Metano artificial
En los años 70/80 andábamos muy preocupados por el agujero en la capa de
ozono y en las terribles consecuencias que eso podría traer para los seres
vivos. En una entrevista que le hicieron en televisión, Manuel Toharia
explicaba que había participado en un curso de verano en la Universidad
Menéndez Pelayo y que los científicos extranjeros se hacían cruces cuando
oían a los españoles (de a pie) hablar sobre el tema: dábamos por cierto
todo lo que se contaba acerca del agujero, siendo que la mayoría de las
teorías que circulaban, para ellos (los científicos) eran meras hipótesis de
estudio.
Un par de décadas después nadie se preocupa por el agujero de
la capa de ozono; estar, está, lo que pasa es que hay otros problemas más
peligrosos, más urgentes y más de moda. Lo que ahora preocupa es en
calentamiento global y el efecto invernadero.
No voy a caer en el error
de negar tales peligros; tampoco me voy a preocupar demasiado por el efecto
que vayan a producir en mí (estoy seguro de que las consecuencias graves, si
no las evitan antes los científicos e inventores, esperarán a que yo haya
cumplido mi ciclo vital). Lo que me preocupa son las medidas que tomarán
nuestros políticos, los de aquí y los de allí, esto es, los de allende los
Pirineos. Como siempre, se llegará a la conclusión de que los problemas se
solucionarán creando algún tipo de tasa o impuesto. De ello he hablado
alguna vez y he predicho que, con el tiempo, nos enchufarán un aparatillo en
todos los orificios capaces de exhalar CO2.
En un reportaje de televisión que me recomendó ver mi amigo el
doctor en astrofísica Pepe López, el primer conferenciante digo algo así
como que donde hay metano, hay pedos, o tal vez fuera donde hay pedos, hay metano. La cuestión es que los esfínteres no sólo dejan pasar CO2, sino que emiten parte del metano que ayuda a crear el efecto
invernadero.
De ahí a que nos pongan un contador en el culo (con
perdón) es cuestión de tiempo, poco tiempo.
Hace unos días cayó en mis
manos un artículo de la revista Jara y sedal, según la cual, el 2 de enero
de 2023 entra en vigor la ley que obliga a los ganaderos a informar al Ministerio de agricultura una
estimación de la emisión de gases de sus vacas
. Sin aparatillo ni nada.
No tengo ni idea de la cantidad de pedos y/o
eructos que pueda llegar a tirarse al día una vaca, pero si los ganaderos
han de averiguar el total de gases que expele su cabaña, aunque sea en grado
de estimación, me da la sensación de que será la única faena que haga y, aun
así, no estoy seguro de que llegue a una medición aproximada.
Los
expertos establecen que una persona se pee o eructa unas 15 veces al día y expele hasta 2 litros de gas (a
nivel del mar, en las alturas parece que aumentan las cifras); también los
veterinarios que trabajan para el gobierno sabrán cuántos cuescos se tira
una vaca al día y, ponderando altura y alimentación, calcular el volumen de
las emisiones; establecida la media y conociendo el número de vacas que
tiene el ganadero, es fácil calcular cuánto contamina cada explotación.
De
momento, la ley no establece ningún impuesto; es el primer paso. Las cargas
vendrán después. Y si funciona (la recaudación), la norma se extenderá al
resto de animales, incluidas las personas… esta vez con contador
incorporado.
Finalmente, si el calentamiento global sigue en aumento,
se cerrarán las centrales generadoras de metano, esto es, las barrigas, de
la misma forma que se cierran centrales nucleares y térmicas.
Avisados
estáis.