ríe y me da unos golpecitos en el brazo. ¡Me cago en la leche! Si yo tuviera un montón de años menos, fuera un macho ibérico al uso, no estuviese enamorado y tuviese cara dura ¡anda que no iba a ligar en el quiosco!
Al final llega Salva. No le doy tipo a respirar; en cuanto lo veo salgo meando leches en busca del retrete de Superwaiter. A la vuelta le hago un resumen de encargos resueltos y encargos pendientes y me preparo para marcharme.
- ¿Venden pañuelos? –es una chica con aspecto griposo-.
- Si me quedan sí.
Quedan. Salva encuentra el escondite y sale con un paquetito en la mano.
- ¡Qué harta estoy de mocos!
- No, mujer; si no hubiera mocos ¿de qué íbamos a comer los que vendemos pañuelos?
- ¡Uy, comer de los mocos! ¡Qué triste! ¿No?
- Lo que es triste es "comer mocos", o sea, en complemento u objeto directo. Pero "comer de los mocos" es complemento circunstancial.
Sonríe, se suena y toma calle abajo. Tengo la impresión de que se ha ido sin saber de qué coño le estaba hablando.
- ¡Hola, jefe! –es Salva-. Tengo que darle una mala noticia.
- Dispara.
- El ordenador se ha parado tres veces.
- Pégale para que siga.
- No, yo le doy y el ventilador da vueltas pero luego se para. Ya lo intenté tres veces. ¿Qué hago?
- Apunta las ventas en la libreta y ya lo miraremos cuando yo vaya.
Habitualmente como a la una y a las dos estoy en el quiosco. Sospecho que me van a sentar mal los garbanzos; recojo el portátil que tenía montado en la mesa del comedor, lo meto en la mochila acolchada, hago un montón con los papeles que cubren el tapete y los escondo en un cajón donde quizá los encuentre dentro de tres meses cuando ya no me sirvan para nada.
La descripción de Salva ha sido correcta: le doy al botón y, no uno, sino los dos ventiladores se ponen a ver quién da más vueltas. Nada más; el ordenador no da señales de vida. Al menos compruebo que la fuente de alimentación no está rota y que los ventiladores cumplen su función.
En la calle de al lado está la oficina donde trabajan dos amigos que fueron mis compañeros durante 18 años; y tienen cargos de responsabilidad. Me acerco a la empresa con la seguridad del que sabe que la influencia lo es todo en esta vida.
- Víctor, se me ha jodido el ordenador.
- ¡Será desgraciado!
- No, yo he venido a ver si me puedes mandar a alguien que se lo mire. Bueno, que se lo mire y lo arregle.
- Verás… Tengo dos tíos con la gripe A, otro lleva encerrado una semana en la Federación Farmacéutica y…
- Y el lunes hacéis puente. ¿Hace falta que venga el miércoles a recordártelo o te lo apuntas?
- Mejor vienes.
No hay nada como estar bien relacionado.
Con todo, me da tiempo de comerme medio bocata en Superwaiter. Tiene la mirada del perro al que acaban de moler a palos.
- Tío, esto va en serio; a este paso duro tres meses.
- ¡Dichoso tú! A mí cualquier distribuidora puede hundirme en una semana.
Le cuento que este mes es posible que sólo saque para pagar a Salva y no sé si me llegará para arreglar el ordenador.
- Pues te veo tranquilo.
- ¡Y tanto! Tranquilium 5 con el desayuno, Tranquilium 10 con la comida y Myolastan al acostarme. Y encima me va a tocar el gordo.
- Pero ¿juegas?
- ¡No!
Cargo en el portátil la copia de anoche y, mientras Salva come y se pega su siesta, vuelvo a registrar todos los albaranes del día. Ya no me acodaba de lo coñazo que es introducir los albaranes de SADE; como no mandan más que chorradas, casi cada artículo obliga a darlo de alta. Menos mal que, en medio del cabreo, siempre hay algún detalle que ayuda a levantar el ánimo (de ánima, animación, animado). Tres brasileiras (de las que se ven desfilando en los carnavales, o sea, de las que llaman la atención a los cámaras de televisión) se acercan a comprar tabaco.
- ¿Tiene tabaco…? -pasa los dedos gordos de ambas manos sobre los dedos corazón e índice-. ¡Fumo de rolo…!
- No tabaco para liar no tengo. Tengo papel…
- No. Laqui.
- Luqui estrique. Laqui es en americano. En español, Luqui estrique.
- ¡Ah! ¿E fogo?
- ¿Para encender aquí o para llevar?
- No, para llevar.
- Un euro. Bueno, si quieres que encienda, un euro. Si no enciende te sale más barato.
La que lleva la conversación se ríe y me da unos golpecitos en el brazo. ¡Me cago en la leche! Si yo tuviera un montón de años menos, fuera un macho ibérico al uso, no estuviese enamorado y tuviese cara dura ¡anda que no iba a ligar en el quiosco!
Al final llega Salva. No le doy tipo a respirar; en cuanto lo veo salgo meando leches en busca del retrete de Superwaiter. A la vuelta le hago un resumen de encargos resueltos y encargos pendientes y me preparo para marcharme.
- ¿Venden pañuelos? –es una chica con aspecto griposo-.
- Si me quedan sí.
Quedan. Salva encuentra el escondite y sale con un paquetito en la mano.
- ¡Qué harta estoy de mocos!
- No, mujer; si no hubiera mocos ¿de qué íbamos a comer los que vendemos pañuelos?
- ¡Uy, comer de los mocos! ¡Qué triste! ¿No?
- Lo que es triste es "comer mocos", o sea, en complemento u objeto directo. Pero "comer de los mocos" es complemento circunstancial.
Sonríe, se suena y toma calle abajo. Tengo la impresión de que se ha ido sin saber de qué coño le estaba hablando.
1 Comments:
Quiosquero, otros le damos al Trankimazín y estamos en otros "sectores"... Pero bueno, reconocer que el suyo tiene más bemoles que ninguno. Un cordial saludo.
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