Si no sabes inglés, no viajes
Cada época ha tenido su idioma de moda, idioma que, por raro que parezca, suele coincidir con el que se habla en el país más odiado de cada momento. En mis años, dado que las relaciones internaciones de España eran escasas, estudiábamos francés. Por razones de buena vecindad. Aunque los más adelantados empezaban a apuntarse al inglés.
Cuando llegué a la universidad, una de las asignaturas de segundo curso era la lengua de las islas; asignatura oficial, además. El profesor era el Güili, coñazo donde los haya, por lo que sólo iban a clase cuatro o cinco despistados. Los demás pasábamos la hora en los billares de enfrente, jugando al ping pong o al futbolín. Llegó mayo y no había aprendido nada. Los estudiantes de años anteriores me echaron una mano: el examen consiste en deletrear una serie de números, demostrar que se sabe decir 3 por 4 o 6 elevado al cuadrado y traducir unas cuantas frases, diccionario en mano.
Me empollé los sistemas de enumeración anglosajones y me fui al examen. Cinco preguntas de números y cinco frases cortas para traducir. Sin problema con los números. Las frases las resolví buscando en el diccionario todas y cada una de las palabras y empalmándolas con un poco de sentido. Alguna dificultad con los verbos pero superable. Total, sobresaliente.
Más tarde perfeccioné mis conocimientos leyendo manuales de informática y, aunque nunca pude entenderme con un británico, esa sapiencia me hizo viajar con la confianza del que domina varios idiomas.
Quiosquera, al contrario, hizo varios cursos de inglés en el Instituto Británico y es capaz de hacerse entender, incluso de percatarse de lo que tratan de decirle. Pero, al final, no me queda más remedio que intervenir para fijar la conversación. Es normal, puesto que ella aprendió en un instituto mientras que mis estudios son universitarios.
No ha mucho, navegábamos por el Adriático en un antiguo barco pirata e hicimos escala en un boceto de península para recoger una brigada del imserso germánico. Hasta entonces los viajeros se reducían a estos quiosqueros y dos chiquitas británicas que ocupaban los bancos a la derecha de la proa. Quiosquera se enrolló con ellas. Por practicar el inglés. Casi llegando a la península citada empezó a levantarse un temporal, cuyas olas, de 50 cm por lo menos, hacían cabecear el barco. Las inglesitas aprovecharon la parada para cambiarse de sitio.
- ¡Sidaun! –gritó el capitán pirata al tiempo que señalaba las olas-.
- Mira tú por donde –me dijo quiosquera- hemos aprendido cómo se dice “cuidado” en croata.
- “¡Sit daun, coño!”. Ha dicho lo mismo que el capitán Muñecas, el comandante Pardo o el teniente coronel Tejero (nunca sé cuál) en el Congreso.
Y Quiosquera, que no es celosa de mi sapiencia, se lo toma a cachondeo.
Y es que el conocimiento de idiomas, sobre todo del inglés, da la soltura necesaria, no sólo para entenderse con los extranjeros, sino para viajar con tranquilidad. Por eso no entiendo a los guiris británicos que llegan a España con un conocimiento muy justo del idioma.
Andaba yo a pie de quiosco, seguramente preocupado por la caída de la bolsa, cuando de me acercó una pareja de guiris.
- Call Llirona –me dijo el varón con el mapa en la mano-.
- Güí estamos jiar. Llirona queda la primera tu rait –y le señalé la calle Girona aunque el tío puso una cara muy rara-.
- Call… call Llirona…
- ¡A ver, tío! ¿Tú quieres ir a Llirona estrit o a Llirona City?
- Call… call…
- Judíos… palestinian… Israel…
- ¡Yeees!
- Lo tienes mal. El Call (barrio judío) de Llirona está en Llirona, o sea, en odar city…
- ¿Andergraun?
- No andergraun. Otogut –lo había dicho en francés pero, para lo que el guiri entendía, igual daba-. Está more retirado: jandred kilómetres.
- ¿Jandred?
- Hombre, naintinain para ser exactos.
El fulano parecía no percatarse y eso que le estaba hablando clarito. En éstas apareció Xavi de Barbón, que entró de lleno en la tertulia. Xavi, que parecía conocer el idioma, se hizo cargo de la situación al instante e intentó explicarle dónde debía tomar el tren camino de Gerona. El guiri siguió sin enterarse y es que estos británicos se echan a conocer mundo sin dominar bien el inglés.
Cuando llegué a la universidad, una de las asignaturas de segundo curso era la lengua de las islas; asignatura oficial, además. El profesor era el Güili, coñazo donde los haya, por lo que sólo iban a clase cuatro o cinco despistados. Los demás pasábamos la hora en los billares de enfrente, jugando al ping pong o al futbolín. Llegó mayo y no había aprendido nada. Los estudiantes de años anteriores me echaron una mano: el examen consiste en deletrear una serie de números, demostrar que se sabe decir 3 por 4 o 6 elevado al cuadrado y traducir unas cuantas frases, diccionario en mano.
Me empollé los sistemas de enumeración anglosajones y me fui al examen. Cinco preguntas de números y cinco frases cortas para traducir. Sin problema con los números. Las frases las resolví buscando en el diccionario todas y cada una de las palabras y empalmándolas con un poco de sentido. Alguna dificultad con los verbos pero superable. Total, sobresaliente.
Más tarde perfeccioné mis conocimientos leyendo manuales de informática y, aunque nunca pude entenderme con un británico, esa sapiencia me hizo viajar con la confianza del que domina varios idiomas.
Quiosquera, al contrario, hizo varios cursos de inglés en el Instituto Británico y es capaz de hacerse entender, incluso de percatarse de lo que tratan de decirle. Pero, al final, no me queda más remedio que intervenir para fijar la conversación. Es normal, puesto que ella aprendió en un instituto mientras que mis estudios son universitarios.
No ha mucho, navegábamos por el Adriático en un antiguo barco pirata e hicimos escala en un boceto de península para recoger una brigada del imserso germánico. Hasta entonces los viajeros se reducían a estos quiosqueros y dos chiquitas británicas que ocupaban los bancos a la derecha de la proa. Quiosquera se enrolló con ellas. Por practicar el inglés. Casi llegando a la península citada empezó a levantarse un temporal, cuyas olas, de 50 cm por lo menos, hacían cabecear el barco. Las inglesitas aprovecharon la parada para cambiarse de sitio.
- ¡Sidaun! –gritó el capitán pirata al tiempo que señalaba las olas-.
- Mira tú por donde –me dijo quiosquera- hemos aprendido cómo se dice “cuidado” en croata.
- “¡Sit daun, coño!”. Ha dicho lo mismo que el capitán Muñecas, el comandante Pardo o el teniente coronel Tejero (nunca sé cuál) en el Congreso.
Y Quiosquera, que no es celosa de mi sapiencia, se lo toma a cachondeo.
Y es que el conocimiento de idiomas, sobre todo del inglés, da la soltura necesaria, no sólo para entenderse con los extranjeros, sino para viajar con tranquilidad. Por eso no entiendo a los guiris británicos que llegan a España con un conocimiento muy justo del idioma.
Andaba yo a pie de quiosco, seguramente preocupado por la caída de la bolsa, cuando de me acercó una pareja de guiris.
- Call Llirona –me dijo el varón con el mapa en la mano-.
- Güí estamos jiar. Llirona queda la primera tu rait –y le señalé la calle Girona aunque el tío puso una cara muy rara-.
- Call… call Llirona…
- ¡A ver, tío! ¿Tú quieres ir a Llirona estrit o a Llirona City?
- Call… call…
- Judíos… palestinian… Israel…
- ¡Yeees!
- Lo tienes mal. El Call (barrio judío) de Llirona está en Llirona, o sea, en odar city…
- ¿Andergraun?
- No andergraun. Otogut –lo había dicho en francés pero, para lo que el guiri entendía, igual daba-. Está more retirado: jandred kilómetres.
- ¿Jandred?
- Hombre, naintinain para ser exactos.
El fulano parecía no percatarse y eso que le estaba hablando clarito. En éstas apareció Xavi de Barbón, que entró de lleno en la tertulia. Xavi, que parecía conocer el idioma, se hizo cargo de la situación al instante e intentó explicarle dónde debía tomar el tren camino de Gerona. El guiri siguió sin enterarse y es que estos británicos se echan a conocer mundo sin dominar bien el inglés.
3 Comments:
Si no sabes inglés, no viajes... dices tú... Y yo digo: Si no sabes inglés NO PONGAS UN QUIOSCO, que te vendrán un montón de guiris preguntando por Girona y no sabrás si les has de mandar calle arriba, o autopista arriba, o Renfe arriba... (Eso sí, arriba siempre...)
Bueno, quiosquero, ¿por qué no propones a quien corresponda, que para hacerse cargo de un quiosco, haya que acreditar un determinado conocimiento del inglés? No estaría mal, ¿no te parece?
Bueno, joven, me parece que, por el momento, nada más. He vuelto de comer, me he encontrado con tu post, y me ha venido de gusto poner esta "paridilla"...
Por cierto, veo que no has colgado la foto que te mandé desde Madrid, sí, aquélla de la "ortografía madrileña"... Supongo que no te gustó. Pues nada, tranquilo.
Un saludo cordial para toda la familia
Buen día quiosquero. Este verano estuve en Roma. Bien, en una salida de boca de metro, se encuentra un quiosco. Todo lo normal, con sus revistas y periódicos... hasta que mi vista llegó a la ventana y un carton con letra de molde rellena de tinta de boli bic, ponía:
DONT ASK INFORMATION
Ea, po a ver si copiamos al colega romano, porque en mi quiosco aunque haya un letrero que ponga PRENSA, esto parece Información y Turismo. Eso sí, el guiri llegará o no a su destino, pero voluntad, le pongo.
Saludos
No se si algun quiosquero se ha parado a pensar, que en definitiva la función del quiosco, en la forma que todos lo entendemos, es la de hacer llegar noticias de todo ámbito a la gente. Dicho de otra manera INFORMAMOS y por ello cobramos.
Ya fuera hora de que los ayuntamientos en vez de cobrarnos los 5 m2 de suelo del quiosco y el 20% de los traspasos, nos pagase por hacerles el grandioso favor de mantener a TURISTAS y DEMAS GENTE informada.
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