sábado, abril 11, 2015

Emérito


Cuando un individuo nace en una aldea perdida, unos 200 km más allá de donde Perico perdió el gorro, está condenado de por vida a ser un paleto. O estábamos condenados a serlo los que nacimos antes de que las 625 líneas del televisor se derramaran por nuestros respectivos países. Hasta entonces los paletos se reconocían a tiro legua: por su vestimenta arrugada después de varios meses en el fondo del baúl; por sus andares, propios de quien está acostumbrado a caminar por trochas y saltar balates; por su tez curtida bajo el sol y engurruñida por el frío…
Y, sobre todo, cuando abrían la boca.
La quintaesencia del palurdo: volumen adecuado para que su voz llegue con claridad a quienes barcinan en la hondonada, acento acorde con la idiosincrasia de cada comarca, y vocabulario selecto, escogido y académico.

Tomé conciencia a muy temprana edad de mis limitaciones de comunicación. Si no recuerdo mal fue un día en que mi hermana mayor volvía de la catequesis; la habían enseñado a hacer frases pronunciando las sílabas al revés: CHAPITÚ DE BARATILLO fue la frase que aprendió y, cuando, por fin, fui capaz de darle la vuelta, nos reímos un montón. Tanta fue la gracia que nos hizo, que durante varios días no hacíamos otra cosa que ponernos a prueba el uno al otro. Yo era más pequeño y, por tanto, tenía dificultad para darle la vuelta a una frase entera, así que me limitaba a proponer palabras. Hasta que un día entró en juego mi padre: YO CHICU, nos dijo. No fui capaz de acertar el envite; mi hermana sí.
- CU… CHI… LLO. Cuchillo, pero está mal. Se dice guchillo.
Porque guchillo es como se decía faca en fino. Entonces mi padre nos dio una lección de gramática: los catetos no sabemos hablar bien; decimos guñuelo, moniato, papas y caramal, cuando en realidad deberíamos decir buñuelo, boniato, patata o calamar; intercambiamos letras o sílabas y decimos estógamo, pediórico o daleao en lugar de estómago, periódico o ladeado; o utilizamos anacronismos como arruñar o nadie; por si fuera poco empleamos palabras malsonantes como culo, cagar o mear y hay palabras más finas y respetuosas para decir lo mismo. Nos dejó jodidos (palabra que tampoco debía pronunciarse delante de las personas finas) y no se le ocurrió otra cosa que comprarnos un diccionario y enseñarnos a manejarlo.

Creo que la lección valió para que, tanto mi hermana como yo, tomásemos conciencia del significado de las palabras y su correcta pronunciación. Bien es verdad que, cuando uno está enfrascado en una lectura interesante, ya se trate de un tebeo del Guerrero del Antifaz o una novela de Miguel de Unamuno (por poner un ejemplo), si encuentra una palabra desconocida, no interrumpe la lectura para buscarla en el diccionario, y hay veces que, tras tropezar con ella varias veces, le asigna un significado que a menudo no concuerda exactamente con lo que realmente quiere decir. A mí me paso eso con la palabra emérito. Tuve conocimiento de su existencia cuando leí algo sobre el arzobispo emérito de Granada (o el obispo emérito de Guadix, vaya usted a saber). Recordé lo de Emerita Augusta y le asigné el significado de importante o meritorio y así la he venido interpretando durante años.
Hasta que dimitió el Papa Ratzinger y se convirtió en el Papa Emérito; y cuando el Rey Juan Carlos se convirtió en el Rey Emérito. Fue entonces cuando busque la palabra en el diccionario:
Dicho de una persona: Que se ha retirado de un empleo o cargo y disfruta algún premio por sus buenos servicios.
¡Coño! ¡Como yo! Retirado del empleo de quiosquero, disfrutando de una paguilla por mis buenos servicios a las arcas de la seguridad social y otras arcas públicas o impúdicas.

Antonio Linares, quiosquero. En adelante Quiosquero emérito.

3 Comments:

At 12/4/15 10:17, Blogger Unknown said...

Oye amigo mio, "arresulta ser" que yo también soy "prensero" emérito.
Saludos.

 
At 12/4/15 18:50, Blogger Quiosquero said...

Ya vamos siendo más en tan emérita dignidad.

 
At 22/4/15 12:44, Blogger kioskero said...

Envidia me dais.

 

Publicar un comentario

<< Home