EXPERTA EN MONEDEROS AJENOS
Así, con este título, puede uno caer en el error de que esta Quiosquera sea experta en abrir los monederos de las gentes, o peor aún, que me guste agenciarme de ellos; pero nada más lejos de mi intención.
Y es que me llama la atención el que, cada día más, las buenas gentes, a la hora de pagar el periódico, echen mano al bolsillo o abran sin pudor los monederos y me inviten a tomar el dinero de la palma de sus manos o directamente del portamonedas. En un principio me sorprendió e incluso me sentía un tanto violenta puesto que me parecía estar “hurgando” en los monederos ajenos. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he ido a acostumbrado a ello y, en ocasiones, cuando veo personas mayores que se esfuerzan por sacar las monedas mientras sujetan el bastón, el paraguas, o una bolsa, me dan ganas de echar mano al monedero y decirle: no hay prisa, si quiere ya lo cojo yo.
Ciertamente, esto de tener un quiosco es muy interesante. Quienes no han pasado por la experiencia nunca lo sabrán. Nos permite conocer a las personas mucho más de cerca e, incluso, podemos llegar a descubrir que, afortunadamente, hay mucho más “bueno” que “malo”. También el quiosco puede convertirse en una fuente de sabiduría porque nos enseña a callar a tiempo, a no ser indiscretos (pues solemos serlo sin darnos cuenta), a no comentar y, en definitiva, a amar, respetar y tolerar de buen grado a nuestros semejantes. No crean que es tarea fácil porque cada uno tenemos nuestro corazoncito y, a veces, parece que nos van a faltar las fuerzas.
Posiblemente y de forma velada, también sea misión nuestra el conseguir de algunos clientes la práctica de los buenos modales, el que se dejen el mal humor en casa y que por lo menos los domingos aparquen su estrés y consigan esperar pacientemente a que les toque el turno.
Hay que decir que estamos ubicados en una zona privilegiada en la que, buena parte de su población supera los 50 años. La mayoría son educados, respetuosos y con buen sentido del humor. Nos lo han demostrado con creces “sufriendo pacientemente” a Quiosquero que los incita continuamente a la charla desenfadada y a la metáfora pura y dura.
En fin, que el balance de los pocos años que llevamos ejerciendo de quiosqueros ha sido muy positivo y puedo decir con agrado que nos sentimos queridos y totalmente integrados en el barrio: este barrio de gentes amables y que nos han acogido con los brazos abiertos.
Y es que me llama la atención el que, cada día más, las buenas gentes, a la hora de pagar el periódico, echen mano al bolsillo o abran sin pudor los monederos y me inviten a tomar el dinero de la palma de sus manos o directamente del portamonedas. En un principio me sorprendió e incluso me sentía un tanto violenta puesto que me parecía estar “hurgando” en los monederos ajenos. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he ido a acostumbrado a ello y, en ocasiones, cuando veo personas mayores que se esfuerzan por sacar las monedas mientras sujetan el bastón, el paraguas, o una bolsa, me dan ganas de echar mano al monedero y decirle: no hay prisa, si quiere ya lo cojo yo.
Ciertamente, esto de tener un quiosco es muy interesante. Quienes no han pasado por la experiencia nunca lo sabrán. Nos permite conocer a las personas mucho más de cerca e, incluso, podemos llegar a descubrir que, afortunadamente, hay mucho más “bueno” que “malo”. También el quiosco puede convertirse en una fuente de sabiduría porque nos enseña a callar a tiempo, a no ser indiscretos (pues solemos serlo sin darnos cuenta), a no comentar y, en definitiva, a amar, respetar y tolerar de buen grado a nuestros semejantes. No crean que es tarea fácil porque cada uno tenemos nuestro corazoncito y, a veces, parece que nos van a faltar las fuerzas.
Posiblemente y de forma velada, también sea misión nuestra el conseguir de algunos clientes la práctica de los buenos modales, el que se dejen el mal humor en casa y que por lo menos los domingos aparquen su estrés y consigan esperar pacientemente a que les toque el turno.
Hay que decir que estamos ubicados en una zona privilegiada en la que, buena parte de su población supera los 50 años. La mayoría son educados, respetuosos y con buen sentido del humor. Nos lo han demostrado con creces “sufriendo pacientemente” a Quiosquero que los incita continuamente a la charla desenfadada y a la metáfora pura y dura.
En fin, que el balance de los pocos años que llevamos ejerciendo de quiosqueros ha sido muy positivo y puedo decir con agrado que nos sentimos queridos y totalmente integrados en el barrio: este barrio de gentes amables y que nos han acogido con los brazos abiertos.