martes, diciembre 15, 2009

Pisar mierda

Hoy tenía previsto hablar de Kristina; va a ser que no. Hay acontecimientos prioritarios.
Podría haber titulado la crónica como “Me ha mirado un tuerto”, “Tengo la negra” o “No hay dos sin tres”. Si he optado por “Pisar mierda” es porque el significado es similar y porque el evento sucedió en el retrete.

A pesar de la preocupación de mi colega Rufino por la potencia de mi muelle mingitorio, nunca me he levantado de noche a mear. Dalr me llama la atención sobre mi utilización de los términos nunca y siempre; dice que ambos son demasiado tiempo. Dalr es académico; yo, como andaluz, soy exagerado y cuando digo “nunca” me refiero a “rara vez” y cuando digo “siempre” quiero decir “a menudo”. Obviando lo absoluto de estas palabras, continúo.
Nunca me levanto por la noche a mear; hasta hace varios meses en que, invariablemente, abro los ojos, observo que son las dos menos cuarto y que me estoy meando, y me arrastro hasta el retrete. Me siento de cara a la pared, apoyo los brazos en la mochila de la cisterna y hasta doy una cabezadita mientras lentamente me derramo. La distancia que separa mi lado de la cama de la taza del wáter es un camino plagado de minas antipersona. Está mi ropa sucia, las botas, el aparato ortopédico, un mueble rinconero, la traicionera esquina de la cama y un puff en medio de la recta de tribuna. Sin mi aparato ortopédico soy un trasto bastante inútil y, en vistas de que las dos menos cuarto se empeña en ser una hora decisiva en mis noches, me he acostumbrado a poner mis bastoncillos junto a la mesita de noche. Hasta he aprendido a encontrar el interruptor de la lámpara en medio de la oscuridad, lo que me proporciona luz hasta la entrada del retrete. Allí suele entrar algo de claridad por el postiguillo y no enciendo la luz: encuentro así la meada como más íntima. Esta noche, sin embargo, llovía y la oscuridad era total. Al llegar a la puerta he avanzado la mano para encender la luz del interior del recinto y he tropezado en el quicio de la puerta. Me es imposible describir la cantidad de movimientos subsiguientes; sí he notado que el cuerpo se me desplazaba hacia delante y el brazo izquierdo se apoyaba en el taburete que tenemos en el lavabo para sentarnos cuando nos lavamos o secamos los pies y que nunca usamos porque para eso están el bidet y la taza del wáter. El taburete se ha volcado y ha pegado directamente en la báscula de baño.
- ¡Ding, dong!
En ese mismo instante, mi rodilla izquierda tomaba tierra. He esperado unos segundos hasta sentir el dolor del golpe.
- ¡Error! –me ha escupido la báscula mientras mis sensaciones dolorosas alcanzaban su punto álgido y luego remitían-.
Quiosquera ha llegado asustada.
- ¡Tranquila! La cabeza me funciona y todavía tengo ganas de mear.
- ¿Te ayudo a levantarte?
- No, no. Ahora no estoy caído; estoy recuperando el resuello.

No he tenido problemas para levantarme; no he tenido problemas para mear. De hecho, mientras meaba, me he estado palpando la rodilla y no he encontrado ninguna zona dolorida. Me he metido en la cama y… a esperar.
Vuelvo a despertar algo después de las cinco e inicio la exploración de la zona afectada. El golpe me lo he dado en la parte derecha de la rodilla; ausencia absoluta de dolor. Uno que ya es experto en estas lides, ha desplazado la presión a las antípodas, es decir, a la parte posterior izquierda de la rodilla… ¡Bingo, ligamentos jodidos!

He vuelto a pasar por urgencias aunque me lo podía haber ahorrado. El último patinazo lo pegué al pisar un ejemplar de “Qué me dices”; arranque de la espina de la tibia, donde se apoya el ligamento cruzado, lesión que me dejó inútil para la práctica del fútbol. Esta vez la cosa es mucho más leve: pequeño derrame sinovial y esguince traumático. El traumatólogo, que entiende de rodillas, calcula una semana con la pierna en absoluto reposo y otra semana de apoyo progresivo; en quince días, nuevo. Yo, que entiendo mi rodilla, pronostico dos semanas de reposo absoluto, mes y medio de apoyo progresivo y doce o veinticuatro sesiones de recuperación, durante las cuales perderé grados al doblar la rodilla pero conseguiré poner la pata tiesa (que no es lo mismo que estirar la pata).
Total, que me temo que esta vez tampoco estaré en la final olímpica de los 100 m lisos.

5 Comments:

At 16/12/09 00:26, Blogger jaume said...

Vaya mala suerte Quiosquero, bueno des de aquí desearte una pronta y efectiva recuperación.

 
At 16/12/09 12:09, Blogger Josep said...

lo tuyo empieza a ser de libro guiness de los records.
Vas atener que tomar decisiones: o te llevas la garrafa plastico a la habitacion o te llevas la cama al lavabo.
salut.

 
At 16/12/09 13:36, Blogger Juan Manuel said...

Pero bueno, quiosquero... ¿Qué has hecho para merecer esto????
Por Dios, qué cosas te pasan. Yo que tú me ponía un pañal a la hora de acostarme y se acabaron los problemas...
Recupérate pronto, ¿eh?
Un abrazo

 
At 17/12/09 22:42, Blogger BANDOLERA said...

Quiosqueo, nada más que decirle que se recupere Ud. pronto... Oiga, que nos tiene a más de uno preocupados, y algunos (quizas sea yo la única), no le hemos visto en la vida. Pero mire Ud. que al "emperrarse" en contarnos su vida con esa naturalidad y esa sinceridad emotiva, se mete Ud. en la nuestra, de algún modo. O sea, que a ver si se pone Ud. bueno, o algunos nos vamos a "emperrar" en encontrarle a Ud. y encerrarle un mes en una Clínica de alto standig, con masajista y lo que haga falta, y con sitio para quiosquera. Y le aseguro, quisquero, que la hucha está recaudada en dos días. Un abrazo bien fuerte.

 
At 18/12/09 06:00, Blogger Enrique_kioscoelcano said...

Lo primero desear que mejores, lo segundo enhorabuena por tu blog (que sigo y no me pierdo) y lo tercer enciende la luz -aunque kioskera ejerza de lanzadora de despertador- te puedo asegurar que los tres primeros impactos en la cabeza duelen, pero luego terminas acostumbrándote y siempre es mejor que una lesión de ligamentos...
Un saludo colega. ¡¡Tendrías que verme reír solo, como un loco, con algunos pasajes de tu blog!! Ojo, no en esta ocasión claro está.

 

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