1942 fue un año transcendente en la historia
del país que, pocos años después, sería conocido con el nombre de España.
Importantes acontecimientos, algunos positivos, otros negativos, marcaron el
devenir de los siglos; entre ellos, destacan 3:
1.- 2 de enero: los
Reyes Católicos ponen fin a la secular guerra contra el moro y
establecen (casi) las fronteras definitivas de España.
2.- 31 de marzo:
se firma el Edicto de Granada, en virtud del cual los judíos no
conversos disponen de cuatro meses para abandonar Castilla, aunque después se
dio una prórroga hasta el 10 de agosto. No puede establecerse una cifra exacta
de los judíos expulsados, pero parece que debió andar por los 100.000.
3.-
12 de octubre: Cristóbal Colón, financiado por Castilla, topa con las
Indias Occidentales.
Hay un cuarto acontecimiento que quedó olvidado por
la trascendencia de los anteriormente citados: el 18 de agosto, Antonio
Martínez de Cala y Xarana, más conocido por Elio Antonio de Nebrixa (léase
Nebrija, ya que tal era el sonido de la X castellana), publica la primera
Gramática Castellana. Parece que la intención de mi tocayo era la de
adecuar la escritura de la lengua a su pronunciación; por poco, pero no lo
consiguió. Sin embargo, la primera consecuencia de la gramática fue cargarse el
castellano (o castellano antiguo) y dar origen al español o castellano a secas.
Obviamente, esto es una opinión.
La gramática castellana o española ha ido
evolucionando a lo largo de los años al ritmo que han marcado los hablantes de
la lengua. En 1713 se funda la Real Academia Española (de la Lengua),
cuyo primer objetivo es el de editar un diccionario que recoja el conjunto de
palabras que conforman el idioma, a imagen de lo que ya habían hecho Francia,
Portugal e Italia. Al mismo tiempo, la Academia se arroga la potestad de
vigilar la evolución y buen uso de la lengua; de ahí su lema “limpia, fija y
da esplendor”. Los hablantes de español siguieron a su bola y no hicieron
puñetero caso al diccionario. La Real Academia debió adaptarse al idioma y,
como es de lógica, no fue al revés. Uno de los primeros disparates fue definir
el leísmo como un vicio aceptado, mientras condenaba el laísmo y el loísmo como
error gramatical.
Con la independencia de los países hispanos, muchos de ellos crearon
su propia Academia y el idioma estuvo a punto de sufrir el mismo desmembramiento
que, muchos años antes, sufrió el latín. Con el tiempo habrían surgido el
argentino, el chileno, el cubano, el filipino, y un largo etcétera. Si no me he
descontado, son 21 las Academias de la Lengua Española. Ahora colaboran todas y
la única manera que han tenido de mantener la equidad es aceptando todas las
variaciones que sobre el español había aceptado cada una de ellas.
Desde
entonces los cambios que se han ido aceptando son básicamente ortográficos, y
la mayoría, de acentuación: si en un país un diptongo no es diptongo o
viceversa, acentúe usted según pronuncia, es decir, acentúe como le dé la gana.
Si dos palabras se escriben igual y para distinguir su significado una de ellas
se acentúa, no acentúe ninguna y jamás cometerá falta; es el caso de adjetivos
y pronombres demostrativos (este/éste), verbos y preposiciones (dé/de), y otros
casos. Cierto es que, cuando hablamos, no pronunciamos los acentos (o sí), pero
el escribiente, a falta de entonación, debe facilitar al lector la comprensión
del escrito. Al margen de que hay frases difícilmente interpretables:
“Voy
solo a Madrid”
¿Va usted a Madrid sin compañía o sólo va a
Madrid y a ninguna otra ciudad?
Es de suponer que no tardará en desaparecer la "hache (h)", que encima de que no se pronuncia, hace que cometamos muchas faltas al escribir.
Si de lo que se trata es de subir escalones en
el informe PISA, la idea es/sería más que acertada.
De todas las mejoras establecidas
por la Real Academia hay una que no ha acabado de convencerme: la conjugación
de los verbos.
No sé la fecha exacta, pero hasta el siglo XXI (+/-), el
presente de indicativo del verbo esturrear (pongamos por caso) era
yo
esturreo
tú esturreas
él esturrea
nosotros esturreamos
vosotros esturreáis
ellos
esturrean
y sabíamos que andaban incluidos ella, usted, nosotras,
vosotras, ellas y ustedes y que usted y ustedes eran tercera persona
Según el drae,
el mismo verbo se conjuga así:
Singular,
primera persona: yo esturreo
Singular, segunda persona: tú/vos
esturreas/esturreás
Singular, segunda persona: usted esturrea
Singular,
tercera persona: él/ella esturrea
Plural, primera persona: nosotros/nosotras
esturreamos
Plural, segunda persona: vosotros/vosotras esturreáis
Plural,
segunda persona: ustedes esturrean
Plural, tercera persona: ellos/ellas
esturrean
A esta nueva forma de conjugar le veo un par de fallos: en español,
aunque en desuso, sigue vigente el plural mayestático (en realidad singular, ya que se refieren a una sola persona, aunque sea un tío gordo) y, por tanto, faltan las
personas nos y vos (primera y segunda del singular. Habría que
añadir, entonces:
1.- Singular, primera persona: NOS
esturreamos
2.- Singular, segunda persona: VOS esturreáis.
Aún
falta una; entiendo que no podemos comparar Andalucía con Argentina (aquí no
hay academia), pero sí hay una conjugación, especialmente en la región de
Córdoba, que suena de maravilla:
¿USTEDES HABÉIS visto pasar un niño
corriendo detrás de una pelota?