martes, mayo 23, 2023

Vocabulario "costa de Albuñol"

Continuando con mi artículo anterior, relataré cuál fue la primera sorpresa con la que topé al llegar a Barcelona. El año anterior, durante el que compartí plato, mantel y casi cama con Boticario Rodríguez, empezamos el curso comiendo en el Zeluán al módico precio de 25 pts (para la gente del siglo XXI diremos que 1€ = 163,386 pts), aunque no tardamos mucho en irnos a comer a la fonda de la Sra. María que era algo más barato (22 pts). Esto fue así hasta que descubrimos los comedores universitarios; allí el precio era de 25 pts, pero se podía repetir el primer plato y las patatas fritas del segundo. Así que Boticario y yo llegábamos a los comedores, yo sacaba el tique de comida (por ser el titular del carné universitario) y me iba al mostrador; llenada mi plato de cocido, lentejas, macarrones o lo que fuera, echaba un filete, lo enterraba en patatas fritas y cogía el camino de la mesa. Una vez que me había zampado el primero, Boticario se iba al mostrador y lo rellenaba; mientras que él se ventilaba su plato de cuchara, yo me comía medio filete y las patatas fritas, que él repetía para acompañar su otro medio filete. En cuanto al postre, la Universidad de Granada completaba la comida con una pieza de fruta y un vasito de vino: el día que a uno le tocaba fruta, el otro se tomaba el vino y viceversa.
El primer topetazo en Barcelona fue que los comedores universitarios cobraban 40 pts por el menú (o sea, el 60% más caro). El segundo es que no había platos, sino una bandeja metálica con socavones para echar la comida. El tercero era el peor: no se podía repetir. Le añado un cuarto que consistía en que no había comedor en la central y tenía que ir a la Escuela Industrial o a las Facultades de la Diagonal, con lo que al precio del menú había que sumarle las 4 pts del autobús. Así que me busqué la vida al margen de los centros de cultura y acabé en los comedores del Sindicato (vertical, pero sindicato). En la puerta del comedor colgaban cada día el menú en medio folio escrito a máquina. Por supuesto, el precio era de 40 pts. No llevaba una semana usando el comedor sindical, cuando encontré el menú que hizo que me pusiese colorado:

          MENÚ DEL DÍA
          Macarrones a la italiana
          Armóndigas
en salsa

  - Ya está el cateto de mi paisano (andaluz, por supuesto) haciendo gala de nuestro nivel cultural -pensé.
Ni que decir tiene que seguí comiendo armóndigas, que, dicho sea de paso, estaban de rechupete. Aquel incidente me hizo recordar que dos años antes me bajaba al patinejo de Huéspedes la Costa y me dedicaba a escuchar las conversaciones de las gentes que venían al médico desde los pueblos de la Andalucía más profunda. Me gustaba oír su jerga y recordar palabras que no había escuchado desde que mis padres tuvieron la buena idea de internarme en un colegio. Fue mucho tiempo después cuando recurrí a mi diccionario de bolsillo (más tarde al diccionario de la Real Academia) y comprobé que, con pequeñas o grandes diferencias, la mayoría de ellas estaban aceptadas por la RAE (entonces, Real Academia Española). Volví a sentirme orgulloso de mis paisanos. He seleccionado alguna de estas palabrejas con la confianza de que a alguno de mis lectores le traerá buenos recuerdos:
   Abolear: lanzar lejos una cosa
   Agareo (agareho): escupirle a un chaval en el glande y echarle un puñado de tierra (era una broma)
   Armorzá: lo que cabe en el hueco de las manos
   Buhero: boquete
   Caramanchón/camaranchón: cuarto de los trastos
   Dihcreto: listo, inteligente
   Ehcurcar: revolver cajones, buscar algo que no está a la vista, registrar
   Ehmangarillao: algo que está roto o descompuesto
   Ehperecío: esmayaico vivo
   Ehtopozo: que le molesta cualquier cosa
   Ehturrear: esparcir sin orden
   Engurruñío: tacaño, agarrado, arrugado, encogido, que duerme hecho un gurruño
   Enpercudío: con la suciedad retestiná o incrustada
   Follingao: enfadado con alguien
   Garbana: flojera
   Handorrero/andorrero: que callejea a menudo sin hacer nada
   Igao: Dar golpes sobre la púa del trompo del ganador con el trompo del que ha perdido
   Lumbrera: muy dihcreto, superdotado&Mihcandero: delicado (escrupuloso y parco en el comer)
   Ozear: espantar las moscas
   Pehiguera: latoso, tostón
   Retotollúo: dícese del anciano o persona que ha estado enferma y ahora está de buen ver
   Roílla: trapo que se usa para limpiar la cocina
   Tartahozo: tartamudo
   Virote: andorrero, persona ociosa
   Zurrurnbear: abolear, tirar objetos con un cierto enfado.

Aun así, todavía encuentro palabras que se me resisten a encajar en mi diccionario privado. También encuentro libros donde aparece alguna de estas palabras, desaparecidas del diccionario.
No hace mucho tropecé (en Amazon prime reading) con la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” y encontré dos palabras que yo creía erróneas:
   Grabiel: el arcángel. A mis paisanos nos referimos como la “Lola del Grabiel” o “Grabielico el de Grabiel Galdeano”
   Trujeron: del verbo traer. Yo truje, tú trujiste, él trujo, nosotros trujimos, vosotros trujisteis, ellos trujeron.

De aquí y de allá he reunido una colección de unas 1200 palabras, que se usan o usaban frecuentemente entre mi gente; quizá algún día me sacuda la garbana y las publique (sólo para los amigos, claro).

domingo, abril 30, 2023

TOPAR

Del blog siluetasalfacar

No soy lingüista. Ni siquiera tengo los conocimientos mínimos que me permitirían presumir de conocer el idioma que hablo. Nací en un pueblo de apenas 400 habitantes, situado cerca de una de las esquinas del mapa, en una comarca a la que hasta hace poco (quizás todavía) se la ha tildado de atrasada e inculta; así incluso lo entendíamos los que vivíamos cerca del mar, junto a la N.340, que los tratábamos de atrabucaos. Estudié en un colegio de pago, por supuesto el más barato de la zona y con beca del PIO. Allí mejoré mi formación y pude llegar a entender sin problema lo que decía o escribía la gente culta sin necesidad de estar consultando el diccionario continuamente (salvo si se trataba de Sánchez Dragó del que, incluso con el DRAE en la mano o tal vez por eso, necesitaba echar media hora por página para enterarme). Al revés lo tengo peor; quiero decir que cuando hablo me cuesta encontrar la palabra adecuada para expresar lo que pienso y tengo que echar mano se algún sinónimo o darle una vuelta a la frase a fin de que mi interlocutor me entienda (o, si es en directo, explicarlo con gestos, idioma que manejo bastante bien).
Por eso me pongo nervioso cuando oigo a algún “comunicador” utilizar una palabra rara o darle a una palabra conocida un significado desconocido para mí. Y es que en este país (que yo llamo España), al igual que los explosivos, los comunicadores se expresan por simpatía. Si oigo a un periodista, influencer o político usa la palabra resiliencia, procrastinar, gobierno coral o política transversal, pego un repullo de la impresión, porque sé que durante un tiempo los demás van a utilizar la palabreja cada vez que puedan colocarla, supongo que para demostrar que ya conocían su significado.
Cuando yo era pequeño, en este país (que yo llamo España) había dos cosas que podían o se podían explotar: las propiedades y los globos; explotar las propiedades era sinónimo de explotación (sacarle rendimiento) y explotar un globo lo era de explosión (explotío decíamos nosotros). Hasta que un locutor de telediario se enteró de que los globos no explotan, explosionan. A partir de ahí era raro ver un telediario en el que no explosionaran varias cosas o artefactos.
Hasta aquí, un resumen de cómo ha mejorado mi conocimiento de la lengua.

Pero hay otras palabras que me cuesta mucho asumir: son aquellas inventadas para usar en lugar de otras existentes que ya definen perfectamente lo que el nuevo vocablo trata de significar. Me refiero a palabras como matria, finiquito diferido o, últimamente, topar.

Topar
    verbo intransitivo·verbo transitivo
   1. Embestir [un animal], con sus cuernos, contra algo o alguien, especialmente si es sin gran fuerza.
     "las cabras topan contra la valla"
   2. Chocar o tropezar [una cosa en movimiento] con otra que se halla en su camino.
     "la puerta no se abre del todo porque topa con algún obstáculo"

Definición de la RAE.
¿Completa? No. Falta la acepción 3., que algún día veremos incorporada.
   3. Poner tope a los precios, limitar el coste de alquiler…

¿Se imagina alguien a los precios topando? Se alzan sobre sus cuartos traseros (inflación), descargan su fuerza para chocar contra los cuernos de otro precio (ataque directo al bolsillo del consumidor) y, en el mejor de los casos, vuelven a nivelarse, pero con algún cuerno astillado (inflación reptante).
Y este palabro no es un invento cualquiera, es un vocablo utilizado por las personas, les persones, lis personis, los personos y lus personus mejor preparadas (…) de este país (que yo llamo España): ministras, ministres, ministris, ministros y ministrus, que están seguras (…) de haber inventado la sopa de ajo.

(No sé si hay suficientes vocales para referirse a todos los géneros que definen las leyes. En todo caso, digo lo mismo que Gila sobre las balas en su guerra:
“Yo las tiro y que ellas/elles/ellis/ellos/ellus se las repartan”.)

domingo, enero 08, 2023

Los animales del bienestar

Familia de agricultores, en casa siempre hubo animales irracionales: un burro, un par de cerdos de matanza, una marrana de cría, una docena de conejos y 20 gallinas más o menos (con gallo violador incluido). Dado que había almacenes, había ratones y, por descontado, un minino encargado del control de natalidad de los mismos. Mi gato siempre estuvo suficientemente alimentado, tanto que, cuando cazaba un ratón (y eso era a menudo), se pasaba el rato jugando con él al gato y al ratón. Hasta que el roedor fenecía, fuera de cansancio, miedo o víctima de un zarpazo. Por lo general, mi gato no comía ratones; se limitaba a mantener la población en límites asumibles.
Mi gato era libre: salía y entraba cuando quería, si bien se separaba poco de “su” casa, conocedor de que allí tenía que hacer poco esfuerzo para ganarse el condumio. Sólo desaparecía en la época de celo, para volver flaco y despeluchado y con cien mil cicatrices en la piel, resultado de sus duelos a uña y colmillo con otros tenorios como él.
Nunca tuvimos perro.
Mis contactos con la raza canina no han sido muy afortunados. Relato un par.

30 de mayo de 1960. Es el día mi examen de ingreso en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Almería. El taxi que nos lleva a la capital nos deja en la Plaza de San Pedro, y nuestro maestro, don Francisco Palomino, nos manda a la iglesia del mismo nombre a pedir al santo que nos eche una mano y corrija el desconocimiento propio de quienes no se han esforzado demasiado durante el curso. Me quedo ligeramente rezagado y de entre una fila de coches aparcados, surge un perrazo que me ladra y me muerde el pantalón. Antoñico que aterriza en el suelo. Un señor que anda por allí, posiblemente su dueño, llama al perro y se lo lleva. Todavía acongojado, rezo un padrenuestro, tres avemarías y un gloria. Resultado positivo: apruebo el examen.
En 1960 es obligatorio (creo) que los perros vayan con correa y bozal por la calle.

Enero de 1990. Estoy haciendo un traspaso de programas y datos en una empresa textil que cambia de ordenador.  El aparato antiguo es de los que desprenden mucho calor y se bloquean cuando sube la temperatura; tengo el aire acondicionado a tope pegándome en mitad de la espalda. Quiosquera teme que pille una pulmonía y, para evitarlo, me compra una chaqueta de cuero como la de los aviadores americanos. Una de aquellas mañanas, tomo café frente al estadio de Sarriá y me encamino a la oficina. Entrando en Carabela Pinta, una chica pasea un perro de la envergadura de un caballo. La correa que lleva sujeta a la mano no impide que el animal se me abalance y me muerda el brazo; me salva el cuero de la chaqueta. Hasta pasadas unas horas no me doy cuenta de que llevo dos agujeros en la manga.
El perro va atado. No sé si en 1990 era obligatorio el uso de bozal.

31 de diciembre de 2022. Dalr me avisa que lleva a los niños a jugar al Parque de la Pirámide. Cuando puedo, cojo la escúter y me voy a ver a los niños. Al doblar la Estación del Norte, Marco me ve y echa a correr hacia mí. A la izquierda hay un perrucho suelto que, cuando ve a Marco correr, se arranca a perseguirlo. La cara del niño es de puro terror mientras grita y cambia de rumbo intentando regatear al perro. No lo consigue: el chucho salta y le muerde en la cadera. Cuando conseguimos calmarlo, le levantamos la camisa y sólo le vemos la marca de los dientes del perro; no hay herida.
El perro va sin bozal ni correa. Al parecer, el bozal sólo es obligatorio para perros potencialmente peligrosos.

Los parques donde juegan los niños es sitio frecuentado por paseadores de perros, perros que se revuelcan, se cagan y se mean en el espacio que debería estar reservado a los pequeños. Algunos dueños recogen las cacas, incluso unos pocos echan un chorrito de agua sobre el pipí canino, pero nadie impide que quede suciedad y parásitos en el suelo. Los niños juegan con la tierra y luego se chupan las manos. Y si un perro, jugando o a mala leche, ataca a un crío, no da tiempo a evitarlo. Si el niño hubiese mordido al perro o le hubiese tirado una piedra, ¿habrían aceptado los dueños mis disculpas?

Leo que en Barcelona hay o va a haber 219 espacios destinados al bienestar del perro. Creo que no sería ilógico pedir a las ministras de Igualdad y Bienestar animal que convenzan a la alcaldesa Colau para que habilite otros tantos espacios libres de perros y otros agentes animados o inanimados donde los niños jueguen sin temor a ser mordidos, asustados o infectados.
Es gracia que esperan merecer.

sábado, diciembre 10, 2022

Metano artificial

En los años 70/80 andábamos muy preocupados por el agujero en la capa de ozono y en las terribles consecuencias que eso podría traer para los seres vivos. En una entrevista que le hicieron en televisión, Manuel Toharia explicaba que había participado en un curso de verano en la Universidad Menéndez Pelayo y que los científicos extranjeros se hacían cruces cuando oían a los españoles (de a pie) hablar sobre el tema: dábamos por cierto todo lo que se contaba acerca del agujero, siendo que la mayoría de las teorías que circulaban, para ellos (los científicos) eran meras hipótesis de estudio.
Un par de décadas después nadie se preocupa por el agujero de la capa de ozono; estar, está, lo que pasa es que hay otros problemas más peligrosos, más urgentes y más de moda. Lo que ahora preocupa es en calentamiento global y el efecto invernadero.

No voy a caer en el error de negar tales peligros; tampoco me voy a preocupar demasiado por el efecto que vayan a producir en mí (estoy seguro de que las consecuencias graves, si no las evitan antes los científicos e inventores, esperarán a que yo haya cumplido mi ciclo vital). Lo que me preocupa son las medidas que tomarán nuestros políticos, los de aquí y los de allí, esto es, los de allende los Pirineos. Como siempre, se llegará a la conclusión de que los problemas se solucionarán creando algún tipo de tasa o impuesto. De ello he hablado alguna vez y he predicho que, con el tiempo, nos enchufarán un aparatillo en todos los orificios capaces de exhalar CO2.

En un reportaje de televisión que me recomendó ver mi amigo el doctor en astrofísica Pepe López, el primer conferenciante digo algo así como que donde hay metano, hay pedos, o tal vez fuera donde hay pedos, hay metano. La cuestión es que los esfínteres no sólo dejan pasar CO2, sino que emiten parte del metano que ayuda a crear el efecto invernadero.
De ahí a que nos pongan un contador en el culo (con perdón) es cuestión de tiempo, poco tiempo.

Hace unos días cayó en mis manos un artículo de la revista Jara y sedal, según la cual, el 2 de enero de 2023 entra en vigor la ley que obliga a los ganaderos a informar al Ministerio de agricultura una estimación de la emisión de gases de sus vacas . Sin aparatillo ni nada.

No tengo ni idea de la cantidad de pedos y/o eructos que pueda llegar a tirarse al día una vaca, pero si los ganaderos han de averiguar el total de gases que expele su cabaña, aunque sea en grado de estimación, me da la sensación de que será la única faena que haga y, aun así, no estoy seguro de que llegue a una medición aproximada.
Los expertos establecen que una persona se pee o eructa unas 15 veces al día y expele hasta 2 litros de gas (a nivel del mar, en las alturas parece que aumentan las cifras); también los veterinarios que trabajan para el gobierno sabrán cuántos cuescos se tira una vaca al día y, ponderando altura y alimentación, calcular el volumen de las emisiones; establecida la media y conociendo el número de vacas que tiene el ganadero, es fácil calcular cuánto contamina cada explotación.

De momento, la ley no establece ningún impuesto; es el primer paso. Las cargas vendrán después. Y si funciona (la recaudación), la norma se extenderá al resto de animales, incluidas las personas… esta vez con contador incorporado.
Finalmente, si el calentamiento global sigue en aumento, se cerrarán las centrales generadoras de metano, esto es, las barrigas, de la misma forma que se cierran centrales nucleares y térmicas.
Avisados estáis.

viernes, octubre 14, 2022

Bienestar animal

 

Estábamos en el aeropuerto de La Habana esperando el vuelo que nos debía llevar a España. Durante nuestra estancia en Cuba habíamos coincidido unas cuantas veces con un matrimonio alicantino (empresarios) y congeniamos con ellos más o menos. Intentábamos matar el tiempo charlando, como siempre (nunca entendí por qué) las mujeres por un lado y los hombres por otro. A nosotros nos tocó hablar de la situación económica y de, si para salir de la crisis, era mejor apoyarse en la empresa pública o en la privada. Fue entonces cuando mi interlocutor soltó la filosofada del día:
- Mira, Quiosquero, el mundo lo mueven dos verbos: comer y follar y cada uno de nosotros quiere comer mejor que nadie y follar más que los demás. Eso sólo se consigue con la iniciativa privada.
La verdad es que a mí no se me hubiera ocurrido nunca semejante sentencia, pero pensándolo bien, mi amigo no iba desencaminado. Hasta la Biblia lo dice.
Andaban Adán y Eva dando tumbos por el paraíso, aburridos porque no tenían nada que hacer: ahora me como un melocotoncito, ahora bebo agua cristalina de un manantial, ahora le pongo nombre a un nuevo bichejo que he visto, ahora me como una manzanita… Y la liaron. Dios se enfadó un montón (por lo de la manzanita) y les mandó a un ángel con espada de fuego que los echó del paraíso. Y sentenció: “creced (comed) y multiplicaos (follad)”. Y ahí empezó la evolución del mundo.
(Transcripción libre del Génesis)

Uno de los primeros signos de progreso fue la invención del pastoreo (Abel creo que se llamaba el inventor), y como había poca gente (todavía) para cuidar el ganado, los lobos y otros animales carniceros diezmaban su rebaño. Así que echó perro. Con esto quedaron los animales adscritos al trabajo… hasta ahora.

Los políticos actuales (ni los de antes) no tienen puñetera idea de cómo resolver problemas cruciales que tenemos los humanos y se ponen a legislar para los animales; a veces con buen tino. Pero quieren rizar tanto el rizo que se les va la pinza. No se conforman con proclamar (por ley) que el gatito o el perrito forman parte de la familia, sino que ordenan bajo pena de multa la vida sexual de nuestras mascotas.
Empezaron las chicas de Almas veganas liquidando los gallos del corral acusados del delito de violación a las pollitas, y sigue el gobierno multando, dicen, con hasta 50.000€ (si son reincidentes) a los propietarios de una perrita o gatita que en sus correrías haya quedado preñada. Es, algo así, como si al papá de una chica que llega a casa embarazada lo metieran en la cárcel, un suponer.

Cuando Dios dijo lo de creced y multiplicaos, dotó a los animales, incluido el hombre, del instinto del hambre y la procreación, y añadió al acto una gran dosis de placer por si les fallaba el instinto.
La ley de Bienestar animal condena a sus protegidos (los animales) a renunciar a su vida sexual o, si son difíciles de controlar, a pasar por el sexador.
No sé si los ministros o ministras del ramo o de la rama han visto alguna vez a una gata en celo. En muchos animales la hembra es sexualmente pasiva y es el macho el que tiene que hacer estupideces para que la hembra le dé el visto bueno, pero en algunos felinos es la hembra la que ACOSA al macho que, dicho sea de paso, tampoco es que necesite demasiada parafernalia para cumplir con el mandato de Dios. La gata empieza arrastrando la panza por el suelo, restregando el chisme por la pared, sigue haciendo cabriolas en el aire y da unos maullidos como si la estuvieran matando (mi amigo José el de Justo decía que maullaban como si le estuvieran metiendo una raspa de pescado). Adela, la mujer de Juanico el de Jacoba, se llevaba unas cuantas piedras a la habitación y, cuando los gatos empezaban la jarana, salía al balcón y los apedreaba:
- Degraciaò, izù a foyâ a otro zitio.
Y se iban, pero al rato volvían.

¿Cree alguien, ministros aparte, que impedir que un gato eche un kiki es bienestar animal? Y si los capamos, ¿no es eso eugenesia, que ya fue aplicada en USA con los discapacitados físicos y psíquicos, y con los bandoleros?
Me lo expliquen.


jueves, septiembre 01, 2022

ENDOLLA

Cuando el diablo se aburre, con el rabo mata moscas.
D. Antonio Rico, mi profesor de Matemáticas de 5º, combatía el aburrimiento de otra manera. Contaba que un amigo suyo le había regalado un bolígrafo con una linternilla incorporada:
- Yo voy al cine todos los sábados -decía-. Si me gusta la película, la veo; si no, saco mi bolígrafo y me pongo a resolver problemas.
Servidor va más por esa vertiente. Como no tengo bolígrafo con linternilla, enciendo el portátil (en mi casa, se supone) y me pongo a repasar las cuentas. Así es como los nervios se me ponen de punta cuando veo que ENDESA me cobra 34€ por gastar 0 (cero) kWh, Aguas de Barcelona me cobra otro tanto por no abrir el grifo de la ducha, o el banco de turno me carga 6€ (es el mínimo) por hacer una transferencia desde mi casa, con mi ordenador, con mis dedos y con mi tiempo.
Averiguo también que mis dotes matemáticas (aritméticas) flaquean y cuando me pongo a operar con números, acabo haciéndome con la lía un picho. Cosas de mi amigo el alemán, creo.
Me explico:
 
Antecedentes de hecho:
1.- Entre los recibos que aparecen en mi extracto de cuentas, observo que hay dos de una tal ENDOLLA BARCELONA. A saber: uno del 25-01-2022 por un importe de 1,50€, y otro del 20-02-2022 por un importe de 3€. Junto al apunte del día 25-01, hay otro cargo de 9,40€ de aparcamiento.
2.- En las grandes ciudades se ha establecido la ZBE (Zona de Bajas Emisiones), que impide que determinados vehículos circulen libremente por la ciudad y que, a medida que pase el tiempo, se irá extendiendo a otros vehículos según su distintivo medioambiental o su año de matriculación.
3.- Los gobiernos nos están “obligando” a comprar coches eléctricos o híbridos enchufables, a los que corresponde la etiqueta 0, esto es, que “NO” contaminan, amén del pastorro (dicen) que nos vamos a ahorrar en combustible ya que “gastan menos que un mechero”. Necesitamos, por tanto, enchufar nuestros coches para cargar la batería.
 4.- Hay dos modos de carga: carga lenta o doméstica y carga rápida, cada una de ellas utiliza un cable especial y distinto. Si tenemos garaje propio, podemos instalar nuestro centro de carga. Sin embargo, en algún momento necesitaremos cargar nuestro coche lejos de casa.
 
Ahí es donde voy.
 
Datos no controvertidos:
Dado que en ruta existen pocas electrolineras (propongo que le den el Premio Cervantes al que inventó el palabro), el Ayuntamiento de Barcelona ha ideado el plan SMOU, el cual incluye la función ENDOLLA, que traducido sería algo así como ENCHUFA, ENCHÚFALO o ENCHÚFATE (a mí me gusta llamarla “Chúpale que va encendío”, pero eso es una traducción muy libre). Con ENDOLLA se puede cargar la batería utilizando en cable doméstico o el cable de carga rápida; sólo que los postes de carga rápida están en la calle y los enchufes domésticos en aparcamientos cerrados.
Para acceder a este servicio hay que instalar en el móvil la aplicación SMOU y dar desde ahí las instrucciones pertinentes. ENDOLLA tiene las siguientes tarifas:

Estas tarifas se aplican a las cargas esporádicas, es decir, cuando el propietario no tiene enchufe propio o, teniéndolo, se le agota la batería lejos de casa. Hay otras tarifas que constan de un fijo y un tanto por kWh, que salen algo más baratas (no es el caso que estudiamos).
 
Datos no controvertidos:
Aquí viene lo que yo no entiendo o no quiero entender. Analicemos dos recargas diferentes (aviso que los cálculos están realizados en base a una carga esporádica y que utilizo las constantes que aparecen en la ficha técnica de “mi” vehículo).
 
1.- Carga doméstica: usando el cable de carga lenta.
Aparcamos el coche en el garaje de la Estación del Norte, lo enchufamos al poste con el cable de carga doméstica (que es el que proporciona el vendedor) y nos vamos a dar una vuelta. Cuando recogemos el coche me encuentro con el siguiente tique:

Calculamos:
Precio del kWh = 1,50 / 3,01 = 0,50€ > 0,35 que es lo que dice la tarifa; el importe del recibo hubiera sido 1,05€, pero aplican el mínimo de 1,50€.
Pero…
La estancia en el parquin me ha costado 9,40€, luego
Precio del kWh = (1,50 + 9,40) / 3,01 = 10,9 / 3,01 = 3,62(manda güevos)
 
2.- Carga rápida: para acceder a los postes de carga hay que comprar un cable tipo 2 (370€) ya que un coche con un precio de salida (sin descuentos) de 52.000€, no lo incorpora de serie (manda güevos).
Para las cargas esporádicas, la normativa ENDOLLA establece un tiempo máximo de 30 minutos de carga, con un importe mínimo de 3€.
Mi tique de carga después de estar 30 minutos “endollado”:

Calculamos:
Precio del kWh = 3,00 / 3,679 = 0,82€ > 0,49 que es lo que dice la tarifa; el importe del recibo hubiera sido 1,80€, pero aplican el mínimo de 3,00€, mínimo al que la máquina no me permite llegar en el máximo de tiempo (manda güevos).
 
Conclusiones
1.- Carga doméstica:
Energía: cargar 3,01 kWh ha costado 1,50€ en vez de 1,05€ según tarifa. El ayuntamiento, ENDOLLA o quien sea se ha embolsado 0,45€, es decir, el 30% del importe abonado.
Mi coste: según el manual, la batería de mi coche admite una carga de 13,8 kWh, lo que le permite recorrer entre 42 y 60 km. Pongamos 50. La energía consumida será de 275 Wh por kilómetro y, en consecuencia, con la carga de 3.01 kWh podría recorrer:
 3,01 / 0,275 = 10,95 km
Para recorrer 100 km necesitaríamos 27,50 kWh, que a 3,62€ el kWh, arrojaría un coste de 99,55€ (manda güevos).
 
2.- Carga rápida:
Energía: cargar 3,679 kWh ha costado 3.00€ en vez de 1,80€ que costaría según tarifa. El ayuntamiento, ENDOLLA o quien sea se ha embolsado 1,20€, es decir, el 40% del importe total (manda güevos).
Mi coste: con un consumo de 275 Wh por kilómetro y una carga de 3,679 kWh, podría recorrer:
 3,679 / 0,275 = 13,38 km
Para recorrer 100 km necesitaríamos 27,50 kWh, que a 0,82€ el kWh, arrojaría un coste de 22.55€.
Según la experiencia, mi coche gasta 7 litros en 100 km, lo que al precio de 1,839€ que hoy marca la gasolina 95 en la estación de servicio más cercana (sin restarle los 20 cm), arrojaría un importe de 12,87€.
Ahorro del coche eléctrico en 100km: 12,87 – 22,55 = -9,68€, es decir, conducir 100 km con el motor eléctrico me sale 1.500 pts más caro que hacerlo con el motor de gasolina (manda güevos).
 
Reflexión
No me cabe en la cabeza que nuestros mandatarios me puedan estar engañando en los costes de combustible y, mucho menos, que me aumenten estos costes para, a base de subterfugios, quedarse con una parte. Es por esto por lo que estoy seguro de haberme equivocado en mis cálculos. Por favor, ¿alguien puede echarme un cable?
Bueno, tal como están las cosas, mejor una mano que un cable.

domingo, noviembre 07, 2021

¿Cómo se le dice a un niño que su dolencia es para siempre?


El 7 de octubre, Pequeño Saltamontes cumplió 25 meses y 2 días; esa era exactamente la edad que yo tenía el 11 de mayo de 1952, la mañana que mi madre me fue a despertar y se dio cuenta de que tenía una fiebre alta y no me sostenía en pie.

Ángel Alejandro empezó a padecer antes de esa edad: cuando cumplió 3 meses ya había pasado por dos operaciones serias. En la primera, le abrieron la barriga, le cortaron 22 cm de íleon y le insertaron una bolsa; en la segunda, le abrieron la barriga, le quitaron la bolsa, le empalmaron la tripa y, ya puestos, le extirparon el apéndice.
Tuvo suerte.
Mamá dio señales de parto prematuro tres meses antes de cumplirse los días, pero dos semanas antes de dar a luz; semanas que los médicos aprovecharon para acelerar la formación de los pulmones y el cerebro del bebé. En San Juan de Dios nunca nos dijeron que la vida del niño corriese peligro, pero cada vez que hablaban de alguna complicación que se pudiera producir, la posibilidad se hacía real. Entonces no nos preocupaban las secuelas que le pudieran quedar: ni los brazos desproporcionados tipo orangután, ni la cabeza rapada y deforme que recordaba al hijo del faraón de los Diez Mandamientos, ni las piernas llenas de pellejo, sin carne. Nos preocupaba que el niño saliera adelante.

Y salió. Empezamos a verlo claro cuando le dieron un permiso de “fin de semana” durante los días de Navidad: en pocas fechas cambió la cara de padecimiento por una luminosa sonrisa que le iba de oreja a oreja, escupió la sonda gástrica y se agarró a la teta de la vida. Sólo entonces, cuando vimos alejarse el peligro de un desenlace fatal, se me ocurrió pensar que su desarrollo podría no ser normal del todo y le quedasen secuelas permanentes; pronto perdimos el miedo: todos los análisis indicaban que sería un niño sano, que debería, quizás, vigilar su alimentación y ya está; en poco más de tres meses en que los únicos contactos que tuvo con la familia eran los estrictamente necesarios para su alimentación e higiene, y los CANGUROS que en turnos le íbamos haciendo los más allegados, Ángel se agarró a la vida como un náufrago a un madero y cultivó una enorme fortaleza, física y moral, ante la adversidad.

Aun así, no pude evitar seguir pensando en secuelas graves, que, hasta donde sabíamos, no le impedirían desarrollar una vida aceptable, pero inexplicable para un crío de pocos años. Me surgió la pregunta del millón: ¿Cómo se le explica a un niño de dos años que la dificultad que lo hace diferente a los demás y que le impide hacer lo que hacen los otros, no tiene cura y es para siempre? Traté de recordar mi propia experiencia.

Los meses que siguieron a mi enfermedad los pasé en una manta en el suelo, gateando con las manos y arrastrando las piernas; a pesar de eso mi pregunta no era sobre cuándo volvería a andar, sino "cuando podré correr”. Y la respuesta de mis padres era siempre la misma:
- Pronto
Fue ahí cuando empecé a pensar que las personas, al hacerse mayores, perdían la facultad de correr y que ésa era una cualidad que sólo teníamos los chiquillos, porque "si podían correr ¿por qué iban siempre andando a todos lados?"
Tardé tiempo en enterarme que estaba equivocado.
Con el tiempo mis preguntas se fueron ampliando y la contestación de mis padres pasó de “Pronto” a “Cuando estés bien" y de “Cuando estés bien” a “Cuando estés mejor”.
Soy incapaz de determinar cuándo tuve conciencia real de que aquello era para siempre y si lo asumí al momento o me costó tiempo aceptarlo. Quizá empecé a asumirlo cuando dejé de pedir por mí y pedí a Dios por otros que estaban peor que yo. Sé que hubo épocas muy duras y que salvé, en parte por lo menos, gracias a mis amigos, que siempre contaron conmigo como uno más.

En varias ocasiones a lo largo de mi vida, alguien me ha hecho un comentario del estilo: “bueno, pero tú ya estás acostumbrado, ¿no?”. No nos equivoquemos, a esto no se acostumbra uno nunca; aprende a vivir con ello, asume que las cosas son como son y no como nos gustarían que fueran, que ante la adversidad vale más apretar los dientes que lamerse las heridas... pero de acostumbrarse, nanai. Han pasado casi 70 años y todavía sueño que ando; lo de correr hace tiempo que no me lo planteo ni soñando. En el verano, uno de los ejercicios que hago para intentar mantener un cierto tono muscular, es andar en la parte menos honda de la piscina. Apenas me cuesta trabajo levantar la pierna que llamamos “mala”; se pone un poco más complicado echarla hacia adelante y volver a apoyarla. Al dar el paso apoyado sobre la pierna izquierda, Arquímedes me echa una mano y consigo avanzar. Entonces me recorre la corva una rara sensación, como un calambrillo entre desagradable y placentero. Y cuando sueño que ando, noto esa la misma sensación.

Me he desviado. Lo que quería transmitir es que se me removerían los higadillos y se me haría un nudo en las tripas si me viera en el trance de tener que decirle a un niño que lo suyo es para siempre.