viernes, mayo 01, 2009

Concierto en el Palau

A primeros de semana, Quiosquera me hizo una proposición indecente.
- Nos invitan a un concierto en el Palau de la Música Catalana ¿qué te parece?
- ¿Qué tocan?
- Me han dicho que es una directora ucraniana muy buena.
- Me da igual quién, lo que quiero saber es qué.
- Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, el Adagio de Albinoni y el Canon de Pachelbel.
- Vale.

Mi capacidad auditiva no va mucho más allá de percibir sonidos que, dichos sin hacer carreras, me permiten entender lo que otras personas intentan decirme. En cuestiones musicales podría decir que cada vez que canto, llueve, pero ni eso porque el que maneja las compuertas del agua huye si me ve con intención de cantar. De todos modos, musicalmente hablando, soy capaz de notar en el estómago la vibración producida por las notas bajas y, en algún huesecillo del oído medio, el estímulo de los agudos. El resto de notas son ruidos más menos armoniosos que, a veces, consiguen mantener mi atención. Puedo soportar el rock, que suena con fuerza, e, incluso, la tonadilla pero me duermo o aburro con la música melódica. En cuanto a música clásica puedo soportar un buen número de piezas siempre que sean marchosas y me puede dar algo si se trata de una sinfonía o concierto para piano y lo que sea. Hablando en plata, me gustaba la banda municipal de mi pueblo en las fiestas de Santiago y punto.

El Palau de la Música Catalana guarda para mí… recuerdos. Tuve la desgracia de dirigir el proyecto de informatización de la venta de entradas. A mis órdenes trabajaba un experto en AS400 (recién salido al mercado) y un experto en PC; en medio quedaba Nuria, mi enlace. El proyecto quedaba majísimo: un cuadro lleno de bombillitas que se iluminaban en colores distintos según que la localidad estuviese libre, reservada o vendida y en ventanilla unos PC de doble pantalla; una de cara a la taquillera y otra hacia el público. El cuadro de las bombillitas se dibujaba en los PC, que actuaban de terminal inteligente e interpretaban los click del ratón para pasar los datos a un AS400 una vez traducidos. Quizá algún día hable de las peripecias del proyecto; hoy haré un somero apunte.
El proyecto arrancó a finales de septiembre del 88 (o el 89, vaya usted a saber) y, a última hora, el programador hizo unos pequeños cambios en la pantalla. Simplemente la fecha, que aparecía en el ángulo superior derecho (tal y como yo acostumbrada a diseñar), cambió de posición y se centró en la línea superior de la pantalla. Todo iba perfecto pero resultaba imposible seleccionar la zona en que el espectador quería sentarse. Nadie sabía qué pasaba y los programadores se pasaban la pelota el uno al otro sin que yo fuese capaz de concretar el origen del desastre. La solución me la dio una melómana, compañera de trabajo de Quiosquera.
- Dice Rusé que ayer sólo se podían comprar entradas de platea y hoy palcos del primer piso.
¡Tate! El fenómeno del programador de AS400 había situado la fecha sobre el mismo lugar en que el programador de PC escondía la zona seleccionada, con lo cual cada día sólo se podían vender entradas de la zona definida por los dígitos del día de la fecha.

Volvamos por donde íbamos. En el Palau ocupamos un palco ligeramente escorado hacia la derecha del escenario según la visión del espectador. Como ya había estado en otros conciertos sabía que había que aplaudir cuando salieran los músicos y, luego, más fuerte cuando saliese el director, directriz en nuestro caso. Los violines se situaron en la planta baja del escenario a derecha e izquierda de la peana preparada para la directora. Más a la derecha, violas y violonchelos. El escenario estaba montado en forma de escalones; en el primero estaban las flautas y los pitos finos; en el segundo, los clarinetes y otros pitos más gordos que no sé cómo se llaman; en el tercer escalón y al final del segundo estaban los pitos de verdad: trompetas, trombones y el resto de los que hacen ruido de verdad; finalmente, en el gallinero, tres fulanos: uno con los timbales, otro con el bombo y, en el centro, el músico que siempre atrae mi atención, el tío de los platillos. Y, por supuesto, en primera fila del escenario, tapando incluso a la directora, el piano.
Los hombres vestían traje oscuro y pajarita; las mujeres, vestido negro con pedrería. Primer detalle machista: la directora vestía traje de tío y pajarita. Siempre me he preguntado qué pinta el director, directora en nuestro caso, durante el concierto. Entiendo que dirija los ensayos, que busque el ritmo adecuado a su orquesta, incluso que interprete la partitura pero, una vez los músicos se han aprendido la pieza y ponen la chuleta en el atril, ¿qué pinta el que dirige? Es como si Guardiola fuese corriendo junto a Xavi para indicarle el momento en que debe dar el pase o que Pedro Almodóvar apareciese al lado de Penélope Cruz dándole la entrada a su intervención. En fin, ellos sabrán…

El concierto empezó movido. La pieza inicial no era la Primavera que es la que conozco. Por el ritmo podría haber sido Verano pero, de vez en cuando, se lanzaban las trompetas, los platillos y el bombo y sonaba a tormenta. O era una Nube de Verano o, quizá, el inicio del Otoño. En casos como éste, en que no conozco la melodía, me pongo en plan observador y, allí, sólo podía observarse el escenario. Entre los violines predominaban las mujeres. Por cierto, otro detalle que no me gustó: cuando la directora salió a escena sólo saludó a la rubia que quedaba a su izquierda e ignoró a todos los demás.
Fui subiendo los peldaños del escenario. Instrumentos de cuerda había 32: 18 a la izquierda y 14 a la derecha; los pitos no tenían apenas interés; así que me centré en los tres fulanos de arriba. El de los timbales se ganaba el sueldo; pasó casi todo el rato de pie aporreando ahora uno, luego otro. El del bombo ni se veía; tapado por el propio instrumento se hacía notar cada vez que daba un castañazo. Y el tío de los platillos… El tío de los platillos era un fenómeno; había que verlo cómo se levantaba de su asiento, agarraba un platillo con cada mano y los alzaba con una suavidad exquisita para rozar ligerísimamente uno con el otro o dar un sopapo seco al tiempo que el del bombo le atizaba a su instrumento.

Cuando finalizó la pieza, la directora salió. Uno de los músicos de la segunda fila bajó y levantó las tapas de piano. La directora volvió acompañada del pianisto que, de inmediato, le robó el protagonismo. Hasta la tapa alzada del piano tapaba a la señora de la batuta; por lo menos, a los de platea. Ahora todo el mundo estaba pendiente del pianisto que, cuando le vino bien, empezó a acariciar las teclas. Es otra de las cosas que me sorprende en los conciertos; cómo el artista mueve sus extremidades a cámara lenta y, tras pulsar con exquisita suavidad las teclas, alza el brazo dejando la mano pendulota y, luego, en un momento dado, deja caer ambas manos llenas de dedos sobre el teclado a la vez que su cuerpo se estremece; algo así como si acabaran de darle un martillazo en un güevo. De mis tres artistas favoritos, el del bombo ya no salió y el de los platillos se limitó a trastear un par de veces el triangulillo.

Habíamos consumido la mitad del espectáculo y yo seguía sin reconocer ni una sola de las piezas interpretadas. Quiosquera aprovechó el descanso para pasarse por el lavabo y, de paso, trajo el programa de la velada. Las Cuatro Estaciones, el Adagio y el Canon estaban previstos para el domingo 3. El domingo en curso tocaba que tocaran un concierto de Rachmaninov para piano y la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak. Durante la segunda parte retiraron el piano del escenario y entraron mucho más en juego las trompetas, trompas y trombones, es decir, los instrumentos que hacen ruido y, por tanto, no tuve necesidad de buscar entretenimientos paralelos.
En resumidas cuentas, una tarde-noche de domingo distinta.

5 Comments:

At 2/5/09 10:02, Blogger Shelley said...

Pues yo no tengo ni que moverme para escuchar una pieza clásica: llamo a mi prima, que es mezzosoprano, y me da un concierto gratis XDDDDDD

http://www.youtube.com/watch?v=vdYOPEXZGRQ

Es impresionante ^.^

 
At 3/5/09 16:53, Blogger quiosquera said...

¡Caray con la mezzo! canta de maravilla pero... es realmente tu prima? Si lo es, felicidades y felicítala también de mi parte. Darl es un enamorado de la ópera. Él también hace sus "pinitos". Lo puedes ver en alg@.
Saludos,
Quiosquera

 
At 3/5/09 22:15, Blogger Shelley said...

Sí que lo es, sí: hace poco estuvo en Suiza y dentro de nada marcha hacia París, para hacer pruebas y conciertos. A mí me parece un talento brutal, y eso que es jovencísima. Le dejo su página para que disfruten:
http://carolgarcia.lacoctelera.net/

Y ahora vía vé a Darl :) ¡Byez!

 
At 4/5/09 20:07, Blogger dalr said...

Fantástica tu prima. Una voz preciosa y menuda fiera con las agilidades. Y además muy guapa. Cuando cante en Barcelona o alrededores no dudes en avisarnos que nos encantará ir a escucharla. Comparado con esto lo mío no llega a pinitos. Ramitas de bonsai a lo sumo. ;)

 
At 6/5/09 10:25, Blogger Juan Manuel said...

Shelley: Tu prima me ha parecido maravillosa, sí señor! Una gozada oir -y ver- esa fantática interpretación.
Felicidades!

 

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